El despacho de Antonio Banderas (Málaga, 65 años) en el teatro del Soho no es especialmente llamativo. De un tamaño medio, sin ostentaciones. Como mucho caben tres personas sentadas. Algún recuerdo, eso sí. Más grande es una sala de reuniones anexa, desde donde se ve al resto de las trabajadoras (ese día, todo mujeres, con las que comerá al final de la mañana) gracias a las paredes de cristal que acotan las oficinas. A la derecha de Banderas, sentado tras el ordenador, la ventana da a una calle estrecha, y a través de las láminas inclinadas de la contraventana se vislumbra a los peatones. Cualquier paseante podría levantar la vista y encontrarse al malagueño. En realidad, Banderas no se esconde de su público. Nunca lo ha hecho. Menos aún en su actual vida en su ciudad natal. Vive frente al teatro romano y la Alcazaba, en el centro. “Hoy he corrido ocho kilómetros por el puerto”, apunta.
El malagueño reflexiona sobre su vida y su carrera en un aniversario que le pilla rodando en Londres, con un ojo siempre puesto en su teatro en Málaga y sin ninguna intención de jubilarse
El despacho de Antonio Banderas (Málaga, 65 años) en el teatro del Soho no es especialmente llamativo. De un tamaño medio, sin ostentaciones. Como mucho caben tres personas sentadas. Algún recuerdo, eso sí. Más grande es una sala de reuniones anexa, desde donde se ve al resto de las trabajadoras (ese día, todo mujeres, con las que comerá al final de la mañana) gracias a las paredes de cristal que acotan las oficinas. A la derecha de Banderas, sentado tras el ordenador, la ventana da a una calle estrecha, y a través de las láminas inclinadas de la contraventana se vislumbra a los peatones. Cualquier paseante podría levantar la vista y encontrarse al malagueño. En realidad, Banderas no se esconde de su público. Nunca lo ha hecho. Menos aún en su actual vida en su ciudad natal. Vive frente al teatro romano y la Alcazaba, en el centro. “Hoy he corrido ocho kilómetros por el puerto”, apunta.
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