Nueva tarde de toros en El Puerto con otro cartel de lujo. Con lleno absoluto en los tendidos y bajo los acordes de «toros en el Puerto» quedó verificado de manera puntual a las 20 horas el solemne paseíllo , en el que Morante de La Puebla lucía un impoluto terno burdeos y oro, Alejandro Talavante , de verde oliva y oro, mientras que Juan Ortega adornó sus áuricos galones con seda de color gris perla.Abrió plaza un ejemplar de El Freixo , colorado de capa, de escasa presencia y seriedad en su trapío, que rebrincó en su embestida, hasta que Morante lo metió en su capa y dibujó cuatro verónicas ajustadas y cadenciosas. Los primeros olés rugieron entonces en la plaza. Un galleo airoso por chicuelinas dio artística continuidad a este bellísimo capítulo capotero, que quedó abrochado con un ajustado quite por delantales.El toro recibió una cara en todo lo alto y tras cumplimentarse el tercio rehiletero, el de La Puebla asió la franela para erigir un monumento al toreo ceñido y al natural . Se enroca el burel a su cintura e hizo que los muletazos se sucedieran sentidos, garbosos y hondos. Y , aunque de gran nobleza, no fue un enemigo en extremo fácil, pues a veces se quedaba debajo y dudaba en su acometer. Pero Morante estaba, una vez más, inspirado, hasta el punto de finiquitar su obra con una gran estocada al volapié.Y las dos primeras orejas del festejo cayeron tras petición unánime de un coso entregado y embriagado de tanta excelsitud torera.Con suaves delantales recibió Alejandro Talavante al negro mulato, listón y chorreado que hizo segundo, animal que evidenció escaso celo en su acometer y pocas fuerzas en sus embestidas. Tras el trámite de una lidia sin relieves, Talavante inició su trasteo con unos estatuarios en los que recibió una tremenda colada por el pitón izquierdo. Episodio éste que constituyó preámbulo de lo que ocurriría después, que cada cite al natural se convertía en un jaque del toro al diestro.Pero el extremeño rindió a su oponente por ese pitón en recia lid y alcanzó momentos brillantes en un arrebatado y sentido toreo en redondo. Pero perdería los trofeos al errar con la espada y necesitar dos descabellos para acabar con el de El Freixo.Se quedó muy corto el viaje del tercero de la suelta bajo el capote de Juan Ortega , al que impidió estirarse a gusto a la verónica. Sin emplearse en ningún momento en la pelea, arribó el colorado ejemplar al último tercio.Postrero tramo de la lidia en el que tampoco mostraría atisbo alguno de casta ni de intensidad en pelea. Astado deslucido, parado y desrazado, con el que el fino torero sevillano vio estrellarse sus deseos de agradar al respetable. Con una estocada muy baja puso Ortega fin a este tercer y soporífero capítulo del festejo.En brusquedades y coladas se prodigó el cuarto de la tarde cuando Morante lo recibió de capa. Animal que recibió una potente vara en la cabalgadura y de la que salió sin ánimo alguno de embestir. Y cuando el de la Puebla puso a su enemigo en suerte para recibir otro puyazo, ya se advirtió lo que íbamos a contemplar. Algo muy distinto a lo ocurrido en el primer toro. Pero con este genio, compendio de tauromaquias, nunca se sabe. Y lo que nadie esperaba, sucedió. De nuevo, la genialidad, la torería y el arte obraron el milagro.Se volvió a vivir otra oda al toreo , otra obra maestra de exposición, elegancia, profundidad y buen gusto torero. La cadencia de los pases, la gracia en los remates, el floreo con el que embellecía todas las suertes… Y con un toro áspero, por el que nadie apostaba en la plenitud de los repletos tendidos. Pinchó Morante con reiteración y perdió los trofeos. Pero no importa. Todos los presentes ganaron, y mucho, por lo que vieron.Con un nutrido ramillete de verónicas saludó Talavante al segundo de su lote, un colorado que tomó con suavidad y boyantía la capa que el extremeño ofrecía. Resuelto el trámite de la cabalgadura, Alejandro Talavante dibujó en los medios un voluntarioso quite por gaoneras.Y resuelto a continuación el trámite rehiletero, el diestro brindó al respetable para iniciar un trasteo muleteril de hinojos, orante posición desde la que verificaría una serie completa de muletazos.A partir de ahí, el diestro