Tercera vez en Barcelona y tercera fascinación. Sus conciertos se parecen, sus comentarios, siempre con fondo jocoso, pasean de nuevo por escena, sus canciones, casi interpretadas en el mismo orden, siguen siendo a grandes rasgos las mismas, pero cada concierto de Arooj Aftab acaba prendido en la memoria porque no es habitual presenciar una muestra de espiritualidad y hedonismo conviviendo de manera tan natural. Si al cantar nos evoca amor y olvido, de sentimientos recogidos por la literatura clásica del Medio Oriente en forma de ghazales, al hablar entre canciones nos presenta una joven que vive la vida con humor, apurando la noche como una joven cualquiera. Es esa mezcla entre la tradición y lo contemporáneo, entre un poema y un vaso de whisky, entre una sublimación y un chiste donde Arooj Aftab encuentra su terreno de fertilidad. Lo volvió a hacer en el Grec, en un Paral·lel 62 que acabó rendido a su figura.
La cantante de origen indostánico fascinó en un concierto hermosísimo
Tercera vez en Barcelona y tercera fascinación. Sus conciertos se parecen, sus comentarios, siempre con fondo jocoso, pasean de nuevo por escena, sus canciones, casi interpretadas en el mismo orden, siguen siendo a grandes rasgos las mismas, pero cada concierto de Arooj Aftab acaba prendido en la memoria porque no es habitual presenciar una muestra de espiritualidad y hedonismo conviviendo de manera tan natural. Si al cantar nos evoca amor y olvido, de sentimientos recogidos por la literatura clásica del Medio Oriente en forma de ghazales, al hablar entre canciones nos presenta una joven que vive la vida con humor, apurando la noche como una joven cualquiera. Es esa mezcla entre la tradición y lo contemporáneo, entre un poema y un vaso de whisky, entre una sublimación y un chiste donde Arooj Aftab encuentra su terreno de fertilidad. Lo volvió a hacer en el Grec, en un Paral·lel 62 que acabó rendido a su figura.
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