Los archivos y datos innecesarios u obsoletos se acumulan en los dispositivos y en la red. El impacto de esta basura digital (o ‘e-waste’) ralentiza los equipos, tiene una formidable huella ambiental y supone una puerta de entrada a los ciberdelincuentes al tiempo que compromete la privacidad de los usuarios. El vertedero está formado por archivos duplicados, correos electrónicos no leídos o publicitarios, aplicaciones y programas sin utilizar, información en la nube que ya no se precisa, copias de seguridad antiguas almacenadas, perfiles y cuentas inactivas, caché y cookies.Ramón Rodríguez, experto en la gestión informática de grandes organizaciones, distingue dos espacios donde se almacena la basura digital: «El local, tu equipo, tu PC, tu móvil. Y la nube, que parece que no existe, pero que tiene un consumo bastante alto. De hecho, los CPD ( centros de procesamiento de datos ) del planeta consumen un 1% de electricidad y se estima que subirá a un 3% en 2030. No implica solo coste económico, también contaminación». Asimismo, generan desperdicio las licencias programadas, aunque en este caso es físico. «Los grandes fabricantes nos están obligando a cambiar los dispositivos móviles cuanto todavía presentan sistemas muy útiles», apunta. Volviendo a los intangibles, como ficheros o fotos, el experto destaca la huella ambiental: «Cada correo de 1 mega produce 4-5 gramos de CO2. Si se formatea un equipo, se retira basura».En el ámbito de las organizaciones, Rodríguez asegura que «el 30% de información que se almacena es basura digital que se amontona en los servidores y consume recursos». Otro de los problemas detectados es la duplicidad de documentación. «Resulta normal que dos departamentos –declara– suban información similar, pero con diferencias. Porque nadie lo revisa, no se realiza un ciclo de vida del proceso, no existe una buena gestión documental».Noticia Relacionada estandar No Los ‘datos sucios’ embarran el desembarco de los algoritmos en las empresas Adrián Espallargas Definir una estrategia que separe el grano de la paja en el ingente magma del ‘big data’ es el gran reto pendiente para el desarrollo sólido de la IA en las empresas¿Cómo se pueden cambiar esos hábitos? ¿A quién le corresponde limitar las consecuencias? Según Rodríguez, «el problema es que en los últimos 20, 30 años ha crecido más rápido la tecnología que la capacidad de la mayoría de los mortales por comprenderla». Las redes sociales constituyen otro vector de fabricación de basura , indica: «La facilidad que hay para crear memes o diseñar imágenes es brutal. La información se sube y ahí va quedando, como los vídeos, que tanto ocupan. También favorece el acceso de hackers con malas ideas». A su juicio, la sociedad sufre el síndrome de Diógenes digital , porque «no ocupa lugar sobre las baldas, como los libros». «Ahora en PDF puedes disponer de una cantidad de obras que no leerás en varias vidas. La diferencia es lo presencial: el activo digital no lo tocas, no lo ves», remacha.El tesoro de los datosEl evangelista tecnológico Javier Sirvent, que dirige la empresa Pesadilla en la Oficina, ofrece otra perspectiva distinta de las posibilidades de este vertedero digital: «Lo maravilloso es que ahora una inteligencia artificial (IA) es capaz de poner en contexto esa basura. Y eso lo saben las grandes compañías tecnológicas, y por eso la basura no dejará de existir. Va a quedar de por vida».Toda la información aparentemente sobrante puede ser aprovechada, sostiene: «Los datos de todas nuestras cookies, fotos subidas, audios, noticias… es tesoro. Cada vez se necesitan más refinerías, y más grandes. A pesar del hándicap que supone el consumo de la IA, el oro que se encuentra favorece la inversión».La pandemia del Covid-19 representa un antes y un después. «Respecto a la generación de data –afirma Sirvent–, la gran basura la pusimos en marcha en marzo del 2020, con el confinamiento, cuando todo el mundo se digitalizó. Se produjo entonces una explosión salvaje de data y también del entrenamiento que genera. Nació una nueva mina de riqueza. Con la llegada de la pandemia, multiplicamos la cantidad de datos, de reels, de redes sociales, de influencers…». A estos residuos se les aplica su correspondiente reciclaje. «En los grandes centros de datos que tiene, por ejemplo, Google, se congela la información para realizar una gestión inteligente. Optimizan la basura», comenta.