El grasiento traqueteo del teclado zumba ritmos tribales mientras un rayo de sol crea un filtro irisado contra el cristal de la ventana que ya quisiera Instagram. La pantalla del ordenador está viviendo un gran día, pero es difícil hacer una descripción ‘a la ‘New Yorker» en una entrevista por chat. Es a la escritora Belén Gopegui Durán (Madrid, 1963), que ha añadido el segundo apellido en el lomo de su última novela, ‘Te siguen’ (Penguin Random House), sobre una aún mayor ‘gestapización’ del mundo digital en la penetración y control de nuestra intimidad (sí se puede). -¿No tiene un punto irónico hacer la entrevista vía chat?-Tiene el punto irónico de pensar que aunque la hiciéramos en un bar quizá sería igualmente escuchada por un móvil propio o ajeno. No lo digo desde el punto de vista paranoico, es decir, no creo que haya un interés particular en escuchar esta conversación, sino en extraer datos de todos los lugares posibles. Por otro lado, es una entrevista que se va a publicar, antes o después será leída por un modelo de una empresa.-¿Por qué es relevante para estas corporaciones saber lo que nos negamos a hacer?-Es el punto de partida de la novela. Una novela es una manera de contar una historia o, como decía Fogwill , es contar una manera de contar una historia. Se ponen en juego las acciones y los pensamientos sentidos, o viceversa, de los personajes y, a partir de ahí, se construye un trozo de mundo imaginario que puede dar conocimiento y una extraña compañía. Los personajes que espían en la novela trabajan para empresas que quieren conocer lo que colma el vaso de una persona, que le lleva a decir ‘por aquí no paso’ y, sobre todo, ‘por aquí no pasamos’, porque eso les permitirá aumentar el control sobre los individuos.-Justo antes de empezar, hay un aviso: «La autora se opone a que esta novela sea utilizada para entrenar cualquier tipo de IA, presente o futura».-Cuando empezó internet participé en varios movimientos en defensa del conocimiento libre y publiqué mis libros con licencia Creative Commons. Después, poco a poco, las grandes plataformas fueron apropiándose de las redes distribuidas, o bien las expulsaron, y construyeron un espacio digital cuya estructura es vertical y obedece al modelo de la rentabilidad a corto plazo para ellas y sus accionistas. Entre tanto, se fueron apropiando de todo lo que con generosidad las personas habían ido colgando: textos, fotos, canciones, programas de software… No pidieron permiso, crearon monopolios radicales de tal manera que necesitabas la red para comunicarte, para ver tus informes médicos, para el trabajo y esa necesidad llevaba a aceptar cláusulas por las que cedías tus datos. Y ahora con esos datos se entrenan modelos que no son comunes, tienen propietarios que deciden su uso de forma no democrática. Por lo tanto, si no podemos participar, no veo por qué debemos cederles nuestro trabajo .-¿Prefiere los teléfonos tontos a los inteligentes?-La cuestión es que lo que parece una elección en realidad es una obligación. Podría preferir usar de vez en cuando un teléfono inteligente para llevar a cabo determinadas tareas. Pero los móviles inteligentes no son una mera herramienta que tomas o dejas. Te exigen que los tengas para llevar a cabo operaciones que te impiden hacer de otra manera. Y están diseñados, como bien contó Marta Peirano en ‘El enemigo conoce el sistema’, para que los mires cientos, si no miles, de veces al día. Son herramientas activas, producen formas de comportamiento. Sí creo que no deberíamos dejar que las administraciones y las empresas lo conviertan en una obligación.-Un personaje, Casilda, ha pasado a ser de «las que miran las ramas de un árbol y logra ver los pájaros que llegan y se posan». ¿Qué supone esta pequeña iluminación hoy?-La sensación ahora, diría, es que todo el tiempo ha sido ocupado por necesidades producidas por el consumo y por los trabajos, no hay espacios en blanco, no hay ratos muertos (que aunque se llamen así, como dice otro personaje, están llenos de vida). En este sentido, recuperar un tiempo propio, y saber que no es solo de uno, porque estamos relacionados, pero que al menos puede no ser de quien pretende comprarlo, negarse, si las circunstancias lo permiten, a vender ese tiempo, sí es una forma de resistencia, una pequeña insurrección.