Como nadadora, Andrea Fuentes (Tarragona, 42 años) se colgó cuatro medallas olímpicas y 16 mundiales, con un oro en equipo de Roma 2009; en un ejercicio en el que no participaba Rusia, el límite de todas las cosas en una natación artística en el que eran ellas y todas las demás; y en su ausencia, era China y todas las demás. Como entrenadora, Andrea Fuentes llevó a estados Unidos a la plata olímpica y, con España desde septiembre, ha roto una barrera de puntuación, de tradición, psicológica y casi física en la que se había convertido este deporte. Le da la vuelta a la historia y la convierte en referencia con nueve metales, en equipo, en dúo, con chicos, en solo; con tres oros (solo libre, dúo mixto y dúo libre) ganados a Rusia, a China. Por fin. Pero más allá de preseas, Fuentes reivindica el camino, que se sale de la norma y que ha hecho que España se saliera en emoción, en expresión, en notas, en ejemplo. Otro oro.—¿Qué hay más ahora mismo: orgullo, alivio, casi quitarse una espina?—Estoy con mucho orgullo dentro, también incredulidad y muy contenta de que haya margen de mejora. Al acabar ya tenía mil planes, treinta cosas nuevas ya escritas para mejorar y superarnos el año que viene. Esto ha sido mucha gasolina para tirar fuerte. Y también muchas ganas de disfrutar.—No se podía con Rusia y China y esta generación no lo sabía, ¿no?—Sí. Ha sido romper un poco el tabú. El nuevo sistema implica mucho más riesgo que cuando yo nadaba. Y con riesgo, también se puede fallar mucho más. Pero somos un grupo muy valiente, no nos da miedo arriesgar al máximo porque no tenemos la mente en la derrota sino en la victoria. Es una combinación de ese riesgo y de ver la oportunidad más que ver el miedo. Les ha servido para pensar que podemos quedar primeras y también últimas, claro, pero que la plaza de las primeras está ahí, para todas.—En marzo dijo a este periódico: ‘hay que ir a por China, no sé si tardaré un año o veinte’… ¿Cómo ha ocurrido?—Sí, en algunas pruebas les hemos ganado ya. Es mi primer oro como entrenadora. Me da mucha confianza sobre todo por el sistema que estamos utilizando, que al principio suscitó muchas dudas. Cuando empecé como entrenadora se reían porque parecía más una ‘cheerleader’ animando. Me decían ‘se ve a las nadadoras demasiado contentas, habría que poner más mano dura’. Y me ha encantado no ceñirme a lo que había visto en mi carrera, sino ver una manera nueva. Les decía a mis nadadoras: yo os respeto, y quiero también que me enseñéis a cómo debo hacer las cosas. Pero vamos a conseguir que esto funcione sin tener que gritaros. Vamos a demostrar al mundo que se puede respetar al deportista y ser un referente en este sentido. Y les ha motivado mucho porque no me han educado en el grito; y este es el mejor camino.—¿Cómo es la línea entre motivar y aceptar que esto un deporte de elite y el que no aprieta a tope no gana?—Se confunde tener un ambiente respetuoso y divertido con el relax. Incluso ellas se confundían al principio. Esto es la élite, lo más de lo más de esfuerzo, pero no hará falta que te meta miedo o que me fije en tus fallos, sino que me voy a fijar en inspirarte para que creas que eres invencible. Es diferente. Pero, eso sí, vamos a muerte. Máximo esfuerzo en un ambiente positivo. El equipo a veces se relajaba y les paraba: este no es el camino, no es ‘me relajo’. Voy al máximo, sin que yo te tenga que insultar. Si quieres tener un quinto puesto, vale, nos relajamos y vamos a por el quinto puesto. Pero sé que quieres ser oro. —¿En España se es demasiado crítico con uno mismo y se valora poco?—Sí. En Estados Unidos, los profes de mis hijos los convencían de que lo hacían todo muy bien. ‘¿Pero dónde está el margen de mejora?’, me preguntaba. Pero no era eso. Era fijarse en lo bueno que tienen, en lo diferente. Y lo probé con mis nadadoras. La autoconfianza crecía. Hay cosas que mejorar, pero también hay que defender lo bueno. Si solo me centro en lo negativo, no creo en mí. Si me fijo en mí y veo lo bueno, voy a querer ofrecerlo a los demás. Te empodera en lugar de hacerte de menos.