La primera batalla de la transición ecológica en Europa, la que buscaba convertir una movilidad sostenible en un factor de prosperidad para su economía, se ha saldado con una derrota estrepitosa. La empresa sueca Northvolt , designada como la campeona europea de la producción de baterías para coches eléctricos, se ha declarado en quiebra en Estados Unidos y se ha acogido a la protección que brinda el Capítulo 11 de la ley de bancarrotas de ese país desde el 21 de noviembre. Esta norma permite a una empresa reorganizarse sin prescindir de su dirección. Sin embargo, el daño reputacional supone que la batalla por el dominio del mercado europeo de baterías, el componente clave de los coches eléctricos, se dará entre fabricantes chinos y coreanos.La quiebra de Northvolt es una lección de hasta dónde nos puede llevar (y lo mucho que nos puede costar) la arrogancia de los burócratas de Bruselas y sus experimentos como planificadores económicos. La empresa, considerada como la ‘start-up’ mejor financiada de Europa, fue fundada en 2015 por dos exejecutivos de Tesla y contaba con patrocinadores como Goldman Sachs, BlackRock y Siemens, para desarrollar baterías de iones de litio. Disfrutaba de apoyo político y de una financiación de más de 6.000 millones de euros del presupuesto comunitario y el aval de varios gobiernos europeos y de instituciones como el Banco Europeo de Inversiones. Entre sus accionistas se hallaban fondos de pensiones canadienses y daneses, y firmas como Volkswagen y BMW. En nada, Northvolt se puso en una plantilla de 7.000 trabajadores. En su informe ‘El futuro de la competitividad europea’, publicado en septiembre pasado, Mario Draghi mencionaba a Northvolt como un ejemplo destacado de un proyecto destinado a fortalecer la producción europea y reducir la dependencia de proveedores asiáticos. El economista italiano lo definía como «una iniciativa emblemática», pese a que las dificultades de Northvolt ya estaban a la vista. Esta es una muestra perfecta del papanatismo que muchas veces invade a las altas esferas de la Unión Europea.Desde 2017, los líderes europeos pusieron sus esperanzas en que Northvolt sería capaz de cubrir las mismas etapas que los fabricantes asiáticos venían desarrollando desde una década antes. Quisieron hacer mucho, demasiado rápidamente. Su pretensión era quedarse con el 25% del mercado de baterías. Sin embargo, nunca llegó a ocupar más del 1% de su capacidad instalada.Robin Zeng, el llamado ‘rey de las baterías’, consejero delegado de la empresa CATL, la misma que ha acordado instalar una gigafactoría junto con Stellantis en Figueruelas (Aragón), fue terminante cuando habló del proyecto Northvolt. «Tienen un diseño erróneo… tienen un proceso erróneo… y tienen el equipo erróneo. ¿Cómo pueden escalar este proyecto? Han cometido todos los errores juntos», le dijo a Nicolai Tangen, el jefe del fondo soberano noruego, según el ‘Financial Times’.Se citan muchas razones externas para el fracaso de Northvolt por parte de sus defensores. Que China controla las llamadas ‘tierras raras’, los minerales esenciales para la mezcla de lodos que llevan las baterías, o que la financiación se agotó, no porque los suecos estuvieran tirando el dinero y la empresa fuera un desastre, sino porque con la pandemia y la invasión de Ucrania los bancos centrales subieron los tipos de interés y dejó de haber dinero abundante para cualquier aventura por mal planteada que estuviera. Una segunda versión culpa a la política y dice que, tras la guerra de Ucrania, las ambiciosas políticas de descarbonización han entrado en revisión por los ciudadanos y los fondos de inversión ya no te sueltan un chorro de millones por tus planes de negocio verdes.El ‘Financial Times’ recopiló testimonios de empleados que describían una empresa caótica, con una dirección financiera que vivía preparando power points y diseñando planes de expansión, y una gestión incompetente, con estándares de seguridad deficientes y una dependencia enorme de la maquinaria y la tecnología china. Northvolt contrató la tecnología a Wuxi Lead Intelligent Equipment, el principal fabricante mundial de maquinaria para producir las baterías, pero la puesta en marcha, la adaptación y la mera convivencia con los chinos fue compleja. Un día sonó una alarma y los suecos le tenían que decir a los chinos que se pusieran a salvo usando Google Translator.La primera señal de que algo iba mal la dio BMW, accionista de Northvolt, que de pronto decidió firmar un contrato de 2.000 millones de dólares para baterías con Samsung. A partir de allí, la financiación se secó para la firma sueca.