Es el rostro de las tardes. Desde las cinco hasta las ocho, en Antena 3, Sonsoles Ónega pilota el programa en directo por el que pasa la vida en sus formas más variadas: desde la tertulia pura y dura hasta la noticia de última hora. Si pasa en directo, ella lo cuenta. Periodista, presentadora y escritora. Ganadora del premio Fernando Lara en 2017 y del premio Planeta en 2023 por su novela ‘Las hijas de la criada’, Sonsoles Ónega habla claro. Al pan, pan. Y al vino, vino. A la periodista y autora le da igual lo que digan la crítica y los críticos de sus novelas o sus competidores acerca de su programa. Reparte su tiempo entre el directo, los libros, sus hijos y una curiosidad incontenible, por eso va de un lado a otro, leyendo, escribiendo, preparando el programa. Ella es un gerundio apoteósico. Sonsoles Ónega siempre está haciendo algo. No para quieta. Sobre el verano, la televisión, el periodismo y la literatura —pero también sobre la familia y el tiempo libre— conversa sin tapujos ni rodeos.— Este es el tercer verano de ‘Y ahora Sonsoles’. ¿Cómo llega al fin de curso?—Cansados y muy satisfechos. Esta ha sido la primera temporada con una duración más larga, también la primera con una competencia muy distinta en el resto de cadenas, concretamente en Telecinco y Televisión Española, y no solo muy distintas, sino muy cambiantes, lo cual nos ha obligado a volver a surfear, a sacar la tabla otra vez y a ir ajustando los contenidos a los vaivenes del resto de cadenas.— ¿Puede llegar a no importarle la actualidad informativa en verano? —Me importa, porque me gusta. Pienso, sin embargo, que este verano no nos va a permitir desconectar. Leeremos la prensa y estaremos conectados. No está el horno para apagarlo, ¿no?— A mayor duración del programa, más trabajo. ¿Cómo es un día suyo?—Entro ahora un poco antes, porque hacemos avances de contenidos en otros formatos de la cadena. También estamos haciendo entrevistas más largas a personajes que tienen algo que contar. Aprendo mucho de cualquiera que se siente en ese sofá nuestro blanco de polipiel. — ¿Le preocupa la competencia?—Para hablar de ese tema siempre uso el mismo ejemplo: si tengo una panadería y me abren otra al lado, pues vamos a ver qué bollos hacemos cada uno. El día en que nos dé igual, pues habría que tirar del enchufe y largarse a casa. — ¿Y cuando la competencia es RTVE?—Cada cadena tiene sus objetivos y cada una hará lo posible por cumplirlos. En el caso de RTVE, comenzó con un programa de entretenimiento, que podía tener en un momento ingredientes similares a los nuestros, pero que no ha contado con las bondades de la audiencia y por eso han decidido quitarlo. Son decisiones de cadena. A nosotros, sin embargo, nos ha mantenido alertas toda la temporada. Siempre he defendido que debe haber espacio para todos, con lo cual que haya terminado ese formato es una mala noticia para la televisión.— ¿Es posible evadir la política al momento de hacer televisión en directo? —Naturalmente que se puede. Hay espacio para todo. Se puede hablar de la vida, que tiene sus miserias, alegrías, historias de amor y desamor, y también sus estafas. Hay una frase de Ángel Antonio Herrera, y que se podría decir de este programa: se trata de que aprendamos algo, me da igual el qué. Por desgracia, la política invade demasiado nuestras vidas, pero se pueden hacer contenidos prescindiendo de ella. Otra cosa es que haya que interrumpir la línea del programa para contar algo político. El espectador de nuestra franja sabe, creo, o ya ha entendido, que si pasa algo importante, con trascendencia, con relevancia y con afectación en la ciudadanía, se lo vamos a contar. La periodista y presentadora Sonsoles Ónega IGNACIO GIL— ¿Cómo se enfrenta una DANA o un apagón desde un espacio televisivo como el suyo?