—Como Iris Tió, introvertida y buena persona y triunfa, ¿qué faltaba?—Yo también lo era cuando era nadadora. Eso no quita que no quieras ser una show-woman. Ella se transforma cuando es el momento de actuar. Con la confianza alta sale a creerse que es la reina del universo. Una cosa no quita la otra. En mi equipo ser buena persona es fundamental. De hecho, si veo que alguien no es así, le quito opciones de entrar en el grupo. Fomento más el colectivo que lo competitivo. No quiero que sean rivales negativas, sino que uno aprenda de los demás. Eso hace al equipo mucho más potente. Y eso se extrapola al exterior. Si quiero ganar a la rusa, respeto a mi rival porque gracias a que hemos jugado a ser mejores, me ha ayudado. Es utilizar la competición y a los rivales como herramientas de mejora. Ha sido un proceso superbonito de ver esta metamorfosis, de ver cómo han crecido también como personas. Tener la mente abierta a todos los cambios y escucharse dentro. Muchos no se habían visto nunca desde dentro.—¿Imaginaba que le darían los jueces más nota que a China en el solo?—El sistema está mucho mejor que antes, pero a veces necesitas estar un tiempo más allí, entre las grandes. En impresión, que es más subjetivo, cuesta mucho para un juez salirse de la media de la nota. Tienes que dejarle al juez muy claro que eres mejor. Si no, no va a arriesgarse a que lo echen del panel de jueces. Eso se gana con el tiempo, si se lo pones más fácil, mejor. Hablamos de que no nos vamos a poner excusas, sino que teníamos que dárselo en bandeja. Pero para eso había que trabajar más que otros. Hemos conseguido romper esa barrera bastante. Y ahora es más objetivo, hacer este movimiento bien o no. —¿Qué comentarios le han llegado de los jueces tras este Mundial?—Increíble el trabajo que habéis hecho, tan rápido y con tantas coreografías. Yo también estoy sorprendida porque nunca había hecho tantas a la vez. Nos hemos unido en el momento perfecto, y hemos trabajado duro y con ilusión. Esto no ha salido solo. Teníamos muchas ganas de encontrarnos y ha sido en el momento adecuado. Y estamos creando ejemplo para otras nadadoras y otros deportes. Ha sido un Mundial muy seguido y hace mucha ilusión.—Explique cómo es eso de que favorecen a España estas nuevas reglas.—Nos favorece porque hemos elegido la vía en la que hemos acertado. El cambio era para todos y hubo gente que se paralizó y nosotras queríamos ser las primeras, liderar este cambio y que sean otros los que nos copien. Hay una tabla de dificultad, y cuanto más alta, más riesgo. Si lo haces bien es más objetivo, pero si lo haces mal, te puedes ir al fondo de la clasificación. Es más emocionante, pero también es como un infarto en cada ejercicio. Si asumes el riesgo como una oportunidad y sin centrarte en el fallo, las cosas se ponen a tu favor. A veces te caes, pero en esa filosofía hemos acertado.—Y un deporte en el que lo que vale hoy ya no vale por la tarde.—Exacto. Es un deporte muy raro en ese sentido. Para este próximo año todo va a ser de I+D. Investigar, analizar, dónde están los ajustes, las grietas, por dónde podemos meternos en el juego de la estrategia. Sacar más altura, más técnica.—Ahora China y Rusia se van a poner las pilas. ¿Esperaba esto tan pronto?—Rusia y China van a a ir a tope. Más que las medallas, yo quería llegar fuertes a este Mundial, que la gente dijera que España había hecho un cambio radical. Para el año que viene toca hacer I+D, hacer investigación para llevar la artística más allá. Con alturas, acrobacias, movimientos nuevos. Como el primero que se atrevió a saltar de espaldas en el salto de altura, nosotras queremos hacer una acrobacia que no se haya hecho antes. Ahora es el momento de empezar a incubar una bestia que quiero que salga en todo su esplendor en los Juegos Olímpicos. Hay que empezar a crear estrategia ya para los Juegos.—¿Lo de alcanzar a China en equipo es otra dimensión o ahora que se ha podido, se ve más cerca?