En junio de 2014 unos periodistas cenaban en La Venta, coqueto restaurante del Tibidabo. Por allí andaba el ‘Cadillac solitario’ de Sabino Méndez y Loquillo: «Junto al Merbeyé, a los pies mi ciudad». Los periodistas cenaban con Barcelona a los pies y un matrimonio en una mesa cercana: Jordi Pujol y Marta Ferrusola. La patriótica señora advirtió de la presencia de periodistas; de uno en particular. «Mira quién está aquí, Jordi». Miraba a Arturo San Agustín, autor de ‘Cuando se jodió lo nuestro’: una treintena de entrevistados, incluido Pujol, opinaban sobre la desafección de la Cataluña nacionalista.A pocas semanas de la confesión de la ‘deixa’ de su padre Florenci (tres décadas sin declarar) Pujol seguía blasonando de dotes actorales. Con tono gracioso se dirigió en castellano al periodista: «San Agustín, ¿cuándo se jodió lo nuestro?». Y el periodista, que no acostumbraba a reír las gracias al poder, respondió con lacónica sequedad: «Usted sabe cuándo se jodió lo nuestro y así se explica en mi libro». Pujol volvió a la carga: «Porque, mire, yo me he leído las doscientas páginas de su libro y en ningún momento veo cuándo fue que se jodió lo nuestro. Yo, de hecho, no veo que lo nuestro, como usted dice, se haya jodido para nada». Y fue más allá: «En su libro no quedo demasiado bien. Y ya le dije que la frase ‘avui no toca’ es la traducción del ‘no comment’». El Patriarca se crecía ante el auditorio (rendido y sonriente), pero el periodista le espetó que no era la misma expresión, «que su frase era autoritaria». Pujol intentó salir airoso del jardín: «Pero mi frase es más simpática», dijo antes de tomar las de Villadiego.El 25 de julio de 2014 el Patriarca confesó. Y el 15 de agosto San Agustín escribió una crónica en La Vanguardia para aclarar lo sucedido en La Venta. «Así fue todo aquella noche» explica lo que fue el pujolismo y sus secuelas: «Buena parte de la Cataluña oficial y periodística está gravemente enferma. Porque hasta el cinismo exagerado acaba afectando el cerebro. Y la otra parte o bien está dormida o está muerta. En resumen, aunque usted lo niegue, señor Pujol, estamos jodidos, muy jodidos». Tras la confesión del fraude, los sicofantes del Régimen proclamaron que Pujol se había vuelto a sacrificar por Cataluña. San Agustín no comulgó con el blanqueamiento sacrificial: «(Pujol) no pasará a la historia con el traje y la corbata que había imaginado».Una década después el proceso separatista ha contaminado la política española. Gracias a la autoamnistía de Sánchez, que trocaba apoyos parlamentarios por impunidad, los golpistas de 2017 pueden chantajear a los dos grandes partidos nacionales: sin sus votos, no hay coalición ‘progresista’, pero tampoco una moción de censura del PP: Feijóo debe hacer caso a Alejandro Fernández. Waterloo es, solamente, el topónimo de una derrota.Y ante la corrupción que amenaza metástasis, los asociados del resistente posan indignados sin llegar a romper; y los creyentes sanchistas aluden al «triángulo tóxico» para seguir con la cantinela de que el gobierno llegará hasta el 2027 para salvar a España de la extrema derecha. Acertó Puigdemont al advertir que con su desafío «España tiene un pollo de cojones». El ‘procés’ condiciona más que nunca al PSOE que urdió su mayoría minimizando el Estado en Cataluña y el País Vasco. Después de la amnistía pedirán el referéndum de autodeterminación. Y después de Sánchez, si el PP no consigue una mayoría absoluta, volveremos otra vez al chantaje nacionalista. Lo vaticinó Arturo San Agustín aquel verano de 2014: «Estamos jodidos, muy jodidos». Acertó. En junio de 2014 unos