—Pues encontrando el sentido a lo que hacemos, que ha sido, precisamente, poder informar de la DANA antes de que fuera informado el propio presidente Mazón o poder informar con dificultades en el apagón. Eso justifica un programa en directo. El erigirte, y que no se me malinterprete la palabra, en útil para el ciudadano. Para eso es para lo que estamos.— ¿Sigue teniendo tan buena salud la tele tal y como usted la plantea?—Ese concepto de televisión sigue siendo el hábitat del periodista y sigue estando habitada por periodistas. Y en tanto que siga estando habitada por periodistas, yo le confiero la credibilidad, el rigor y la profesionalidad que no siempre tienen las redes sociales. El producto de la televisión es mucho más elaborado. Llámame antigua, pero reivindicaré siempre el periodismo más clásico, el de agenda de papel, y más en los tiempos que corren. No me cabe duda, quienes hacemos televisión seguimos ahí con vigor y fortaleza.— El verano es el tiempo de la calma, hasta cierto punto.—Sí, cuando no estás con los hijos, quieres decir (Risas). Estoy volcada con mis hijos y mi trabajo de una forma brutal. En las horas de educar, que son de 5 a 8, yo estoy trabajando. No puedo coger una llamada. Justo en ese momento en que los niños salen del colegio y tienen la opción de convertirse en delincuentes, justo ese, es el momento de educar, estoy en directo. Yo acabo a las 8, pero llego a las 9 menos 20. A esa hora ya estamos cansados, ellos y yo. — ¿Es usted una atleta de la conciliación?—Eso sería concederme un elogio inmerecido, porque la atleta hace cosas. Yo soy fracasada de la conciliación. Sí, no pasa nada por decirlo. Por eso escribí ‘Nosotras que lo quisimos todo’. Es mucho mejor reconocerlo, asumirlo con naturalidad y hacer partícipes a tus hijos, incluso de eso, para que ellos entiendan y lo tenga muy claro. En las horas en las que vosotros, coma, predelincuentes, coma, estáis a un paso de la comisaría, vuestra madre no está. — No me atrevo a preguntar dónde ni en qué tiempo escribe.—Es complicado y muchas veces me planteo si tendría que elegir. Pero pienso: ¿y qué dejo y por qué lo voy a dejar? Compaginar el periodismo y la escritura tiene un coste personal evidente, pero todavía me siguen haciendo feliz ambas cosas. Escribir, por supuesto, si no escribo me muero. Y la tele, también. Me hace feliz, muchísimo. Cuando entro en ese plató, que aparte hay una energía brutal, pienso ¿y por qué voy a renunciar a esto? Ya me echarán los lectores y los espectadores. Aquí llego a las once, pero mi equipo llega a las diez. Por supuesto. De diez a diez. A pesar de eso, consigo escribir. Me llevo el borrador en el iPad y corrijo, releo. En un camerino, sí, en un camerino, lamento que no sea una celda.— ¿Qué le pasa a determinada prensa cultural española con su faceta de novelista? ¿Por qué son tan duros?—Supongo que no me corresponde a mí diagnosticar malestares ajenos. Lo que tengo claro es para quién escribo, a quiénes me debo y qué me mueve. Los juicios son tan libres como las preferencias de los lectores, pero imponer no es literario… ¡salvo en las dictaduras! Y las intelectuales son las más peligrosas.— ¿Por qué es tan difícil hablar de libros en la tele? ¿Qué pasa con la cultura en el formato televisivo?—Si hay una televisión que yo echo de menos era aquella en la que se sentaban Paco Umbral, César Vidal y Camilo José Cela. ¿Por qué no ocurre eso ahora? En lo que a mi programa se refiere, tengo a un poeta, Ángel Antonio Herrera ,y también a una escritora, a Carmen Ro. Sin embargo, hoy hay mucha prisa para esas conversaciones que vimos en la televisión hace unos años . A lo mejor es que también ya no vivimos en el tiempo de Paco Umbral, probablemente. La verdad es que no lo sé. — ¿Algo que tenga planificado para este verano? —Necesito cinco días de silencio. Con cinco me vale. Cinco, por Dios. Es el rostro de las