Antoni Ros-Marbà se estrena este mismo sábado como compositor de ópera a sus 88 años. El Gran Teatro del Liceo programa su ‘Benjamin a Portbou’, un trabajo sobre el filósofo Walter Benjamin, que halló la muerte en esta localidad de la Costa Brava mientras huía del nazismo. Se suicidó, al parecer, cuando quedó atrapado en un bucle de burocracia mientras intentaba pasar de Francia a Portugal para ir a Estados Unidos. Ros-Marbà empezó a trabajar en el proyecto en 2010 y lo dejó terminado en 2016. Entre la pandemia y los cambios de dirección en el teatro barcelonés, el estreno se ha ido postergando hasta ahora.«Yo ya conocía el personaje, lo había leído», explica el compositor y director de orquesta. «Me impactó mucho el monumento que hay en Portbou», ese memorial incrustado en un acantilado con unas escaleras que llevan hacia la nada. «Siempre que he ido me ha impresionado el lugar». Con todo, el impulso decisivo fue de Anthony Carroll Madigan, el libretista: «Me convenció de que había una historia potente, central, que podía hablar de su tiempo y del nuestro».Del nuestro, porque según Ros-Marbà, «el racismo ha estado siempre, pero ahora se está destapando con más crudeza. Lo estamos viendo en Europa, en Estados Unidos, en todo el mundo». De las imágenes que se han podido ver de los ensayos, destaca la de una inmensa esvástica hecha con luces led de color blanco y rojo, que ocupa todo el escenario del Liceo en alguna de las escenas. Él, que además de haber escrito la partitura, la dirige, la tiene justo enfrente cuando está en el podio: «Da yuyu –admite– pero es la verdad». Y no es que hayan adaptado la escenografía a la actualidad, con las noticias que llegan, por ejemplo, de Torre Pachecho o con la quema de una mezquita en Piera. «Estaba hecha hace muchos años, no es que ahora aprovechemos el momento. El nazismo hace muchos años que existe». Noticia Relacionada estandar Si Medea vuelve a casa y sus hijos se hacen un selfie Julio Bravo El Festival de Teatro Clásico de Mérida inaugura su septuagésima edición con la obra de Luigi Cherubini sobre la hechicera griega, el personaje más icónico del certamen emeritenseEn ‘Benjamin a Portbou’ aparece el filósofo, pero también otras personalidades de su entorno: Bertolt Brecht, Hannah Arendt, e incluso un personaje alegórico sacado de un cuadro de Paul Klee, el Angelus Novus que encarna Serena Sáenz. En el elenco, nombres como Peter Tansits, Laura Vila, David Alegret, Joan Martín-Royo, Elena Copons, Marta Valero, Pau Armengol… El maestro destaca el buen ambiente que se ha vivido en los ensayos. «No hemos tenido tensiones absurdas, como los egos», puntualiza.Del reparto, le ha hecho especial gracia el esfuerzo del tenor protagonista, Peter Tansits, «que llegó habiéndose dejado un bigote como el de Benjamin, y el parecido es asombroso». La sonrisa se le ilumina aún más al hablar de la dirección de escena de Anna Ponces. Siempre es una incógnita para un compositor pensar en lo que va a encontrarse sobre las tablas, y en este caso las sorpresas han sido muy gratas: «Hay muchos aciertos inesperados». Además, «ella ha leído mucho, se ha empapado del personaje, hemos tenido muchas conversaciones. Sabe música, sabe canto, se ha informado…» y, por si fuera poco, en los ensayos han contado con «una pianista modélica, Vanessa García, y con Manel Valdivieso. ¿Qué más puedo pedir?» En seguida se responde a sí mismo, con un clásico de todo director de orquesta: «Bueno, habría estado bien tener un poco más de tiempo para los ensayos».Por fortuna, «la orquesta está en un momento excelente». No en balde la ha dirigido, durante la última década, un exalumno suyo, Josep Pons. «He intentado que mis discípulos sean buenos educadores de orquestas, que es una especie en peligro