periodistas cenaban en La Venta, coqueto restaurante del Tibidabo. Por allí andaba el ‘Cadillac solitario’ de Sabino Méndez y Loquillo: «Junto al Merbeyé, a los pies mi ciudad». Los periodistas cenaban con Barcelona a los pies y un matrimonio en una mesa cercana: Jordi Pujol y Marta Ferrusola. La patriótica señora advirtió de la presencia de periodistas; de uno en particular. «Mira quién está aquí, Jordi». Miraba a Arturo San Agustín, autor de ‘Cuando se jodió lo nuestro’: una treintena de entrevistados, incluido Pujol, opinaban sobre la desafección de la Cataluña nacionalista.A pocas semanas de la confesión de la ‘deixa’ de su padre Florenci (tres décadas sin declarar) Pujol seguía blasonando de dotes actorales. Con tono gracioso se dirigió en castellano al periodista: «San Agustín, ¿cuándo se jodió lo nuestro?». Y el periodista, que no acostumbraba a reír las gracias al poder, respondió con lacónica sequedad: «Usted sabe cuándo se jodió lo nuestro y así se explica en mi libro». Pujol volvió a la carga: «Porque, mire, yo me he leído las doscientas páginas de su libro y en ningún momento veo cuándo fue que se jodió lo nuestro. Yo, de hecho, no veo que lo nuestro, como usted dice, se haya jodido para nada». Y fue más allá: «En su libro no quedo demasiado bien. Y ya le dije que la frase ‘avui no toca’ es la traducción del ‘no comment’». El Patriarca se crecía ante el auditorio (rendido y sonriente), pero el periodista le espetó que no era la misma expresión, «que su frase era autoritaria». Pujol intentó salir airoso del jardín: «Pero mi frase es más simpática», dijo antes de tomar las de Villadiego.El 25 de julio de 2014 el Patriarca confesó. Y el 15 de agosto San Agustín escribió una crónica en La Vanguardia para aclarar lo sucedido en La Venta. «Así fue todo aquella noche» explica lo que fue el pujolismo y sus secuelas: «Buena parte de la Cataluña oficial y periodística está gravemente enferma. Porque hasta el cinismo exagerado acaba afectando el cerebro. Y la otra parte o bien está dormida o está muerta. En resumen, aunque usted lo niegue, señor Pujol, estamos jodidos, muy jodidos». Tras la confesión del fraude, los sicofantes del Régimen proclamaron que Pujol se había vuelto a sacrificar por Cataluña. San Agustín no comulgó con el blanqueamiento sacrificial: «(Pujol) no pasará a la historia con el traje y la corbata que había imaginado».Una década después el proceso separatista ha contaminado la política española. Gracias a la autoamnistía de Sánchez, que trocaba apoyos parlamentarios por impunidad, los golpistas de 2017 pueden chantajear a los dos grandes partidos nacionales: sin sus votos, no hay coalición ‘progresista’, pero tampoco una moción de censura del PP: Feijóo debe hacer caso a Alejandro Fernández. Waterloo es, solamente, el topónimo de una derrota.Y ante la corrupción que amenaza metástasis, los asociados del resistente posan indignados sin llegar a romper; y los creyentes sanchistas aluden al «triángulo tóxico» para seguir con la cantinela de que el gobierno llegará hasta el 2027 para salvar a España de la extrema derecha. Acertó Puigdemont al advertir que con su desafío «España tiene un pollo de cojones». El ‘procés’ condiciona más que nunca al PSOE que urdió su mayoría minimizando el Estado en Cataluña y el País Vasco. Después de la amnistía pedirán el referéndum de autodeterminación. Y después de Sánchez, si el PP no consigue una mayoría absoluta, volveremos otra vez al chantaje nacionalista. Lo vaticinó Arturo San Agustín aquel verano de 2014: «Estamos jodidos, muy jodidos». Acertó. En junio de 2014 unos periodistas cenaban en La