Alejandro, el dueño del único estanco que sirve a todo El Cañaveral, ya sabe lo que se siente al ser encañonado en la sien. Fue el 12 de agosto del año pasado, cuando dos individuos ataviados con máscaras entraron al negocio armados con una pistola y una catana: allí, mientras uno de ellos forzaba al comerciante a entregarles la recaudación y abrir la caja fuerte, el otro amenazaba con la espada japonesa a una comercial de tabaco apostada esos días en el local y a dos clientes que tuvieron la mala fortuna de entrar en ese intervalo. Pero no solo eso. Dos meses después, volvieron a sufrir un segundo robo a cargo de los mismos tipos, esta vez con el dinero justo en la tienda a modo de prevención; y también un posterior intento de forzar el cierre metálico.La desgracia del estanco no es ni mucho menos un episodio aislado en este nuevo desarrollo del este que ronda ya los 25.000 habitantes. Los delincuentes aprovechan la distancia física con la comisaría de Policía Nacional que atiende en su barrio (la de San Blas, ubicada a diez kilómetros), y la comisaría integral del distrito de Vicálvaro de la Policía Municipal (a cinco), para hacer de las suyas en comercios, garajes y chalés. Las franja crítica, coinciden los afectados, comienza normalmente al caer el sol, como prueban los dos últimos robos del pub irlandés McLaren’s y la pizzería Pecora nera, donde un grupo de siete jóvenes rompieron con alcantarillas sus cristaleras tras apearse de una furgoneta blanca. Algunos vecinos pudieron grabar la escena al advertir el tremendo estruendo que estaban realizando a las cuatro de la madrugada.Los malhechores se repartieron entre los dos establecimientos contiguos para llevarse un mísero botín de 200 euros. «Aquí entraron tres, rompieron el cristal de la entrada y se fueron directos a por la recaudación», apunta el propietario de la pizzería, Francesco, quien recuerda que meses atrás ya les taladraron la cerradura. Diferente modo, aunque el mismo ánimo de pillaje. A partir de ahí, este napolitano colocó un sistema de humo antirrobo, el cual se activa si salta la alarma y nadie la desbloquea a tiempo. «Comenzó a llenarse todo de niebla y se tuvieron que marchar», añade, a la espera de recibir noticias más halagüeñas. La Policía Científica estuvo recogiendo pruebas por espacio de 90 minutos, entre ellas varias huellas y una muestra de sangre de uno de los autores que debió cortarse con un cristal al colarse por el agujero.Noticia Relacionada estandar No Fin de la pesadilla de El Cañaveral: los okupas abandonan los 12 pisos usurpados Alba GarcíaEn el pub McLaren’s, los otros cuatro ladrones trataron sin éxito de alcanzar la caja registradora. Para ello, utilizaron las tapas de dos imbornales con el objetivo de romper el escaparate de cuádruple acristalamiento que gasta el local. «A base de golpes lograron reventarlo, pero solo accedieron a una antesala», describe su dueño, Samuel Guerra, consciente de que ese error de cálculo provocó que se fueran de vacío. «Si hubieran ido a por el cristal de la puerta habrían entrado hasta la cocina», prosigue, con el estupor de saber que reparar un vidrio de tal blindaje cuesta alrededor de 1.200 euros, cinco veces más del total de lo afanado.Un número, el cinco, que también le resulta familiar a Cosmin. Son las veces que le han robado desde que abriera su bar en la calle de Blas de Lezo allá por el 2021. «La primera vez entraron por el falso techo y se llevaron lo poco que había en la caja», comenta, sin saber entonces lo que vendría después. En una ocasión, los malhechores rompieron el escaparate y cargaron a pulso la máquina de tabaco, y en otra el arcón de los helados. Las dos restantes, en cambio, forzaron el cierre metálico con un gato y quebraron el cristal de la puerta. «Estos últimos debían de ser los mismos, porque vinieron en el mismo vehículo», rememora, en alusión al todoterreno de una conocida marca de alta gama alemana que los vecinos avistaron.Cosmin, al frente del café Da Mario, ha