«Nunca había visto tantos gerentes y directores sin preparación para afrontar la situación en público y cómo dirigirse adecuadamente a sus empleados», contó un trabajador. «Había muchos trabajadores sin experiencia en todas las áreas: gerentes, ingenieros, producción, técnicos e incluso directores». Algunos trabajadores dijeron que el chorro de dinero que los deseos de Bruselas arrojaron sobre la compañía, la envenenó. «Los gerentes no escucharon a los ingenieros. Los ingenieros no escucharon a los técnicos. Los técnicos no oyeron a los trabajadores. Lo cierto es que los europeos llegamos tarde a la fiesta».reutersSobre el papel, la empresa, con su factoría de Skellefteå que se ve en la imagen, parecía maravillosa. Pero lo cierto es que las autoridades suecas están investigando a Northvolt por 47 accidentes laborales relacionados con sustancias químicas especialmente peligrosas. Las autoridades medioambientales también habrían recibido denuncias por presuntas infracciones cometidas durante los distintos procesos de vertido y reciclaje de sustancias peligrosas. La primera batalla de la transición ecológica en Europa, la que buscaba convertir una movilidad sostenible en un factor de prosperidad para su economía, se ha saldado con una derrota estrepitosa. La empresa sueca Northvolt , designada como la campeona europea de la producción de baterías para coches eléctricos, se ha declarado en quiebra en Estados Unidos y se ha acogido a la protección que brinda el Capítulo 11 de la ley de bancarrotas de ese país desde el 21 de noviembre. Esta norma permite a una empresa reorganizarse sin prescindir de su dirección. Sin embargo, el daño reputacional supone que la batalla por el dominio del mercado europeo de baterías, el componente clave de los coches eléctricos, se dará entre fabricantes chinos y coreanos.La quiebra de Northvolt es una lección de hasta dónde nos puede llevar (y lo mucho que nos puede costar) la arrogancia de los burócratas de Bruselas y sus experimentos como planificadores económicos. La empresa, considerada como la ‘start-up’ mejor financiada de Europa, fue fundada en 2015 por dos exejecutivos de Tesla y contaba con patrocinadores como Goldman Sachs, BlackRock y Siemens, para desarrollar baterías de iones de litio. Disfrutaba de apoyo político y de una financiación de más de 6.000 millones de euros del presupuesto comunitario y el aval de varios gobiernos europeos y de instituciones como el Banco Europeo de Inversiones. Entre sus accionistas se hallaban fondos de pensiones canadienses y daneses, y firmas como Volkswagen y BMW. En nada, Northvolt se puso en una plantilla de 7.000 trabajadores. En su informe ‘El futuro de la competitividad europea’, publicado en septiembre pasado, Mario Draghi mencionaba a Northvolt como un ejemplo destacado de un proyecto destinado a fortalecer la producción europea y reducir la dependencia de proveedores asiáticos. El economista italiano lo definía como «una iniciativa emblemática», pese a que las dificultades de Northvolt ya estaban a la vista. Esta es una muestra perfecta del papanatismo que muchas veces invade a las altas esferas de la Unión Europea.Desde 2017, los líderes europeos pusieron sus esperanzas en que Northvolt sería capaz de cubrir las mismas etapas que los fabricantes asiáticos venían desarrollando desde una década antes. Quisieron hacer mucho, demasiado rápidamente. Su pretensión era quedarse con el 25% del mercado de baterías. Sin embargo, nunca llegó a ocupar más del 1% de su capacidad instalada.Robin Zeng, el llamado ‘rey de las baterías’, consejero delegado de la empresa CATL, la misma que ha acordado instalar una gigafactoría junto con Stellantis en Figueruelas (Aragón), fue terminante cuando habló del proyecto Northvolt. «Tienen un diseño erróneo… tienen un proceso erróneo… y tienen el equipo erróneo. ¿Cómo pueden escalar este proyecto? Han cometido todos los errores juntos», le dijo a Nicolai Tangen, el jefe del fondo soberano