“Por favor, Pirineo, regálanos un oso”, murmura a modo de ritual desde lo alto de un cerro del Vall de Aràn (Lleida) y prismáticos en mano el ambientólogo Marià Serrat, de 33 años. Hace pocos minutos que el sol ha empezado a esconderse tras las montañas que se levantan como gigantes rocosos al otro lado del valle. Al anochecer, con la bajada de las temperaturas, se inician las horas propicias para observar la fauna salvaje que durante el día se refugia del calor en los frondosos bosques. A centenares de metros de distancia desde el primer punto de observación, los últimos rayos de sol alumbran ciervos pastando por los prados verdes de las laderas. Un rebeco posa inmóvil desde una cima mientras una pareja de buitres observa la escena desde otro pico rocoso. Pero el premio gordo, el oso pardo (Ursus arctos), parece decidido a no dejarse ver hoy. “A ver si hay suerte. Hemos venido a intentarlo. Es una lotería. En lo que llevamos de primavera y verano en esta zona se han dejado ver tres ejemplares: un macho y una hembra con su cría…”, dice. “Priorizad la observación de los pastos verdes de zonas altas, es probable que se estén moviendo por ahí… buscan brotes tiernos”, añade este rastreador de osos mientras la oscuridad empieza a tomar el valle.
El Pirineo y la convivencia con el oso
El Pirineo mira el cantábrico, pero todavía queda trabajo: apenas se está empezando a acostumbrar a convivir con el animal y queda mucha tarea pendiente de concienciación con los excursionistas, como señalizar los senderos donde puede merodear el animal, opina Serrat. En los caminos de acceso a esta zona montañosa, por ejemplo, no hay rastro de carteles que adviertan de que es zona osera, a pesar de que la especie está más asentada y cada vez es más fácil verla. Serrat también cree que falta trabajo en la convivencia con el sector ganadero, receloso con la expansión del mamífero y que ya ha organizado protestas por ataques a la ganadería. El año pasado, se registraron 17 ataques con un total de 31 animales muertos o heridos en Cataluña, mientras que en 2023 se produjeron 13 ataques, según los últimos datos de la Generalitat. El sindicato mayoritario Unió de Pagesos reclama al Govern que no autorice el aumento de población en Cataluña. El sindicato cree que las cifras de ataques son mayores a las oficiales y también denuncia que los ganaderos pierden zonas de pastura por la presencia del oso. Por su parte, la organización en defensa de la naturaleza Depana, que lleva campañas de concienciación en colaboración con la Fundación Oso Pardo, reivindica al plantígrado como una especie “paraguas”, de cuya conversación se benefician la resta de especies, y apuesta por medidas como la plantación de árboles frutales para mejorar la disponibilidad de alimento del animal.
“El oso del Pirineo tiene que dejar ser un secreto de sumario. Hay que hablar de él porque es un valor activo, afrontar los problemas que pueda acarrear y que cualquiera que pasee por estas montañas sepa que en ellas habitan un animal que, si nada cambia, seguirá aumentando su población y que en general no debería suponer un peligro para los humanos, pero sí hay sustos que se podrían evitar”, opina Serrat.
El aumento de la población en el Pirineo, ya casi un centenar, inicia un todavía incipiente ecoturismo de observación del plantígrado en Cataluña
“Por favor, Pirineo, regálanos un oso”, murmura a modo de ritual desde lo alto de un cerro del Vall de Aràn (Lleida) y prismáticos en mano el ambientólogo Marià Serrat, de 33 años. Hace pocos minutos que el sol ha empezado a esconderse tras las montañas que se levantan como gigantes rocosos al otro lado del valle. Al anochecer, con la bajada de las temperaturas, se inician las horas propicias para observar la fauna salvaje que durante el día se refugia del calor en los frondosos bosques. A centenares de metros de distancia desde el primer punto de observación, los últimos rayos de sol alumbran ciervos pastando por los prados verdes de las laderas. Un rebeco posa inmóvil desde una cima mientras una pareja de buitres observa la escena desde otro pico rocoso. Pero el premio gordo, el oso pardo (Ursus arctos), parece decidido a no dejarse ver hoy. “A ver si hay suerte. Hemos venido a intentarlo. Es una lotería. En lo que llevamos de primavera y verano en esta zona se han dejado ver tres ejemplares: un macho y una hembra con su cría…”, dice. “Priorizad la observación de los pastos verdes de zonas altas, es probable que se estén moviendo por ahí… buscan brotes tiernos”, añade este rastreador de osos mientras la oscuridad empieza a tomar el valle.
El Pirineo y la convivencia con el oso
El Pirineo mira el cantábrico, pero todavía queda trabajo: apenas se está empezando a acostumbrar a convivir con el animal y queda mucha tarea pendiente de concienciación con los excursionistas, como señalizar los senderos donde puede merodear el animal, opina Serrat. En los caminos de acceso a esta zona montañosa, por ejemplo, no hay rastro de carteles que adviertan de que es zona osera, a pesar de que la especie está más asentada y cada vez es más fácil verla. Serrat también cree que falta trabajo en la convivencia con el sector ganadero, receloso con la expansión del mamífero y que ya ha organizado protestas por ataques a la ganadería. El año pasado, se registraron 17 ataques con un total de 31 animales muertos o heridos en Cataluña, mientras que en 2023 se produjeron 13 ataques, según los últimos datos de la Generalitat. El sindicato mayoritario Unió de Pagesos reclama al Govern que no autorice el aumento de población en Cataluña. El sindicato cree que las cifras de ataques son mayores a las oficiales y también denuncia que los ganaderos pierden zonas de pastura por la presencia del oso. Por su parte, la organización en defensa de la naturaleza Depana, que lleva campañas de concienciación en colaboración con la Fundación Oso Pardo, reivindica al plantígrado como una especie “paraguas”, de cuya conversación se benefician la resta de especies, y apuesta por medidas como la plantación de árboles frutales para mejorar la disponibilidad de alimento del animal.
“El oso del Pirineo tiene que dejar ser un secreto de sumario. Hay que hablar de él porque es un valor activo, afrontar los problemas que pueda acarrear y que cualquiera que pasee por estas montañas sepa que en ellas habitan un animal que, si nada cambia, seguirá aumentando su población y que en general no debería suponer un peligro para los humanos, pero sí hay sustos que se podrían evitar”, opina Serrat.
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