tardes. Desde las cinco hasta las ocho, en Antena 3, Sonsoles Ónega pilota el programa en directo por el que pasa la vida en sus formas más variadas: desde la tertulia pura y dura hasta la noticia de última hora. Si pasa en directo, ella lo cuenta. Periodista, presentadora y escritora. Ganadora del premio Fernando Lara en 2017 y del premio Planeta en 2023 por su novela ‘Las hijas de la criada’, Sonsoles Ónega habla claro. Al pan, pan. Y al vino, vino. A la periodista y autora le da igual lo que digan la crítica y los críticos de sus novelas o sus competidores acerca de su programa. Reparte su tiempo entre el directo, los libros, sus hijos y una curiosidad incontenible, por eso va de un lado a otro, leyendo, escribiendo, preparando el programa. Ella es un gerundio apoteósico. Sonsoles Ónega siempre está haciendo algo. No para quieta. Sobre el verano, la televisión, el periodismo y la literatura —pero también sobre la familia y el tiempo libre— conversa sin tapujos ni rodeos.— Este es el tercer verano de ‘Y ahora Sonsoles’. ¿Cómo llega al fin de curso?—Cansados y muy satisfechos. Esta ha sido la primera temporada con una duración más larga, también la primera con una competencia muy distinta en el resto de cadenas, concretamente en Telecinco y Televisión Española, y no solo muy distintas, sino muy cambiantes, lo cual nos ha obligado a volver a surfear, a sacar la tabla otra vez y a ir ajustando los contenidos a los vaivenes del resto de cadenas.— ¿Puede llegar a no importarle la actualidad informativa en verano? —Me importa, porque me gusta. Pienso, sin embargo, que este verano no nos va a permitir desconectar. Leeremos la prensa y estaremos conectados. No está el horno para apagarlo, ¿no?— A mayor duración del programa, más trabajo. ¿Cómo es un día suyo?—Entro ahora un poco antes, porque hacemos avances de contenidos en otros formatos de la cadena. También estamos haciendo entrevistas más largas a personajes que tienen algo que contar. Aprendo mucho de cualquiera que se siente en ese sofá nuestro blanco de polipiel. — ¿Le preocupa la competencia?—Para hablar de ese tema siempre uso el mismo ejemplo: si tengo una panadería y me abren otra al lado, pues vamos a ver qué bollos hacemos cada uno. El día en que nos dé igual, pues habría que tirar del enchufe y largarse a casa. — ¿Y cuando la competencia es RTVE?—Cada cadena tiene sus objetivos y cada una hará lo posible por cumplirlos. En el caso de RTVE, comenzó con un programa de entretenimiento, que podía tener en un momento ingredientes similares a los nuestros, pero que no ha contado con las bondades de la audiencia y por eso han decidido quitarlo. Son decisiones de cadena. A nosotros, sin embargo, nos ha mantenido alertas toda la temporada. Siempre he defendido que debe haber espacio para todos, con lo cual que haya terminado ese formato es una mala noticia para la televisión.— ¿Es posible evadir la política al momento de hacer televisión en directo? —Naturalmente que se puede. Hay espacio para todo. Se puede hablar de la vida, que tiene sus miserias, alegrías, historias de amor y desamor, y también sus estafas. Hay una frase de Ángel Antonio Herrera, y que se podría decir de este programa: se trata de que aprendamos algo, me da igual el qué. Por desgracia, la política invade demasiado nuestras vidas, pero se pueden hacer contenidos prescindiendo de ella. Otra cosa es que haya que interrumpir la línea del programa para contar algo político. El espectador de nuestra franja sabe, creo, o ya ha entendido, que si pasa algo importante, con trascendencia, con relevancia y con afectación en la ciudadanía, se lo vamos a contar. La periodista y presentadora Sonsoles Ónega IGNACIO GIL— ¿Cómo se enfrenta una DANA o un apagón desde un espacio televisivo como el suyo?