¿Cuánta basura genera el WhatsApp? Se trata de una aplicación que utilizan más de dos mil millones de personas donde se envían más de 100.000 millones de mensajes al día. « Es un producto evidentemente creado para generar datos . ¿Por qué es gratis? Porque ganan dinero gestionando la basura», sentencia Sirvent.Sobre la huella ambiental que provoca la tecnología en general y la basura digital en particular, Sirvent se muestra optimista en las soluciones que van a llegar: «Se arreglará gracias a la inteligencia artificial . Los mayores problemas de la humanidad se resuelven con la IA. La vacuna contra el coronavirus con ARN mensajero se calculó con esta tecnología y ahorró mucho tiempo de investigación».Peligro muy presenteEn empresas y domicilios particulares, los dispositivos están atestados de cuentas inactivas que se dieron de alta para pruebas gratuitas, promociones, tiendas online, redes sociales o aplicaciones temporales. Aunque se queden en el olvido, entrañan peligro, porque permanecen los datos personales, las contraseñas reutilizadas y hasta información bancaria. Los ciberdelincuentes ven en este material un objetivo de fácil acceso . Según Google, las cuentas inactivas presentan diez veces menos probabilidades de tener activada la verificación en dos pasos. Conclusión: son mucho más vulnerables.Josep Albors, director de Investigación y Concienciación de la compañía de software de ciberseguridad ESET España, explica que la información almacenada puede contener amenazas, porque es posible que «las cuentas hayan sido comprometidas, bien porque no se hayan utilizado unas credenciales lo suficientemente robustas u otros métodos de seguridad o directamente porque se haya atacado a la empresa responsable de esa cuenta online y se haya conseguido acceder a todos los datos de los usuarios». «Esa información privada puede ser utilizada, por ejemplo, para realizar ataques dirigidos , porque se mencionan otras cuentas, datos personales como números de teléfono o direcciones postales, o incluso, en el peor de los casos, se está compartiendo en otras cuentas activas una contraseña que se ha utilizado en esa cuenta ya olvidada», añade.Los cibermalos utilizan distintas estrategias para hacerse con el botín, como el uso de ‘infostealers’ para robar credenciales, ataques automatizados con contraseñas filtradas (‘credential stuffing’) o explotación de bases de datos expuestas. Cuando superan las barreras y acceden a información privada, pueden enviar correos fraudulentos, suplantar identidades o poner el acceso en la reventa de la dark web. Otra técnica, señala Albors, es «el ‘password spraying’, que consiste en ir probando contraseñas en cuentas que ya se han obtenido previamente».Estimaciones recientes cifran el promedio de una persona en 168 contraseñas asociadas a cuentas personales. Afecta también a organizaciones, dice: «Hay no pocas empresas que han abierto perfiles en alguna red social. Es posible que las credenciales se hayan modificado, pero de manera ligera. Al ser interacciones de contraseñas, resulta muy sencillo dar con la clave de manera automatizada , sobre todo si no se están poniendo otras capas de autenticación adicionales».Para proteger las cuentas, el experto recomienda «usar credenciales únicas y cambiarlas también cada cierto periodo de tiempo, activar la autenticación en dos pasos (2FA), cerrar sesión en todos los navegadores cuando se termina la consulta o la publicación y no guardar nunca la contraseña». Los archivos y datos innecesarios u obsoletos se acumulan en los dispositivos y en la red. El impacto de esta basura digital (o ‘e-waste’) ralentiza los equipos, tiene una formidable huella ambiental y supone una puerta de entrada a los ciberdelincuentes al tiempo que compromete la privacidad de los usuarios. El vertedero está formado por archivos duplicados, correos electrónicos no leídos o publicitarios, aplicaciones y programas sin utilizar, información en la nube que ya no se precisa, copias de seguridad antiguas almacenadas, perfiles y cuentas inactivas, caché y cookies.Ramón Rodríguez, experto en la gestión informática de grandes organizaciones, distingue dos espacios donde se almacena la basura digital: «El local, tu equipo, tu PC, tu móvil. Y la nube, que parece que no existe, pero que tiene un consumo bastante alto. De hecho, los CPD ( centros de procesamiento de datos ) del planeta consumen un 1% de electricidad y se estima que subirá a un 3% en 2030. No implica solo coste económico, también contaminación». Asimismo, generan desperdicio las licencias programadas, aunque en este caso es físico. «Los grandes fabricantes nos están obligando a cambiar los dispositivos móviles cuanto todavía presentan sistemas muy útiles», apunta. Volviendo a los intangibles, como ficheros o fotos, el experto destaca la huella ambiental: «Cada correo de 1 mega produce 4-5 gramos de CO2. Si se formatea un equipo, se retira basura».En el ámbito de las organizaciones, Rodríguez asegura que «el 30% de información que se almacena es basura digital que se amontona en los servidores y consume recursos». Otro