«Yo, Juan, vuestro hermano, que por amor de Jesús comparto con vosotros la tribulación, me encontraba desterrado en la isla de Patmos por haber anunciado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Caí en éxtasis un domingo y oí detrás de mí una voz potente, como de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que veas y mándalo a las siete iglesias: a Éfeso , a Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.» Entonces Juan se volvió para mirar de quién era aquella voz y vio siete candelabros de oro y entre ellos a un hombre vestido con una túnica ceñida a su cuerpo por una banda de oro.Tenía el pelo blanco, los ojos de fuego y de la boca le salía una espada de doble filo. Con esta voz poética, a la vez grandiosa e imaginaria, empieza el Apocalipsis de Juan, último libro del Nuevo Testamento . Su lenguaje no es llano ni directo, sino cargado de símbolos, de imágenes deslumbrantes, de especulaciones sobre números y fechas, de largas listas de sucesos históricos y de escenas donde intervienen animales que hablan o se comportan como seres humanos. Y sin embargo, el Apocalipsis no es el reflejo de un trance visionario, sino un producto literario creado en la paz de un escritorio. Así fueron concebidas, hacia el año 96, las visiones del relato: el libro con los siete sellos que sólo el Cordero consigue romper, la apertura de los cuatro primeros sellos que liberan sucesivamente a los cuatro jinetes, la apertura del sexto que desencadena un violento terremoto y una sucesión de calamidades, la del séptimo tras la cual los ángeles reciben las siete trompetas cuyo sonido desencadena nuevas plagas que prefiguran la victoria del Bien sobre el Mal, las dos primeras trompetas que precipitaron una lluvia de granizo y fuego que arrasó la tierra y convirtió un tercio del mar en sangre.Noticia Relacionada el ángulo oscuro opinion Si El arte de insultar Juan Manuel de Prada Yo soy de los que piensan, con Freud, que el primer hombre que insultó con ingenio a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilizaciónEn París, la Biblioteca Nacional de Francia, organiza la primera gran exposición dedicada al Apocalipsis con unas 300 piezas inspiradas en el texto, desde la Edad Media hasta nuestros días. Están los manuscritos del Apocalipsis de Juan, el célebre Tapiz de Angers, los grabados apocalípticos de Durero , los Desastres de la guerra de Goya, y otras pinturas, esculturas, fotografías, instalaciones, libros raros y extractos de películas firmadas por William Blake , Odilon Redon y Vassily Kandinsky, Ludwig Meidner, Natalia Gontcharova, Otto Dix, Antonin Artaud , Unica Zürn, Kiki Smith, Tacita Dean, Miriam Cahn o Anne Imhof. Tras las victoriosas campañas de Alejandro Magno, el poder del mundo había cambiado. Ya no lo dictaban los persas sobre Oriente Medio, sino los monarcas griegos, sucesores de Alejandro. Israel no quedó liberada del yugo extranjero, sino que pasó a poder de los reyes de Egipto, los Ptolomeos griegos, y tras unos cien años cayó en manos de los monarcas seléucidas. Sin embargo, el colmo del sentimiento de opresión política y religiosa llegó con el dominio de los romanos , a pesar de que estos eran tolerantes en materia de religión. Este sometimiento había estado latente tras los últimos monarcas macabeos, pues Roma se había ido haciendo poderosa en el Mediterráneo a partir del siglo III a.C. e intervenía indirectamente en el país. Pero fue en el 60 a.C. cuando Pompeyo Magno entró en Jerusalén. Desde este momento se enardeció la antigua esperanza de la salvación nacional y del dominio final de Israel sobre todas las potencias.’Beatus de Liebana, Beatus de Saint-Sever’, del Siglo XI BNFEl nacimiento del «género apocalíptico» está íntimamente ligado a este momento histórico en Israel y a sus esperanzas de liberación que luego heredarán los cristianos. En aquella época, se escribieron otros Apocalipsis favorecidos por el momento de penurias que atravesaba el pueblo sofocado por el imperio romano. El movimiento apocalíptico nació en el siglo IV a.C. y perduró hasta el II d.C . desarrollándose entre los judíos primero y entre los cristianos después, dando lugar a numerosos escritos. Sus misteriosos autores procedían del conjunto amplio y poco preciso denominado los «piadosos de Israel», una suerte de grupo heterogéneo que no existió nunca como agrupación o secta, sino más bien, como un ejército de autores anónimos que