-Otro personaje denuncia un mundo de basura expresiva, de «fuga de significado» desde las consignas empresariales tipo ‘misión, visión y valores’. ¿Le preocupa que no nos importe si una empresa o político hablen el idioma ‘nada’?-El significado es algo crucial. Estamos hablando con chats que no entienden si lo que dicen es verdad o mentira. Eso daña el lenguaje. Viene de antes. La publicidad utiliza emociones para vender cuentas corrientes u otras cosas, no vende un coche hablando de sus características sino que lo asocia a sentimientos. De este modo, esas palabras van perdiendo valor. La política y el mundo de la empresa son otros dos espacios donde las palabras no dicen lo que dicen y a menudo dicen lo contrario, pero no por acudir a la ironía, sino porque suenan bien, les interesa dar una imagen, y nadie exige que lo dicho se corresponda con su significado. Al mismo tiempo, si vemos la vida humana como una historia, quizá su argumento principal sea, precisamente, qué significados queremos preservar. De manera que creo que es importante no dejar pasar esas palabras huecas o que dicen lo contrario de lo que dicen. No es fácil, se requiere mucha organización.-¿Es posible escuchar de otra manera?-La sociedad prefiere el sonambulismo a la conciencia, decía McLuhan. Seguramente es así y, a la vez, de pronto llegan hasta el sonambulismo preguntas por lo que no puede ser, por lo que podría, por lo que podremos proteger, por lo que está pasando, por la oscuridad.-En ‘Te siguen’ no abundan las frases promocionales de colegas literatos. ¿Hay recelo?-Sí. Se nos ha ido, me parece, de las manos, y contribuye a vaciar el significado de las palabras. En las fajas de los libros, cinco personas diciendo que el libro es extraordinario, a veces diez, no hay sentido de la medida. Lo entiendo más para una primera novela, y seguro que hay otros casos que lo explican. ¿Quién no ha caído en ello? Al menos esta vez para la faja acudí a la frase de un personaje de Le Carré que no habla de la calidad de la novela, sino que entra en uno de sus temas. Tal vez lo próximo sea un libro sin faja.-En las redes se puntúa todo. ¿Por qué esta vuelta al cole?-Las redes sociales trabajan con necesidades reales, pero las falsifican. Esta clase de sociedad genera exceso o falta de trabajo, falta de espacios donde juntarnos sin tener que consumir, falta de tiempo para encontrarse, indefensión, angustia económica, largos trayectos que recorrer, falta de proyectos compartidos por la dificultad de sacarlos adelante. Crean la impresión de ser visto, escuchado, tenido en cuenta. Las más de las veces esa impresión es ilusoria. Los modelos, algoritmos y demás, dan preferencia a lo que es fácil medir, y la vida humana no se mide fácilmente. Por eso las puntuaciones, los números, lo individual, lo cuantificable, tiene prioridad sobre el momento inasible de cinco personas charlando porque quieren poner en marcha una idea y se cruzan miradas, se ríen, discuten, se exaltan, el tacto se mezcla con la idea, las figuras cambian, brillan, se recomponen.-En ‘El murmullo’ escribió: «El plan propuesto por la sociedad que conocemos consiste en competir. Si no se escoge con cuidado el objetivo, nos impondrán el de la competencia contra personas iguales o en peor situación».-Al principio nos llamaban la atención las películas venidas de EE.UU. donde se clasificaba a las personas en ganadoras y fracasadas, donde ‘perdedor’ era un insulto. La llamada sociedad del bienestar, pensábamos, era más solidaria, todo estaba mejor distribuido, y era menos cuadriculada, más contradictoria. Desde luego, no idealizo lo que había, digamos que al menos tenía atisbos de algo parecido a la búsqueda de la equidad. Ahora han empeorado las condiciones para buscarla, el salario social disminuye, lo privado se va comiendo a lo público, se enfrenta a las personas trabajadoras entre sí y con las que no trabajan. Al mismo tiempo, la necesidad de salir del infierno del ‘sálvese quien pueda’ es mayor y en cualquier momento algo puede suceder.-¿La literatura que le gusta podría no ser ‘útil’, ser pura estética?