El crítico literario Juan Ramón Masoliver coordinó en 1930 un número para ‘Butlletí’ sobre el Surrealismo español en el que dejó un jugoso texto (‘Possibilitats i hipocresia del Surrealisme d’Espanya’). En este proyectaría una de las primeras miradas críticas sobre los distintos núcleos surrealistas españoles (grupos del centro, catalán y andaluz, el de Tenerife no se institucionalizaría hasta más tarde). Masoliver, ante el dinamismo surrealista de una ciudad como Málaga, escribiría: «Málaga dulcemente se surrealiza». Y Málaga se ‘surrealiza’ ahora con esta rotunda exposición de Óscar Domínguez (La Laguna, Tenerife, 1906-París, 1957), nombre esencial e insustituible del Surrealismo, uno de los artistas españoles que ejerció una mayor y más decisiva contribución al movimiento, no sólo ‘haciendo grupo’ y ‘seguidismo’ de soluciones y herramientas, sino aportando otras propias al ‘modus operandi’ de lo surreal.Noticias relacionadas estandar No La intuición onírica de Óscar Domínguez, icono del surrealismo español, llega al Museo Picasso de Málaga María Alonso estandar Si ARTE Dora Maar y Lotty Rosenfeld: miradas críticas, después de todo Francisco CarpioOtra cuestión es si ‘lo dulce’ opera en esta surrealización, ya que el fascinante universo de Domínguez está marcado, en muchos de sus trayectos, por la violencia, a veces soterrada y otras explícita, lo torturado, la amenaza y el ‘dépaysement’, ese extrañamiento tan querido por Breton, una de las cabezas teóricas del movimiento. Estados y sensaciones que muy habitualmente trasminan sus imágenes, sofisticadas y con un alto grado de iconicidad y verismo, de modo que evidencien ese caudal delirante y de oscuro simbolismo que contienen. La exposición, exquisitamente montada, recorre la producción del canario de modo cronológico desde 1928, tras su llegada a París, articulándose en función a las principales etapas, que obedecen, por lo general, a nuevos desarrollos estilísticos. A través de casi 70 piezas suyas, el conjunto permite abordar la figura de Domínguez con extrema solvencia, así como advertir la continua experimentación que presidió el quehacer del artista, lo que haría que desarrollase diversos y muy diferentes lenguajes entre sí, algunos en correspondencia con otros autores, asumiendo la influencia de estos, al igual que él se constituyó en influencia incuestionable para muchos otros. Lo poliédrico del SurrealismoMás allá de esto –como si fuera poco este ejercicio de inmersión, en el que disfrutamos de un buen puñado de obras icónicas, auténticas cumbres–, se hace evidente, a través de su creación, lo poliédrico del Surrealismo, que, por encima de un estilo, supone una actitud que emplea distintos medios, soportes y lenguajes, incluso contrarios. Así, ante sus obras, desfilamos por imágenes dobles, deslizamientos de forma y sentido (significantes y significados), la decalcomanía que él inventara, imágenes y objetos de funcionamiento simbólico, atmósferas y relatos oníricos, así como el uso de escenarios imprecisos, entre la playa, el desierto o lo lunar, lugares metafísicos y de colisión de sistemas de vida (lo marítimo, lo terrestre, lo geológico…) a los que fueron tan proclives autores como Dalí, Yves Tanguy, Kay Sage o el propio Picasso. En este sentido, en la facultad que posee el trabajo de Domínguez para vislumbrar procedimientos, lenguajes e imaginarios surrealistas, la exposición cuenta con un espacio en el que se dan cita un número estimable de creadores fundamentales del Surrealismo ( Cahun, Ubac, Dora Maar, Magritte, Tanguy, Matta, Brassaï, Brauner, Man Ray. ..). Comparecen mediante obras que presentan analogías y convergencias con la pintura del canario. Esta sala supone una auténtica constelación surrealista que nos facilita parte de las coordenadas de un territorio tan vasto y poliédrico como el de este movimiento. En rigor, podríamos hablar de una exposición dentro de otra, dado lo valioso de este contexto en el que se visibilizan estas relaciones y la noción de grupo. En extensión. De arriba abajo, ‘Naturaleza muerta La Menace’ (1943); detalle de ‘Le dimanche o rut marin’ (1935); y ‘Los sifones’ (1938) © Óscar Domínguez, VEGAP, Málaga, 2025Evidentemente, algunos nombres ayudarían a redondear este ámbito; a saber, Dalí, Giacometti y Ernst, cuyos universos y facturas pictóricas permiten esa proximidad. También –cómo no–, Picasso sería uno de ellos –su contacto e influencia crece exponencialmente desde los años cuarenta–, aunque la colección permanente del museo aguarda