sufrido cinco robos; en las fotos inferiores, el cristal del pub McLaren’s reventado a golpes con alcantarillas, y un ladrón entra en un patio de un chalé adosado TANIA SIEIRAEn las reuniones de seguridad mantenidas de manera trimestral en la Oficina de Atención a la Ciudadanía (OAC) de Vicálvaro, las asociaciones vecinales de El Cañaveral que en ellas participan llevan tiempo solicitando una comisaría de Policía Municipal y otra de Nacional, lo que dotaría al enclave de un mayor patrullaje. «Cuando veo coches de policía, suelen estar realizando controles a la entrada del polígono o en otros accesos, pero nunca los veo dando vueltas por el barrio», advierte Leonardo, a cuyo patio del chalé adosado en el que reside saltaron hace menos de un mes tres rateros, de complexión y vestimentas muy similares a los del último alcantarillazo. Desde entonces, este padre de dos niños pequeños ha aumentado el número de cámaras de vigilancia y ha colocado una cerradura extra para evitar que vuelvan a actuar.Los amigos de lo ajeno se llevaron una bicicleta de 1.500 euros y rebuscaron en el interior de uno de sus vehículos. En la secuencia registrada, se observa a un joven encaramarse a la puerta y alcanzar con el brazo la manilla interior para abrirla desde dentro. Con los rostros cubiertos, este sujeto y dos compinches más pasan al patio a la caza de cualquier objeto valioso, un ‘modus operandi’ que empieza a ser familiar en la parte del vecindario más cercana a la radial 3. Precisamente, la amplitud de salidas que presenta este área, de poco más de 5 kilómetros cuadrados, favorece las rutas de escape. A falta de la ansiada comisaría, el sentir general de El Cañaveral es de incredulidad, más aún, cuando los agentes de la Policía Nacional que deben patrullar pertenecen a San Blas y no a Coslada, un municipio mucho más próximo. «No tiene ningún sentido, ya que si alguien llama por alguna urgencia, es normal que desde San Blas tarden más en llegar», sostiene una portavoz de la Asociación de Vecinos El Cañaveral Avanza (AVECA).Un nuevo desarrollo al este, en cifras 25.000 Es el número aproximado de habitantes que residen en el Cañaveral, una cifra superior a la oficial debido a la falta de servicios, que provoca que parte de la población mantenga el padrón en sus antiguos barrios. 5 Son los kilómetros de superficie que presenta este nuevo desarrollo, al este de la urbe y perteneciente al distrito de Vicálvaro. 9 Es la distancia, en kilómetros, que separa al enclave de la comisaría de San Blas, encargada de dar servicio al desarrollo.En la avenida de Miguel Delibes, una de las arterias principales que vertebran este desarrollo, también se han reportado robos en comercios, lo que ha llevado a algunas farmacias y al estanco a tomar una medida de seguridad extrema: cualquier cliente debe llamar al timbre y esperar en la calle hasta que el trabajador le abra la puerta. «De esta forma, nos cercioramos de que no pase nadie con la cara tapada o lleve un arma encima», recalca Marisa, la titular del estanco junto a su marido Alejandro.Con todo, los delincuentes más profesionales actúan ajenos a cualquier tipo de distancia con una u otra base policial. Su labor consiste en vigilar al vigilante, hasta el punto de apostarse días antes en un punto para saber con exactitud cada cuanto tiempo hace acto de presencia un coche patrulla. Una técnica que también aplican en otros enclaves urbanísticos similares para mantener en la picota su actividad delictiva. Así, en los últimos tiempos se han registrado robos en comercios de Valdebebas, el Ensanche de Vallecas o Rivas Vaciamadrid. En esta última localidad, la Policía Local y la Guardia Civil detuvieron a cuatro personas el pasado fin de semana tras el robo de tres locales de hostelería en el entorno del parque de Bellavista. El método empleado, el del alcantarillazo, fue prácticamente idéntico al de El Cañaveral, por lo que no se descarta un nexo común entre ambos episodios. Alejandro, el dueño del