—Nunca se había ganado una medalla en rutina acrobática. Hemos innovado mucho en acrobacias, y hemos mejorado mucho. Ahora que han aprendido cómo hacerlo, hay que ir a por ello mucho más. Es la rutina olímpica, así que habrá que trabajar mucho en la dificultad, en la ejecución, en todo. —¿Cuando observa desde la esquina, ve más los fallos o los aciertos?—Me fijo mucho en la manera de competir. A veces no es en la coreografía en sí, sino en el carácter. Quería descubrir cómo eran en competición. En los momentos que peor ha salido, el equipo tenía un patrón, que ya no me gustaba de antes, pero no quería pararlo en ese momento, sino estudiarlo. Observaba su actitud y el cómo se enfrentaban a la presión. Ahora es un equipo todavía mejor, y yo también como entrenadora. Antes de la final de equipo libre llevaban eufóricos muchas horas. Creo que necesitaban estar más calmados, pero quería ver cómo competían. Tuvimos fallos que no nos bajaron del podio, pero sí les afectó. Ellos mismos lo vieron. Después, hubo alegría, pero para la siguiente competición los vi más calmados. Vi que competían mejor cuando están más centrados. Me ha gustado descubrirlo.—Un aprendizaje exprés para todos.—Ganábamos el oro por la mañana y por la tarde tocaba otra cosa. Había que verlos en ese ambiente, sí.—¿Hay que ser más atleta ahora?—Sí, muchísimo, no tiene nada que ver con hace algunos años. Es mucho más físico, las acrobacias son más difíciles; requiere más apneas y fuerza para sacar una persona tres metros fuera del agua sin tocar el fondo. Hay mucha más coordinación. Hacemos crossfit con unos chicos de Vilassar y las acrobacias las creamos y las entrenamos fuera del agua con Víctor Cano (exgimnasta). Hemos ido cogiendo conocimientos de otras disciplinas que ahora son esenciales en la artística. También trabajamos con un biomecánico que nos ayuda a descubrir cómo es mejor poner un brazo, cómo usar el agua a nuestro favor, qué palanca utilizar para hacer más fácil o más alto el salto. —Se puede ensayar mil veces un ejercicio, pero ¿cómo sacar la emoción?—Ese es mi papel, soy muy creativa, tuve la suerte de estudiar en una escuela que potenciaba lo que te hace auténtico. Es lo que intento trasladar, fomentar la autenticidad de las nadadoras. Porque lo que te hace único y auténtico sale fácil después en el agua, en la expresividad. Si quieres ser solo igual que los demás, tu creatividad se apaga. Yo quiero que sean creativos. Y para eso hay que escucharlos y darles la dignidad de que sean ellos mismos. Subrayar lo que saben hacer y no enfrentarnos o imponerles lo que no saben o no les sale. Y eso también con la canción y la coreografía. Hacer que la hagan suya, porque si te crees más la historia, si crees más en el mensaje, el cansancio no es tan grave. Y les sale todo más fácil. Como nadadora, Andrea Fuentes (Tarragona, 42 años) se colgó cuatro medallas olímpicas y 16 mundiales, con un oro en equipo de Roma 2009; en un ejercicio en el que no participaba Rusia, el límite de todas las cosas en una natación artística en el que eran ellas y todas las demás; y en su ausencia, era China y todas las demás. Como entrenadora, Andrea Fuentes llevó a estados Unidos a la plata olímpica y, con España desde septiembre, ha roto una barrera de puntuación, de tradición, psicológica y casi física en la que se había convertido este deporte. Le da la vuelta a la historia y la convierte en referencia con nueve metales, en equipo, en dúo, con chicos, en solo; con tres oros (solo libre, dúo mixto y dúo libre) ganados a Rusia, a China. Por fin. Pero más allá de preseas, Fuentes reivindica el camino, que se sale de la norma y que ha hecho que España se saliera en emoción, en expresión, en notas, en ejemplo. Otro oro.—¿Qué hay más ahora mismo: orgullo, alivio, casi quitarse una espina?—Estoy con mucho orgullo dentro, también incredulidad y muy contenta de que haya margen de mejora. Al acabar ya tenía mil planes, treinta cosas nuevas ya escritas para mejorar y superarnos el año que viene. Esto ha sido mucha gasolina para tirar fuerte. Y también muchas ganas de disfrutar.—No se podía con Rusia y China y esta generación no lo sabía, ¿no?