<p>El pudor es una herramienta, y cuando uno escribe una película en la que el amor y el dolor campan a sus anchas ha de sentir miedo a a que el resultado esté estrangulado por el sentimentalismo. <strong>A mí me tranquilizaba tener claro que el amor y el dolor compartírían espacio con el misterio llegado de otros mundos</strong>, con el miedo de ver una calle cortada por la falta de información y el deseo (esto es importante) de recuperar la normalidad anodina junto a la persona amada, en vez de querer revivir una luna de miel. También me tranquilizaba saber de antemano que, durante la primera escena donde se cumplía ese ideal de rutina en pareja en forma de paseo por el centro, sonase <i><strong>El beso</strong></i>, de <strong>Hidrogenesse</strong>. Una canción de cuya letra no me podía apropiar (es una invocación del malogrado <strong>Alan Turing</strong>), pero que siempre me pareció desbordante de emoción sin recorrer ninguno de los senderos de las canciones de amor, sino en forma de conjuro electrónico proyectado contra cierta bóveda celeste. </p>
El beso, de Hidrogenesse es una de cuya letra no me podía apropiar, pero que siempre me pareció desbordante de emoción sin recorrer ninguno de los senderos de las canciones de amor
<p>El pudor es una herramienta, y cuando uno escribe una película en la que el amor y el dolor campan a sus anchas ha de sentir miedo a a que el resultado esté estrangulado por el sentimentalismo. <strong>A mí me tranquilizaba tener claro que el amor y el dolor compartírían espacio con el misterio llegado de otros mundos</strong>, con el miedo de ver una calle cortada por la falta de información y el deseo (esto es importante) de recuperar la normalidad anodina junto a la persona amada, en vez de querer revivir una luna de miel. También me tranquilizaba saber de antemano que, durante la primera escena donde se cumplía ese ideal de rutina en pareja en forma de paseo por el centro, sonase <i><strong>El beso</strong></i>, de <strong>Hidrogenesse</strong>. Una canción de cuya letra no me podía apropiar (es una invocación del malogrado <strong>Alan Turing</strong>), pero que siempre me pareció desbordante de emoción sin recorrer ninguno de los senderos de las canciones de amor, sino en forma de conjuro electrónico proyectado contra cierta bóveda celeste. </p>
Cultura