El último episodio político del esperpento nacional, protagonizado por Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García, ha hecho que algunos se acuerden del célebre cuento de los tres cerditos . Más que su apariencia, ha sido la voracidad insaciable y algunos otros hábitos de la más que dudosa moralidad de estos personajes acusados de pertenecer a una organización criminal (dos de ellos, hasta hace poco, hombres de la máxima confianza del todavía presidente del gobierno), lo que han sugerido semejante comparación. Una comparación a todas luces injusta con el tercer cerdito del cuento popular, el probo y honrado trabajador que construyó su casa de ladrillos mientras sus hermanos se divertían.De todos es sabido que los cuentos tradicionales nos ofrecen grandes lecciones. Los tres hermanos que salieron al mundo a hacer fortuna necesitaban una casa para vivir y protegerse de ese lobo feroz que siempre les estaba rondando. Los dos más jóvenes decidieron hacer una casita de paja y otra de ramas: se trataba de terminar pronto e irse despreocupadamente a jugar. Pongamos que esta casa, la de paja o la de madera, representa el estado de las sociedades democráticas actuales, empezando por la más antigua y poderosa de todas, la de los EEUU, y siguiendo con la nuestra y la de los países de nuestro entorno. Esta casa sin cimientos y con las paredes de paja o papel se tambalea , ante la indiferencia o la ceguera de los ciudadanos que, distraídos y narcotizados por las nuevas tecnologías (grandes difusoras de las mentiras de masas) no ven al lobo feroz que se esconde tras un árbol. Lo más sorprendente es la mansedumbre y la pasividad de la ciudadanía y las instituciones, como si todos quisieran meterse en la boca del lobo. Ciudadanos, jueces, congresistas, y hasta las universidades y otras instituciones culturales parecen rendirse al despotismo y la autocracia, renunciando a derechos como la libertad y la igualdad, con tanto esfuerzo conquistados. Al lobo feroz, y con él a sus serviles seguidores europeos y americanos, se le está haciendo la boca agua ante la capitulación de la democracia . En el fondo sabe que la gente tiene miedo a la libertad y, hastiada de la política, puede ser seducida fácilmente por un poder despótico, aunque sea el de ese ‒hagamos nuestra la magistral descripción de Muñoz Molina‒ «aspirante a autócrata que en sí mismo es una parodia de los mobsters de los barrios exteriores de Nueva York de los años 80, un imitador, en los abrigos enormes, la extravagancia capilar, la obsesión mediática, de John Gotti», el histórico jefe de la mafia de Nueva York, muerto en la cárcel. El lobo que dirige el mundo desde el Despacho Oval intentará engatusar a la gente contando su propia versión del cuento de los tres cerditos, según la cual los cerditos más jóvenes son los vagos, los inmigrantes, los aprovechados, los que construyen una casita de paja porque no quieren trabajar, en tanto que los estadounidenses de toda la vida, esto es, los anglosajones blancos, son los honrados trabajadores que construyen la casa con ladrillos. Cuando el viejo lobo habla de levantar paredes de ladrillo, en realidad está pensando en erigir muros que separen a su gloriosa nación de esos piojosos inmigrantes. No deja de llamar la atención que cuanto más burdas son las manipulaciones de este capo de pelo amarillo, el cual merecería compartir el destino de Gotti, más eficaces son sus mentiras.«Trump contando su versión del cuento de los tres cerditos en el despacho Oval»El caso es que mientras los cerditos, creyéndose seguros dentro de su casa de paja, cantan aquello de «¿Quién teme al lobo feroz?» , el lobo Trump se presentará en su puerta y exigirá que le abran, porque de lo contrario soplará y soplará y la casa derrumbará…Pero no todo está perdido. Los tres cerditos pueden refugiarse todavía en la casa que el laborioso hermano mayor ha construido con ladrillos. Las paredes de esta casa las constituyen sólidos cuerpos administrativos, jurídicos y judiciales, capaces de garantizar y defender el estado de derecho y la participación ciudadana. Sus pilares, aunque de sobra conocidos, se olvidan con facilidad : los pilares de la democracia sólo pueden ser la libertad, la igualdad y la