verificó un profuso trasteo en el que destacaron ciertos pasajes brillantes y en el que siempre se advirtió más acople por el pitón derecho que por el izquierdo. Un epílogo entonado con manoletinas y sentidos pases por bajo, constituyeron preámbulo de una estocada baja y atravesada. Y tras una insistente y sonora petición del público, el usía concedió las dos orejas . Dudosa decisión de éste, a la que se sumó la incomprensible vuelta al ruedo con la que premió al toro. Cerraba el festejo un negro ejemplar de armónicas hechuras , que acometió con brío a la capa con que lo saludó a la verónica Juan Ortega. Quien se luciría después con un garboso galleo a la verónica para conducirlo al caballo y en unos delantales y abelmontada media con la que abrochó su quite Muleta en mano, el diestro sevillano brindó también al público y emprendió de inmediato el toreo en redondo, donde se evidenció el exiguo capitulo de fuelle y poder que poseía su oponente. Venido muy a menos éste, convertiría en inútil el esfuerzo que antes él derrochara Ortega.Lo intentó con denuedo por ambos pitones pero el toro no ofrecía ni una sola embestida con un mínimo de boyantia. Y con una estocada baja y defectuosa se deshizo del animal y se ponía fin a una entretenida corrida , en la dos componentes de la terna salieron a hombros y en la que Morante de La Puebla volvió a bordar el toreo. Nueva tarde de toros en El Puerto con otro cartel de lujo. Con lleno absoluto en los tendidos y bajo los acordes de «toros en el Puerto» quedó verificado de manera puntual a las 20 horas el solemne paseíllo , en el que Morante de La Puebla lucía un impoluto terno burdeos y oro, Alejandro Talavante , de verde oliva y oro, mientras que Juan Ortega adornó sus áuricos galones con seda de color gris perla.Abrió plaza un ejemplar de El Freixo , colorado de capa, de escasa presencia y seriedad en su trapío, que rebrincó en su embestida, hasta que Morante lo metió en su capa y dibujó cuatro verónicas ajustadas y cadenciosas. Los primeros olés rugieron entonces en la plaza. Un galleo airoso por chicuelinas dio artística continuidad a este bellísimo capítulo capotero, que quedó abrochado con un ajustado quite por delantales.El toro recibió una cara en todo lo alto y tras cumplimentarse el tercio rehiletero, el de La Puebla asió la franela para erigir un monumento al toreo ceñido y al natural . Se enroca el burel a su cintura e hizo que los muletazos se sucedieran sentidos, garbosos y hondos. Y , aunque de gran nobleza, no fue un enemigo en extremo fácil, pues a veces se quedaba debajo y dudaba en su acometer. Pero Morante estaba, una vez más, inspirado, hasta el punto de finiquitar su obra con una gran estocada al volapié.Y las dos primeras orejas del festejo cayeron tras petición unánime de un coso entregado y embriagado de tanta excelsitud torera.Con suaves delantales recibió Alejandro Talavante al negro mulato, listón y chorreado que hizo segundo, animal que evidenció escaso celo en su acometer y pocas fuerzas en sus embestidas. Tras el trámite de una lidia sin relieves, Talavante inició su trasteo con unos estatuarios en los que recibió una tremenda colada por el pitón izquierdo. Episodio éste que constituyó preámbulo de lo que ocurriría después, que cada cite al natural se convertía en un jaque del toro al diestro.Pero el extremeño rindió a su oponente por ese pitón en recia lid y alcanzó momentos brillantes en un arrebatado y sentido toreo en redondo. Pero perdería los trofeos al errar con la espada y necesitar dos descabellos para acabar con el de El Freixo.Se quedó muy corto el viaje del tercero de la suelta bajo el capote de Juan Ortega , al que impidió estirarse a gusto a la verónica. Sin emplearse en ningún momento en la pelea, arribó el colorado ejemplar al último tercio.Postrero tramo de la lidia en el que tampoco mostraría atisbo alguno de casta ni de intensidad en pelea. Astado deslucido, parado y desrazado, con el que el fino torero sevillano vio estrellarse sus deseos de agradar al respetable. Con una estocada muy baja puso Ortega fin a este tercer y soporífero capítulo del festejo.En brusquedades y coladas se prodigó el cuarto de la tarde cuando Morante lo recibió de