de los problemas detectados es la duplicidad de documentación. «Resulta normal que dos departamentos –declara– suban información similar, pero con diferencias. Porque nadie lo revisa, no se realiza un ciclo de vida del proceso, no existe una buena gestión documental».Noticia Relacionada estandar No Los ‘datos sucios’ embarran el desembarco de los algoritmos en las empresas Adrián Espallargas Definir una estrategia que separe el grano de la paja en el ingente magma del ‘big data’ es el gran reto pendiente para el desarrollo sólido de la IA en las empresas¿Cómo se pueden cambiar esos hábitos? ¿A quién le corresponde limitar las consecuencias? Según Rodríguez, «el problema es que en los últimos 20, 30 años ha crecido más rápido la tecnología que la capacidad de la mayoría de los mortales por comprenderla». Las redes sociales constituyen otro vector de fabricación de basura , indica: «La facilidad que hay para crear memes o diseñar imágenes es brutal. La información se sube y ahí va quedando, como los vídeos, que tanto ocupan. También favorece el acceso de hackers con malas ideas». A su juicio, la sociedad sufre el síndrome de Diógenes digital , porque «no ocupa lugar sobre las baldas, como los libros». «Ahora en PDF puedes disponer de una cantidad de obras que no leerás en varias vidas. La diferencia es lo presencial: el activo digital no lo tocas, no lo ves», remacha.El tesoro de los datosEl evangelista tecnológico Javier Sirvent, que dirige la empresa Pesadilla en la Oficina, ofrece otra perspectiva distinta de las posibilidades de este vertedero digital: «Lo maravilloso es que ahora una inteligencia artificial (IA) es capaz de poner en contexto esa basura. Y eso lo saben las grandes compañías tecnológicas, y por eso la basura no dejará de existir. Va a quedar de por vida».Toda la información aparentemente sobrante puede ser aprovechada, sostiene: «Los datos de todas nuestras cookies, fotos subidas, audios, noticias… es tesoro. Cada vez se necesitan más refinerías, y más grandes. A pesar del hándicap que supone el consumo de la IA, el oro que se encuentra favorece la inversión».La pandemia del Covid-19 representa un antes y un después. «Respecto a la generación de data –afirma Sirvent–, la gran basura la pusimos en marcha en marzo del 2020, con el confinamiento, cuando todo el mundo se digitalizó. Se produjo entonces una explosión salvaje de data y también del entrenamiento que genera. Nació una nueva mina de riqueza. Con la llegada de la pandemia, multiplicamos la cantidad de datos, de reels, de redes sociales, de influencers…». A estos residuos se les aplica su correspondiente reciclaje. «En los grandes centros de datos que tiene, por ejemplo, Google, se congela la información para realizar una gestión inteligente. Optimizan la basura», comenta.¿Cuánta basura genera el WhatsApp? Se trata de una aplicación que utilizan más de dos mil millones de personas donde se envían más de 100.000 millones de mensajes al día. « Es un producto evidentemente creado para generar datos . ¿Por qué es gratis? Porque ganan dinero gestionando la basura», sentencia Sirvent.Sobre la huella ambiental que provoca la tecnología en general y la basura digital en particular, Sirvent se muestra optimista en las soluciones que van a llegar: «Se arreglará gracias a la inteligencia artificial . Los mayores problemas de la humanidad se resuelven con la IA. La vacuna contra el coronavirus con ARN mensajero se calculó con esta tecnología y ahorró mucho tiempo de investigación».Peligro muy presenteEn empresas y domicilios particulares, los dispositivos están atestados de cuentas inactivas que se dieron de alta para pruebas gratuitas, promociones, tiendas online, redes sociales o aplicaciones temporales. Aunque se queden en el olvido, entrañan peligro, porque permanecen los datos personales, las contraseñas reutilizadas y hasta información bancaria. Los ciberdelincuentes ven en este material un objetivo de fácil acceso . Según Google, las cuentas inactivas presentan diez veces menos probabilidades de tener activada la verificación en dos pasos. Conclusión: son mucho más vulnerables.Josep Albors, director de Investigación y Concienciación de la compañía de software de ciberseguridad ESET España, explica que la información almacenada puede contener amenazas, porque es posible que «las cuentas hayan sido comprometidas, bien porque no se hayan utilizado unas credenciales lo suficientemente robustas u otros métodos de seguridad o directamente porque se haya atacado a la empresa responsable de esa cuenta online y se haya conseguido acceder a todos los datos de los usuarios». «Esa información privada puede ser utilizada, por ejemplo, para realizar ataques dirigidos , porque se mencionan otras cuentas, datos