justicia , con gobiernos que estén siempre sometidos a las leyes, que deben ser en todo momento claras y justas; con un poder judicial independiente, imparcial y accesible a todos los ciudadanos, y con un sistema electoral y parlamentario que promueva el interés general impidiendo que gobiernen las minorías. En esta casa la democracia será la condición de posibilidad tanto de las derechas como de las izquierdas (también de esa izquierda que se cree moralmente superior), con partidos provistos de mecanismos de autorregulación y autocorrección que conviertan la corrupción en algo anecdótico y prácticamente irrelevante; partidos capaces de llegar a pactos de Estado, a sabiendas de que un círculo cuadrado es un imposible, pero no lo es para unos servidores públicos llegar a grandes acuerdos de interés general para la ciudadanía, la cual depositará su voto y confianza no en los partidos sino en sus representantes en el parlamento.Lleva su tiempo construir una casa sólida de ladrillos, pero merece la pena el esfuerzo , porque, por mucho que sople, ésta no la puede derribar el lobo feroz, ese lobo neoyorkino que no ha dejado de burlarse de los jueces y las leyes de su país, riéndose de la democracia y de los derechos humanos. Contrariado, el lobo intentará colarse por la chimenea, pero sólo para caer en el caldero en el que el cerdito mayor está hirviendo una sopa de nabos. El último episodio político del esperpento nacional, protagonizado por Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García, ha hecho que algunos se acuerden del célebre cuento de los tres cerditos . Más que su apariencia, ha sido la voracidad insaciable y algunos otros hábitos de la más que dudosa moralidad de estos personajes acusados de pertenecer a una organización criminal (dos de ellos, hasta hace poco, hombres de la máxima confianza del todavía presidente del gobierno), lo que han sugerido semejante comparación. Una comparación a todas luces injusta con el tercer cerdito del cuento popular, el probo y honrado trabajador que construyó su casa de ladrillos mientras sus hermanos se divertían.De todos es sabido que los cuentos tradicionales nos ofrecen grandes lecciones. Los tres hermanos que salieron al mundo a hacer fortuna necesitaban una casa para vivir y protegerse de ese lobo feroz que siempre les estaba rondando. Los dos más jóvenes decidieron hacer una casita de paja y otra de ramas: se trataba de terminar pronto e irse despreocupadamente a jugar. Pongamos que esta casa, la de paja o la de madera, representa el estado de las sociedades democráticas actuales, empezando por la más antigua y poderosa de todas, la de los EEUU, y siguiendo con la nuestra y la de los países de nuestro entorno. Esta casa sin cimientos y con las paredes de paja o papel se tambalea , ante la indiferencia o la ceguera de los ciudadanos que, distraídos y narcotizados por las nuevas tecnologías (grandes difusoras de las mentiras de masas) no ven al lobo feroz que se esconde tras un árbol. Lo más sorprendente es la mansedumbre y la pasividad de la ciudadanía y las instituciones, como si todos quisieran meterse en la boca del lobo. Ciudadanos, jueces, congresistas, y hasta las universidades y otras instituciones culturales parecen rendirse al despotismo y la autocracia, renunciando a derechos como la libertad y la igualdad, con tanto esfuerzo conquistados. Al lobo feroz, y con él a sus serviles seguidores europeos y americanos, se le está haciendo la boca agua ante la capitulación de la democracia . En el fondo sabe que la gente tiene miedo a la libertad y, hastiada de la política, puede ser seducida fácilmente por un poder despótico, aunque sea el de ese ‒hagamos nuestra la magistral descripción de Muñoz Molina‒ «aspirante a autócrata que en sí mismo es una parodia de los mobsters de los barrios exteriores de Nueva York de los años 80, un imitador, en los abrigos enormes, la extravagancia capilar, la obsesión mediática, de John Gotti», el histórico jefe de la mafia de Nueva York, muerto en la cárcel. El lobo que dirige el mundo desde el Despacho Oval intentará engatusar a la gente contando su propia versión del cuento de los tres cerditos, según la cual los cerditos más jóvenes son los vagos, los inmigrantes, los aprovechados, los que construyen una casita de paja porque no quieren trabajar, en tanto que los estadounidenses de toda la vida, esto es, los anglosajones blancos, son los honrados trabajadores que construyen la casa con ladrillos. Cuando el viejo lobo habla de levantar paredes de ladrillo, en realidad está pensando en erigir muros que separen a su gloriosa nación de esos piojosos inmigrantes. No deja de llamar la atención que cuanto más burdas son las manipulaciones de este capo de pelo amarillo, el cual merecería compartir el destino de Gotti, más eficaces son sus mentiras.