capa. Animal que recibió una potente vara en la cabalgadura y de la que salió sin ánimo alguno de embestir. Y cuando el de la Puebla puso a su enemigo en suerte para recibir otro puyazo, ya se advirtió lo que íbamos a contemplar. Algo muy distinto a lo ocurrido en el primer toro. Pero con este genio, compendio de tauromaquias, nunca se sabe. Y lo que nadie esperaba, sucedió. De nuevo, la genialidad, la torería y el arte obraron el milagro.Se volvió a vivir otra oda al toreo , otra obra maestra de exposición, elegancia, profundidad y buen gusto torero. La cadencia de los pases, la gracia en los remates, el floreo con el que embellecía todas las suertes… Y con un toro áspero, por el que nadie apostaba en la plenitud de los repletos tendidos. Pinchó Morante con reiteración y perdió los trofeos. Pero no importa. Todos los presentes ganaron, y mucho, por lo que vieron.Con un nutrido ramillete de verónicas saludó Talavante al segundo de su lote, un colorado que tomó con suavidad y boyantía la capa que el extremeño ofrecía. Resuelto el trámite de la cabalgadura, Alejandro Talavante dibujó en los medios un voluntarioso quite por gaoneras.Y resuelto a continuación el trámite rehiletero, el diestro brindó al respetable para iniciar un trasteo muleteril de hinojos, orante posición desde la que verificaría una serie completa de muletazos.A partir de ahí, el diestro verificó un profuso trasteo en el que destacaron ciertos pasajes brillantes y en el que siempre se advirtió más acople por el pitón derecho que por el izquierdo. Un epílogo entonado con manoletinas y sentidos pases por bajo, constituyeron preámbulo de una estocada baja y atravesada. Y tras una insistente y sonora petición del público, el usía concedió las dos orejas . Dudosa decisión de éste, a la que se sumó la incomprensible vuelta al ruedo con la que premió al toro. Cerraba el festejo un negro ejemplar de armónicas hechuras , que acometió con brío a la capa con que lo saludó a la verónica Juan Ortega. Quien se luciría después con un garboso galleo a la verónica para conducirlo al caballo y en unos delantales y abelmontada media con la que abrochó su quite Muleta en mano, el diestro sevillano brindó también al público y emprendió de inmediato el toreo en redondo, donde se evidenció el exiguo capitulo de fuelle y poder que poseía su oponente. Venido muy a menos éste, convertiría en inútil el esfuerzo que antes él derrochara Ortega.Lo intentó con denuedo por ambos pitones pero el toro no ofrecía ni una sola embestida con un mínimo de boyantia. Y con una estocada baja y defectuosa se deshizo del animal y se ponía fin a una entretenida corrida , en la dos componentes de la terna salieron a hombros y en la que Morante de La Puebla volvió a bordar el toreo. Nueva tarde de toros en El Puerto con otro cartel de lujo. Con lleno absoluto en los tendidos y bajo los acordes de «toros en el Puerto» quedó verificado de manera puntual a las 20 horas el solemne paseíllo , en el que Morante de La Puebla lucía un impoluto terno burdeos y oro, Alejandro Talavante , de verde oliva y oro, mientras que Juan Ortega adornó sus áuricos galones con seda de color gris perla.Abrió plaza un ejemplar de El Freixo , colorado de capa, de escasa presencia y seriedad en su trapío, que rebrincó en su embestida, hasta que Morante lo metió en su capa y dibujó cuatro verónicas ajustadas y cadenciosas. Los primeros olés rugieron entonces en la plaza. Un galleo airoso por chicuelinas dio artística continuidad a este bellísimo capítulo capotero, que quedó abrochado con un ajustado quite por delantales.El toro recibió una cara en todo lo alto y tras cumplimentarse el tercio rehiletero, el de La Puebla asió la franela para erigir un monumento al toreo ceñido y al natural . Se enroca el burel a su cintura e hizo que los muletazos se sucedieran sentidos, garbosos y hondos. Y , aunque de gran nobleza, no fue un enemigo en extremo fácil, pues a veces se quedaba debajo y dudaba en su acometer. Pero Morante estaba, una vez más, inspirado, hasta el punto de finiquitar su obra con una gran estocada al volapié.Y las dos primeras orejas del festejo cayeron tras petición unánime de un coso entregado y embriagado de tanta excelsitud