—Sí. Ha sido romper un poco el tabú. El nuevo sistema implica mucho más riesgo que cuando yo nadaba. Y con riesgo, también se puede fallar mucho más. Pero somos un grupo muy valiente, no nos da miedo arriesgar al máximo porque no tenemos la mente en la derrota sino en la victoria. Es una combinación de ese riesgo y de ver la oportunidad más que ver el miedo. Les ha servido para pensar que podemos quedar primeras y también últimas, claro, pero que la plaza de las primeras está ahí, para todas.—En marzo dijo a este periódico: ‘hay que ir a por China, no sé si tardaré un año o veinte’… ¿Cómo ha ocurrido?—Sí, en algunas pruebas les hemos ganado ya. Es mi primer oro como entrenadora. Me da mucha confianza sobre todo por el sistema que estamos utilizando, que al principio suscitó muchas dudas. Cuando empecé como entrenadora se reían porque parecía más una ‘cheerleader’ animando. Me decían ‘se ve a las nadadoras demasiado contentas, habría que poner más mano dura’. Y me ha encantado no ceñirme a lo que había visto en mi carrera, sino ver una manera nueva. Les decía a mis nadadoras: yo os respeto, y quiero también que me enseñéis a cómo debo hacer las cosas. Pero vamos a conseguir que esto funcione sin tener que gritaros. Vamos a demostrar al mundo que se puede respetar al deportista y ser un referente en este sentido. Y les ha motivado mucho porque no me han educado en el grito; y este es el mejor camino.—¿Cómo es la línea entre motivar y aceptar que esto un deporte de elite y el que no aprieta a tope no gana?—Se confunde tener un ambiente respetuoso y divertido con el relax. Incluso ellas se confundían al principio. Esto es la élite, lo más de lo más de esfuerzo, pero no hará falta que te meta miedo o que me fije en tus fallos, sino que me voy a fijar en inspirarte para que creas que eres invencible. Es diferente. Pero, eso sí, vamos a muerte. Máximo esfuerzo en un ambiente positivo. El equipo a veces se relajaba y les paraba: este no es el camino, no es ‘me relajo’. Voy al máximo, sin que yo te tenga que insultar. Si quieres tener un quinto puesto, vale, nos relajamos y vamos a por el quinto puesto. Pero sé que quieres ser oro. —¿En España se es demasiado crítico con uno mismo y se valora poco?—Sí. En Estados Unidos, los profes de mis hijos los convencían de que lo hacían todo muy bien. ‘¿Pero dónde está el margen de mejora?’, me preguntaba. Pero no era eso. Era fijarse en lo bueno que tienen, en lo diferente. Y lo probé con mis nadadoras. La autoconfianza crecía. Hay cosas que mejorar, pero también hay que defender lo bueno. Si solo me centro en lo negativo, no creo en mí. Si me fijo en mí y veo lo bueno, voy a querer ofrecerlo a los demás. Te empodera en lugar de hacerte de menos.—Como Iris Tió, introvertida y buena persona y triunfa, ¿qué faltaba?—Yo también lo era cuando era nadadora. Eso no quita que no quieras ser una show-woman. Ella se transforma cuando es el momento de actuar. Con la confianza alta sale a creerse que es la reina del universo. Una cosa no quita la otra. En mi equipo ser buena persona es fundamental. De hecho, si veo que alguien no es así, le quito opciones de entrar en el grupo. Fomento más el colectivo que lo competitivo. No quiero que sean rivales negativas, sino que uno aprenda de los demás. Eso hace al equipo mucho más potente. Y eso se extrapola al exterior. Si quiero ganar a la rusa, respeto a mi rival porque gracias a que hemos jugado a ser mejores, me ha ayudado. Es utilizar la competición y a los rivales como herramientas de mejora. Ha sido un proceso superbonito de ver esta metamorfosis, de ver cómo han crecido también como personas. Tener la mente abierta a todos los cambios y escucharse dentro. Muchos no se habían visto nunca desde dentro.—¿Imaginaba que le darían los jueces más nota que a China en el solo?