—Pues encontrando el sentido a lo que hacemos, que ha sido, precisamente, poder informar de la DANA antes de que fuera informado el propio presidente Mazón o poder informar con dificultades en el apagón. Eso justifica un programa en directo. El erigirte, y que no se me malinterprete la palabra, en útil para el ciudadano. Para eso es para lo que estamos.— ¿Sigue teniendo tan buena salud la tele tal y como usted la plantea?—Ese concepto de televisión sigue siendo el hábitat del periodista y sigue estando habitada por periodistas. Y en tanto que siga estando habitada por periodistas, yo le confiero la credibilidad, el rigor y la profesionalidad que no siempre tienen las redes sociales. El producto de la televisión es mucho más elaborado. Llámame antigua, pero reivindicaré siempre el periodismo más clásico, el de agenda de papel, y más en los tiempos que corren. No me cabe duda, quienes hacemos televisión seguimos ahí con vigor y fortaleza.— El verano es el tiempo de la calma, hasta cierto punto.—Sí, cuando no estás con los hijos, quieres decir (Risas). Estoy volcada con mis hijos y mi trabajo de una forma brutal. En las horas de educar, que son de 5 a 8, yo estoy trabajando. No puedo coger una llamada. Justo en ese momento en que los niños salen del colegio y tienen la opción de convertirse en delincuentes, justo ese, es el momento de educar, estoy en directo. Yo acabo a las 8, pero llego a las 9 menos 20. A esa hora ya estamos cansados, ellos y yo. — ¿Es usted una atleta de la conciliación?—Eso sería concederme un elogio inmerecido, porque la atleta hace cosas. Yo soy fracasada de la conciliación. Sí, no pasa nada por decirlo. Por eso escribí ‘Nosotras que lo quisimos todo’. Es mucho mejor reconocerlo, asumirlo con naturalidad y hacer partícipes a tus hijos, incluso de eso, para que ellos entiendan y lo tenga muy claro. En las horas en las que vosotros, coma, predelincuentes, coma, estáis a un paso de la comisaría, vuestra madre no está. — No me atrevo a preguntar dónde ni en qué tiempo escribe.—Es complicado y muchas veces me planteo si tendría que elegir. Pero pienso: ¿y qué dejo y por qué lo voy a dejar? Compaginar el periodismo y la escritura tiene un coste personal evidente, pero todavía me siguen haciendo feliz ambas cosas. Escribir, por supuesto, si no escribo me muero. Y la tele, también. Me hace feliz, muchísimo. Cuando entro en ese plató, que aparte hay una energía brutal, pienso ¿y por qué voy a renunciar a esto? Ya me echarán los lectores y los espectadores. Aquí llego a las once, pero mi equipo llega a las diez. Por supuesto. De diez a diez. A pesar de eso, consigo escribir. Me llevo el borrador en el iPad y corrijo, releo. En un camerino, sí, en un camerino, lamento que no sea una celda.— ¿Qué le pasa a determinada prensa cultural española con su faceta de novelista? ¿Por qué son tan duros?—Supongo que no me corresponde a mí diagnosticar malestares ajenos. Lo que tengo claro es para quién escribo, a quiénes me debo y qué me mueve. Los juicios son tan libres como las preferencias de los lectores, pero imponer no es literario… ¡salvo en las dictaduras! Y las intelectuales son las más peligrosas.— ¿Por qué es tan difícil hablar de libros en la tele? ¿Qué pasa con la cultura en el formato televisivo?—Si hay una televisión que yo echo de menos era aquella en la que se sentaban Paco Umbral, César Vidal y Camilo José Cela. ¿Por qué no ocurre eso ahora? En lo que a mi programa se refiere, tengo a un poeta, Ángel Antonio Herrera ,y también a una escritora, a Carmen Ro. Sin embargo, hoy hay mucha prisa para esas conversaciones que vimos en la televisión hace unos años . A lo mejor es que también ya no vivimos en el tiempo de Paco Umbral, probablemente. La verdad es que no lo sé. — ¿Algo que tenga planificado para este verano? —Necesito cinco días de silencio. Con cinco me vale. Cinco, por Dios. Es el rostro de las tardes. Desde las cinco hasta las