para ese diálogo. Consideramos un acierto que estas referencias se sitúen al margen, aunque en paralelo, del grueso de obras de Domínguez.En relación a la dimensión paisajística señalada anteriormente, no podemos obviar cómo Domínguez aportó los telúricos paisajes canarios, cargados de evocaciones y resonancias. Ese magma que fluye, agitando el interior, hasta liberarse para transformar la realidad, acaparaba un indudable sentido metafórico . Las formas resultantes basculan entre la abstracción y el capricho, el indicio que permitiera dar paso a ‘lo maravilloso’, a la poetización de la realidad. En muchas de esas formaciones geológicas, lo ignoto aparece como única certeza posible; con sus formas turgentes y su promesa de concreción, son alusiones a lo metamórfico. Quizá, en ese orden de cosas, el procedimiento de la decalcomonía adquiría un sentido análogo: que la mancha actuara como detonante para una posible representación.Óscar Domínguez Museo Picasso. Málaga. Palacio de Buenavista. C/ San Agustín, 8. Comisario: Isidro Hernández Gutiérrez. Hasta el 13 de octubre. Cinco estrellas.Si hasta los cuarenta aproximadamente evidenciamos la trascendencia de Domínguez para el Surrealismo, a partir de entonces hallamos a un artista, como acostumbraba, en continua transformación: pintor cósmico; intenso y atravesado por el dolor en los cuarenta; así como luminoso, esquemático y sutil en los últimos años. Esta exposición, por fortuna, nos trae todos los Domínguez. El crítico literario Juan Ramón Masoliver coordinó en 1930 un número para ‘Butlletí’ sobre el Surrealismo español en el que dejó un jugoso texto (‘Possibilitats i hipocresia del Surrealisme d’Espanya’). En este proyectaría una de las primeras miradas críticas sobre los distintos núcleos surrealistas españoles (grupos del centro, catalán y andaluz, el de Tenerife no se institucionalizaría hasta más tarde). Masoliver, ante el dinamismo surrealista de una ciudad como Málaga, escribiría: «Málaga dulcemente se surrealiza». Y Málaga se ‘surrealiza’ ahora con esta rotunda exposición de Óscar Domínguez (La Laguna, Tenerife, 1906-París, 1957), nombre esencial e insustituible del Surrealismo, uno de los artistas españoles que ejerció una mayor y más decisiva contribución al movimiento, no sólo ‘haciendo grupo’ y ‘seguidismo’ de soluciones y herramientas, sino aportando otras propias al ‘modus operandi’ de lo surreal.Noticias relacionadas estandar No La intuición onírica de Óscar Domínguez, icono del surrealismo español, llega al Museo Picasso de Málaga María Alonso estandar Si ARTE Dora Maar y Lotty Rosenfeld: miradas críticas, después de todo Francisco CarpioOtra cuestión es si ‘lo dulce’ opera en esta surrealización, ya que el fascinante universo de Domínguez está marcado, en muchos de sus trayectos, por la violencia, a veces soterrada y otras explícita, lo torturado, la amenaza y el ‘dépaysement’, ese extrañamiento tan querido por Breton, una de las cabezas teóricas del movimiento. Estados y sensaciones que muy habitualmente trasminan sus imágenes, sofisticadas y con un alto grado de iconicidad y verismo, de modo que evidencien ese caudal delirante y de oscuro simbolismo que contienen. La exposición, exquisitamente montada, recorre la producción del canario de modo cronológico desde 1928, tras su llegada a París, articulándose en función a las principales etapas, que obedecen, por lo general, a nuevos desarrollos estilísticos. A través de casi 70 piezas suyas, el conjunto permite abordar la figura de Domínguez con extrema solvencia, así como advertir la continua experimentación que presidió el quehacer del artista, lo que haría que desarrollase diversos y muy diferentes lenguajes entre sí, algunos en correspondencia con otros autores, asumiendo la influencia de estos, al igual que él se constituyó en influencia incuestionable para muchos otros. Lo poliédrico del SurrealismoMás allá de esto –como si fuera poco este ejercicio de inmersión, en el que disfrutamos de un buen puñado de obras icónicas, auténticas cumbres–, se hace evidente, a través de su creación, lo poliédrico del Surrealismo, que, por encima de un estilo, supone una actitud que emplea distintos medios, soportes y lenguajes, incluso contrarios. Así, ante sus obras, desfilamos por imágenes dobles, deslizamientos de forma y sentido (significantes y significados), la decalcomanía que él inventara, imágenes y objetos de funcionamiento simbólico, atmósferas y relatos oníricos, así como el uso de escenarios imprecisos, entre la playa, el