-Mientras escribía di muchas vueltas a unas palabras que leí sobre lo que puede experimentar el espectador de teatro o quien lee una novela: «La ilusión que conmueve durante unas horas para dejarle luego más agotado, lleno de vagos recuerdos y de una aún más vaga esperanza». A menudo se lee así, atravesamos la ficción como un paisaje que provoca ideas y sensaciones, luego queda un deje de ausencia extraño y nos metemos en otro libro, y en otro. Me pregunté por qué en lugar de escribir un libro paisaje, sigo pensando que la literatura puede ser puntal, hacer algo más que dejar ese vago recuerdo, convertirse en parte de un diálogo, revelar, afirmar, incluso apostar, de tal modo que su lectura dé lugar a un desplazamiento, aunque solo sea para rebatir lo leído o para distanciarse de ello, pero sabiendo que está ahí, no como una historia que se disolverá en la niebla. Aunque sé que los libros paisaje se buscan más, de algún modo, sigo otro camino.-¿Nos preocupamos menos por los países más pobres que antes? ¿Por qué podría ser?-Supongo que tiene que ver con la escasez creada y con esa pésima estructura de sentimiento según la cual el otro es una amenaza y no alguien que contribuye a mejorar lo común. Esto hay que decirlo sin idealismo, porque en determinadas circunstancias el otro o uno mismo puede comportarse como una amenaza, y lo común deja de ser lo común, o se impide que llegue a serlo, para ser lo nuestro frente a lo de ellos. Como decía Noelia Pena en un artículo excelente, «seguimos instalados en la crítica de las consecuencias, no de sus causas», y prevalece la confusión.-Nació en 1963. ¿Diría que se ha profundizado desde entonces en una estrategia de «generar individuos aislados que solo saben proteger lo propio»?-Esa frase la dice el llamado grupo inteligente de la AMX, la gran plataforma, y menciona otra estrategia: generar personas que entregan su desesperación más intransigente a líderes en los que no se puede confiar. Ambas opciones son consecuencia del aislamiento. Durante décadas se han producido formas de vida que exigen un consumo de recursos inusitado pero que no hacen justicia a las posibilidades humanas. Cuando, como está pasando, los recursos necesarios para ese consumo disminuyen, estallan las crisis. Lo que no es inexorable es necesitar ese consumo y asumir las formas que lo producen. Pero se sigue avanzando hacia ahí, se instila una estructura de sentimiento que nos convence de la propia impotencia y vamos dejando que las cosas que atentan contra vida se normalicen.-En varios libros suyos, hay colectivos que ‘confabulan’, comandos de resistencia. Y ,sin embargo, su labor de escritora es solitaria. ¿Se siente con un rol vital-político?-En esas novelas cuento la parte de quienes prefieren no unirse. He tratado siempre de entregar los mejores argumentos a cada personaje, para que defiendan sus posiciones de tal modo que el diálogo sea real y pueda aparecer lo no esperado, lo que falta. En la vida de quien escribe ocurren otras cosas además de la escritura. Miro lo que miro en parte porque a cada cual le toca una situación, unos intereses, y unas maneras de ver y de contar que no se eligen. Y porque encuentro en lo que miro algo que requiere ser contado. Poniéndonos estupendos, hace un siglo Rilke dijo que había sido necesario el poema de Baudelaire ‘La carroña’ para que el arte evolucionara y supiera ver y no desdeñar cualquier cosa existente. Hoy seguimos anclados en ese momento decimonónico, hay una voluntad de mirar de frente lo horrible. Y está bien. A mí me interesa mirar algo distinto que lo literario no suele ver. El grasiento traqueteo del teclado zumba ritmos tribales mientras un rayo de sol crea un filtro irisado contra el cristal de la ventana que ya quisiera Instagram. La pantalla del ordenador está viviendo un gran día, pero es difícil hacer una descripción ‘a la ‘New Yorker» en una entrevista por chat. Es a la escritora Belén Gopegui Durán (Madrid, 1963), que ha añadido el segundo apellido en el lomo de su última novela, ‘Te siguen’ (Penguin Random House), sobre una aún mayor ‘gestapización’ del mundo digital en la penetración y control de nuestra intimidad (sí se puede). -¿No tiene un punto irónico hacer la entrevista vía chat?-Tiene el punto irónico de pensar que aunque la hiciéramos en un bar quizá sería igualmente escuchada por un móvil propio o ajeno. No lo digo desde el punto de vista paranoico, es decir, no creo que haya un interés particular en escuchar esta conversación, sino en extraer datos de todos los lugares posibles. Por otro lado, es una entrevista que se va a publicar, antes o después será leída por un modelo de una empresa.