torera.Con suaves delantales recibió Alejandro Talavante al negro mulato, listón y chorreado que hizo segundo, animal que evidenció escaso celo en su acometer y pocas fuerzas en sus embestidas. Tras el trámite de una lidia sin relieves, Talavante inició su trasteo con unos estatuarios en los que recibió una tremenda colada por el pitón izquierdo. Episodio éste que constituyó preámbulo de lo que ocurriría después, que cada cite al natural se convertía en un jaque del toro al diestro.Pero el extremeño rindió a su oponente por ese pitón en recia lid y alcanzó momentos brillantes en un arrebatado y sentido toreo en redondo. Pero perdería los trofeos al errar con la espada y necesitar dos descabellos para acabar con el de El Freixo.Se quedó muy corto el viaje del tercero de la suelta bajo el capote de Juan Ortega , al que impidió estirarse a gusto a la verónica. Sin emplearse en ningún momento en la pelea, arribó el colorado ejemplar al último tercio.Postrero tramo de la lidia en el que tampoco mostraría atisbo alguno de casta ni de intensidad en pelea. Astado deslucido, parado y desrazado, con el que el fino torero sevillano vio estrellarse sus deseos de agradar al respetable. Con una estocada muy baja puso Ortega fin a este tercer y soporífero capítulo del festejo.En brusquedades y coladas se prodigó el cuarto de la tarde cuando Morante lo recibió de capa. Animal que recibió una potente vara en la cabalgadura y de la que salió sin ánimo alguno de embestir. Y cuando el de la Puebla puso a su enemigo en suerte para recibir otro puyazo, ya se advirtió lo que íbamos a contemplar. Algo muy distinto a lo ocurrido en el primer toro. Pero con este genio, compendio de tauromaquias, nunca se sabe. Y lo que nadie esperaba, sucedió. De nuevo, la genialidad, la torería y el arte obraron el milagro.Se volvió a vivir otra oda al toreo , otra obra maestra de exposición, elegancia, profundidad y buen gusto torero. La cadencia de los pases, la gracia en los remates, el floreo con el que embellecía todas las suertes… Y con un toro áspero, por el que nadie apostaba en la plenitud de los repletos tendidos. Pinchó Morante con reiteración y perdió los trofeos. Pero no importa. Todos los presentes ganaron, y mucho, por lo que vieron.Con un nutrido ramillete de verónicas saludó Talavante al segundo de su lote, un colorado que tomó con suavidad y boyantía la capa que el extremeño ofrecía. Resuelto el trámite de la cabalgadura, Alejandro Talavante dibujó en los medios un voluntarioso quite por gaoneras.Y resuelto a continuación el trámite rehiletero, el diestro brindó al respetable para iniciar un trasteo muleteril de hinojos, orante posición desde la que verificaría una serie completa de muletazos.A partir de ahí, el diestro verificó un profuso trasteo en el que destacaron ciertos pasajes brillantes y en el que siempre se advirtió más acople por el pitón derecho que por el izquierdo. Un epílogo entonado con manoletinas y sentidos pases por bajo, constituyeron preámbulo de una estocada baja y atravesada. Y tras una insistente y sonora petición del público, el usía concedió las dos orejas . Dudosa decisión de éste, a la que se sumó la incomprensible vuelta al ruedo con la que premió al toro. Cerraba el festejo un negro ejemplar de armónicas hechuras , que acometió con brío a la capa con que lo saludó a la verónica Juan Ortega. Quien se luciría después con un garboso galleo a la verónica para conducirlo al caballo y en unos delantales y abelmontada media con la que abrochó su quite Muleta en mano, el diestro sevillano brindó también al público y emprendió de inmediato el toreo en redondo, donde se evidenció el exiguo capitulo de fuelle y poder que poseía su oponente. Venido muy a menos éste, convertiría en inútil el esfuerzo que antes él derrochara Ortega.Lo intentó con denuedo por ambos pitones pero el toro no ofrecía ni una sola embestida con un mínimo de boyantia. Y con una estocada baja y defectuosa se deshizo del animal y se ponía fin a una entretenida corrida , en la dos componentes de la terna salieron a hombros y en la que Morante de La Puebla volvió a bordar el toreo. RSS de noticias de cultura
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