desierto o lo lunar, lugares metafísicos y de colisión de sistemas de vida (lo marítimo, lo terrestre, lo geológico…) a los que fueron tan proclives autores como Dalí, Yves Tanguy, Kay Sage o el propio Picasso. En este sentido, en la facultad que posee el trabajo de Domínguez para vislumbrar procedimientos, lenguajes e imaginarios surrealistas, la exposición cuenta con un espacio en el que se dan cita un número estimable de creadores fundamentales del Surrealismo ( Cahun, Ubac, Dora Maar, Magritte, Tanguy, Matta, Brassaï, Brauner, Man Ray. ..). Comparecen mediante obras que presentan analogías y convergencias con la pintura del canario. Esta sala supone una auténtica constelación surrealista que nos facilita parte de las coordenadas de un territorio tan vasto y poliédrico como el de este movimiento. En rigor, podríamos hablar de una exposición dentro de otra, dado lo valioso de este contexto en el que se visibilizan estas relaciones y la noción de grupo. En extensión. De arriba abajo, ‘Naturaleza muerta La Menace’ (1943); detalle de ‘Le dimanche o rut marin’ (1935); y ‘Los sifones’ (1938) © Óscar Domínguez, VEGAP, Málaga, 2025Evidentemente, algunos nombres ayudarían a redondear este ámbito; a saber, Dalí, Giacometti y Ernst, cuyos universos y facturas pictóricas permiten esa proximidad. También –cómo no–, Picasso sería uno de ellos –su contacto e influencia crece exponencialmente desde los años cuarenta–, aunque la colección permanente del museo aguarda para ese diálogo. Consideramos un acierto que estas referencias se sitúen al margen, aunque en paralelo, del grueso de obras de Domínguez.En relación a la dimensión paisajística señalada anteriormente, no podemos obviar cómo Domínguez aportó los telúricos paisajes canarios, cargados de evocaciones y resonancias. Ese magma que fluye, agitando el interior, hasta liberarse para transformar la realidad, acaparaba un indudable sentido metafórico . Las formas resultantes basculan entre la abstracción y el capricho, el indicio que permitiera dar paso a ‘lo maravilloso’, a la poetización de la realidad. En muchas de esas formaciones geológicas, lo ignoto aparece como única certeza posible; con sus formas turgentes y su promesa de concreción, son alusiones a lo metamórfico. Quizá, en ese orden de cosas, el procedimiento de la decalcomonía adquiría un sentido análogo: que la mancha actuara como detonante para una posible representación.Óscar Domínguez Museo Picasso. Málaga. Palacio de Buenavista. C/ San Agustín, 8. Comisario: Isidro Hernández Gutiérrez. Hasta el 13 de octubre. Cinco estrellas.Si hasta los cuarenta aproximadamente evidenciamos la trascendencia de Domínguez para el Surrealismo, a partir de entonces hallamos a un artista, como acostumbraba, en continua transformación: pintor cósmico; intenso y atravesado por el dolor en los cuarenta; así como luminoso, esquemático y sutil en los últimos años. Esta exposición, por fortuna, nos trae todos los Domínguez. El crítico literario Juan Ramón Masoliver coordinó en 1930 un número para ‘Butlletí’ sobre el Surrealismo español en el que dejó un jugoso texto (‘Possibilitats i hipocresia del Surrealisme d’Espanya’). En este proyectaría una de las primeras miradas críticas sobre los distintos núcleos surrealistas españoles (grupos del centro, catalán y andaluz, el de Tenerife no se institucionalizaría hasta más tarde). Masoliver, ante el dinamismo surrealista de una ciudad como Málaga, escribiría: «Málaga dulcemente se surrealiza». Y Málaga se ‘surrealiza’ ahora con esta rotunda exposición de Óscar Domínguez (La Laguna, Tenerife, 1906-París, 1957), nombre esencial e insustituible del Surrealismo, uno de los artistas españoles que ejerció una mayor y más decisiva contribución al movimiento, no sólo ‘haciendo grupo’ y ‘seguidismo’ de soluciones y herramientas, sino aportando otras propias al ‘modus operandi’ de lo surreal.Noticias relacionadas estandar No La intuición onírica de Óscar Domínguez, icono del surrealismo español, llega al Museo Picasso de Málaga María Alonso estandar Si ARTE Dora Maar y Lotty Rosenfeld: miradas críticas, después de todo Francisco CarpioOtra cuestión es si ‘lo dulce’ opera en esta surrealización, ya que el fascinante universo de Domínguez está marcado, en muchos de sus trayectos, por la violencia, a veces soterrada y otras explícita, lo torturado, la amenaza y el ‘dépaysement’, ese extrañamiento tan querido por Breton, una de las cabezas teóricas del movimiento. Estados y sensaciones que muy habitualmente trasminan sus