de extinción», cuenta, para añadir que «muchos jóvenes montan su programa, dan el concierto y se marchan, pero Pons, con esta orquesta, ha trabajado muy bien».Seguir pedaleandoPodría pensarse que, tan cerca de convertirse en nonagenario y logrando estrenar por fin su ópera, Ros-Marbà bajará el ritmo. Nada más lejos de sus intenciones. Está trabajando en un ‘Requiem’ con el poeta Miquel Desclot. «Le pedí que quitásemos las partes más terroríficas, como el ‘Dies irae’, y las sustituyésemos por textos de poetas que hablan de la vida y de la muerte: Espriu, Maragall, Llull, Maria-Mercè Marçal, Martí i Pol…»Ahora bien, no lo está escribiendo para sí mismo. «Las ideas a veces surgen de una necesidad que no se puede explicar: la edad, la pérdida de los padres, de amigos cercanos, de compañeros de generación». Pero, pensando un poco, precisa: «Cuando miro mi agenda, grandes amigos que eran mayores que yo ya no están. No lo escribo por mí, pero lo escribo por todos ellos».La cuestión es no parar quieto. «Es como ir en bicicleta, que si dejas de pedalear te caes. Y todos caemos, un día u otro». Así que, mientras quede alguna fuerza, «estar activo es una fuente de vida». «Hay muchas cosas que me satisfacen», asegura. Enumera un buen puñado: «Escribir, escuchar música, leer, un partido de fútbol. Y trabajar, también». Lo hace entre tres y cinco horas cada día. Se para un momento a pensar, y añade: «Y tengo amigos donde vivo, en Premià de Dalt, que no son gente de la cultura, que me aportan mucho aire fresco». Antoni Ros-Marbà se estrena este mismo sábado como compositor de ópera a sus 88 años. El Gran Teatro del Liceo programa su ‘Benjamin a Portbou’, un trabajo sobre el filósofo Walter Benjamin, que halló la muerte en esta localidad de la Costa Brava mientras huía del nazismo. Se suicidó, al parecer, cuando quedó atrapado en un bucle de burocracia mientras intentaba pasar de Francia a Portugal para ir a Estados Unidos. Ros-Marbà empezó a trabajar en el proyecto en 2010 y lo dejó terminado en 2016. Entre la pandemia y los cambios de dirección en el teatro barcelonés, el estreno se ha ido postergando hasta ahora.«Yo ya conocía el personaje, lo había leído», explica el compositor y director de orquesta. «Me impactó mucho el monumento que hay en Portbou», ese memorial incrustado en un acantilado con unas escaleras que llevan hacia la nada. «Siempre que he ido me ha impresionado el lugar». Con todo, el impulso decisivo fue de Anthony Carroll Madigan, el libretista: «Me convenció de que había una historia potente, central, que podía hablar de su tiempo y del nuestro».Del nuestro, porque según Ros-Marbà, «el racismo ha estado siempre, pero ahora se está destapando con más crudeza. Lo estamos viendo en Europa, en Estados Unidos, en todo el mundo». De las imágenes que se han podido ver de los ensayos, destaca la de una inmensa esvástica hecha con luces led de color blanco y rojo, que ocupa todo el escenario del Liceo en alguna de las escenas. Él, que además de haber escrito la partitura, la dirige, la tiene justo enfrente cuando está en el podio: «Da yuyu –admite– pero es la verdad». Y no es que hayan adaptado la escenografía a la actualidad, con las noticias que llegan, por ejemplo, de Torre Pachecho o con la quema de una mezquita en Piera. «Estaba hecha hace muchos años, no es que ahora aprovechemos el momento. El nazismo hace muchos años que existe». 