«Entre las 13 y las 16 horas del día 5 de agosto de 1993 y en el interior del chalet sito en la Avenida de la Victoria número 80 de Aravaca (Madrid), en concreto en el estudio ubicado en la buhardilla de la vivienda, un individuo no identificado, bien solo o actuando conjuntamente con otro u otros, provocó violentamente la muerte de Abel Martín ». Así comenzaba, con su característico lenguaje forense, el relato de hechos probados de la sentencia del Tribunal Supremo por la que se absolvía del crimen a dos hermanos, hijos de un médico portugués que había atendido al compañero de la víctima, el artista y premio Príncipe de Asturias Eusebio Sempere, en la última fase de su enfermedad.El asesinato, por su brutalidad, acaparó la atención mediática en aquel agosto caluroso en el que, entonces sí, parecía que el mundo político se tomaba un respiro. Abel Martín fue atacado con un objeto inciso punzante –se habló de un picahielos y un atizador de la chimenea– que le causaron tres heridas en la cabeza y otras tantas en el tórax, alguna de ellas mortal por afectarle el corazón. Las heridas, redondas y finas, hicieron creer en los primeros instantes que había recibido algún balazo. La víctima presentaba heridas de defensa en las manos y el asesino o asesinos colocaron una toalla en la cara del cadáver. Parece que no soportaban que su mirada inerte les persiguiera mientras robaban –ese parecía el móvil– y era un indicio de que el autor o autores del ataque no eran del todo desconocidos…Noticia Relacionada Escrito con sangre reportaje Si El otro crimen de Belate Pablo Muñoz Belate, sus túneles, están ahora en el foco por la trama corrupta de Santos Cerdán. Pero mucho antes, en 1973, la población navarra acaparó la atención de toda España por otro crimen, aunque este de sangre…Había más datos que apuntaban en esa dirección. Ni las puertas ni las ventanas estaban forzadas y habían desaparecido obras de valor, entre ellas de Julio González , y un televisor. Parecía claro que el criminal o criminales no sólo conocían a su víctima, sino que pasaban por problemas económicos. La empleada de hogar fue quien descubrió el asesinato y llamó a la Guardia Civil.Abel Martín era un reconocido serígrafo, pero sobre todo se le asociaba a su compañero Eusebio Sempere, uno de los artistas plásticos españoles más reputados del siglo XX, de quien además fue su heredero. Entre ese legado había un Mompó y un Poliakoff que también se echaron de menos, igual que varias tallas religiosas y un grabado de Picasso . Todos desaparecieron de la casa y los marcos quedaron por el suelo del chalé.La investigación recayó en Joaquín, uno de los mejores investigadores de la entonces 112 Comandancia de la Guardia Civil , con base en Tres Cantos. La primera pista que tuvo fue un comentario de los camareros del restaurante donde Abel Martín comía a diario, que le dijeron que un par de días antes de los hechos su cliente le había dicho que le iban a ir a ver unos portugueses. A ello se le unió que en la casa encontró un número de teléfono de ese país. Llamó y resultó ser el médico que había atendido a su pareja en la fase terminal de su enfermedad. El galeno le comentó que una vez estuvo en casa de los artistas con sus hijos, que ya eran mayores y que, según confesó, llevaban una vida complicada. Además, al menos uno de ellos había estado en España en las fechas del crimen. Joaquín se puso en contacto con la Policía Judiciaria y se activó una operación en la que se halló, en la vivienda de uno de los sospechosos y en un anticuario de Aveiro, un televisor muy particular igual al robado en el chalé de Madrid y algunas tallas. Para el instructor fue suficiente para pedir la extradición de los hermanos, pero no para el juez luso, que la denegó.En 1998 un galerista de París llamó al investigador para decirle que había visto el lote íntegro de Julio González en el catálogo de una sala de subastas de Bruselas. Se paró la venta y se comprobó que procedían del robo. Lo había llevado hasta allí un portugués, que dijo que se lo habían vendido dos hermanos; justo los hermanos detrás de los cuáles estaba Joaquín como sospechosos del asesinato.En 2004 –hubo que esperar a la entrada en vigor de la Euroorden– fueron detenidos en Portugal y en la frontera entre Italia y Eslovenia, y luego juzgados en España. Pero el tribunal los absolvió por falta de pruebas … «Entre las 13 y las 16 horas