noruego, según el ‘Financial Times’.Se citan muchas razones externas para el fracaso de Northvolt por parte de sus defensores. Que China controla las llamadas ‘tierras raras’, los minerales esenciales para la mezcla de lodos que llevan las baterías, o que la financiación se agotó, no porque los suecos estuvieran tirando el dinero y la empresa fuera un desastre, sino porque con la pandemia y la invasión de Ucrania los bancos centrales subieron los tipos de interés y dejó de haber dinero abundante para cualquier aventura por mal planteada que estuviera. Una segunda versión culpa a la política y dice que, tras la guerra de Ucrania, las ambiciosas políticas de descarbonización han entrado en revisión por los ciudadanos y los fondos de inversión ya no te sueltan un chorro de millones por tus planes de negocio verdes.El ‘Financial Times’ recopiló testimonios de empleados que describían una empresa caótica, con una dirección financiera que vivía preparando power points y diseñando planes de expansión, y una gestión incompetente, con estándares de seguridad deficientes y una dependencia enorme de la maquinaria y la tecnología china. Northvolt contrató la tecnología a Wuxi Lead Intelligent Equipment, el principal fabricante mundial de maquinaria para producir las baterías, pero la puesta en marcha, la adaptación y la mera convivencia con los chinos fue compleja. Un día sonó una alarma y los suecos le tenían que decir a los chinos que se pusieran a salvo usando Google Translator.La primera señal de que algo iba mal la dio BMW, accionista de Northvolt, que de pronto decidió firmar un contrato de 2.000 millones de dólares para baterías con Samsung. A partir de allí, la financiación se secó para la firma sueca.«Nunca había visto tantos gerentes y directores sin preparación para afrontar la situación en público y cómo dirigirse adecuadamente a sus empleados», contó un trabajador. «Había muchos trabajadores sin experiencia en todas las áreas: gerentes, ingenieros, producción, técnicos e incluso directores». Algunos trabajadores dijeron que el chorro de dinero que los deseos de Bruselas arrojaron sobre la compañía, la envenenó. «Los gerentes no escucharon a los ingenieros. Los ingenieros no escucharon a los técnicos. Los técnicos no oyeron a los trabajadores. Lo cierto es que los europeos llegamos tarde a la fiesta».reutersSobre el papel, la empresa, con su factoría de Skellefteå que se ve en la imagen, parecía maravillosa. Pero lo cierto es que las autoridades suecas están investigando a Northvolt por 47 accidentes laborales relacionados con sustancias químicas especialmente peligrosas. Las autoridades medioambientales también habrían recibido denuncias por presuntas infracciones cometidas durante los distintos procesos de vertido y reciclaje de sustancias peligrosas. La primera batalla de la transición ecológica en Europa, la que buscaba convertir una movilidad sostenible en un factor de prosperidad para su economía, se ha saldado con una derrota estrepitosa. La empresa sueca Northvolt , designada como la campeona europea de la producción de baterías para coches eléctricos, se ha declarado en quiebra en Estados Unidos y se ha acogido a la protección que brinda el Capítulo 11 de la ley de bancarrotas de ese país desde el 21 de noviembre. Esta norma permite a una empresa reorganizarse sin prescindir de su dirección. Sin embargo, el daño reputacional supone que la batalla por el dominio del mercado europeo de baterías, el componente clave de los coches eléctricos, se dará entre fabricantes chinos y coreanos.La quiebra de Northvolt es una lección de hasta dónde nos puede llevar (y lo mucho que nos puede costar) la arrogancia de los burócratas de Bruselas y sus experimentos como planificadores económicos. La empresa, considerada como la ‘start-up’ mejor financiada de Europa, fue fundada en 2015 por dos exejecutivos de Tesla y contaba con patrocinadores como Goldman Sachs, BlackRock y Siemens, para desarrollar baterías de iones de litio. Disfrutaba de apoyo político y de una financiación de más de 6.000 millones de euros del presupuesto comunitario y el aval de varios gobiernos europeos y de instituciones como el Banco Europeo de Inversiones. Entre sus accionistas se hallaban fondos de pensiones canadienses y daneses, y firmas