-¿Por qué es relevante para estas corporaciones saber lo que nos negamos a hacer?-Es el punto de partida de la novela. Una novela es una manera de contar una historia o, como decía Fogwill , es contar una manera de contar una historia. Se ponen en juego las acciones y los pensamientos sentidos, o viceversa, de los personajes y, a partir de ahí, se construye un trozo de mundo imaginario que puede dar conocimiento y una extraña compañía. Los personajes que espían en la novela trabajan para empresas que quieren conocer lo que colma el vaso de una persona, que le lleva a decir ‘por aquí no paso’ y, sobre todo, ‘por aquí no pasamos’, porque eso les permitirá aumentar el control sobre los individuos.-Justo antes de empezar, hay un aviso: «La autora se opone a que esta novela sea utilizada para entrenar cualquier tipo de IA, presente o futura».-Cuando empezó internet participé en varios movimientos en defensa del conocimiento libre y publiqué mis libros con licencia Creative Commons. Después, poco a poco, las grandes plataformas fueron apropiándose de las redes distribuidas, o bien las expulsaron, y construyeron un espacio digital cuya estructura es vertical y obedece al modelo de la rentabilidad a corto plazo para ellas y sus accionistas. Entre tanto, se fueron apropiando de todo lo que con generosidad las personas habían ido colgando: textos, fotos, canciones, programas de software… No pidieron permiso, crearon monopolios radicales de tal manera que necesitabas la red para comunicarte, para ver tus informes médicos, para el trabajo y esa necesidad llevaba a aceptar cláusulas por las que cedías tus datos. Y ahora con esos datos se entrenan modelos que no son comunes, tienen propietarios que deciden su uso de forma no democrática. Por lo tanto, si no podemos participar, no veo por qué debemos cederles nuestro trabajo .-¿Prefiere los teléfonos tontos a los inteligentes?-La cuestión es que lo que parece una elección en realidad es una obligación. Podría preferir usar de vez en cuando un teléfono inteligente para llevar a cabo determinadas tareas. Pero los móviles inteligentes no son una mera herramienta que tomas o dejas. Te exigen que los tengas para llevar a cabo operaciones que te impiden hacer de otra manera. Y están diseñados, como bien contó Marta Peirano en ‘El enemigo conoce el sistema’, para que los mires cientos, si no miles, de veces al día. Son herramientas activas, producen formas de comportamiento. Sí creo que no deberíamos dejar que las administraciones y las empresas lo conviertan en una obligación.-Un personaje, Casilda, ha pasado a ser de «las que miran las ramas de un árbol y logra ver los pájaros que llegan y se posan». ¿Qué supone esta pequeña iluminación hoy?-La sensación ahora, diría, es que todo el tiempo ha sido ocupado por necesidades producidas por el consumo y por los trabajos, no hay espacios en blanco, no hay ratos muertos (que aunque se llamen así, como dice otro personaje, están llenos de vida). En este sentido, recuperar un tiempo propio, y saber que no es solo de uno, porque estamos relacionados, pero que al menos puede no ser de quien pretende comprarlo, negarse, si las circunstancias lo permiten, a vender ese tiempo, sí es una forma de resistencia, una pequeña insurrección.-Otro personaje denuncia un mundo de basura expresiva, de «fuga de significado» desde las consignas empresariales tipo ‘misión, visión y valores’. ¿Le preocupa que no nos importe si una empresa o político hablen el idioma ‘nada’?-El significado es algo crucial. Estamos hablando con chats que no entienden si lo que dicen es verdad o mentira. Eso daña el lenguaje. Viene de antes. La publicidad utiliza emociones para vender cuentas corrientes u otras cosas, no vende un coche hablando de sus características sino que lo asocia a sentimientos. De este modo, esas palabras van perdiendo valor. La política y el mundo de la empresa son otros dos espacios donde las palabras no dicen lo que dicen y a menudo dicen lo contrario, pero no por acudir a la ironía, sino porque suenan bien, les interesa dar una imagen, y nadie exige que lo dicho se corresponda con su significado. Al mismo tiempo, si vemos la vida humana como una historia, quizá su argumento principal sea, precisamente, qué significados queremos preservar. De manera que creo que es importante no dejar pasar esas palabras huecas o que dicen lo contrario de lo que dicen. No es fácil, se requiere mucha organización.