Las sensaciones que ha dejado el acuerdo comercial entre EE.UU. y Europa han sido entre malas y muy malas. Y es verdad que Trump se ha anotado todos los triunfos. Desde los tiempos hasta la escenografía, todo ha ayudado a que el presidente americano haya impuesto su forma de entender las cosas. Un matón de patio de colegio que se salta todas las reglas y nos hace comulgar al resto con ruedas de molino sin ni siquiera respetar las más elementales normas de cortesía institucional. Una aberración en el fondo y en la forma.Sin embargo, la UE tampoco tenía muchas alternativas . Había que tratar de cerrar este capítulo aciago en el menor tiempo posible tratando de salvar en parte los muebles en la certeza de que las posibilidades de un acuerdo mejor eran mínimas por dos razones fundamentalmente. Primero porque, en su absoluta ignorancia, Trump considera la política arancelaria como algo prioritario. Está firmemente convencido de que EE.UU. ha sido el gran perdedor de la globalización de la economía que ha tenido lugar estos últimos cuarenta años. Esta falacia es la piedra angular de su política económica. Y en segundo lugar, porque las cartas con las que contaban los europeos para negociar eran muy flojas. A diferencia por ejemplo de China no vendemos a Estados Unidos nada con lo que pudiéramos haber forzado la negociación. En cualquier caso y más allá de la victoria del relato que claramente se ha anotado Trump, el impacto económico para la economía europea de los acuerdos alcanzados es mínimo. El claro perdedor es el consumidor americano . Las exportaciones europeas a Estados Unidos no tienen gran competencia. El arancel se va a trasladar directamente al consumidor final que es quien va a terminar soportando como si se tratara de un impuesto al consumo de bienes extranjeros. Un 15% de subida del precio del aceite o de los bolsos de marca no va a traducirse en una caída de ventas y mucho menos en un impulso a la industria aceitera norteamericana o de las marcas de lujo. Los pocos olivos que tienen son básicamente ornamentales y el americano que se compra unos zapatos italianos o un bolso francés no va a cambiarlo por uno manufacturado en Carolina del Sur por mucha diferencia de precio que pueda haber. Quizá nos hubiera gustado que Europa hubiera demostrado mayor contundencia. Y bueno es que nos haya tocado el orgullo «nacional» —al fin y al cabo, los europeos no somos ese atajo de cínicos indolentes que estamos de vuelta de todo—. Pero probablemente resulte más sabio agachar las orejas cuando uno se enfrenta a un orangután que no entra en razón y dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio.Powell aguanta el tipoOtra de las piñatas favoritas del orangután es el presidente de la Reserva Federal . Con sus modales de portero de discoteca, el presidente americano lleva meses zarandeando a Powell, el máximo responsable de la política monetaria americana. Le ha tachado en reiteradas ocasiones de estúpido y le considera el peor presidente del Fed de la historia por no atender a sus llamamientos de bajada del precio del dinero. Se trata de algo, como todo lo que tiene que ver con Trump, que dentro de unos años nos tendrán que prometer que sucedió. El presidente americano amenazando abiertamente al presidente del Reserva Federal cuya independencia está garantizada por la constitución americana. Lo único bueno de esta historia es la entereza que está demostrando Jerome Powell . Hasta el momento ha aguantado las embestidas del zopenco de su presidente con entereza. Ha dado la callada por respuesta y ha seguido ateniéndose a su mandato constitucional. Se trata de algo tremendamente meritorio cuando a su alrededor se resquebrajan los famosos «checks and balances» americanos. Y esperemos que, por el bien de todos, así siga. No por las consecuencias que pudiera tener en la economía que bajen o no los tipos, sino por lo que pudiera ocurrir si en el mercado cundiera la sensación de que la autoridad monetaria americana ha sucumbido a las presiones del mandril rubio. De momento, y aunque las arbitrariedades de Trump hayan socavado algo la confianza en los activos americanos, no se ha rendido el último