como Volkswagen y BMW. En nada, Northvolt se puso en una plantilla de 7.000 trabajadores. En su informe ‘El futuro de la competitividad europea’, publicado en septiembre pasado, Mario Draghi mencionaba a Northvolt como un ejemplo destacado de un proyecto destinado a fortalecer la producción europea y reducir la dependencia de proveedores asiáticos. El economista italiano lo definía como «una iniciativa emblemática», pese a que las dificultades de Northvolt ya estaban a la vista. Esta es una muestra perfecta del papanatismo que muchas veces invade a las altas esferas de la Unión Europea.Desde 2017, los líderes europeos pusieron sus esperanzas en que Northvolt sería capaz de cubrir las mismas etapas que los fabricantes asiáticos venían desarrollando desde una década antes. Quisieron hacer mucho, demasiado rápidamente. Su pretensión era quedarse con el 25% del mercado de baterías. Sin embargo, nunca llegó a ocupar más del 1% de su capacidad instalada.Robin Zeng, el llamado ‘rey de las baterías’, consejero delegado de la empresa CATL, la misma que ha acordado instalar una gigafactoría junto con Stellantis en Figueruelas (Aragón), fue terminante cuando habló del proyecto Northvolt. «Tienen un diseño erróneo… tienen un proceso erróneo… y tienen el equipo erróneo. ¿Cómo pueden escalar este proyecto? Han cometido todos los errores juntos», le dijo a Nicolai Tangen, el jefe del fondo soberano noruego, según el ‘Financial Times’.Se citan muchas razones externas para el fracaso de Northvolt por parte de sus defensores. Que China controla las llamadas ‘tierras raras’, los minerales esenciales para la mezcla de lodos que llevan las baterías, o que la financiación se agotó, no porque los suecos estuvieran tirando el dinero y la empresa fuera un desastre, sino porque con la pandemia y la invasión de Ucrania los bancos centrales subieron los tipos de interés y dejó de haber dinero abundante para cualquier aventura por mal planteada que estuviera. Una segunda versión culpa a la política y dice que, tras la guerra de Ucrania, las ambiciosas políticas de descarbonización han entrado en revisión por los ciudadanos y los fondos de inversión ya no te sueltan un chorro de millones por tus planes de negocio verdes.El ‘Financial Times’ recopiló testimonios de empleados que describían una empresa caótica, con una dirección financiera que vivía preparando power points y diseñando planes de expansión, y una gestión incompetente, con estándares de seguridad deficientes y una dependencia enorme de la maquinaria y la tecnología china. Northvolt contrató la tecnología a Wuxi Lead Intelligent Equipment, el principal fabricante mundial de maquinaria para producir las baterías, pero la puesta en marcha, la adaptación y la mera convivencia con los chinos fue compleja. Un día sonó una alarma y los suecos le tenían que decir a los chinos que se pusieran a salvo usando Google Translator.La primera señal de que algo iba mal la dio BMW, accionista de Northvolt, que de pronto decidió firmar un contrato de 2.000 millones de dólares para baterías con Samsung. A partir de allí, la financiación se secó para la firma sueca.«Nunca había visto tantos gerentes y directores sin preparación para afrontar la situación en público y cómo dirigirse adecuadamente a sus empleados», contó un trabajador. «Había muchos trabajadores sin experiencia en todas las áreas: gerentes, ingenieros, producción, técnicos e incluso directores». Algunos trabajadores dijeron que el chorro de dinero que los deseos de Bruselas arrojaron sobre la compañía, la envenenó. «Los gerentes no escucharon a los ingenieros. Los ingenieros no escucharon a los técnicos. Los técnicos no oyeron a los trabajadores. Lo cierto es que los europeos llegamos tarde a la fiesta».reutersSobre el papel, la empresa, con su factoría de Skellefteå que se ve en la imagen, parecía maravillosa. Pero lo cierto es que las autoridades suecas están investigando a Northvolt por 47 accidentes laborales relacionados con sustancias químicas especialmente peligrosas. Las autoridades medioambientales también habrían recibido denuncias por presuntas infracciones cometidas durante los distintos procesos de vertido y reciclaje de sustancias peligrosas. RSS de noticias de economia
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