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La sonrisa se le ilumina aún más al hablar de la dirección de escena de Anna Ponces. Siempre es una incógnita para un compositor pensar en lo que va a encontrarse sobre las tablas, y en este caso las sorpresas han sido muy gratas: «Hay muchos aciertos inesperados». Además, «ella ha leído mucho, se ha empapado del personaje, hemos tenido muchas conversaciones. Sabe música, sabe canto, se ha informado…» y, por si fuera poco, en los ensayos han contado con «una pianista modélica, Vanessa García, y con Manel Valdivieso. ¿Qué más puedo pedir?» En seguida se responde a sí mismo, con un clásico de todo director de orquesta: «Bueno, habría estado bien tener un poco más de tiempo para los ensayos».Por fortuna, «la orquesta está en un momento excelente». No en balde la ha dirigido, durante la última década, un exalumno suyo, Josep Pons. «He intentado que mis discípulos sean buenos educadores de orquestas, que es una especie en peligro de extinción», cuenta, para añadir que «muchos jóvenes montan su programa, dan el concierto y se marchan, pero Pons, con esta orquesta, ha trabajado muy bien».Seguir pedaleandoPodría pensarse que, tan cerca de convertirse en nonagenario y logrando estrenar por fin su ópera, Ros-Marbà bajará el ritmo. Nada más lejos de sus intenciones. Está trabajando en un ‘Requiem’ con el poeta Miquel Desclot. «Le pedí que quitásemos las partes más terroríficas, como el ‘Dies irae’, y las sustituyésemos por textos de poetas que hablan de la vida y de la muerte: Espriu, Maragall, Llull, Maria-Mercè Marçal, Martí i Pol…»Ahora bien, no lo está escribiendo para sí mismo. «Las ideas a veces surgen de una necesidad que no se puede explicar: la edad, la pérdida de los padres, de amigos cercanos, de compañeros de generación». Pero, pensando un poco, precisa: «Cuando miro mi agenda, grandes amigos que eran mayores que yo ya no están. No lo escribo por mí, pero lo escribo por todos ellos».La cuestión es no parar quieto. «Es como ir en bicicleta, que si dejas de pedalear te caes. Y todos caemos, un día u otro». Así que, mientras quede alguna fuerza, «estar activo es una fuente de vida». «Hay muchas cosas que me satisfacen», asegura. Enumera un buen puñado: «Escribir, escuchar música, leer, un partido de fútbol. Y trabajar, también». Lo hace entre tres y cinco horas cada día. Se para un momento a pensar, y añade: «Y tengo amigos donde vivo, en Premià de Dalt, que no son gente de la cultura, que me aportan mucho aire fresco». Antoni Ros-Marbà se estrena este mismo sábado como compositor de ópera a sus 88 años. El Gran Teatro del Liceo programa su ‘Benjamin a Portbou’, un trabajo sobre el filósofo Walter Benjamin, que halló la muerte en esta localidad de la Costa Brava mientras huía del nazismo. Se suicidó, al parecer, cuando quedó atrapado en un bucle de burocracia mientras intentaba pasar de Francia a Portugal para ir a Estados Unidos. Ros-Marbà empezó a trabajar en el proyecto en 2010 y lo dejó terminado en 2016. Entre la pandemia y los cambios de dirección en el teatro barcelonés, el estreno se ha ido postergando hasta ahora.«Yo ya conocía el personaje, lo había leído», explica el compositor y director de orquesta. «Me impactó mucho el monumento que hay en Portbou», ese memorial incrustado en un acantilado con unas escaleras que llevan hacia la nada. «Siempre que he ido me ha impresionado el lugar». Con todo, el impulso decisivo fue de Anthony Carroll Madigan, el libretista: «Me convenció de que había una historia potente, central, que podía hablar de su tiempo y del nuestro».Del nuestro, porque según Ros-Marbà, «el racismo ha estado siempre, pero ahora se está destapando con más crudeza. Lo estamos viendo en Europa, en Estados Unidos, en todo el mundo». De las imágenes que se han podido ver de los ensayos, destaca la de una inmensa esvástica hecha con luces led de color blanco y rojo, que ocupa todo el escenario del Liceo en alguna de las escenas. Él, que además de haber escrito la partitura, la dirige, la tiene justo enfrente cuando está en el podio: «Da yuyu –admite– pero es la verdad». Y no es