-¿Es posible escuchar de otra manera?-La sociedad prefiere el sonambulismo a la conciencia, decía McLuhan. Seguramente es así y, a la vez, de pronto llegan hasta el sonambulismo preguntas por lo que no puede ser, por lo que podría, por lo que podremos proteger, por lo que está pasando, por la oscuridad.-En ‘Te siguen’ no abundan las frases promocionales de colegas literatos. ¿Hay recelo?-Sí. Se nos ha ido, me parece, de las manos, y contribuye a vaciar el significado de las palabras. En las fajas de los libros, cinco personas diciendo que el libro es extraordinario, a veces diez, no hay sentido de la medida. Lo entiendo más para una primera novela, y seguro que hay otros casos que lo explican. ¿Quién no ha caído en ello? Al menos esta vez para la faja acudí a la frase de un personaje de Le Carré que no habla de la calidad de la novela, sino que entra en uno de sus temas. Tal vez lo próximo sea un libro sin faja.-En las redes se puntúa todo. ¿Por qué esta vuelta al cole?-Las redes sociales trabajan con necesidades reales, pero las falsifican. Esta clase de sociedad genera exceso o falta de trabajo, falta de espacios donde juntarnos sin tener que consumir, falta de tiempo para encontrarse, indefensión, angustia económica, largos trayectos que recorrer, falta de proyectos compartidos por la dificultad de sacarlos adelante. Crean la impresión de ser visto, escuchado, tenido en cuenta. Las más de las veces esa impresión es ilusoria. Los modelos, algoritmos y demás, dan preferencia a lo que es fácil medir, y la vida humana no se mide fácilmente. Por eso las puntuaciones, los números, lo individual, lo cuantificable, tiene prioridad sobre el momento inasible de cinco personas charlando porque quieren poner en marcha una idea y se cruzan miradas, se ríen, discuten, se exaltan, el tacto se mezcla con la idea, las figuras cambian, brillan, se recomponen.-En ‘El murmullo’ escribió: «El plan propuesto por la sociedad que conocemos consiste en competir. Si no se escoge con cuidado el objetivo, nos impondrán el de la competencia contra personas iguales o en peor situación».-Al principio nos llamaban la atención las películas venidas de EE.UU. donde se clasificaba a las personas en ganadoras y fracasadas, donde ‘perdedor’ era un insulto. La llamada sociedad del bienestar, pensábamos, era más solidaria, todo estaba mejor distribuido, y era menos cuadriculada, más contradictoria. Desde luego, no idealizo lo que había, digamos que al menos tenía atisbos de algo parecido a la búsqueda de la equidad. Ahora han empeorado las condiciones para buscarla, el salario social disminuye, lo privado se va comiendo a lo público, se enfrenta a las personas trabajadoras entre sí y con las que no trabajan. Al mismo tiempo, la necesidad de salir del infierno del ‘sálvese quien pueda’ es mayor y en cualquier momento algo puede suceder.-¿La literatura que le gusta podría no ser ‘útil’, ser pura estética?-Mientras escribía di muchas vueltas a unas palabras que leí sobre lo que puede experimentar el espectador de teatro o quien lee una novela: «La ilusión que conmueve durante unas horas para dejarle luego más agotado, lleno de vagos recuerdos y de una aún más vaga esperanza». A menudo se lee así, atravesamos la ficción como un paisaje que provoca ideas y sensaciones, luego queda un deje de ausencia extraño y nos metemos en otro libro, y en otro. Me pregunté por qué en lugar de escribir un libro paisaje, sigo pensando que la literatura puede ser puntal, hacer algo más que dejar ese vago recuerdo, convertirse en parte de un diálogo, revelar, afirmar, incluso apostar, de tal modo que su lectura dé lugar a un desplazamiento, aunque solo sea para rebatir lo leído o para distanciarse de ello, pero sabiendo que está ahí, no como una historia que se disolverá en la niebla. Aunque sé que los libros paisaje se buscan más, de algún modo, sigo otro camino.-¿Nos preocupamos menos por los países más pobres que antes? ¿Por qué podría ser?-Supongo que tiene que ver con la escasez creada y con esa pésima estructura de sentimiento según la cual el otro es una amenaza y no alguien que contribuye a mejorar lo común. Esto hay que decirlo sin idealismo, porque en determinadas circunstancias el otro o uno mismo puede comportarse como una amenaza, y lo común deja de ser lo común, o se impide que llegue a serlo, para ser lo nuestro frente a lo de ellos. Como decía Noelia Pena en un artículo excelente, «seguimos instalados en la crítica de las consecuencias, no de sus causas», y prevalece la confusión.