«Trump contando su versión del cuento de los tres cerditos en el despacho Oval»El caso es que mientras los cerditos, creyéndose seguros dentro de su casa de paja, cantan aquello de «¿Quién teme al lobo feroz?» , el lobo Trump se presentará en su puerta y exigirá que le abran, porque de lo contrario soplará y soplará y la casa derrumbará…Pero no todo está perdido. Los tres cerditos pueden refugiarse todavía en la casa que el laborioso hermano mayor ha construido con ladrillos. Las paredes de esta casa las constituyen sólidos cuerpos administrativos, jurídicos y judiciales, capaces de garantizar y defender el estado de derecho y la participación ciudadana. Sus pilares, aunque de sobra conocidos, se olvidan con facilidad : los pilares de la democracia sólo pueden ser la libertad, la igualdad y la justicia , con gobiernos que estén siempre sometidos a las leyes, que deben ser en todo momento claras y justas; con un poder judicial independiente, imparcial y accesible a todos los ciudadanos, y con un sistema electoral y parlamentario que promueva el interés general impidiendo que gobiernen las minorías. En esta casa la democracia será la condición de posibilidad tanto de las derechas como de las izquierdas (también de esa izquierda que se cree moralmente superior), con partidos provistos de mecanismos de autorregulación y autocorrección que conviertan la corrupción en algo anecdótico y prácticamente irrelevante; partidos capaces de llegar a pactos de Estado, a sabiendas de que un círculo cuadrado es un imposible, pero no lo es para unos servidores públicos llegar a grandes acuerdos de interés general para la ciudadanía, la cual depositará su voto y confianza no en los partidos sino en sus representantes en el parlamento.Lleva su tiempo construir una casa sólida de ladrillos, pero merece la pena el esfuerzo , porque, por mucho que sople, ésta no la puede derribar el lobo feroz, ese lobo neoyorkino que no ha dejado de burlarse de los jueces y las leyes de su país, riéndose de la democracia y de los derechos humanos. Contrariado, el lobo intentará colarse por la chimenea, pero sólo para caer en el caldero en el que el cerdito mayor está hirviendo una sopa de nabos. El último episodio político del esperpento nacional, protagonizado por Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García, ha hecho que algunos se acuerden del célebre cuento de los tres cerditos . Más que su apariencia, ha sido la voracidad insaciable y algunos otros hábitos de la más que dudosa moralidad de estos personajes acusados de pertenecer a una organización criminal (dos de ellos, hasta hace poco, hombres de la máxima confianza del todavía presidente del gobierno), lo que han sugerido semejante comparación. Una comparación a todas luces injusta con el tercer cerdito del cuento popular, el probo y honrado trabajador que construyó su casa de ladrillos mientras sus hermanos se divertían.De todos es sabido que los cuentos tradicionales nos ofrecen grandes lecciones. Los tres hermanos que salieron al mundo a hacer fortuna necesitaban una casa para vivir y protegerse de ese lobo feroz que siempre les estaba rondando. Los dos más jóvenes decidieron hacer una casita de paja y otra de ramas: se trataba de terminar pronto e irse despreocupadamente a jugar. Pongamos que esta casa, la de paja o la de madera, representa el estado de las sociedades democráticas actuales, empezando por la más antigua y poderosa de todas, la de los EEUU, y siguiendo con la nuestra y la de los países de nuestro entorno. Esta casa sin cimientos y con las paredes de paja o papel se tambalea , ante la indiferencia o la ceguera de los ciudadanos que, distraídos