del día 5 de agosto de 1993 y en el interior del chalet sito en la Avenida de la Victoria número 80 de Aravaca (Madrid), en concreto en el estudio ubicado en la buhardilla de la vivienda, un individuo no identificado, bien solo o actuando conjuntamente con otro u otros, provocó violentamente la muerte de Abel Martín ». Así comenzaba, con su característico lenguaje forense, el relato de hechos probados de la sentencia del Tribunal Supremo por la que se absolvía del crimen a dos hermanos, hijos de un médico portugués que había atendido al compañero de la víctima, el artista y premio Príncipe de Asturias Eusebio Sempere, en la última fase de su enfermedad.El asesinato, por su brutalidad, acaparó la atención mediática en aquel agosto caluroso en el que, entonces sí, parecía que el mundo político se tomaba un respiro. Abel Martín fue atacado con un objeto inciso punzante –se habló de un picahielos y un atizador de la chimenea– que le causaron tres heridas en la cabeza y otras tantas en el tórax, alguna de ellas mortal por afectarle el corazón. Las heridas, redondas y finas, hicieron creer en los primeros instantes que había recibido algún balazo. La víctima presentaba heridas de defensa en las manos y el asesino o asesinos colocaron una toalla en la cara del cadáver. Parece que no soportaban que su mirada inerte les persiguiera mientras robaban –ese parecía el móvil– y era un indicio de que el autor o autores del ataque no eran del todo desconocidos…Noticia Relacionada Escrito con sangre reportaje Si El otro crimen de Belate Pablo Muñoz Belate, sus túneles, están ahora en el foco por la trama corrupta de Santos Cerdán. Pero mucho antes, en 1973, la población navarra acaparó la atención de toda España por otro crimen, aunque este de sangre…Había más datos que apuntaban en esa dirección. Ni las puertas ni las ventanas estaban forzadas y habían desaparecido obras de valor, entre ellas de Julio González , y un televisor. Parecía claro que el criminal o criminales no sólo conocían a su víctima, sino que pasaban por problemas económicos. La empleada de hogar fue quien descubrió el asesinato y llamó a la Guardia Civil.Abel Martín era un reconocido serígrafo, pero sobre todo se le asociaba a su compañero Eusebio Sempere, uno de los artistas plásticos españoles más reputados del siglo XX, de quien además fue su heredero. Entre ese legado había un Mompó y un Poliakoff que también se echaron de menos, igual que varias tallas religiosas y un grabado de Picasso . Todos desaparecieron de la casa y los marcos quedaron por el suelo del chalé.La investigación recayó en Joaquín, uno de los mejores investigadores de la entonces 112 Comandancia de la Guardia Civil , con base en Tres Cantos. La primera pista que tuvo fue un comentario de los camareros del restaurante donde Abel Martín comía a diario, que le dijeron que un par de días antes de los hechos su cliente le había dicho que le iban a ir a ver unos portugueses. A ello se le unió que en la casa encontró un número de teléfono de ese país. Llamó y resultó ser el médico que había atendido a su pareja en la fase terminal de su enfermedad. El galeno le comentó que una vez estuvo en casa de los artistas con sus hijos, que ya eran mayores y que, según confesó, llevaban una vida complicada. Además, al menos uno de ellos había estado en España en las fechas del crimen. Joaquín se puso en contacto con la Policía Judiciaria y se activó una operación en la que se halló, en la vivienda de uno de los sospechosos y en un anticuario de Aveiro, un televisor muy particular igual al robado en el chalé de Madrid y algunas tallas. Para el instructor fue suficiente para pedir la extradición de los hermanos, pero no para el juez luso, que la denegó.En 1998 un galerista de París llamó al investigador para decirle que había visto el lote íntegro de Julio González en el catálogo de una sala de subastas de Bruselas. Se paró la venta y se comprobó que procedían del robo. Lo había llevado hasta allí un portugués, que dijo que se lo habían vendido dos hermanos; justo los hermanos detrás de los cuáles estaba Joaquín como sospechosos del asesinato.En 2004 –hubo que esperar a la entrada en vigor de la Euroorden– fueron detenidos en Portugal y en la frontera entre Italia y Eslovenia, y luego juzgados en España. Pero el tribunal los absolvió por falta de pruebas … «Entre las 13 y las 16 horas del día 5 de agosto de 