imágenes, sofisticadas y con un alto grado de iconicidad y verismo, de modo que evidencien ese caudal delirante y de oscuro simbolismo que contienen. La exposición, exquisitamente montada, recorre la producción del canario de modo cronológico desde 1928, tras su llegada a París, articulándose en función a las principales etapas, que obedecen, por lo general, a nuevos desarrollos estilísticos. A través de casi 70 piezas suyas, el conjunto permite abordar la figura de Domínguez con extrema solvencia, así como advertir la continua experimentación que presidió el quehacer del artista, lo que haría que desarrollase diversos y muy diferentes lenguajes entre sí, algunos en correspondencia con otros autores, asumiendo la influencia de estos, al igual que él se constituyó en influencia incuestionable para muchos otros. Lo poliédrico del SurrealismoMás allá de esto –como si fuera poco este ejercicio de inmersión, en el que disfrutamos de un buen puñado de obras icónicas, auténticas cumbres–, se hace evidente, a través de su creación, lo poliédrico del Surrealismo, que, por encima de un estilo, supone una actitud que emplea distintos medios, soportes y lenguajes, incluso contrarios. Así, ante sus obras, desfilamos por imágenes dobles, deslizamientos de forma y sentido (significantes y significados), la decalcomanía que él inventara, imágenes y objetos de funcionamiento simbólico, atmósferas y relatos oníricos, así como el uso de escenarios imprecisos, entre la playa, el desierto o lo lunar, lugares metafísicos y de colisión de sistemas de vida (lo marítimo, lo terrestre, lo geológico…) a los que fueron tan proclives autores como Dalí, Yves Tanguy, Kay Sage o el propio Picasso. En este sentido, en la facultad que posee el trabajo de Domínguez para vislumbrar procedimientos, lenguajes e imaginarios surrealistas, la exposición cuenta con un espacio en el que se dan cita un número estimable de creadores fundamentales del Surrealismo ( Cahun, Ubac, Dora Maar, Magritte, Tanguy, Matta, Brassaï, Brauner, Man Ray. ..). Comparecen mediante obras que presentan analogías y convergencias con la pintura del canario. Esta sala supone una auténtica constelación surrealista que nos facilita parte de las coordenadas de un territorio tan vasto y poliédrico como el de este movimiento. En rigor, podríamos hablar de una exposición dentro de otra, dado lo valioso de este contexto en el que se visibilizan estas relaciones y la noción de grupo. En extensión. De arriba abajo, ‘Naturaleza muerta La Menace’ (1943); detalle de ‘Le dimanche o rut marin’ (1935); y ‘Los sifones’ (1938) © Óscar Domínguez, VEGAP, Málaga, 2025Evidentemente, algunos nombres ayudarían a redondear este ámbito; a saber, Dalí, Giacometti y Ernst, cuyos universos y facturas pictóricas permiten esa proximidad. También –cómo no–, Picasso sería uno de ellos –su contacto e influencia crece exponencialmente desde los años cuarenta–, aunque la colección permanente del museo aguarda para ese diálogo. Consideramos un acierto que estas referencias se sitúen al margen, aunque en paralelo, del grueso de obras de Domínguez.En relación a la dimensión paisajística señalada anteriormente, no podemos obviar cómo Domínguez aportó los telúricos paisajes canarios, cargados de evocaciones y resonancias. Ese magma que fluye, agitando el interior, hasta liberarse para transformar la realidad, acaparaba un indudable sentido metafórico . Las formas resultantes basculan entre la abstracción y el capricho, el indicio que permitiera dar paso a ‘lo maravilloso’, a la poetización de la realidad. En muchas de esas formaciones geológicas, lo ignoto aparece como única certeza posible; con sus formas turgentes y su promesa de concreción, son alusiones a lo metamórfico. Quizá, en ese orden de cosas, el procedimiento de la decalcomonía adquiría un sentido análogo: que la mancha actuara como detonante para una posible representación.Óscar Domínguez Museo Picasso. Málaga. Palacio de Buenavista. C/ San Agustín, 8. Comisario: Isidro Hernández Gutiérrez. Hasta el 13 de octubre. Cinco estrellas.Si hasta los cuarenta aproximadamente evidenciamos la trascendencia de Domínguez para el Surrealismo, a partir de entonces hallamos a un artista, como acostumbraba, en continua transformación: pintor cósmico; intenso y atravesado por el dolor en los cuarenta; así como luminoso, esquemático y sutil en los últimos años. Esta exposición, por fortuna, nos trae todos los Domínguez. RSS de noticias de cultura
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