—El sistema está mucho mejor que antes, pero a veces necesitas estar un tiempo más allí, entre las grandes. En impresión, que es más subjetivo, cuesta mucho para un juez salirse de la media de la nota. Tienes que dejarle al juez muy claro que eres mejor. Si no, no va a arriesgarse a que lo echen del panel de jueces. Eso se gana con el tiempo, si se lo pones más fácil, mejor. Hablamos de que no nos vamos a poner excusas, sino que teníamos que dárselo en bandeja. Pero para eso había que trabajar más que otros. Hemos conseguido romper esa barrera bastante. Y ahora es más objetivo, hacer este movimiento bien o no. —¿Qué comentarios le han llegado de los jueces tras este Mundial?—Increíble el trabajo que habéis hecho, tan rápido y con tantas coreografías. Yo también estoy sorprendida porque nunca había hecho tantas a la vez. Nos hemos unido en el momento perfecto, y hemos trabajado duro y con ilusión. Esto no ha salido solo. Teníamos muchas ganas de encontrarnos y ha sido en el momento adecuado. Y estamos creando ejemplo para otras nadadoras y otros deportes. Ha sido un Mundial muy seguido y hace mucha ilusión.—Explique cómo es eso de que favorecen a España estas nuevas reglas.—Nos favorece porque hemos elegido la vía en la que hemos acertado. El cambio era para todos y hubo gente que se paralizó y nosotras queríamos ser las primeras, liderar este cambio y que sean otros los que nos copien. Hay una tabla de dificultad, y cuanto más alta, más riesgo. Si lo haces bien es más objetivo, pero si lo haces mal, te puedes ir al fondo de la clasificación. Es más emocionante, pero también es como un infarto en cada ejercicio. Si asumes el riesgo como una oportunidad y sin centrarte en el fallo, las cosas se ponen a tu favor. A veces te caes, pero en esa filosofía hemos acertado.—Y un deporte en el que lo que vale hoy ya no vale por la tarde.—Exacto. Es un deporte muy raro en ese sentido. Para este próximo año todo va a ser de I+D. Investigar, analizar, dónde están los ajustes, las grietas, por dónde podemos meternos en el juego de la estrategia. Sacar más altura, más técnica.—Ahora China y Rusia se van a poner las pilas. ¿Esperaba esto tan pronto?—Rusia y China van a a ir a tope. Más que las medallas, yo quería llegar fuertes a este Mundial, que la gente dijera que España había hecho un cambio radical. Para el año que viene toca hacer I+D, hacer investigación para llevar la artística más allá. Con alturas, acrobacias, movimientos nuevos. Como el primero que se atrevió a saltar de espaldas en el salto de altura, nosotras queremos hacer una acrobacia que no se haya hecho antes. Ahora es el momento de empezar a incubar una bestia que quiero que salga en todo su esplendor en los Juegos Olímpicos. Hay que empezar a crear estrategia ya para los Juegos.—¿Lo de alcanzar a China en equipo es otra dimensión o ahora que se ha podido, se ve más cerca?—Nunca se había ganado una medalla en rutina acrobática. Hemos innovado mucho en acrobacias, y hemos mejorado mucho. Ahora que han aprendido cómo hacerlo, hay que ir a por ello mucho más. Es la rutina olímpica, así que habrá que trabajar mucho en la dificultad, en la ejecución, en todo. —¿Cuando observa desde la esquina, ve más los fallos o los aciertos?—Me fijo mucho en la manera de competir. A veces no es en la coreografía en sí, sino en el carácter. Quería descubrir cómo eran en competición. En los momentos que peor ha salido, el equipo tenía un patrón, que ya no me gustaba de antes, pero no quería pararlo en ese momento, sino estudiarlo. Observaba su actitud y el cómo se enfrentaban a la presión. Ahora es un equipo todavía mejor, y yo también como entrenadora. Antes de la final de equipo libre llevaban eufóricos muchas horas. Creo que necesitaban estar más calmados, pero quería ver cómo competían. Tuvimos fallos que no nos bajaron del podio, pero sí les afectó. Ellos mismos lo vieron. Después, hubo alegría, pero para la siguiente competición los vi más calmados. Vi que competían mejor cuando están más centrados. Me ha gustado descubrirlo.—Un aprendizaje exprés para todos.—Ganábamos el oro por la mañana y por la tarde tocaba otra cosa. Había que verlos en ese ambiente, sí.—¿Hay que ser más atleta ahora?