1993 y en el interior del chalet sito en la Avenida de la Victoria número 80 de Aravaca (Madrid), en concreto en el estudio ubicado en la buhardilla de la vivienda, un individuo no identificado, bien solo o actuando conjuntamente con otro u otros, provocó violentamente la muerte de Abel Martín ». Así comenzaba, con su característico lenguaje forense, el relato de hechos probados de la sentencia del Tribunal Supremo por la que se absolvía del crimen a dos hermanos, hijos de un médico portugués que había atendido al compañero de la víctima, el artista y premio Príncipe de Asturias Eusebio Sempere, en la última fase de su enfermedad.El asesinato, por su brutalidad, acaparó la atención mediática en aquel agosto caluroso en el que, entonces sí, parecía que el mundo político se tomaba un respiro. Abel Martín fue atacado con un objeto inciso punzante –se habló de un picahielos y un atizador de la chimenea– que le causaron tres heridas en la cabeza y otras tantas en el tórax, alguna de ellas mortal por afectarle el corazón. Las heridas, redondas y finas, hicieron creer en los primeros instantes que había recibido algún balazo. La víctima presentaba heridas de defensa en las manos y el asesino o asesinos colocaron una toalla en la cara del cadáver. Parece que no soportaban que su mirada inerte les persiguiera mientras robaban –ese parecía el móvil– y era un indicio de que el autor o autores del ataque no eran del todo desconocidos…Noticia Relacionada Escrito con sangre reportaje Si El otro crimen de Belate Pablo Muñoz Belate, sus túneles, están ahora en el foco por la trama corrupta de Santos Cerdán. Pero mucho antes, en 1973, la población navarra acaparó la atención de toda España por otro crimen, aunque este de sangre…Había más datos que apuntaban en esa dirección. Ni las puertas ni las ventanas estaban forzadas y habían desaparecido obras de valor, entre ellas de Julio González , y un televisor. Parecía claro que el criminal o criminales no sólo conocían a su víctima, sino que pasaban por problemas económicos. La empleada de hogar fue quien descubrió el asesinato y llamó a la Guardia Civil.Abel Martín era un reconocido serígrafo, pero sobre todo se le asociaba a su compañero Eusebio Sempere, uno de los artistas plásticos españoles más reputados del siglo XX, de quien además fue su heredero. Entre ese legado había un Mompó y un Poliakoff que también se echaron de menos, igual que varias tallas religiosas y un grabado de Picasso . Todos desaparecieron de la casa y los marcos quedaron por el suelo del chalé.La investigación recayó en Joaquín, uno de los mejores investigadores de la entonces 112 Comandancia de la Guardia Civil , con base en Tres Cantos. La primera pista que tuvo fue un comentario de los camareros del restaurante donde Abel Martín comía a diario, que le dijeron que un par de días antes de los hechos su cliente le había dicho que le iban a ir a ver unos portugueses. A ello se le unió que en la casa encontró un número de teléfono de ese país. Llamó y resultó ser el médico que había atendido a su pareja en la fase terminal de su enfermedad. El galeno le comentó que una vez estuvo en casa de los artistas con sus hijos, que ya eran mayores y que, según confesó, llevaban una vida complicada. Además, al menos uno de ellos había estado en España en las fechas del crimen. Joaquín se puso en contacto con la Policía Judiciaria y se activó una operación en la que se halló, en la vivienda de uno de los sospechosos y en un anticuario de Aveiro, un televisor muy particular igual al robado en el chalé de Madrid y algunas tallas. Para el instructor fue suficiente para pedir la extradición de los hermanos, pero no para el juez luso, que la denegó.En 1998 un galerista de París llamó al investigador para decirle que había visto el lote íntegro de Julio González en el catálogo de una sala de subastas de Bruselas. Se paró la venta y se comprobó que procedían del robo. Lo había llevado hasta allí un portugués, que dijo que se lo habían vendido dos hermanos; justo los hermanos detrás de los cuáles estaba Joaquín como sospechosos del asesinato.En 2004 –hubo que esperar a la entrada en vigor de la Euroorden– fueron detenidos en Portugal y en la frontera entre Italia y Eslovenia, y luego juzgados en España. Pero el tribunal los absolvió por falta de pruebas … RSS de noticias de cultura
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