bastión que en este caso es la independencia de la Reserva Federal. Como nos demuestra la historia, la política monetaria no puede ser el atajo de los malos gobernantes. Son muchos los ejemplos y algunos muy actuales. Pero todavía es más grave en el caso de la primera economía del mundo cuya divisa es la reserva de valor del mundo. Las presiones de Trump además de sus formas de gánster revelan la estulticia del presidente americano. Si lo que realmente quiere es que los tipos de interés bajen, lo mejor que puede hacer es quedarse calladito. Como es poco probable que lo haga, estamos condenados a ver como la independencia de la Reserva Federal continúa amenazada haga lo que haga. Esperemos que Powell y el resto de miembros de la Reserva Federal continúen como hasta ahora manejando la situación con inteligencia.Mercados en agostoEl comportamiento de la bolsa en agosto arrastra algo de leyenda negra. Cunde la sensación de que el mes de vacaciones es un periodo abonado para las calamidades. Y es verdad que durante este mes en el pasado se han producido algunos episodios de pánico en el estadio, pero no más que en otras épocas del año. Sin embargo, agosto por lo que sea arrastra peor prensa. Tal vez sea porque en esta época del año hay menos noticias de la cosa política porque prácticamente todos los protagonistas están a remojo y lo que pueda pasar en los mercados acapara más atención. O puede que los movimientos en este periodo en concreto en el que los volúmenes son más bajos sean más bruscos. Pero con independencia de que algún capítulo tenebroso de las bolsas haya ocurrido en verano, no hay realmente datos que sostengan que agosto sea un mal mes para las bolsas. Se trata de otra de esas leyendas que nos acompaña y que se ha instalado en el imaginario popular. De hecho, lo que sí sucede durante este mes de vacaciones por antonomasia es que la bolsa hace más bien poco . Lo que hace la primera quincena lo deshace en la segunda. En agosto prácticamente no sucede gran cosa. Los resultados empresariales de la primera parte del año ya se conocen -prácticamente todas las empresas cotizadas han publicado en las últimas semanas de julio- y las revisiones de por donde va la macro también se han hecho. Es un periodo más de espera y ver. Se trata de un buen momento de coger algo de distancia, sacar la cabeza de la centrifugadora del día a día y tratar de entender por dónde van las cosas. Y con independencia de que, como pasó el viernes, las bolsas puedan corregir algo porque los aranceles de Trump han sido —de momento, con Trump todo resulta imprevisible— peor de lo esperado, las pautas de comportamiento de los distintos activos estos seis primeros meses dejan algunas lecciones claras. La depreciación del dólar, el mejor comportamiento de las bolsas europeas -y en concreto de la española- y la indefinición de la renta fija, probablemente son los principales aprendizajes de estos primeros meses del año. Nada hace pensar que con independencia de lo que pueda romper el presidente americano que estas tendencias vayan a cambiar en la parte final del año. Todo lo contrario, hay determinadas circunstancias que podrían acelerar las tendencias que el mercado parece estar ya anticipando. La economía americana podría ser la más perjudicada de las idas y venidas de su presidente lo que desde luego continuaría apoyando un dólar débil. Las economías europeas podrían empezar a levantar cabeza de la mano de las políticas fiscales alemanas. Y en España a los vientos de cola de la economía se le podría sumar un cambio de gobierno que diera un impulso adicional a la economía de la mano de políticas fiscales sensatas y de la reducción de la inseguridad jurídica. Así las cosas, probablemente agosto sea un muy buen momento para no dejarse llevar tanto por los titulares que nos cuentan lo que pasó ayer y abundar en las razones que nos han traído hasta donde estamos y si son o no sostenibles en el tiempo. Creo que este es un tema que probablemente sea menos apasionante pero que les va a permitir tomar decisiones más sensatas que las que puedan tomar como consecuencia del levante y titulares altisonantes. Las sensaciones que ha dejado