<p class=»ue-c-article__paragraph»>Nunca imaginé que llegaría este día. Durante estos casi dos años de guerra, he compartido en mis redes sociales los testimonios de conocidos y pacientes con la intención de documentar las consecuencias del hambre y de la falta de alimentos en <strong>Gaza</strong>, con los que trataba de explicar cómo afecta a los niños, a las mujeres embarazadas y a las familias desplazadas el no tener comida suficiente ni apropiada. He hablado en varias ocasiones sobre la falta de servicios higiénico-sanitarios, la inseguridad alimentaria y el sufrimiento constante al que está sometida la población gazatí, pero nunca pensé que lo viviría en primera persona. Desde hace un mes sobrevivo con una sola comida al día. En los últimos días, incluso con una comida cada dos días. No porque no pueda permitirme pagar la comida, sino porque no hay comida que comprar, porque los mercados están vacíos. Intento calmar el dolor de estómago con cualquier cosa que pueda echarme a la boca. Las fuerzas me abandonan, mi cuerpo se derrumba. Y no soy el único: todos los que trabajamos en el sector sanitario padecemos el mismo hambre. Cuidamos a pacientes que están muriendo de hambre, mientras nosotros mismos pasamos hambre. Los conductores de ambulancias y los que transportan a los heridos también pasan hambre.</p>
Un sanitario de Médicos Sin Fronteras relata en primera persona cómo la falta de alimentos en Gaza está acabando de forma lenta y paulatina con la población y con los voluntarios que tratan de ayudar a los gazatíes
<p class=»ue-c-article__paragraph»>Nunca imaginé que llegaría este día. Durante estos casi dos años de guerra, he compartido en mis redes sociales los testimonios de conocidos y pacientes con la intención de documentar las consecuencias del hambre y de la falta de alimentos en <strong>Gaza</strong>, con los que trataba de explicar cómo afecta a los niños, a las mujeres embarazadas y a las familias desplazadas el no tener comida suficiente ni apropiada. He hablado en varias ocasiones sobre la falta de servicios higiénico-sanitarios, la inseguridad alimentaria y el sufrimiento constante al que está sometida la población gazatí, pero nunca pensé que lo viviría en primera persona. Desde hace un mes sobrevivo con una sola comida al día. En los últimos días, incluso con una comida cada dos días. No porque no pueda permitirme pagar la comida, sino porque no hay comida que comprar, porque los mercados están vacíos. Intento calmar el dolor de estómago con cualquier cosa que pueda echarme a la boca. Las fuerzas me abandonan, mi cuerpo se derrumba. Y no soy el único: todos los que trabajamos en el sector sanitario padecemos el mismo hambre. Cuidamos a pacientes que están muriendo de hambre, mientras nosotros mismos pasamos hambre. Los conductores de ambulancias y los que transportan a los heridos también pasan hambre.</p>
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