El término ‘político, ca’ evoca en nuestra mente a una serie de personas, generalmente de semblante grave y adusto, que conducen la actividad pública y rigen nuestra vida a través de sus decisiones en respetables instituciones de los poderes del Estado, como el Consejo General del Poder Judicial, las Cortes Generales, el Gobierno, el Tribunal Supremo… Es posible que esa evocación nos haga torcer el gesto y hasta sentir un cierto rechazo: no en vano la profesión de político es la peor valorada en todo el mundo —en base a parámetros como la ética, la honestidad o la integridad —, con diferencia abismal respecto a la profesión médica (generalmente la mejor valorada). Me resulta muy llamativo que algunos médicos se dediquen a la política realizando una pirueta acrobática más propia de la profesión circense. Por supuesto, no todo debe ser críticas negativas: he conocido políticos y políticas excepcionales, como personas y como profesionales. Así que todavía me queda algo de esperanza en el futuro de la humanidad.Sería deseable que nuestros políticos leyesen con atención la décima acepción del DLE: cortesía y buen modo de portarseLa polisemia del vocablo queda patente en la docena de significados y diez formas complejas que podemos leer en nuestro Diccionario de la lengua española (DLE). La séptima acepción reza: A rte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados . Aquí echo de menos que no se emplee la consideración explícita de ciencia para definir la política. También resulta curioso —puede que por razones técnicas lexicográficas— que la forma compleja ‘ciencia política’ no aparezca en el DLE. Ciertamente, la política es una ciencia social que se ocupa de una parte muy importante de la conducta humana y de las relaciones sociales, mostrando con ello una gran afinidad con la antropología social y la sociología. Nuestra conducta y nuestras relaciones sociales están enmascaradas por la complejidad de la cultura —como concepción científica— y por una inteligencia (media) algo superior a la de otras especies próximas en nuestra filogenia, que nos confiere cierta racionalidad en el comportamiento. Si no lo hace ya, la politología debería incluir entre sus materias lectivas las investigaciones del primatólogo Frans de Waal (1948-2024) acerca de la práctica de la política en chimpancés y bonobos. Las raíces de la política, según De Waal, hemos de buscarlas en los orígenes de la humanidad, antes incluso de que nos distanciáramos de la filogenia de esos primates hace unos siete millones de años. Chimpancés y bonobos emplean estrategias de manipulación social, forman coaliciones y compiten por el poder, aunque siempre en favor del grupo y, por ende, de la especie. Y, por cierto, antes de acudir a su trabajo en las Cortes Generales, sería deseable que nuestros políticos leyesen con atención la décima acepción de ‘político, ca’ del DLE: cortesía y buen modo de portarse. El término ‘político, ca’ evoca en nuestra mente a una serie de personas, generalmente de semblante grave y adusto, que conducen la actividad pública y rigen nuestra vida a través de sus decisiones en respetables instituciones de los poderes del Estado, como el Consejo General del Poder Judicial, las Cortes Generales, el Gobierno, el Tribunal Supremo… Es posible que esa evocación nos haga torcer el gesto y hasta sentir un cierto rechazo: no en vano la profesión de político es la peor valorada en todo el mundo —en base a parámetros como la ética, la honestidad o la integridad —, con diferencia abismal respecto a la profesión médica (generalmente la mejor valorada). Me resulta muy llamativo que algunos médicos se dediquen a la política realizando una pirueta acrobática más propia de la profesión circense. Por supuesto, no todo debe ser críticas negativas: he conocido políticos y políticas excepcionales, como personas y como profesionales. Así que todavía me queda algo de esperanza en el futuro de la humanidad.Sería deseable que nuestros políticos leyesen con atención la décima acepción del DLE: cortesía y buen modo de portarseLa polisemia del vocablo queda patente en la docena de significados y diez formas complejas que podemos leer en nuestro Diccionario de la lengua española (DLE). La séptima acepción reza: A rte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados . Aquí echo de menos que no se emplee la consideración explícita de ciencia para definir la política. También