—Sí, muchísimo, no tiene nada que ver con hace algunos años. Es mucho más físico, las acrobacias son más difíciles; requiere más apneas y fuerza para sacar una persona tres metros fuera del agua sin tocar el fondo. Hay mucha más coordinación. Hacemos crossfit con unos chicos de Vilassar y las acrobacias las creamos y las entrenamos fuera del agua con Víctor Cano (exgimnasta). Hemos ido cogiendo conocimientos de otras disciplinas que ahora son esenciales en la artística. También trabajamos con un biomecánico que nos ayuda a descubrir cómo es mejor poner un brazo, cómo usar el agua a nuestro favor, qué palanca utilizar para hacer más fácil o más alto el salto. —Se puede ensayar mil veces un ejercicio, pero ¿cómo sacar la emoción?—Ese es mi papel, soy muy creativa, tuve la suerte de estudiar en una escuela que potenciaba lo que te hace auténtico. Es lo que intento trasladar, fomentar la autenticidad de las nadadoras. Porque lo que te hace único y auténtico sale fácil después en el agua, en la expresividad. Si quieres ser solo igual que los demás, tu creatividad se apaga. Yo quiero que sean creativos. Y para eso hay que escucharlos y darles la dignidad de que sean ellos mismos. Subrayar lo que saben hacer y no enfrentarnos o imponerles lo que no saben o no les sale. Y eso también con la canción y la coreografía. Hacer que la hagan suya, porque si te crees más la historia, si crees más en el mensaje, el cansancio no es tan grave. Y les sale todo más fácil. Como nadadora, Andrea Fuentes (Tarragona, 42 años) se colgó cuatro medallas olímpicas y 16 mundiales, con un oro en equipo de Roma 2009; en un ejercicio en el que no participaba Rusia, el límite de todas las cosas en una natación artística en el que eran ellas y todas las demás; y en su ausencia, era China y todas las demás. Como entrenadora, Andrea Fuentes llevó a estados Unidos a la plata olímpica y, con España desde septiembre, ha roto una barrera de puntuación, de tradición, psicológica y casi física en la que se había convertido este deporte. Le da la vuelta a la historia y la convierte en referencia con nueve metales, en equipo, en dúo, con chicos, en solo; con tres oros (solo libre, dúo mixto y dúo libre) ganados a Rusia, a China. Por fin. Pero más allá de preseas, Fuentes reivindica el camino, que se sale de la norma y que ha hecho que España se saliera en emoción, en expresión, en notas, en ejemplo. Otro oro.—¿Qué hay más ahora mismo: orgullo, alivio, casi quitarse una espina?—Estoy con mucho orgullo dentro, también incredulidad y muy contenta de que haya margen de mejora. Al acabar ya tenía mil planes, treinta cosas nuevas ya escritas para mejorar y superarnos el año que viene. Esto ha sido mucha gasolina para tirar fuerte. Y también muchas ganas de disfrutar.—No se podía con Rusia y China y esta generación no lo sabía, ¿no?—Sí. Ha sido romper un poco el tabú. El nuevo sistema implica mucho más riesgo que cuando yo nadaba. Y con riesgo, también se puede fallar mucho más. Pero somos un grupo muy valiente, no nos da miedo arriesgar al máximo porque no tenemos la mente en la derrota sino en la victoria. Es una combinación de ese riesgo y de ver la oportunidad más que ver el miedo. Les ha servido para pensar que podemos quedar primeras y también últimas, claro, pero que la plaza de las primeras está ahí, para todas.—En marzo dijo a este periódico: ‘hay que ir a por China, no sé si tardaré un año o veinte’… ¿Cómo ha ocurrido?—Sí, en algunas pruebas les hemos ganado ya. Es mi primer oro como entrenadora. Me da mucha confianza sobre todo por el sistema que estamos utilizando, que al principio suscitó muchas dudas. Cuando empecé como entrenadora se reían porque parecía más una ‘cheerleader’ animando. Me decían ‘se ve a las nadadoras demasiado contentas, habría que poner más mano dura’. Y me ha encantado no ceñirme a lo que había visto en mi carrera, sino ver una manera nueva. Les decía a mis nadadoras: yo os respeto, y quiero también que me enseñéis a cómo debo hacer las cosas. Pero vamos a conseguir que esto funcione sin tener que gritaros. Vamos a demostrar al mundo que se puede respetar al deportista y ser un referente en este sentido. Y les ha motivado mucho porque no me han educado en el grito; y este es el mejor camino.