<p>«Teníamos un plan excelente». Cuando <strong>Jonas Vingegaard</strong> comprobó cómo <strong>Tadej Pogacar</strong> le volvía a rematar, con una autoridad abrumadora, en la última rampa del Col de la Loze, el mismo puerto pero por diferente vertiente donde un par de años atrás él había torturado al genio esloveno, una muesca de resignación asomó en el rostro del danés. La nobleza de un hombre derribado que lo ha intentado todo. Amenazaba el granizo, que pronto rompió en el cielo de los Alpes, y las temperaturas, a más de 2.300 metros de altitud, se volvieron invernales en pleno julio.</p>
El esloveno contuvo su ímpetu y defendió el amarillo tras quedarse aislado a 70 kilómetros de la meta, en La Madeleine. Este viernes, en una etapa acortada, puede sentenciar su cuarto Tour.
<p>«Teníamos un plan excelente». Cuando <strong>Jonas Vingegaard</strong> comprobó cómo <strong>Tadej Pogacar</strong> le volvía a rematar, con una autoridad abrumadora, en la última rampa del Col de la Loze, el mismo puerto pero por diferente vertiente donde un par de años atrás él había torturado al genio esloveno, una muesca de resignación asomó en el rostro del danés. La nobleza de un hombre derribado que lo ha intentado todo. Amenazaba el granizo, que pronto rompió en el cielo de los Alpes, y las temperaturas, a más de 2.300 metros de altitud, se volvieron invernales en pleno julio.</p>
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