el acuerdo comercial entre EE.UU. y Europa han sido entre malas y muy malas. Y es verdad que Trump se ha anotado todos los triunfos. Desde los tiempos hasta la escenografía, todo ha ayudado a que el presidente americano haya impuesto su forma de entender las cosas. Un matón de patio de colegio que se salta todas las reglas y nos hace comulgar al resto con ruedas de molino sin ni siquiera respetar las más elementales normas de cortesía institucional. Una aberración en el fondo y en la forma.Sin embargo, la UE tampoco tenía muchas alternativas . Había que tratar de cerrar este capítulo aciago en el menor tiempo posible tratando de salvar en parte los muebles en la certeza de que las posibilidades de un acuerdo mejor eran mínimas por dos razones fundamentalmente. Primero porque, en su absoluta ignorancia, Trump considera la política arancelaria como algo prioritario. Está firmemente convencido de que EE.UU. ha sido el gran perdedor de la globalización de la economía que ha tenido lugar estos últimos cuarenta años. Esta falacia es la piedra angular de su política económica. Y en segundo lugar, porque las cartas con las que contaban los europeos para negociar eran muy flojas. A diferencia por ejemplo de China no vendemos a Estados Unidos nada con lo que pudiéramos haber forzado la negociación. En cualquier caso y más allá de la victoria del relato que claramente se ha anotado Trump, el impacto económico para la economía europea de los acuerdos alcanzados es mínimo. El claro perdedor es el consumidor americano . Las exportaciones europeas a Estados Unidos no tienen gran competencia. El arancel se va a trasladar directamente al consumidor final que es quien va a terminar soportando como si se tratara de un impuesto al consumo de bienes extranjeros. Un 15% de subida del precio del aceite o de los bolsos de marca no va a traducirse en una caída de ventas y mucho menos en un impulso a la industria aceitera norteamericana o de las marcas de lujo. Los pocos olivos que tienen son básicamente ornamentales y el americano que se compra unos zapatos italianos o un bolso francés no va a cambiarlo por uno manufacturado en Carolina del Sur por mucha diferencia de precio que pueda haber. Quizá nos hubiera gustado que Europa hubiera demostrado mayor contundencia. Y bueno es que nos haya tocado el orgullo «nacional» —al fin y al cabo, los europeos no somos ese atajo de cínicos indolentes que estamos de vuelta de todo—. Pero probablemente resulte más sabio agachar las orejas cuando uno se enfrenta a un orangután que no entra en razón y dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio.Powell aguanta el tipoOtra de las piñatas favoritas del orangután es el presidente de la Reserva Federal . Con sus modales de portero de discoteca, el presidente americano lleva meses zarandeando a Powell, el máximo responsable de la política monetaria americana. Le ha tachado en reiteradas ocasiones de estúpido y le considera el peor presidente del Fed de la historia por no atender a sus llamamientos de bajada del precio del dinero. Se trata de algo, como todo lo que tiene que ver con Trump, que dentro de unos años nos tendrán que prometer que sucedió. El presidente americano amenazando abiertamente al presidente del Reserva Federal cuya independencia está garantizada por la constitución americana. Lo único bueno de esta historia es la entereza que está demostrando Jerome Powell . Hasta el momento ha aguantado las embestidas del zopenco de su presidente con entereza. Ha dado la callada por respuesta y ha seguido ateniéndose a su mandato constitucional. Se trata de algo tremendamente meritorio cuando a su alrededor se resquebrajan los famosos «checks and balances» americanos. Y esperemos que, por el bien de todos, así siga. No por las consecuencias que pudiera tener en la economía que bajen o no los tipos, sino por lo que pudiera ocurrir si en el mercado cundiera la sensación de que la autoridad monetaria americana ha sucumbido a las presiones del mandril rubio. De momento, y aunque las arbitrariedades de Trump hayan socavado algo la confianza en los activos americanos, no se ha rendido el último bastión que en este caso es