—¿Cómo es la línea entre motivar y aceptar que esto un deporte de elite y el que no aprieta a tope no gana?—Se confunde tener un ambiente respetuoso y divertido con el relax. Incluso ellas se confundían al principio. Esto es la élite, lo más de lo más de esfuerzo, pero no hará falta que te meta miedo o que me fije en tus fallos, sino que me voy a fijar en inspirarte para que creas que eres invencible. Es diferente. Pero, eso sí, vamos a muerte. Máximo esfuerzo en un ambiente positivo. El equipo a veces se relajaba y les paraba: este no es el camino, no es ‘me relajo’. Voy al máximo, sin que yo te tenga que insultar. Si quieres tener un quinto puesto, vale, nos relajamos y vamos a por el quinto puesto. Pero sé que quieres ser oro. —¿En España se es demasiado crítico con uno mismo y se valora poco?—Sí. En Estados Unidos, los profes de mis hijos los convencían de que lo hacían todo muy bien. ‘¿Pero dónde está el margen de mejora?’, me preguntaba. Pero no era eso. Era fijarse en lo bueno que tienen, en lo diferente. Y lo probé con mis nadadoras. La autoconfianza crecía. Hay cosas que mejorar, pero también hay que defender lo bueno. Si solo me centro en lo negativo, no creo en mí. Si me fijo en mí y veo lo bueno, voy a querer ofrecerlo a los demás. Te empodera en lugar de hacerte de menos.—Como Iris Tió, introvertida y buena persona y triunfa, ¿qué faltaba?—Yo también lo era cuando era nadadora. Eso no quita que no quieras ser una show-woman. Ella se transforma cuando es el momento de actuar. Con la confianza alta sale a creerse que es la reina del universo. Una cosa no quita la otra. En mi equipo ser buena persona es fundamental. De hecho, si veo que alguien no es así, le quito opciones de entrar en el grupo. Fomento más el colectivo que lo competitivo. No quiero que sean rivales negativas, sino que uno aprenda de los demás. Eso hace al equipo mucho más potente. Y eso se extrapola al exterior. Si quiero ganar a la rusa, respeto a mi rival porque gracias a que hemos jugado a ser mejores, me ha ayudado. Es utilizar la competición y a los rivales como herramientas de mejora. Ha sido un proceso superbonito de ver esta metamorfosis, de ver cómo han crecido también como personas. Tener la mente abierta a todos los cambios y escucharse dentro. Muchos no se habían visto nunca desde dentro.—¿Imaginaba que le darían los jueces más nota que a China en el solo?—El sistema está mucho mejor que antes, pero a veces necesitas estar un tiempo más allí, entre las grandes. En impresión, que es más subjetivo, cuesta mucho para un juez salirse de la media de la nota. Tienes que dejarle al juez muy claro que eres mejor. Si no, no va a arriesgarse a que lo echen del panel de jueces. Eso se gana con el tiempo, si se lo pones más fácil, mejor. Hablamos de que no nos vamos a poner excusas, sino que teníamos que dárselo en bandeja. Pero para eso había que trabajar más que otros. Hemos conseguido romper esa barrera bastante. Y ahora es más objetivo, hacer este movimiento bien o no. —¿Qué comentarios le han llegado de los jueces tras este Mundial?—Increíble el trabajo que habéis hecho, tan rápido y con tantas coreografías. Yo también estoy sorprendida porque nunca había hecho tantas a la vez. Nos hemos unido en el momento perfecto, y hemos trabajado duro y con ilusión. Esto no ha salido solo. Teníamos muchas ganas de encontrarnos y ha sido en el momento adecuado. Y estamos creando ejemplo para otras nadadoras y otros deportes. Ha sido un Mundial muy seguido y hace mucha ilusión.—Explique cómo es eso de que favorecen a España estas nuevas reglas.—Nos favorece porque hemos elegido la vía en la que hemos acertado. El cambio era para todos y hubo gente que se paralizó y nosotras queríamos ser las primeras, liderar este cambio y que sean otros los que nos copien. Hay una tabla de dificultad, y cuanto más alta, más riesgo. Si lo haces bien es más objetivo, pero si lo haces mal, te puedes ir al fondo de la clasificación. Es más emocionante, pero también es como un infarto en cada ejercicio. Si asumes el riesgo como una oportunidad y sin centrarte en el fallo, las cosas se ponen a tu favor. A veces te caes, pero en esa filosofía hemos acertado.