y narcotizados por las nuevas tecnologías (grandes difusoras de las mentiras de masas) no ven al lobo feroz que se esconde tras un árbol. Lo más sorprendente es la mansedumbre y la pasividad de la ciudadanía y las instituciones, como si todos quisieran meterse en la boca del lobo. Ciudadanos, jueces, congresistas, y hasta las universidades y otras instituciones culturales parecen rendirse al despotismo y la autocracia, renunciando a derechos como la libertad y la igualdad, con tanto esfuerzo conquistados. Al lobo feroz, y con él a sus serviles seguidores europeos y americanos, se le está haciendo la boca agua ante la capitulación de la democracia . En el fondo sabe que la gente tiene miedo a la libertad y, hastiada de la política, puede ser seducida fácilmente por un poder despótico, aunque sea el de ese ‒hagamos nuestra la magistral descripción de Muñoz Molina‒ «aspirante a autócrata que en sí mismo es una parodia de los mobsters de los barrios exteriores de Nueva York de los años 80, un imitador, en los abrigos enormes, la extravagancia capilar, la obsesión mediática, de John Gotti», el histórico jefe de la mafia de Nueva York, muerto en la cárcel. El lobo que dirige el mundo desde el Despacho Oval intentará engatusar a la gente contando su propia versión del cuento de los tres cerditos, según la cual los cerditos más jóvenes son los vagos, los inmigrantes, los aprovechados, los que construyen una casita de paja porque no quieren trabajar, en tanto que los estadounidenses de toda la vida, esto es, los anglosajones blancos, son los honrados trabajadores que construyen la casa con ladrillos. Cuando el viejo lobo habla de levantar paredes de ladrillo, en realidad está pensando en erigir muros que separen a su gloriosa nación de esos piojosos inmigrantes. No deja de llamar la atención que cuanto más burdas son las manipulaciones de este capo de pelo amarillo, el cual merecería compartir el destino de Gotti, más eficaces son sus mentiras.«Trump contando su versión del cuento de los tres cerditos en el despacho Oval»El caso es que mientras los cerditos, creyéndose seguros dentro de su casa de paja, cantan aquello de «¿Quién teme al lobo feroz?» , el lobo Trump se presentará en su puerta y exigirá que le abran, porque de lo contrario soplará y soplará y la casa derrumbará…Pero no todo está perdido. Los tres cerditos pueden refugiarse todavía en la casa que el laborioso hermano mayor ha construido con ladrillos. Las paredes de esta casa las constituyen sólidos cuerpos administrativos, jurídicos y judiciales, capaces de garantizar y defender el estado de derecho y la participación ciudadana. Sus pilares, aunque de sobra conocidos, se olvidan con facilidad : los pilares de la democracia sólo pueden ser la libertad, la igualdad y la justicia , con gobiernos que estén siempre sometidos a las leyes, que deben ser en todo momento claras y justas; con un poder judicial independiente, imparcial y accesible a todos los ciudadanos, y con un sistema electoral y parlamentario que promueva el interés general impidiendo que gobiernen las minorías. En esta casa la democracia será la condición de posibilidad tanto de las derechas como de las izquierdas (también de esa izquierda que se cree moralmente superior), con partidos provistos de mecanismos de autorregulación y autocorrección que conviertan la corrupción en algo anecdótico y prácticamente irrelevante; partidos capaces de llegar a pactos de Estado, a sabiendas de que un círculo cuadrado es un imposible, pero no lo es para unos servidores públicos llegar a grandes acuerdos de interés general para la ciudadanía, la cual depositará su voto y confianza no en los partidos sino en sus representantes en el parlamento.Lleva su tiempo construir una casa sólida de ladrillos, pero merece la pena el esfuerzo , porque, por mucho que sople, ésta no la puede derribar el lobo feroz, ese lobo neoyorkino que no ha dejado de burlarse de los jueces y las leyes de su país, riéndose de la democracia y de los derechos humanos. Contrariado, el lobo intentará colarse por la chimenea, pero sólo para caer en el caldero en el que el cerdito mayor está hirviendo una sopa de nabos. RSS de noticias de espana
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