<p>»Y cuando miro el ruedo, veo la infancia del sol», escribió un poeta anónimo que acaso soñó con esta plaza, la de Pontevedra: circular, familiar, levantada en piedra, forjada en afectos y tañidos de campana. Este verano cumple <strong>125 años</strong>, y el <strong>Coso de San Roque</strong> -vecino fiel de la capilla consagrada al santo protector de pestes y epidemias- sigue siendo un faro que alumbra el arte efímero del toreo y la emoción que solo cabe en una tarde de agosto en las Rías Baixas.</p>
De Sánchez Mejías y Alberti a La Pasionaria y Cela pasando por Luis Miguel y Espartco, este coso no celebra, en estas fechas, solo su aniversario, celebra su inmortalidad emocional.
<p>»Y cuando miro el ruedo, veo la infancia del sol», escribió un poeta anónimo que acaso soñó con esta plaza, la de Pontevedra: circular, familiar, levantada en piedra, forjada en afectos y tañidos de campana. Este verano cumple <strong>125 años</strong>, y el <strong>Coso de San Roque</strong> -vecino fiel de la capilla consagrada al santo protector de pestes y epidemias- sigue siendo un faro que alumbra el arte efímero del toreo y la emoción que solo cabe en una tarde de agosto en las Rías Baixas.</p>
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