perseguían la pureza y la fidelidad de Israel a su pasado.Aquellos Apocalipsis ocultaban el nombre del autor y solían amparar su escrito bajo el nombre de un héroe o un gran personaje del pasado. « Seudonimia », procedente del griego, equivale a «nombre falso». Son libros cargados de interés para conocer las ideas sobre el fin del mundo que albergaban judíos y cristianos en la época en la que surge el cristianismo. Pero no conocemos a ninguno de sus autores, salvo a Pablo de Tarso. El Apocalipsis que cierra la Biblia fue escrito por un autor judeocristiano llamado Juan, pero ¿quién era Juan de Patmos? Desde luego no era el apóstol, hijo del Zebedeo , compañero directo de Jesús, que «firma» el Apocalipsis, pues este escrito se compuso hacia el año 96 y hacía muchos años que el primer Juan, el Zebedeo, había muerto. Su identidad ha sido objeto de diversas teorías. Desde los primeros tiempos del cristianismo fue confundido con Juan el Evangelista, su contemporáneo, una atribución que hoy se considera errónea. En la actualidad, el autor del Apocalipsis suele ser llamado simplemente Juan de Patmos, también conocido como el Vidente. Su importancia radica en su papel simbólico de testigo y profeta : alejado del mundo. Juan es quien puede ver verdades ocultas y revelarlas. Sus profecías lejos de ser lineales, entrelazan el pasado, el presente y el futuro. Están marcadas por una lucha encarnizada y violenta entre el Bien y el Mal, estructurada por el número 7.Penetrar en el mundo del Apocalipsis es internarse en el universo de un abanico espectacular de recursos sonoros y visuales en el que los símbolos se encadenan o entrechocan, como si fueran un videoclip del siglo I. Juan usa un número asombroso de ellos, de colores y cifras que construyen la riqueza y originalidad del relato. Su utilización masiva es algo inherente a la literatura apocalíptica, pues solo mediante símbolos es posible referirse a los planes misteriosos de Dios. Hay que buscar su origen, sobre todo, en el Antiguo Testamento, aunque los fenómenos naturales, los animales, los colores, los vestidos, los minerales preciosos, el hombre y su entorno social, son todos aprovechables para expresar un mensaje que desborda las realidades naturales . Los artistas, cristianos y no cristianos, lo comprendieron pronto y concibieron frescos, pinturas y mosaicos de una belleza a veces extraña, láminas que captan los mínimos detalles de las profecías, pórticos de catedrales en los que están esculpidas visiones sublimes, grabados y tapices que proyectan un mundo inédito. Tan sólo desde el punto de vista artístico, el Apocalipsis ha inspirado creaciones magistrales. Todo en él es brillante y poderoso.Antonin ArtaudDos colores deslumbrantes ocupan el primer plano de la escena: el rojo, y sus derivados púrpuras y escarlatas relacionados con el mundo de la Bestia y un blanco lleno de fulgor, asociado al Cordero y a la resurrección. Además de los colores, las cifras forman la parte central en la red simbólica establecida por Juan. Su omnipresencia en el Apocalipsis es sorprendente: la idea de primacía (Alfa-Primero) gira en torno a la cifra 1; hay 2 testigos; el 3 evocado, sobre todo, por la fracción equivalente (el tercio, la tercera parte); son 4 jinetes; 5 meses de plaga de langostas; 3 veces la cifra 6 en 666; el 7 aparece incesantemente; 10 cuernos, 12 puertas y 12 murallas. El fuerte anclaje alegórico de la narración, l a espectacular dramaturgia de sus visiones y el sustrato escatológico (relativo al fin de los tiempos) del mensaje, hacen del Apocalipsis una suerte de quinto Evangelio del futurista. La fascinación que ha suscitado es proporcional a su extrañeza y hermetismo. En el recorrido por la exposición, pasamos de la oscuridad de las salas iniciales iluminadas en el azul tenue y protector de los delicados manuscritos medievales, al blanco radiante de las salas finales con sus pinturas del siglo XXI. Nos detenemos delante de la obra inmensa y apocalíptica de Anne Imhof (2022), que evoca los incendios recurrentes de California con una explosión de nubes color lava. Entonces resuena un estruendo en nuestro interior. Es el sonido de las trompetas precedido por la voz que dice: « Yo soy el Alfa y la Omega .»Exposición: ‘Apocalipsis, ayer y mañana’. En Biblioteca Nacional de Francia (Francois Mitterand). Dirección: Quai Francois Mauriac, París. Comisaria: Jeanne Brun. «Yo, Juan, vuestro hermano, que