-Nació en 1963. ¿Diría que se ha profundizado desde entonces en una estrategia de «generar individuos aislados que solo saben proteger lo propio»?-Esa frase la dice el llamado grupo inteligente de la AMX, la gran plataforma, y menciona otra estrategia: generar personas que entregan su desesperación más intransigente a líderes en los que no se puede confiar. Ambas opciones son consecuencia del aislamiento. Durante décadas se han producido formas de vida que exigen un consumo de recursos inusitado pero que no hacen justicia a las posibilidades humanas. Cuando, como está pasando, los recursos necesarios para ese consumo disminuyen, estallan las crisis. Lo que no es inexorable es necesitar ese consumo y asumir las formas que lo producen. Pero se sigue avanzando hacia ahí, se instila una estructura de sentimiento que nos convence de la propia impotencia y vamos dejando que las cosas que atentan contra vida se normalicen.-En varios libros suyos, hay colectivos que ‘confabulan’, comandos de resistencia. Y ,sin embargo, su labor de escritora es solitaria. ¿Se siente con un rol vital-político?-En esas novelas cuento la parte de quienes prefieren no unirse. He tratado siempre de entregar los mejores argumentos a cada personaje, para que defiendan sus posiciones de tal modo que el diálogo sea real y pueda aparecer lo no esperado, lo que falta. En la vida de quien escribe ocurren otras cosas además de la escritura. Miro lo que miro en parte porque a cada cual le toca una situación, unos intereses, y unas maneras de ver y de contar que no se eligen. Y porque encuentro en lo que miro algo que requiere ser contado. Poniéndonos estupendos, hace un siglo Rilke dijo que había sido necesario el poema de Baudelaire ‘La carroña’ para que el arte evolucionara y supiera ver y no desdeñar cualquier cosa existente. Hoy seguimos anclados en ese momento decimonónico, hay una voluntad de mirar de frente lo horrible. Y está bien. A mí me interesa mirar algo distinto que lo literario no suele ver. El grasiento traqueteo del teclado zumba ritmos tribales mientras un rayo de sol crea un filtro irisado contra el cristal de la ventana que ya quisiera Instagram. La pantalla del ordenador está viviendo un gran día, pero es difícil hacer una descripción ‘a la ‘New Yorker» en una entrevista por chat. Es a la escritora Belén Gopegui Durán (Madrid, 1963), que ha añadido el segundo apellido en el lomo de su última novela, ‘Te siguen’ (Penguin Random House), sobre una aún mayor ‘gestapización’ del mundo digital en la penetración y control de nuestra intimidad (sí se puede). -¿No tiene un punto irónico hacer la entrevista vía chat?-Tiene el punto irónico de pensar que aunque la hiciéramos en un bar quizá sería igualmente escuchada por un móvil propio o ajeno. No lo digo desde el punto de vista paranoico, es decir, no creo que haya un interés particular en escuchar esta conversación, sino en extraer datos de todos los lugares posibles. Por otro lado, es una entrevista que se va a publicar, antes o después será leída por un modelo de una empresa.-¿Por qué es relevante para estas corporaciones saber lo que nos negamos a hacer?-Es el punto de partida de la novela. Una novela es una manera de contar una historia o, como decía Fogwill , es contar una manera de contar una historia. Se ponen en juego las acciones y los pensamientos sentidos, o viceversa, de los personajes y, a partir de ahí, se construye un trozo de mundo imaginario que puede dar conocimiento y una extraña compañía. Los personajes que espían en la novela trabajan para empresas que quieren conocer lo que colma el vaso de una persona, que le lleva a decir ‘por aquí no paso’ y, sobre todo, ‘por aquí no pasamos’, porque eso les permitirá aumentar el control sobre los individuos.-Justo antes de empezar, hay un aviso: «La autora se opone a que esta novela sea utilizada para entrenar cualquier tipo de IA, presente o futura».