ocho, en Antena 3, Sonsoles Ónega pilota el programa en directo por el que pasa la vida en sus formas más variadas: desde la tertulia pura y dura hasta la noticia de última hora. Si pasa en directo, ella lo cuenta. Periodista, presentadora y escritora. Ganadora del premio Fernando Lara en 2017 y del premio Planeta en 2023 por su novela ‘Las hijas de la criada’, Sonsoles Ónega habla claro. Al pan, pan. Y al vino, vino. A la periodista y autora le da igual lo que digan la crítica y los críticos de sus novelas o sus competidores acerca de su programa. Reparte su tiempo entre el directo, los libros, sus hijos y una curiosidad incontenible, por eso va de un lado a otro, leyendo, escribiendo, preparando el programa. Ella es un gerundio apoteósico. Sonsoles Ónega siempre está haciendo algo. No para quieta. Sobre el verano, la televisión, el periodismo y la literatura —pero también sobre la familia y el tiempo libre— conversa sin tapujos ni rodeos.— Este es el tercer verano de ‘Y ahora Sonsoles’. ¿Cómo llega al fin de curso?—Cansados y muy satisfechos. Esta ha sido la primera temporada con una duración más larga, también la primera con una competencia muy distinta en el resto de cadenas, concretamente en Telecinco y Televisión Española, y no solo muy distintas, sino muy cambiantes, lo cual nos ha obligado a volver a surfear, a sacar la tabla otra vez y a ir ajustando los contenidos a los vaivenes del resto de cadenas.— ¿Puede llegar a no importarle la actualidad informativa en verano? —Me importa, porque me gusta. Pienso, sin embargo, que este verano no nos va a permitir desconectar. Leeremos la prensa y estaremos conectados. No está el horno para apagarlo, ¿no?— A mayor duración del programa, más trabajo. ¿Cómo es un día suyo?—Entro ahora un poco antes, porque hacemos avances de contenidos en otros formatos de la cadena. También estamos haciendo entrevistas más largas a personajes que tienen algo que contar. Aprendo mucho de cualquiera que se siente en ese sofá nuestro blanco de polipiel. — ¿Le preocupa la competencia?—Para hablar de ese tema siempre uso el mismo ejemplo: si tengo una panadería y me abren otra al lado, pues vamos a ver qué bollos hacemos cada uno. El día en que nos dé igual, pues habría que tirar del enchufe y largarse a casa. — ¿Y cuando la competencia es RTVE?—Cada cadena tiene sus objetivos y cada una hará lo posible por cumplirlos. En el caso de RTVE, comenzó con un programa de entretenimiento, que podía tener en un momento ingredientes similares a los nuestros, pero que no ha contado con las bondades de la audiencia y por eso han decidido quitarlo. Son decisiones de cadena. A nosotros, sin embargo, nos ha mantenido alertas toda la temporada. Siempre he defendido que debe haber espacio para todos, con lo cual que haya terminado ese formato es una mala noticia para la televisión.— ¿Es posible evadir la política al momento de hacer televisión en directo? —Naturalmente que se puede. Hay espacio para todo. Se puede hablar de la vida, que tiene sus miserias, alegrías, historias de amor y desamor, y también sus estafas. Hay una frase de Ángel Antonio Herrera, y que se podría decir de este programa: se trata de que aprendamos algo, me da igual el qué. Por desgracia, la política invade demasiado nuestras vidas, pero se pueden hacer contenidos prescindiendo de ella. Otra cosa es que haya que interrumpir la línea del programa para contar algo político. El espectador de nuestra franja sabe, creo, o ya ha entendido, que si pasa algo importante, con trascendencia, con relevancia y con afectación en la ciudadanía, se lo vamos a contar. La periodista y presentadora Sonsoles Ónega IGNACIO GIL— ¿Cómo se enfrenta una DANA o un apagón desde un espacio televisivo como el suyo?