por amor de Jesús comparto con vosotros la tribulación, me encontraba desterrado en la isla de Patmos por haber anunciado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Caí en éxtasis un domingo y oí detrás de mí una voz potente, como de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que veas y mándalo a las siete iglesias: a Éfeso , a Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.» Entonces Juan se volvió para mirar de quién era aquella voz y vio siete candelabros de oro y entre ellos a un hombre vestido con una túnica ceñida a su cuerpo por una banda de oro.Tenía el pelo blanco, los ojos de fuego y de la boca le salía una espada de doble filo. Con esta voz poética, a la vez grandiosa e imaginaria, empieza el Apocalipsis de Juan, último libro del Nuevo Testamento . Su lenguaje no es llano ni directo, sino cargado de símbolos, de imágenes deslumbrantes, de especulaciones sobre números y fechas, de largas listas de sucesos históricos y de escenas donde intervienen animales que hablan o se comportan como seres humanos. Y sin embargo, el Apocalipsis no es el reflejo de un trance visionario, sino un producto literario creado en la paz de un escritorio. Así fueron concebidas, hacia el año 96, las visiones del relato: el libro con los siete sellos que sólo el Cordero consigue romper, la apertura de los cuatro primeros sellos que liberan sucesivamente a los cuatro jinetes, la apertura del sexto que desencadena un violento terremoto y una sucesión de calamidades, la del séptimo tras la cual los ángeles reciben las siete trompetas cuyo sonido desencadena nuevas plagas que prefiguran la victoria del Bien sobre el Mal, las dos primeras trompetas que precipitaron una lluvia de granizo y fuego que arrasó la tierra y convirtió un tercio del mar en sangre.Noticia Relacionada el ángulo oscuro opinion Si El arte de insultar Juan Manuel de Prada Yo soy de los que piensan, con Freud, que el primer hombre que insultó con ingenio a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilizaciónEn París, la Biblioteca Nacional de Francia, organiza la primera gran exposición dedicada al Apocalipsis con unas 300 piezas inspiradas en el texto, desde la Edad Media hasta nuestros días. Están los manuscritos del Apocalipsis de Juan, el célebre Tapiz de Angers, los grabados apocalípticos de Durero , los Desastres de la guerra de Goya, y otras pinturas, esculturas, fotografías, instalaciones, libros raros y extractos de películas firmadas por William Blake , Odilon Redon y Vassily Kandinsky, Ludwig Meidner, Natalia Gontcharova, Otto Dix, Antonin Artaud , Unica Zürn, Kiki Smith, Tacita Dean, Miriam Cahn o Anne Imhof. Tras las victoriosas campañas de Alejandro Magno, el poder del mundo había cambiado. Ya no lo dictaban los persas sobre Oriente Medio, sino los monarcas griegos, sucesores de Alejandro. Israel no quedó liberada del yugo extranjero, sino que pasó a poder de los reyes de Egipto, los Ptolomeos griegos, y tras unos cien años cayó en manos de los monarcas seléucidas. Sin embargo, el colmo del sentimiento de opresión política y religiosa llegó con el dominio de los romanos , a pesar de que estos eran tolerantes en materia de religión. Este sometimiento había estado latente tras los últimos monarcas macabeos, pues Roma se había ido haciendo poderosa en el Mediterráneo a partir del siglo III a.C. e intervenía indirectamente en el país. Pero fue en el 60 a.C. cuando Pompeyo Magno entró en Jerusalén. Desde este momento se enardeció la antigua esperanza de la salvación nacional y del dominio final de Israel sobre todas las potencias.’Beatus de Liebana, Beatus de Saint-Sever’, del Siglo XI BNFEl nacimiento del «género apocalíptico» está íntimamente ligado a este momento histórico en Israel y a sus esperanzas de liberación que luego heredarán los cristianos. En aquella época, se escribieron otros Apocalipsis favorecidos por el momento de penurias que atravesaba el pueblo sofocado por el imperio romano. El movimiento apocalíptico nació en el siglo IV a.C. y perduró hasta el II d.C . desarrollándose entre los judíos primero y entre los cristianos después, dando lugar a numerosos escritos. Sus misteriosos autores procedían del conjunto amplio y poco preciso denominado los «piadosos de Israel», una suerte de grupo heterogéneo que no existió nunca como agrupación o secta, sino más bien, como un ejército de autores anónimos que perseguían la pureza y la