la independencia de la Reserva Federal. Como nos demuestra la historia, la política monetaria no puede ser el atajo de los malos gobernantes. Son muchos los ejemplos y algunos muy actuales. Pero todavía es más grave en el caso de la primera economía del mundo cuya divisa es la reserva de valor del mundo. Las presiones de Trump además de sus formas de gánster revelan la estulticia del presidente americano. Si lo que realmente quiere es que los tipos de interés bajen, lo mejor que puede hacer es quedarse calladito. Como es poco probable que lo haga, estamos condenados a ver como la independencia de la Reserva Federal continúa amenazada haga lo que haga. Esperemos que Powell y el resto de miembros de la Reserva Federal continúen como hasta ahora manejando la situación con inteligencia.Mercados en agostoEl comportamiento de la bolsa en agosto arrastra algo de leyenda negra. Cunde la sensación de que el mes de vacaciones es un periodo abonado para las calamidades. Y es verdad que durante este mes en el pasado se han producido algunos episodios de pánico en el estadio, pero no más que en otras épocas del año. Sin embargo, agosto por lo que sea arrastra peor prensa. Tal vez sea porque en esta época del año hay menos noticias de la cosa política porque prácticamente todos los protagonistas están a remojo y lo que pueda pasar en los mercados acapara más atención. O puede que los movimientos en este periodo en concreto en el que los volúmenes son más bajos sean más bruscos. Pero con independencia de que algún capítulo tenebroso de las bolsas haya ocurrido en verano, no hay realmente datos que sostengan que agosto sea un mal mes para las bolsas. Se trata de otra de esas leyendas que nos acompaña y que se ha instalado en el imaginario popular. De hecho, lo que sí sucede durante este mes de vacaciones por antonomasia es que la bolsa hace más bien poco . Lo que hace la primera quincena lo deshace en la segunda. En agosto prácticamente no sucede gran cosa. Los resultados empresariales de la primera parte del año ya se conocen -prácticamente todas las empresas cotizadas han publicado en las últimas semanas de julio- y las revisiones de por donde va la macro también se han hecho. Es un periodo más de espera y ver. Se trata de un buen momento de coger algo de distancia, sacar la cabeza de la centrifugadora del día a día y tratar de entender por dónde van las cosas. Y con independencia de que, como pasó el viernes, las bolsas puedan corregir algo porque los aranceles de Trump han sido —de momento, con Trump todo resulta imprevisible— peor de lo esperado, las pautas de comportamiento de los distintos activos estos seis primeros meses dejan algunas lecciones claras. La depreciación del dólar, el mejor comportamiento de las bolsas europeas -y en concreto de la española- y la indefinición de la renta fija, probablemente son los principales aprendizajes de estos primeros meses del año. Nada hace pensar que con independencia de lo que pueda romper el presidente americano que estas tendencias vayan a cambiar en la parte final del año. Todo lo contrario, hay determinadas circunstancias que podrían acelerar las tendencias que el mercado parece estar ya anticipando. La economía americana podría ser la más perjudicada de las idas y venidas de su presidente lo que desde luego continuaría apoyando un dólar débil. Las economías europeas podrían empezar a levantar cabeza de la mano de las políticas fiscales alemanas. Y en España a los vientos de cola de la economía se le podría sumar un cambio de gobierno que diera un impulso adicional a la economía de la mano de políticas fiscales sensatas y de la reducción de la inseguridad jurídica. Así las cosas, probablemente agosto sea un muy buen momento para no dejarse llevar tanto por los titulares que nos cuentan lo que pasó ayer y abundar en las razones que nos han traído hasta donde estamos y si son o no sostenibles en el tiempo. Creo que este es un tema que probablemente sea menos apasionante pero que les va a permitir tomar decisiones más sensatas que las que puedan tomar como consecuencia del levante y titulares altisonantes. Las sensaciones que ha dejado el acuerdo comercial