único estanco que sirve a todo El Cañaveral, ya sabe lo que se siente al ser encañonado en la sien. Fue el 12 de agosto del año pasado, cuando dos individuos ataviados con máscaras entraron al negocio armados con una pistola y una catana: allí, mientras uno de ellos forzaba al comerciante a entregarles la recaudación y abrir la caja fuerte, el otro amenazaba con la espada japonesa a una comercial de tabaco apostada esos días en el local y a dos clientes que tuvieron la mala fortuna de entrar en ese intervalo. Pero no solo eso. Dos meses después, volvieron a sufrir un segundo robo a cargo de los mismos tipos, esta vez con el dinero justo en la tienda a modo de prevención; y también un posterior intento de forzar el cierre metálico.La desgracia del estanco no es ni mucho menos un episodio aislado en este nuevo desarrollo del este que ronda ya los 25.000 habitantes. Los delincuentes aprovechan la distancia física con la comisaría de Policía Nacional que atiende en su barrio (la de San Blas, ubicada a diez kilómetros), y la comisaría integral del distrito de Vicálvaro de la Policía Municipal (a cinco), para hacer de las suyas en comercios, garajes y chalés. Las franja crítica, coinciden los afectados, comienza normalmente al caer el sol, como prueban los dos últimos robos del pub irlandés McLaren’s y la pizzería Pecora nera, donde un grupo de siete jóvenes rompieron con alcantarillas sus cristaleras tras apearse de una furgoneta blanca. Algunos vecinos pudieron grabar la escena al advertir el tremendo estruendo que estaban realizando a las cuatro de la madrugada.Los malhechores se repartieron entre los dos establecimientos contiguos para llevarse un mísero botín de 200 euros. «Aquí entraron tres, rompieron el cristal de la entrada y se fueron directos a por la recaudación», apunta el propietario de la pizzería, Francesco, quien recuerda que meses atrás ya les taladraron la cerradura. Diferente modo, aunque el mismo ánimo de pillaje. A partir de ahí, este napolitano colocó un sistema de humo antirrobo, el cual se activa si salta la alarma y nadie la desbloquea a tiempo. «Comenzó a llenarse todo de niebla y se tuvieron que marchar», añade, a la espera de recibir noticias más halagüeñas. La Policía Científica estuvo recogiendo pruebas por espacio de 90 minutos, entre ellas varias huellas y una muestra de sangre de uno de los autores que debió cortarse con un cristal al colarse por el agujero.Noticia Relacionada estandar No Fin de la pesadilla de El Cañaveral: los okupas abandonan los 12 pisos usurpados Alba GarcíaEn el pub McLaren’s, los otros cuatro ladrones trataron sin éxito de alcanzar la caja registradora. Para ello, utilizaron las tapas de dos imbornales con el objetivo de romper el escaparate de cuádruple acristalamiento que gasta el local. «A base de golpes lograron reventarlo, pero solo accedieron a una antesala», describe su dueño, Samuel Guerra, consciente de que ese error de cálculo provocó que se fueran de vacío. «Si hubieran ido a por el cristal de la puerta habrían entrado hasta la cocina», prosigue, con el estupor de saber que reparar un vidrio de tal blindaje cuesta alrededor de 1.200 euros, cinco veces más del total de lo afanado.Un número, el cinco, que también le resulta familiar a Cosmin. Son las veces que le han robado desde que abriera su bar en la calle de Blas de Lezo allá por el 2021. «La primera vez entraron por el falso techo y se llevaron lo poco que había en la caja», comenta, sin saber entonces lo que vendría después. En una ocasión, los malhechores rompieron el escaparate y cargaron a pulso la máquina de tabaco, y en otra el arcón de los helados. Las dos restantes, en cambio, forzaron el cierre metálico con un gato y quebraron el cristal de la puerta. «Estos últimos debían de ser los mismos, porque vinieron en el mismo vehículo», rememora, en alusión al todoterreno de una conocida marca de alta gama alemana que los vecinos avistaron.Cosmin, al frente del café Da Mario, ha sufrido cinco robos; en