—Pues encontrando el sentido a lo que hacemos, que ha sido, precisamente, poder informar de la DANA antes de que fuera informado el propio presidente Mazón o poder informar con dificultades en el apagón. Eso justifica un programa en directo. El erigirte, y que no se me malinterprete la palabra, en útil para el ciudadano. Para eso es para lo que estamos.— ¿Sigue teniendo tan buena salud la tele tal y como usted la plantea?—Ese concepto de televisión sigue siendo el hábitat del periodista y sigue estando habitada por periodistas. Y en tanto que siga estando habitada por periodistas, yo le confiero la credibilidad, el rigor y la profesionalidad que no siempre tienen las redes sociales. El producto de la televisión es mucho más elaborado. Llámame antigua, pero reivindicaré siempre el periodismo más clásico, el de agenda de papel, y más en los tiempos que corren. No me cabe duda, quienes hacemos televisión seguimos ahí con vigor y fortaleza.— El verano es el tiempo de la calma, hasta cierto punto.—Sí, cuando no estás con los hijos, quieres decir (Risas). Estoy volcada con mis hijos y mi trabajo de una forma brutal. En las horas de educar, que son de 5 a 8, yo estoy trabajando. No puedo coger una llamada. Justo en ese momento en que los niños salen del colegio y tienen la opción de convertirse en delincuentes, justo ese, es el momento de educar, estoy en directo. Yo acabo a las 8, pero llego a las 9 menos 20. A esa hora ya estamos cansados, ellos y yo. — ¿Es usted una atleta de la conciliación?—Eso sería concederme un elogio inmerecido, porque la atleta hace cosas. Yo soy fracasada de la conciliación. Sí, no pasa nada por decirlo. Por eso escribí ‘Nosotras que lo quisimos todo’. Es mucho mejor reconocerlo, asumirlo con naturalidad y hacer partícipes a tus hijos, incluso de eso, para que ellos entiendan y lo tenga muy claro. En las horas en las que vosotros, coma, predelincuentes, coma, estáis a un paso de la comisaría, vuestra madre no está. — No me atrevo a preguntar dónde ni en qué tiempo escribe.—Es complicado y muchas veces me planteo si tendría que elegir. Pero pienso: ¿y qué dejo y por qué lo voy a dejar? Compaginar el periodismo y la escritura tiene un coste personal evidente, pero todavía me siguen haciendo feliz ambas cosas. Escribir, por supuesto, si no escribo me muero. Y la tele, también. Me hace feliz, muchísimo. Cuando entro en ese plató, que aparte hay una energía brutal, pienso ¿y por qué voy a renunciar a esto? Ya me echarán los lectores y los espectadores. Aquí llego a las once, pero mi equipo llega a las diez. Por supuesto. De diez a diez. A pesar de eso, consigo escribir. Me llevo el borrador en el iPad y corrijo, releo. En un camerino, sí, en un camerino, lamento que no sea una celda.— ¿Qué le pasa a determinada prensa cultural española con su faceta de novelista? ¿Por qué son tan duros?—Supongo que no me corresponde a mí diagnosticar malestares ajenos. Lo que tengo claro es para quién escribo, a quiénes me debo y qué me mueve. Los juicios son tan libres como las preferencias de los lectores, pero imponer no es literario… ¡salvo en las dictaduras! Y las intelectuales son las más peligrosas.— ¿Por qué es tan difícil hablar de libros en la tele? ¿Qué pasa con la cultura en el formato televisivo?—Si hay una televisión que yo echo de menos era aquella en la que se sentaban Paco Umbral, César Vidal y Camilo José Cela. ¿Por qué no ocurre eso ahora? En lo que a mi programa se refiere, tengo a un poeta, Ángel Antonio Herrera ,y también a una escritora, a Carmen Ro. Sin embargo, hoy hay mucha prisa para esas conversaciones que vimos en la televisión hace unos años . A lo mejor es que también ya no vivimos en el tiempo de Paco Umbral, probablemente. La verdad es que no lo sé. — ¿Algo que tenga planificado para este verano? —Necesito cinco días de silencio. Con cinco me vale. Cinco, por Dios. RSS de noticias de cultura
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