Mi imperio romano es la rave del fin del mileno de Sant Adrià. Hablo de la fiesta que duró casi una semana junto a las Tres Chimeneas en la Nochevieja del año 2000. Yo no fui porque estaba en otro sitio mucho menos interesante. Maldije esa elección fallida durante unos cuantos años, los que tuve aguantar las anécdotas de los que sí pasaron por aquel evento autoorganizado y gratuito porque todo el mundo sabe que la fiesta más épica siempre será en la que nunca estuviste. Leí en La Vanguardia en una escueta noticia en su edición de papel el 12 de enero de 2001 que en su pico de afluencia había más de 2.000 personas concentradas. Fue una free party con gente que escupía fuego y hubo hasta un dragón mecánico entre montañas de altavoces repartidas por distintas naves en esa tierra de nadie entre Barcelona y Badalona que ahora ocupan macrobazares. En el cambio de milenio, cuando no existían las redes ni los telediarios tenían la costumbre de buscar su rave simpática de fin de año, una comunidad de nómadas del techno venida de toda Europa aparcó sus camiones y se pasó una semana danzando con centenares de locales esporádicos junto a una Barcelona ajena a tremendo jaleo.
La fotógrafa Molly Macindoe retrató la mítica fiesta junto a las Tres Chimeneas. El periodista Nando Cruz dedica un capítulo al resurgir del fenómeno en su próximo libro
Mi imperio romano es la rave del fin del mileno de Sant Adrià. Hablo de la fiesta que duró casi una semana junto a las Tres Chimeneas en la Nochevieja del año 2000. Yo no fui porque estaba en otro sitio mucho menos interesante. Maldije esa elección fallida durante unos cuantos años, los que tuve aguantar las anécdotas de los que sí pasaron por aquel evento autoorganizado y gratuito porque todo el mundo sabe que la fiesta más épica siempre será en la que nunca estuviste. Leí en La Vanguardia en una escueta noticia en su edición de papel el 12 de enero de 2001 que en su pico de afluencia había más de 2.000 personas concentradas. Fue una free party con gente que escupía fuego y hubo hasta un dragón mecánico entre montañas de altavoces repartidas por distintas naves en esa tierra de nadie entre Barcelona y Badalona que ahora ocupan macrobazares. En el cambio de milenio, cuando no existían las redes ni los telediarios tenían la costumbre de buscar su rave simpática de fin de año, una comunidad de nómadas del techno venida de toda Europa aparcó sus camiones y se pasó una semana danzando con centenares de locales esporádicos junto a una Barcelona ajena a tremendo jaleo.
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