las fotos inferiores, el cristal del pub McLaren’s reventado a golpes con alcantarillas, y un ladrón entra en un patio de un chalé adosado TANIA SIEIRAEn las reuniones de seguridad mantenidas de manera trimestral en la Oficina de Atención a la Ciudadanía (OAC) de Vicálvaro, las asociaciones vecinales de El Cañaveral que en ellas participan llevan tiempo solicitando una comisaría de Policía Municipal y otra de Nacional, lo que dotaría al enclave de un mayor patrullaje. «Cuando veo coches de policía, suelen estar realizando controles a la entrada del polígono o en otros accesos, pero nunca los veo dando vueltas por el barrio», advierte Leonardo, a cuyo patio del chalé adosado en el que reside saltaron hace menos de un mes tres rateros, de complexión y vestimentas muy similares a los del último alcantarillazo. Desde entonces, este padre de dos niños pequeños ha aumentado el número de cámaras de vigilancia y ha colocado una cerradura extra para evitar que vuelvan a actuar.Los amigos de lo ajeno se llevaron una bicicleta de 1.500 euros y rebuscaron en el interior de uno de sus vehículos. En la secuencia registrada, se observa a un joven encaramarse a la puerta y alcanzar con el brazo la manilla interior para abrirla desde dentro. Con los rostros cubiertos, este sujeto y dos compinches más pasan al patio a la caza de cualquier objeto valioso, un ‘modus operandi’ que empieza a ser familiar en la parte del vecindario más cercana a la radial 3. Precisamente, la amplitud de salidas que presenta este área, de poco más de 5 kilómetros cuadrados, favorece las rutas de escape. A falta de la ansiada comisaría, el sentir general de El Cañaveral es de incredulidad, más aún, cuando los agentes de la Policía Nacional que deben patrullar pertenecen a San Blas y no a Coslada, un municipio mucho más próximo. «No tiene ningún sentido, ya que si alguien llama por alguna urgencia, es normal que desde San Blas tarden más en llegar», sostiene una portavoz de la Asociación de Vecinos El Cañaveral Avanza (AVECA).Un nuevo desarrollo al este, en cifras 25.000 Es el número aproximado de habitantes que residen en el Cañaveral, una cifra superior a la oficial debido a la falta de servicios, que provoca que parte de la población mantenga el padrón en sus antiguos barrios. 5 Son los kilómetros de superficie que presenta este nuevo desarrollo, al este de la urbe y perteneciente al distrito de Vicálvaro. 9 Es la distancia, en kilómetros, que separa al enclave de la comisaría de San Blas, encargada de dar servicio al desarrollo.En la avenida de Miguel Delibes, una de las arterias principales que vertebran este desarrollo, también se han reportado robos en comercios, lo que ha llevado a algunas farmacias y al estanco a tomar una medida de seguridad extrema: cualquier cliente debe llamar al timbre y esperar en la calle hasta que el trabajador le abra la puerta. «De esta forma, nos cercioramos de que no pase nadie con la cara tapada o lleve un arma encima», recalca Marisa, la titular del estanco junto a su marido Alejandro.Con todo, los delincuentes más profesionales actúan ajenos a cualquier tipo de distancia con una u otra base policial. Su labor consiste en vigilar al vigilante, hasta el punto de apostarse días antes en un punto para saber con exactitud cada cuanto tiempo hace acto de presencia un coche patrulla. Una técnica que también aplican en otros enclaves urbanísticos similares para mantener en la picota su actividad delictiva. Así, en los últimos tiempos se han registrado robos en comercios de Valdebebas, el Ensanche de Vallecas o Rivas Vaciamadrid. En esta última localidad, la Policía Local y la Guardia Civil detuvieron a cuatro personas el pasado fin de semana tras el robo de tres locales de hostelería en el entorno del parque de Bellavista. El método empleado, el del alcantarillazo, fue prácticamente idéntico al de El Cañaveral, por lo que no se descarta un nexo común entre ambos episodios. Alejandro, el dueño del único estanco que sirve a todo