fidelidad de Israel a su pasado.Aquellos Apocalipsis ocultaban el nombre del autor y solían amparar su escrito bajo el nombre de un héroe o un gran personaje del pasado. « Seudonimia », procedente del griego, equivale a «nombre falso». Son libros cargados de interés para conocer las ideas sobre el fin del mundo que albergaban judíos y cristianos en la época en la que surge el cristianismo. Pero no conocemos a ninguno de sus autores, salvo a Pablo de Tarso. El Apocalipsis que cierra la Biblia fue escrito por un autor judeocristiano llamado Juan, pero ¿quién era Juan de Patmos? Desde luego no era el apóstol, hijo del Zebedeo , compañero directo de Jesús, que «firma» el Apocalipsis, pues este escrito se compuso hacia el año 96 y hacía muchos años que el primer Juan, el Zebedeo, había muerto. Su identidad ha sido objeto de diversas teorías. Desde los primeros tiempos del cristianismo fue confundido con Juan el Evangelista, su contemporáneo, una atribución que hoy se considera errónea. En la actualidad, el autor del Apocalipsis suele ser llamado simplemente Juan de Patmos, también conocido como el Vidente. Su importancia radica en su papel simbólico de testigo y profeta : alejado del mundo. Juan es quien puede ver verdades ocultas y revelarlas. Sus profecías lejos de ser lineales, entrelazan el pasado, el presente y el futuro. Están marcadas por una lucha encarnizada y violenta entre el Bien y el Mal, estructurada por el número 7.Penetrar en el mundo del Apocalipsis es internarse en el universo de un abanico espectacular de recursos sonoros y visuales en el que los símbolos se encadenan o entrechocan, como si fueran un videoclip del siglo I. Juan usa un número asombroso de ellos, de colores y cifras que construyen la riqueza y originalidad del relato. Su utilización masiva es algo inherente a la literatura apocalíptica, pues solo mediante símbolos es posible referirse a los planes misteriosos de Dios. Hay que buscar su origen, sobre todo, en el Antiguo Testamento, aunque los fenómenos naturales, los animales, los colores, los vestidos, los minerales preciosos, el hombre y su entorno social, son todos aprovechables para expresar un mensaje que desborda las realidades naturales . Los artistas, cristianos y no cristianos, lo comprendieron pronto y concibieron frescos, pinturas y mosaicos de una belleza a veces extraña, láminas que captan los mínimos detalles de las profecías, pórticos de catedrales en los que están esculpidas visiones sublimes, grabados y tapices que proyectan un mundo inédito. Tan sólo desde el punto de vista artístico, el Apocalipsis ha inspirado creaciones magistrales. Todo en él es brillante y poderoso.Antonin ArtaudDos colores deslumbrantes ocupan el primer plano de la escena: el rojo, y sus derivados púrpuras y escarlatas relacionados con el mundo de la Bestia y un blanco lleno de fulgor, asociado al Cordero y a la resurrección. Además de los colores, las cifras forman la parte central en la red simbólica establecida por Juan. Su omnipresencia en el Apocalipsis es sorprendente: la idea de primacía (Alfa-Primero) gira en torno a la cifra 1; hay 2 testigos; el 3 evocado, sobre todo, por la fracción equivalente (el tercio, la tercera parte); son 4 jinetes; 5 meses de plaga de langostas; 3 veces la cifra 6 en 666; el 7 aparece incesantemente; 10 cuernos, 12 puertas y 12 murallas. El fuerte anclaje alegórico de la narración, l a espectacular dramaturgia de sus visiones y el sustrato escatológico (relativo al fin de los tiempos) del mensaje, hacen del Apocalipsis una suerte de quinto Evangelio del futurista. La fascinación que ha suscitado es proporcional a su extrañeza y hermetismo. En el recorrido por la exposición, pasamos de la oscuridad de las salas iniciales iluminadas en el azul tenue y protector de los delicados manuscritos medievales, al blanco radiante de las salas finales con sus pinturas del siglo XXI. Nos detenemos delante de la obra inmensa y apocalíptica de Anne Imhof (2022), que evoca los incendios recurrentes de California con una explosión de nubes color lava. Entonces resuena un estruendo en nuestro interior. Es el sonido de las trompetas precedido por la voz que dice: « Yo soy el Alfa y la Omega .»Exposición: ‘Apocalipsis, ayer y mañana’. En Biblioteca Nacional de Francia (Francois Mitterand). Dirección: Quai Francois Mauriac, París. Comisaria: Jeanne Brun. «Yo, Juan, vuestro hermano, que por amor de Jesús