Ignacio Garriga llega el pasado 16 de julio a la plaça de la vila de Polinyà, un municipio de Barcelona de 20.000 habitantes rodeado por una muralla de naves industriales, cuando el sol aún cae a plomo sobre el asfalto. Va demasiado arreglado para este calor (camisa blanca, jeans ceñidos, mocasines de piel marrón oscuro), pero es verdad que tampoco va a estar ahí mucho rato. Antes de saludar a los militantes locales y de someterse a una ronda de selfies con una sonrisa tan impecable como su ropa, el líder de Vox en Cataluña aplaude la valentía del pueblo de Polinyà, puesto en pie frente al “terror”. Le escuchan menos de un centenar de personas.
Varias localidades de Cataluña han vivido estallidos contra la inmigración en el último año. El partido ‘ultra’ trata de sacar rédito al malestar
Ignacio Garriga llega el pasado 16 de julio a la plaça de la vila de Polinyà, un municipio de Barcelona de 20.000 habitantes rodeado por una muralla de naves industriales, cuando el sol aún cae a plomo sobre el asfalto. Va demasiado arreglado para este calor (camisa blanca, jeans ceñidos, mocasines de piel marrón oscuro), pero es verdad que tampoco va a estar ahí mucho rato. Antes de saludar a los militantes locales y de someterse a una ronda de selfies con una sonrisa tan impecable como su ropa, el líder de Vox en Cataluña aplaude la valentía del pueblo de Polinyà, puesto en pie frente al “terror”. Le escuchan menos de un centenar de personas.
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