El Cañaveral, ya sabe lo que se siente al ser encañonado en la sien. Fue el 12 de agosto del año pasado, cuando dos individuos ataviados con máscaras entraron al negocio armados con una pistola y una catana: allí, mientras uno de ellos forzaba al comerciante a entregarles la recaudación y abrir la caja fuerte, el otro amenazaba con la espada japonesa a una comercial de tabaco apostada esos días en el local y a dos clientes que tuvieron la mala fortuna de entrar en ese intervalo. Pero no solo eso. Dos meses después, volvieron a sufrir un segundo robo a cargo de los mismos tipos, esta vez con el dinero justo en la tienda a modo de prevención; y también un posterior intento de forzar el cierre metálico.La desgracia del estanco no es ni mucho menos un episodio aislado en este nuevo desarrollo del este que ronda ya los 25.000 habitantes. Los delincuentes aprovechan la distancia física con la comisaría de Policía Nacional que atiende en su barrio (la de San Blas, ubicada a diez kilómetros), y la comisaría integral del distrito de Vicálvaro de la Policía Municipal (a cinco), para hacer de las suyas en comercios, garajes y chalés. Las franja crítica, coinciden los afectados, comienza normalmente al caer el sol, como prueban los dos últimos robos del pub irlandés McLaren’s y la pizzería Pecora nera, donde un grupo de siete jóvenes rompieron con alcantarillas sus cristaleras tras apearse de una furgoneta blanca. Algunos vecinos pudieron grabar la escena al advertir el tremendo estruendo que estaban realizando a las cuatro de la madrugada.Los malhechores se repartieron entre los dos establecimientos contiguos para llevarse un mísero botín de 200 euros. «Aquí entraron tres, rompieron el cristal de la entrada y se fueron directos a por la recaudación», apunta el propietario de la pizzería, Francesco, quien recuerda que meses atrás ya les taladraron la cerradura. Diferente modo, aunque el mismo ánimo de pillaje. A partir de ahí, este napolitano colocó un sistema de humo antirrobo, el cual se activa si salta la alarma y nadie la desbloquea a tiempo. «Comenzó a llenarse todo de niebla y se tuvieron que marchar», añade, a la espera de recibir noticias más halagüeñas. La Policía Científica estuvo recogiendo pruebas por espacio de 90 minutos, entre ellas varias huellas y una muestra de sangre de uno de los autores que debió cortarse con un cristal al colarse por el agujero.Noticia Relacionada estandar No Fin de la pesadilla de El Cañaveral: los okupas abandonan los 12 pisos usurpados Alba GarcíaEn el pub McLaren’s, los otros cuatro ladrones trataron sin éxito de alcanzar la caja registradora. Para ello, utilizaron las tapas de dos imbornales con el objetivo de romper el escaparate de cuádruple acristalamiento que gasta el local. «A base de golpes lograron reventarlo, pero solo accedieron a una antesala», describe su dueño, Samuel Guerra, consciente de que ese error de cálculo provocó que se fueran de vacío. «Si hubieran ido a por el cristal de la puerta habrían entrado hasta la cocina», prosigue, con el estupor de saber que reparar un vidrio de tal blindaje cuesta alrededor de 1.200 euros, cinco veces más del total de lo afanado.Un número, el cinco, que también le resulta familiar a Cosmin. Son las veces que le han robado desde que abriera su bar en la calle de Blas de Lezo allá por el 2021. «La primera vez entraron por el falso techo y se llevaron lo poco que había en la caja», comenta, sin saber entonces lo que vendría después. En una ocasión, los malhechores rompieron el escaparate y cargaron a pulso la máquina de tabaco, y en otra el arcón de los helados. Las dos restantes, en cambio, forzaron el cierre metálico con un gato y quebraron el cristal de la puerta. «Estos últimos debían de ser los mismos, porque vinieron en el mismo vehículo», rememora, en alusión al todoterreno de una conocida marca de alta gama alemana que los vecinos avistaron.Cosmin, al frente del café Da Mario, ha sufrido cinco robos; en las fotos inferiores, el