Venta, coqueto restaurante del Tibidabo. Por allí andaba el ‘Cadillac solitario’ de Sabino Méndez y Loquillo: «Junto al Merbeyé, a los pies mi ciudad». Los periodistas cenaban con Barcelona a los pies y un matrimonio en una mesa cercana: Jordi Pujol y Marta Ferrusola. La patriótica señora advirtió de la presencia de periodistas; de uno en particular. «Mira quién está aquí, Jordi». Miraba a Arturo San Agustín, autor de ‘Cuando se jodió lo nuestro’: una treintena de entrevistados, incluido Pujol, opinaban sobre la desafección de la Cataluña nacionalista.A pocas semanas de la confesión de la ‘deixa’ de su padre Florenci (tres décadas sin declarar) Pujol seguía blasonando de dotes actorales. Con tono gracioso se dirigió en castellano al periodista: «San Agustín, ¿cuándo se jodió lo nuestro?». Y el periodista, que no acostumbraba a reír las gracias al poder, respondió con lacónica sequedad: «Usted sabe cuándo se jodió lo nuestro y así se explica en mi libro». Pujol volvió a la carga: «Porque, mire, yo me he leído las doscientas páginas de su libro y en ningún momento veo cuándo fue que se jodió lo nuestro. Yo, de hecho, no veo que lo nuestro, como usted dice, se haya jodido para nada». Y fue más allá: «En su libro no quedo demasiado bien. Y ya le dije que la frase ‘avui no toca’ es la traducción del ‘no comment’». El Patriarca se crecía ante el auditorio (rendido y sonriente), pero el periodista le espetó que no era la misma expresión, «que su frase era autoritaria». Pujol intentó salir airoso del jardín: «Pero mi frase es más simpática», dijo antes de tomar las de Villadiego.El 25 de julio de 2014 el Patriarca confesó. Y el 15 de agosto San Agustín escribió una crónica en La Vanguardia para aclarar lo sucedido en La Venta. «Así fue todo aquella noche» explica lo que fue el pujolismo y sus secuelas: «Buena parte de la Cataluña oficial y periodística está gravemente enferma. Porque hasta el cinismo exagerado acaba afectando el cerebro. Y la otra parte o bien está dormida o está muerta. En resumen, aunque usted lo niegue, señor Pujol, estamos jodidos, muy jodidos». Tras la confesión del fraude, los sicofantes del Régimen proclamaron que Pujol se había vuelto a sacrificar por Cataluña. San Agustín no comulgó con el blanqueamiento sacrificial: «(Pujol) no pasará a la historia con el traje y la corbata que había imaginado».Una década después el proceso separatista ha contaminado la política española. Gracias a la autoamnistía de Sánchez, que trocaba apoyos parlamentarios por impunidad, los golpistas de 2017 pueden chantajear a los dos grandes partidos nacionales: sin sus votos, no hay coalición ‘progresista’, pero tampoco una moción de censura del PP: Feijóo debe hacer caso a Alejandro Fernández. Waterloo es, solamente, el topónimo de una derrota.Y ante la corrupción que amenaza metástasis, los asociados del resistente posan indignados sin llegar a romper; y los creyentes sanchistas aluden al «triángulo tóxico» para seguir con la cantinela de que el gobierno llegará hasta el 2027 para salvar a España de la extrema derecha. Acertó Puigdemont al advertir que con su desafío «España tiene un pollo de cojones». El ‘procés’ condiciona más que nunca al PSOE que urdió su mayoría minimizando el Estado en Cataluña y el País Vasco. Después de la amnistía pedirán el referéndum de autodeterminación. Y después de Sánchez, si el PP no consigue una mayoría absoluta, volveremos otra vez al chantaje nacionalista. Lo vaticinó Arturo San Agustín aquel verano de 2014: «Estamos jodidos, muy jodidos». Acertó. RSS de noticias de espana
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