entre EE.UU. y Europa han sido entre malas y muy malas. Y es verdad que Trump se ha anotado todos los triunfos. Desde los tiempos hasta la escenografía, todo ha ayudado a que el presidente americano haya impuesto su forma de entender las cosas. Un matón de patio de colegio que se salta todas las reglas y nos hace comulgar al resto con ruedas de molino sin ni siquiera respetar las más elementales normas de cortesía institucional. Una aberración en el fondo y en la forma.Sin embargo, la UE tampoco tenía muchas alternativas . Había que tratar de cerrar este capítulo aciago en el menor tiempo posible tratando de salvar en parte los muebles en la certeza de que las posibilidades de un acuerdo mejor eran mínimas por dos razones fundamentalmente. Primero porque, en su absoluta ignorancia, Trump considera la política arancelaria como algo prioritario. Está firmemente convencido de que EE.UU. ha sido el gran perdedor de la globalización de la economía que ha tenido lugar estos últimos cuarenta años. Esta falacia es la piedra angular de su política económica. Y en segundo lugar, porque las cartas con las que contaban los europeos para negociar eran muy flojas. A diferencia por ejemplo de China no vendemos a Estados Unidos nada con lo que pudiéramos haber forzado la negociación. En cualquier caso y más allá de la victoria del relato que claramente se ha anotado Trump, el impacto económico para la economía europea de los acuerdos alcanzados es mínimo. El claro perdedor es el consumidor americano . Las exportaciones europeas a Estados Unidos no tienen gran competencia. El arancel se va a trasladar directamente al consumidor final que es quien va a terminar soportando como si se tratara de un impuesto al consumo de bienes extranjeros. Un 15% de subida del precio del aceite o de los bolsos de marca no va a traducirse en una caída de ventas y mucho menos en un impulso a la industria aceitera norteamericana o de las marcas de lujo. Los pocos olivos que tienen son básicamente ornamentales y el americano que se compra unos zapatos italianos o un bolso francés no va a cambiarlo por uno manufacturado en Carolina del Sur por mucha diferencia de precio que pueda haber. Quizá nos hubiera gustado que Europa hubiera demostrado mayor contundencia. Y bueno es que nos haya tocado el orgullo «nacional» —al fin y al cabo, los europeos no somos ese atajo de cínicos indolentes que estamos de vuelta de todo—. Pero probablemente resulte más sabio agachar las orejas cuando uno se enfrenta a un orangután que no entra en razón y dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio.Powell aguanta el tipoOtra de las piñatas favoritas del orangután es el presidente de la Reserva Federal . Con sus modales de portero de discoteca, el presidente americano lleva meses zarandeando a Powell, el máximo responsable de la política monetaria americana. Le ha tachado en reiteradas ocasiones de estúpido y le considera el peor presidente del Fed de la historia por no atender a sus llamamientos de bajada del precio del dinero. Se trata de algo, como todo lo que tiene que ver con Trump, que dentro de unos años nos tendrán que prometer que sucedió. El presidente americano amenazando abiertamente al presidente del Reserva Federal cuya independencia está garantizada por la constitución americana. Lo único bueno de esta historia es la entereza que está demostrando Jerome Powell . Hasta el momento ha aguantado las embestidas del zopenco de su presidente con entereza. Ha dado la callada por respuesta y ha seguido ateniéndose a su mandato constitucional. Se trata de algo tremendamente meritorio cuando a su alrededor se resquebrajan los famosos «checks and balances» americanos. Y esperemos que, por el bien de todos, así siga. No por las consecuencias que pudiera tener en la economía que bajen o no los tipos, sino por lo que pudiera ocurrir si en el mercado cundiera la sensación de que la autoridad monetaria americana ha sucumbido a las presiones del mandril rubio. De momento, y aunque las arbitrariedades de Trump hayan socavado algo la confianza en los activos americanos, no se ha rendido el último bastión que en este caso es la independencia de la Reserva