cristal del pub McLaren’s reventado a golpes con alcantarillas, y un ladrón entra en un patio de un chalé adosado TANIA SIEIRAEn las reuniones de seguridad mantenidas de manera trimestral en la Oficina de Atención a la Ciudadanía (OAC) de Vicálvaro, las asociaciones vecinales de El Cañaveral que en ellas participan llevan tiempo solicitando una comisaría de Policía Municipal y otra de Nacional, lo que dotaría al enclave de un mayor patrullaje. «Cuando veo coches de policía, suelen estar realizando controles a la entrada del polígono o en otros accesos, pero nunca los veo dando vueltas por el barrio», advierte Leonardo, a cuyo patio del chalé adosado en el que reside saltaron hace menos de un mes tres rateros, de complexión y vestimentas muy similares a los del último alcantarillazo. Desde entonces, este padre de dos niños pequeños ha aumentado el número de cámaras de vigilancia y ha colocado una cerradura extra para evitar que vuelvan a actuar.Los amigos de lo ajeno se llevaron una bicicleta de 1.500 euros y rebuscaron en el interior de uno de sus vehículos. En la secuencia registrada, se observa a un joven encaramarse a la puerta y alcanzar con el brazo la manilla interior para abrirla desde dentro. Con los rostros cubiertos, este sujeto y dos compinches más pasan al patio a la caza de cualquier objeto valioso, un ‘modus operandi’ que empieza a ser familiar en la parte del vecindario más cercana a la radial 3. Precisamente, la amplitud de salidas que presenta este área, de poco más de 5 kilómetros cuadrados, favorece las rutas de escape. A falta de la ansiada comisaría, el sentir general de El Cañaveral es de incredulidad, más aún, cuando los agentes de la Policía Nacional que deben patrullar pertenecen a San Blas y no a Coslada, un municipio mucho más próximo. «No tiene ningún sentido, ya que si alguien llama por alguna urgencia, es normal que desde San Blas tarden más en llegar», sostiene una portavoz de la Asociación de Vecinos El Cañaveral Avanza (AVECA).Un nuevo desarrollo al este, en cifras 25.000 Es el número aproximado de habitantes que residen en el Cañaveral, una cifra superior a la oficial debido a la falta de servicios, que provoca que parte de la población mantenga el padrón en sus antiguos barrios. 5 Son los kilómetros de superficie que presenta este nuevo desarrollo, al este de la urbe y perteneciente al distrito de Vicálvaro. 9 Es la distancia, en kilómetros, que separa al enclave de la comisaría de San Blas, encargada de dar servicio al desarrollo.En la avenida de Miguel Delibes, una de las arterias principales que vertebran este desarrollo, también se han reportado robos en comercios, lo que ha llevado a algunas farmacias y al estanco a tomar una medida de seguridad extrema: cualquier cliente debe llamar al timbre y esperar en la calle hasta que el trabajador le abra la puerta. «De esta forma, nos cercioramos de que no pase nadie con la cara tapada o lleve un arma encima», recalca Marisa, la titular del estanco junto a su marido Alejandro.Con todo, los delincuentes más profesionales actúan ajenos a cualquier tipo de distancia con una u otra base policial. Su labor consiste en vigilar al vigilante, hasta el punto de apostarse días antes en un punto para saber con exactitud cada cuanto tiempo hace acto de presencia un coche patrulla. Una técnica que también aplican en otros enclaves urbanísticos similares para mantener en la picota su actividad delictiva. Así, en los últimos tiempos se han registrado robos en comercios de Valdebebas, el Ensanche de Vallecas o Rivas Vaciamadrid. En esta última localidad, la Policía Local y la Guardia Civil detuvieron a cuatro personas el pasado fin de semana tras el robo de tres locales de hostelería en el entorno del parque de Bellavista. El método empleado, el del alcantarillazo, fue prácticamente idéntico al de El Cañaveral, por lo que no se descarta un nexo común entre ambos episodios. RSS de noticias de espana
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