comparto con vosotros la tribulación, me encontraba desterrado en la isla de Patmos por haber anunciado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Caí en éxtasis un domingo y oí detrás de mí una voz potente, como de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que veas y mándalo a las siete iglesias: a Éfeso , a Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.» Entonces Juan se volvió para mirar de quién era aquella voz y vio siete candelabros de oro y entre ellos a un hombre vestido con una túnica ceñida a su cuerpo por una banda de oro.Tenía el pelo blanco, los ojos de fuego y de la boca le salía una espada de doble filo. Con esta voz poética, a la vez grandiosa e imaginaria, empieza el Apocalipsis de Juan, último libro del Nuevo Testamento . Su lenguaje no es llano ni directo, sino cargado de símbolos, de imágenes deslumbrantes, de especulaciones sobre números y fechas, de largas listas de sucesos históricos y de escenas donde intervienen animales que hablan o se comportan como seres humanos. Y sin embargo, el Apocalipsis no es el reflejo de un trance visionario, sino un producto literario creado en la paz de un escritorio. Así fueron concebidas, hacia el año 96, las visiones del relato: el libro con los siete sellos que sólo el Cordero consigue romper, la apertura de los cuatro primeros sellos que liberan sucesivamente a los cuatro jinetes, la apertura del sexto que desencadena un violento terremoto y una sucesión de calamidades, la del séptimo tras la cual los ángeles reciben las siete trompetas cuyo sonido desencadena nuevas plagas que prefiguran la victoria del Bien sobre el Mal, las dos primeras trompetas que precipitaron una lluvia de granizo y fuego que arrasó la tierra y convirtió un tercio del mar en sangre.Noticia Relacionada el ángulo oscuro opinion Si El arte de insultar Juan Manuel de Prada Yo soy de los que piensan, con Freud, que el primer hombre que insultó con ingenio a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilizaciónEn París, la Biblioteca Nacional de Francia, organiza la primera gran exposición dedicada al Apocalipsis con unas 300 piezas inspiradas en el texto, desde la Edad Media hasta nuestros días. Están los manuscritos del Apocalipsis de Juan, el célebre Tapiz de Angers, los grabados apocalípticos de Durero , los Desastres de la guerra de Goya, y otras pinturas, esculturas, fotografías, instalaciones, libros raros y extractos de películas firmadas por William Blake , Odilon Redon y Vassily Kandinsky, Ludwig Meidner, Natalia Gontcharova, Otto Dix, Antonin Artaud , Unica Zürn, Kiki Smith, Tacita Dean, Miriam Cahn o Anne Imhof. Tras las victoriosas campañas de Alejandro Magno, el poder del mundo había cambiado. Ya no lo dictaban los persas sobre Oriente Medio, sino los monarcas griegos, sucesores de Alejandro. Israel no quedó liberada del yugo extranjero, sino que pasó a poder de los reyes de Egipto, los Ptolomeos griegos, y tras unos cien años cayó en manos de los monarcas seléucidas. Sin embargo, el colmo del sentimiento de opresión política y religiosa llegó con el dominio de los romanos , a pesar de que estos eran tolerantes en materia de religión. Este sometimiento había estado latente tras los últimos monarcas macabeos, pues Roma se había ido haciendo poderosa en el Mediterráneo a partir del siglo III a.C. e intervenía indirectamente en el país. Pero fue en el 60 a.C. cuando Pompeyo Magno entró en Jerusalén. Desde este momento se enardeció la antigua esperanza de la salvación nacional y del dominio final de Israel sobre todas las potencias.’Beatus de Liebana, Beatus de Saint-Sever’, del Siglo XI BNFEl nacimiento del «género apocalíptico» está íntimamente ligado a este momento histórico en Israel y a sus esperanzas de liberación que luego heredarán los cristianos. En aquella época, se escribieron otros Apocalipsis favorecidos por el momento de penurias que atravesaba el pueblo sofocado por el imperio romano. El movimiento apocalíptico nació en el siglo IV a.C. y perduró hasta el II d.C . desarrollándose entre los judíos primero y entre los cristianos después, dando lugar a numerosos escritos. Sus misteriosos autores procedían del conjunto amplio y poco preciso denominado los «piadosos de Israel», una suerte de grupo heterogéneo que no existió nunca como agrupación o secta, sino más bien, como un ejército de autores anónimos que perseguían la pureza y la fidelidad de Israel a su