que hayan adaptado la escenografía a la actualidad, con las noticias que llegan, por ejemplo, de Torre Pachecho o con la quema de una mezquita en Piera. «Estaba hecha hace muchos años, no es que ahora aprovechemos el momento. El nazismo hace muchos años que existe». Noticia Relacionada estandar Si Medea vuelve a casa y sus hijos se hacen un selfie Julio Bravo El Festival de Teatro Clásico de Mérida inaugura su septuagésima edición con la obra de Luigi Cherubini sobre la hechicera griega, el personaje más icónico del certamen emeritenseEn ‘Benjamin a Portbou’ aparece el filósofo, pero también otras personalidades de su entorno: Bertolt Brecht, Hannah Arendt, e incluso un personaje alegórico sacado de un cuadro de Paul Klee, el Angelus Novus que encarna Serena Sáenz. En el elenco, nombres como Peter Tansits, Laura Vila, David Alegret, Joan Martín-Royo, Elena Copons, Marta Valero, Pau Armengol… El maestro destaca el buen ambiente que se ha vivido en los ensayos. «No hemos tenido tensiones absurdas, como los egos», puntualiza.Del reparto, le ha hecho especial gracia el esfuerzo del tenor protagonista, Peter Tansits, «que llegó habiéndose dejado un bigote como el de Benjamin, y el parecido es asombroso». La sonrisa se le ilumina aún más al hablar de la dirección de escena de Anna Ponces. Siempre es una incógnita para un compositor pensar en lo que va a encontrarse sobre las tablas, y en este caso las sorpresas han sido muy gratas: «Hay muchos aciertos inesperados». Además, «ella ha leído mucho, se ha empapado del personaje, hemos tenido muchas conversaciones. Sabe música, sabe canto, se ha informado…» y, por si fuera poco, en los ensayos han contado con «una pianista modélica, Vanessa García, y con Manel Valdivieso. ¿Qué más puedo pedir?» En seguida se responde a sí mismo, con un clásico de todo director de orquesta: «Bueno, habría estado bien tener un poco más de tiempo para los ensayos».Por fortuna, «la orquesta está en un momento excelente». No en balde la ha dirigido, durante la última década, un exalumno suyo, Josep Pons. «He intentado que mis discípulos sean buenos educadores de orquestas, que es una especie en peligro de extinción», cuenta, para añadir que «muchos jóvenes montan su programa, dan el concierto y se marchan, pero Pons, con esta orquesta, ha trabajado muy bien».Seguir pedaleandoPodría pensarse que, tan cerca de convertirse en nonagenario y logrando estrenar por fin su ópera, Ros-Marbà bajará el ritmo. Nada más lejos de sus intenciones. Está trabajando en un ‘Requiem’ con el poeta Miquel Desclot. «Le pedí que quitásemos las partes más terroríficas, como el ‘Dies irae’, y las sustituyésemos por textos de poetas que hablan de la vida y de la muerte: Espriu, Maragall, Llull, Maria-Mercè Marçal, Martí i Pol…»Ahora bien, no lo está escribiendo para sí mismo. «Las ideas a veces surgen de una necesidad que no se puede explicar: la edad, la pérdida de los padres, de amigos cercanos, de compañeros de generación». Pero, pensando un poco, precisa: «Cuando miro mi agenda, grandes amigos que eran mayores que yo ya no están. No lo escribo por mí, pero lo escribo por todos ellos».La cuestión es no parar quieto. «Es como ir en bicicleta, que si dejas de pedalear te caes. Y todos caemos, un día u otro». Así que, mientras quede alguna fuerza, «estar activo es una fuente de vida». «Hay muchas cosas que me satisfacen», asegura. Enumera un buen puñado: «Escribir, escuchar música, leer, un partido de fútbol. Y trabajar, también». Lo hace entre tres y cinco horas cada día. Se para un momento a pensar, y añade: «Y tengo amigos donde vivo, en Premià de Dalt, que no son gente de la cultura, que me aportan mucho aire fresco». RSS de noticias de cultura
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