personales como números de teléfono o direcciones postales, o incluso, en el peor de los casos, se está compartiendo en otras cuentas activas una contraseña que se ha utilizado en esa cuenta ya olvidada», añade.Los cibermalos utilizan distintas estrategias para hacerse con el botín, como el uso de ‘infostealers’ para robar credenciales, ataques automatizados con contraseñas filtradas (‘credential stuffing’) o explotación de bases de datos expuestas. Cuando superan las barreras y acceden a información privada, pueden enviar correos fraudulentos, suplantar identidades o poner el acceso en la reventa de la dark web. Otra técnica, señala Albors, es «el ‘password spraying’, que consiste en ir probando contraseñas en cuentas que ya se han obtenido previamente».Estimaciones recientes cifran el promedio de una persona en 168 contraseñas asociadas a cuentas personales. Afecta también a organizaciones, dice: «Hay no pocas empresas que han abierto perfiles en alguna red social. Es posible que las credenciales se hayan modificado, pero de manera ligera. Al ser interacciones de contraseñas, resulta muy sencillo dar con la clave de manera automatizada , sobre todo si no se están poniendo otras capas de autenticación adicionales».Para proteger las cuentas, el experto recomienda «usar credenciales únicas y cambiarlas también cada cierto periodo de tiempo, activar la autenticación en dos pasos (2FA), cerrar sesión en todos los navegadores cuando se termina la consulta o la publicación y no guardar nunca la contraseña». Los archivos y datos innecesarios u obsoletos se acumulan en los dispositivos y en la red. El impacto de esta basura digital (o ‘e-waste’) ralentiza los equipos, tiene una formidable huella ambiental y supone una puerta de entrada a los ciberdelincuentes al tiempo que compromete la privacidad de los usuarios. El vertedero está formado por archivos duplicados, correos electrónicos no leídos o publicitarios, aplicaciones y programas sin utilizar, información en la nube que ya no se precisa, copias de seguridad antiguas almacenadas, perfiles y cuentas inactivas, caché y cookies.Ramón Rodríguez, experto en la gestión informática de grandes organizaciones, distingue dos espacios donde se almacena la basura digital: «El local, tu equipo, tu PC, tu móvil. Y la nube, que parece que no existe, pero que tiene un consumo bastante alto. De hecho, los CPD ( centros de procesamiento de datos ) del planeta consumen un 1% de electricidad y se estima que subirá a un 3% en 2030. No implica solo coste económico, también contaminación». Asimismo, generan desperdicio las licencias programadas, aunque en este caso es físico. «Los grandes fabricantes nos están obligando a cambiar los dispositivos móviles cuanto todavía presentan sistemas muy útiles», apunta. Volviendo a los intangibles, como ficheros o fotos, el experto destaca la huella ambiental: «Cada correo de 1 mega produce 4-5 gramos de CO2. Si se formatea un equipo, se retira basura».En el ámbito de las organizaciones, Rodríguez asegura que «el 30% de información que se almacena es basura digital que se amontona en los servidores y consume recursos». Otro de los problemas detectados es la duplicidad de documentación. «Resulta normal que dos departamentos –declara– suban información similar, pero con diferencias. Porque nadie lo revisa, no se realiza un ciclo de vida del proceso, no existe una buena gestión documental».Noticia Relacionada estandar No Los ‘datos sucios’ embarran el desembarco de los algoritmos en las empresas Adrián Espallargas Definir una estrategia que separe el grano de la paja en el ingente magma del ‘big data’ es el gran reto pendiente para el desarrollo sólido de la IA en las empresas¿Cómo se pueden cambiar esos hábitos? ¿A quién le corresponde limitar las consecuencias? Según Rodríguez, «el problema es que en los últimos 20, 30 años ha crecido más rápido la tecnología que la capacidad de la mayoría de los mortales por comprenderla». Las redes sociales constituyen otro vector de fabricación de basura , indica: «La facilidad que hay para crear memes o diseñar imágenes es brutal. La información se sube y ahí va quedando, como los vídeos, que tanto ocupan. También favorece el acceso de hackers con malas ideas». A su juicio, la sociedad sufre el síndrome de Diógenes digital , porque «no ocupa lugar sobre las baldas, como los libros». «Ahora en PDF puedes disponer de una cantidad de obras que no leerás en varias vidas. La diferencia es lo presencial: el activo digital no lo tocas, no lo ves», remacha.El tesoro de los datosEl evangelista tecnológico Javier Sirvent, que dirige la empresa Pesadilla en la Oficina, ofrece otra perspectiva distinta de las posibilidades de este vertedero digital: «Lo maravilloso es que