pasado.Aquellos Apocalipsis ocultaban el nombre del autor y solían amparar su escrito bajo el nombre de un héroe o un gran personaje del pasado. « Seudonimia », procedente del griego, equivale a «nombre falso». Son libros cargados de interés para conocer las ideas sobre el fin del mundo que albergaban judíos y cristianos en la época en la que surge el cristianismo. Pero no conocemos a ninguno de sus autores, salvo a Pablo de Tarso. El Apocalipsis que cierra la Biblia fue escrito por un autor judeocristiano llamado Juan, pero ¿quién era Juan de Patmos? Desde luego no era el apóstol, hijo del Zebedeo , compañero directo de Jesús, que «firma» el Apocalipsis, pues este escrito se compuso hacia el año 96 y hacía muchos años que el primer Juan, el Zebedeo, había muerto. Su identidad ha sido objeto de diversas teorías. Desde los primeros tiempos del cristianismo fue confundido con Juan el Evangelista, su contemporáneo, una atribución que hoy se considera errónea. En la actualidad, el autor del Apocalipsis suele ser llamado simplemente Juan de Patmos, también conocido como el Vidente. Su importancia radica en su papel simbólico de testigo y profeta : alejado del mundo. Juan es quien puede ver verdades ocultas y revelarlas. Sus profecías lejos de ser lineales, entrelazan el pasado, el presente y el futuro. Están marcadas por una lucha encarnizada y violenta entre el Bien y el Mal, estructurada por el número 7.Penetrar en el mundo del Apocalipsis es internarse en el universo de un abanico espectacular de recursos sonoros y visuales en el que los símbolos se encadenan o entrechocan, como si fueran un videoclip del siglo I. Juan usa un número asombroso de ellos, de colores y cifras que construyen la riqueza y originalidad del relato. Su utilización masiva es algo inherente a la literatura apocalíptica, pues solo mediante símbolos es posible referirse a los planes misteriosos de Dios. Hay que buscar su origen, sobre todo, en el Antiguo Testamento, aunque los fenómenos naturales, los animales, los colores, los vestidos, los minerales preciosos, el hombre y su entorno social, son todos aprovechables para expresar un mensaje que desborda las realidades naturales . Los artistas, cristianos y no cristianos, lo comprendieron pronto y concibieron frescos, pinturas y mosaicos de una belleza a veces extraña, láminas que captan los mínimos detalles de las profecías, pórticos de catedrales en los que están esculpidas visiones sublimes, grabados y tapices que proyectan un mundo inédito. Tan sólo desde el punto de vista artístico, el Apocalipsis ha inspirado creaciones magistrales. Todo en él es brillante y poderoso.Antonin ArtaudDos colores deslumbrantes ocupan el primer plano de la escena: el rojo, y sus derivados púrpuras y escarlatas relacionados con el mundo de la Bestia y un blanco lleno de fulgor, asociado al Cordero y a la resurrección. Además de los colores, las cifras forman la parte central en la red simbólica establecida por Juan. Su omnipresencia en el Apocalipsis es sorprendente: la idea de primacía (Alfa-Primero) gira en torno a la cifra 1; hay 2 testigos; el 3 evocado, sobre todo, por la fracción equivalente (el tercio, la tercera parte); son 4 jinetes; 5 meses de plaga de langostas; 3 veces la cifra 6 en 666; el 7 aparece incesantemente; 10 cuernos, 12 puertas y 12 murallas. El fuerte anclaje alegórico de la narración, l a espectacular dramaturgia de sus visiones y el sustrato escatológico (relativo al fin de los tiempos) del mensaje, hacen del Apocalipsis una suerte de quinto Evangelio del futurista. La fascinación que ha suscitado es proporcional a su extrañeza y hermetismo. En el recorrido por la exposición, pasamos de la oscuridad de las salas iniciales iluminadas en el azul tenue y protector de los delicados manuscritos medievales, al blanco radiante de las salas finales con sus pinturas del siglo XXI. Nos detenemos delante de la obra inmensa y apocalíptica de Anne Imhof (2022), que evoca los incendios recurrentes de California con una explosión de nubes color lava. Entonces resuena un estruendo en nuestro interior. Es el sonido de las trompetas precedido por la voz que dice: « Yo soy el Alfa y la Omega .»Exposición: ‘Apocalipsis, ayer y mañana’. En Biblioteca Nacional de Francia (Francois Mitterand). Dirección: Quai Francois Mauriac, París. Comisaria: Jeanne Brun. RSS de noticias de cultura
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