resulta curioso —puede que por razones técnicas lexicográficas— que la forma compleja ‘ciencia política’ no aparezca en el DLE. Ciertamente, la política es una ciencia social que se ocupa de una parte muy importante de la conducta humana y de las relaciones sociales, mostrando con ello una gran afinidad con la antropología social y la sociología. Nuestra conducta y nuestras relaciones sociales están enmascaradas por la complejidad de la cultura —como concepción científica— y por una inteligencia (media) algo superior a la de otras especies próximas en nuestra filogenia, que nos confiere cierta racionalidad en el comportamiento. Si no lo hace ya, la politología debería incluir entre sus materias lectivas las investigaciones del primatólogo Frans de Waal (1948-2024) acerca de la práctica de la política en chimpancés y bonobos. Las raíces de la política, según De Waal, hemos de buscarlas en los orígenes de la humanidad, antes incluso de que nos distanciáramos de la filogenia de esos primates hace unos siete millones de años. Chimpancés y bonobos emplean estrategias de manipulación social, forman coaliciones y compiten por el poder, aunque siempre en favor del grupo y, por ende, de la especie. Y, por cierto, antes de acudir a su trabajo en las Cortes Generales, sería deseable que nuestros políticos leyesen con atención la décima acepción de ‘político, ca’ del DLE: cortesía y buen modo de portarse. El término ‘político, ca’ evoca en nuestra mente a una serie de personas, generalmente de semblante grave y adusto, que conducen la actividad pública y rigen nuestra vida a través de sus decisiones en respetables instituciones de los poderes del Estado, como el Consejo General del Poder Judicial, las Cortes Generales, el Gobierno, el Tribunal Supremo… Es posible que esa evocación nos haga torcer el gesto y hasta sentir un cierto rechazo: no en vano la profesión de político es la peor valorada en todo el mundo —en base a parámetros como la ética, la honestidad o la integridad —, con diferencia abismal respecto a la profesión médica (generalmente la mejor valorada). Me resulta muy llamativo que algunos médicos se dediquen a la política realizando una pirueta acrobática más propia de la profesión circense. Por supuesto, no todo debe ser críticas negativas: he conocido políticos y políticas excepcionales, como personas y como profesionales. Así que todavía me queda algo de esperanza en el futuro de la humanidad.Sería deseable que nuestros políticos leyesen con atención la décima acepción del DLE: cortesía y buen modo de portarseLa polisemia del vocablo queda patente en la docena de significados y diez formas complejas que podemos leer en nuestro Diccionario de la lengua española (DLE). La séptima acepción reza: A rte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados . Aquí echo de menos que no se emplee la consideración explícita de ciencia para definir la política. También resulta curioso —puede que por razones técnicas lexicográficas— que la forma compleja ‘ciencia política’ no aparezca en el DLE. Ciertamente, la política es una ciencia social que se ocupa de una parte muy importante de la conducta humana y de las relaciones sociales, mostrando con ello una gran afinidad con la antropología social y la sociología. Nuestra conducta y nuestras relaciones sociales están enmascaradas por la complejidad de la cultura —como concepción científica— y por una inteligencia (media) algo superior a la de otras especies próximas en nuestra filogenia, que nos confiere cierta racionalidad en el comportamiento. Si no lo hace ya, la politología debería incluir entre sus materias lectivas las investigaciones del primatólogo Frans de Waal (1948-2024) acerca de la práctica de la política en chimpancés y bonobos. Las raíces de la política, según De Waal, hemos de buscarlas en los orígenes de la humanidad, antes incluso de que nos distanciáramos de la filogenia de esos primates hace unos siete millones de años. Chimpancés y bonobos emplean estrategias de manipulación social, forman coaliciones y compiten por el poder, aunque siempre en favor del grupo y, por ende, de la especie. Y, por cierto, antes de acudir a su trabajo en las Cortes Generales, sería deseable que nuestros políticos leyesen con atención la décima acepción de ‘político, ca’ del DLE: cortesía y buen modo de portarse. RSS de noticias de cultura
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