Federal. Como nos demuestra la historia, la política monetaria no puede ser el atajo de los malos gobernantes. Son muchos los ejemplos y algunos muy actuales. Pero todavía es más grave en el caso de la primera economía del mundo cuya divisa es la reserva de valor del mundo. Las presiones de Trump además de sus formas de gánster revelan la estulticia del presidente americano. Si lo que realmente quiere es que los tipos de interés bajen, lo mejor que puede hacer es quedarse calladito. Como es poco probable que lo haga, estamos condenados a ver como la independencia de la Reserva Federal continúa amenazada haga lo que haga. Esperemos que Powell y el resto de miembros de la Reserva Federal continúen como hasta ahora manejando la situación con inteligencia.Mercados en agostoEl comportamiento de la bolsa en agosto arrastra algo de leyenda negra. Cunde la sensación de que el mes de vacaciones es un periodo abonado para las calamidades. Y es verdad que durante este mes en el pasado se han producido algunos episodios de pánico en el estadio, pero no más que en otras épocas del año. Sin embargo, agosto por lo que sea arrastra peor prensa. Tal vez sea porque en esta época del año hay menos noticias de la cosa política porque prácticamente todos los protagonistas están a remojo y lo que pueda pasar en los mercados acapara más atención. O puede que los movimientos en este periodo en concreto en el que los volúmenes son más bajos sean más bruscos. Pero con independencia de que algún capítulo tenebroso de las bolsas haya ocurrido en verano, no hay realmente datos que sostengan que agosto sea un mal mes para las bolsas. Se trata de otra de esas leyendas que nos acompaña y que se ha instalado en el imaginario popular. De hecho, lo que sí sucede durante este mes de vacaciones por antonomasia es que la bolsa hace más bien poco . Lo que hace la primera quincena lo deshace en la segunda. En agosto prácticamente no sucede gran cosa. Los resultados empresariales de la primera parte del año ya se conocen -prácticamente todas las empresas cotizadas han publicado en las últimas semanas de julio- y las revisiones de por donde va la macro también se han hecho. Es un periodo más de espera y ver. Se trata de un buen momento de coger algo de distancia, sacar la cabeza de la centrifugadora del día a día y tratar de entender por dónde van las cosas. Y con independencia de que, como pasó el viernes, las bolsas puedan corregir algo porque los aranceles de Trump han sido —de momento, con Trump todo resulta imprevisible— peor de lo esperado, las pautas de comportamiento de los distintos activos estos seis primeros meses dejan algunas lecciones claras. La depreciación del dólar, el mejor comportamiento de las bolsas europeas -y en concreto de la española- y la indefinición de la renta fija, probablemente son los principales aprendizajes de estos primeros meses del año. Nada hace pensar que con independencia de lo que pueda romper el presidente americano que estas tendencias vayan a cambiar en la parte final del año. Todo lo contrario, hay determinadas circunstancias que podrían acelerar las tendencias que el mercado parece estar ya anticipando. La economía americana podría ser la más perjudicada de las idas y venidas de su presidente lo que desde luego continuaría apoyando un dólar débil. Las economías europeas podrían empezar a levantar cabeza de la mano de las políticas fiscales alemanas. Y en España a los vientos de cola de la economía se le podría sumar un cambio de gobierno que diera un impulso adicional a la economía de la mano de políticas fiscales sensatas y de la reducción de la inseguridad jurídica. Así las cosas, probablemente agosto sea un muy buen momento para no dejarse llevar tanto por los titulares que nos cuentan lo que pasó ayer y abundar en las razones que nos han traído hasta donde estamos y si son o no sostenibles en el tiempo. Creo que este es un tema que probablemente sea menos apasionante pero que les va a permitir tomar decisiones más sensatas que las que puedan tomar como consecuencia del levante y titulares altisonantes. RSS de noticias de economia
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