ahora una inteligencia artificial (IA) es capaz de poner en contexto esa basura. Y eso lo saben las grandes compañías tecnológicas, y por eso la basura no dejará de existir. Va a quedar de por vida».Toda la información aparentemente sobrante puede ser aprovechada, sostiene: «Los datos de todas nuestras cookies, fotos subidas, audios, noticias… es tesoro. Cada vez se necesitan más refinerías, y más grandes. A pesar del hándicap que supone el consumo de la IA, el oro que se encuentra favorece la inversión».La pandemia del Covid-19 representa un antes y un después. «Respecto a la generación de data –afirma Sirvent–, la gran basura la pusimos en marcha en marzo del 2020, con el confinamiento, cuando todo el mundo se digitalizó. Se produjo entonces una explosión salvaje de data y también del entrenamiento que genera. Nació una nueva mina de riqueza. Con la llegada de la pandemia, multiplicamos la cantidad de datos, de reels, de redes sociales, de influencers…». A estos residuos se les aplica su correspondiente reciclaje. «En los grandes centros de datos que tiene, por ejemplo, Google, se congela la información para realizar una gestión inteligente. Optimizan la basura», comenta.¿Cuánta basura genera el WhatsApp? Se trata de una aplicación que utilizan más de dos mil millones de personas donde se envían más de 100.000 millones de mensajes al día. « Es un producto evidentemente creado para generar datos . ¿Por qué es gratis? Porque ganan dinero gestionando la basura», sentencia Sirvent.Sobre la huella ambiental que provoca la tecnología en general y la basura digital en particular, Sirvent se muestra optimista en las soluciones que van a llegar: «Se arreglará gracias a la inteligencia artificial . Los mayores problemas de la humanidad se resuelven con la IA. La vacuna contra el coronavirus con ARN mensajero se calculó con esta tecnología y ahorró mucho tiempo de investigación».Peligro muy presenteEn empresas y domicilios particulares, los dispositivos están atestados de cuentas inactivas que se dieron de alta para pruebas gratuitas, promociones, tiendas online, redes sociales o aplicaciones temporales. Aunque se queden en el olvido, entrañan peligro, porque permanecen los datos personales, las contraseñas reutilizadas y hasta información bancaria. Los ciberdelincuentes ven en este material un objetivo de fácil acceso . Según Google, las cuentas inactivas presentan diez veces menos probabilidades de tener activada la verificación en dos pasos. Conclusión: son mucho más vulnerables.Josep Albors, director de Investigación y Concienciación de la compañía de software de ciberseguridad ESET España, explica que la información almacenada puede contener amenazas, porque es posible que «las cuentas hayan sido comprometidas, bien porque no se hayan utilizado unas credenciales lo suficientemente robustas u otros métodos de seguridad o directamente porque se haya atacado a la empresa responsable de esa cuenta online y se haya conseguido acceder a todos los datos de los usuarios». «Esa información privada puede ser utilizada, por ejemplo, para realizar ataques dirigidos , porque se mencionan otras cuentas, datos personales como números de teléfono o direcciones postales, o incluso, en el peor de los casos, se está compartiendo en otras cuentas activas una contraseña que se ha utilizado en esa cuenta ya olvidada», añade.Los cibermalos utilizan distintas estrategias para hacerse con el botín, como el uso de ‘infostealers’ para robar credenciales, ataques automatizados con contraseñas filtradas (‘credential stuffing’) o explotación de bases de datos expuestas. Cuando superan las barreras y acceden a información privada, pueden enviar correos fraudulentos, suplantar identidades o poner el acceso en la reventa de la dark web. Otra técnica, señala Albors, es «el ‘password spraying’, que consiste en ir probando contraseñas en cuentas que ya se han obtenido previamente».Estimaciones recientes cifran el promedio de una persona en 168 contraseñas asociadas a cuentas personales. Afecta también a organizaciones, dice: «Hay no pocas empresas que han abierto perfiles en alguna red social. Es posible que las credenciales se hayan modificado, pero de manera ligera. Al ser interacciones de contraseñas, resulta muy sencillo dar con la clave de manera automatizada , sobre todo si no se están poniendo otras capas de autenticación adicionales».Para proteger las cuentas, el experto recomienda «usar credenciales únicas y cambiarlas también cada cierto periodo de tiempo, activar la autenticación en dos pasos (2FA), cerrar sesión en todos los navegadores cuando se termina la consulta o la publicación y no guardar nunca la contraseña». RSS de noticias de economia
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