—Y un deporte en el que lo que vale hoy ya no vale por la tarde.—Exacto. Es un deporte muy raro en ese sentido. Para este próximo año todo va a ser de I+D. Investigar, analizar, dónde están los ajustes, las grietas, por dónde podemos meternos en el juego de la estrategia. Sacar más altura, más técnica.—Ahora China y Rusia se van a poner las pilas. ¿Esperaba esto tan pronto?—Rusia y China van a a ir a tope. Más que las medallas, yo quería llegar fuertes a este Mundial, que la gente dijera que España había hecho un cambio radical. Para el año que viene toca hacer I+D, hacer investigación para llevar la artística más allá. Con alturas, acrobacias, movimientos nuevos. Como el primero que se atrevió a saltar de espaldas en el salto de altura, nosotras queremos hacer una acrobacia que no se haya hecho antes. Ahora es el momento de empezar a incubar una bestia que quiero que salga en todo su esplendor en los Juegos Olímpicos. Hay que empezar a crear estrategia ya para los Juegos.—¿Lo de alcanzar a China en equipo es otra dimensión o ahora que se ha podido, se ve más cerca?—Nunca se había ganado una medalla en rutina acrobática. Hemos innovado mucho en acrobacias, y hemos mejorado mucho. Ahora que han aprendido cómo hacerlo, hay que ir a por ello mucho más. Es la rutina olímpica, así que habrá que trabajar mucho en la dificultad, en la ejecución, en todo. —¿Cuando observa desde la esquina, ve más los fallos o los aciertos?—Me fijo mucho en la manera de competir. A veces no es en la coreografía en sí, sino en el carácter. Quería descubrir cómo eran en competición. En los momentos que peor ha salido, el equipo tenía un patrón, que ya no me gustaba de antes, pero no quería pararlo en ese momento, sino estudiarlo. Observaba su actitud y el cómo se enfrentaban a la presión. Ahora es un equipo todavía mejor, y yo también como entrenadora. Antes de la final de equipo libre llevaban eufóricos muchas horas. Creo que necesitaban estar más calmados, pero quería ver cómo competían. Tuvimos fallos que no nos bajaron del podio, pero sí les afectó. Ellos mismos lo vieron. Después, hubo alegría, pero para la siguiente competición los vi más calmados. Vi que competían mejor cuando están más centrados. Me ha gustado descubrirlo.—Un aprendizaje exprés para todos.—Ganábamos el oro por la mañana y por la tarde tocaba otra cosa. Había que verlos en ese ambiente, sí.—¿Hay que ser más atleta ahora?—Sí, muchísimo, no tiene nada que ver con hace algunos años. Es mucho más físico, las acrobacias son más difíciles; requiere más apneas y fuerza para sacar una persona tres metros fuera del agua sin tocar el fondo. Hay mucha más coordinación. Hacemos crossfit con unos chicos de Vilassar y las acrobacias las creamos y las entrenamos fuera del agua con Víctor Cano (exgimnasta). Hemos ido cogiendo conocimientos de otras disciplinas que ahora son esenciales en la artística. También trabajamos con un biomecánico que nos ayuda a descubrir cómo es mejor poner un brazo, cómo usar el agua a nuestro favor, qué palanca utilizar para hacer más fácil o más alto el salto. —Se puede ensayar mil veces un ejercicio, pero ¿cómo sacar la emoción?—Ese es mi papel, soy muy creativa, tuve la suerte de estudiar en una escuela que potenciaba lo que te hace auténtico. Es lo que intento trasladar, fomentar la autenticidad de las nadadoras. Porque lo que te hace único y auténtico sale fácil después en el agua, en la expresividad. Si quieres ser solo igual que los demás, tu creatividad se apaga. Yo quiero que sean creativos. Y para eso hay que escucharlos y darles la dignidad de que sean ellos mismos. Subrayar lo que saben hacer y no enfrentarnos o imponerles lo que no saben o no les sale. Y eso también con la canción y la coreografía. Hacer que la hagan suya, porque si te crees más la historia, si crees más en el mensaje, el cansancio no es tan grave. Y les sale todo más fácil. RSS de noticias de deportes
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