-Cuando empezó internet participé en varios movimientos en defensa del conocimiento libre y publiqué mis libros con licencia Creative Commons. Después, poco a poco, las grandes plataformas fueron apropiándose de las redes distribuidas, o bien las expulsaron, y construyeron un espacio digital cuya estructura es vertical y obedece al modelo de la rentabilidad a corto plazo para ellas y sus accionistas. Entre tanto, se fueron apropiando de todo lo que con generosidad las personas habían ido colgando: textos, fotos, canciones, programas de software… No pidieron permiso, crearon monopolios radicales de tal manera que necesitabas la red para comunicarte, para ver tus informes médicos, para el trabajo y esa necesidad llevaba a aceptar cláusulas por las que cedías tus datos. Y ahora con esos datos se entrenan modelos que no son comunes, tienen propietarios que deciden su uso de forma no democrática. Por lo tanto, si no podemos participar, no veo por qué debemos cederles nuestro trabajo .-¿Prefiere los teléfonos tontos a los inteligentes?-La cuestión es que lo que parece una elección en realidad es una obligación. Podría preferir usar de vez en cuando un teléfono inteligente para llevar a cabo determinadas tareas. Pero los móviles inteligentes no son una mera herramienta que tomas o dejas. Te exigen que los tengas para llevar a cabo operaciones que te impiden hacer de otra manera. Y están diseñados, como bien contó Marta Peirano en ‘El enemigo conoce el sistema’, para que los mires cientos, si no miles, de veces al día. Son herramientas activas, producen formas de comportamiento. Sí creo que no deberíamos dejar que las administraciones y las empresas lo conviertan en una obligación.-Un personaje, Casilda, ha pasado a ser de «las que miran las ramas de un árbol y logra ver los pájaros que llegan y se posan». ¿Qué supone esta pequeña iluminación hoy?-La sensación ahora, diría, es que todo el tiempo ha sido ocupado por necesidades producidas por el consumo y por los trabajos, no hay espacios en blanco, no hay ratos muertos (que aunque se llamen así, como dice otro personaje, están llenos de vida). En este sentido, recuperar un tiempo propio, y saber que no es solo de uno, porque estamos relacionados, pero que al menos puede no ser de quien pretende comprarlo, negarse, si las circunstancias lo permiten, a vender ese tiempo, sí es una forma de resistencia, una pequeña insurrección.-Otro personaje denuncia un mundo de basura expresiva, de «fuga de significado» desde las consignas empresariales tipo ‘misión, visión y valores’. ¿Le preocupa que no nos importe si una empresa o político hablen el idioma ‘nada’?-El significado es algo crucial. Estamos hablando con chats que no entienden si lo que dicen es verdad o mentira. Eso daña el lenguaje. Viene de antes. La publicidad utiliza emociones para vender cuentas corrientes u otras cosas, no vende un coche hablando de sus características sino que lo asocia a sentimientos. De este modo, esas palabras van perdiendo valor. La política y el mundo de la empresa son otros dos espacios donde las palabras no dicen lo que dicen y a menudo dicen lo contrario, pero no por acudir a la ironía, sino porque suenan bien, les interesa dar una imagen, y nadie exige que lo dicho se corresponda con su significado. Al mismo tiempo, si vemos la vida humana como una historia, quizá su argumento principal sea, precisamente, qué significados queremos preservar. De manera que creo que es importante no dejar pasar esas palabras huecas o que dicen lo contrario de lo que dicen. No es fácil, se requiere mucha organización.-¿Es posible escuchar de otra manera?-La sociedad prefiere el sonambulismo a la conciencia, decía McLuhan. Seguramente es así y, a la vez, de pronto llegan hasta el sonambulismo preguntas por lo que no puede ser, por lo que podría, por lo que podremos proteger, por lo que está pasando, por la oscuridad.-En ‘Te siguen’ no abundan las frases promocionales de colegas literatos. ¿Hay recelo?-Sí. Se nos ha ido, me parece, de las manos, y contribuye a vaciar el significado de las palabras. En las fajas de los libros, cinco personas diciendo que el libro es extraordinario, a veces diez, no hay sentido de la medida. Lo entiendo más para una primera novela, y seguro que hay otros casos que lo explican. ¿Quién no ha caído en ello? Al menos esta vez para la faja acudí a la frase de un personaje de Le Carré que no habla de la calidad de la novela, sino que entra en uno de sus temas. Tal vez lo próximo sea un libro sin faja.-En las redes se puntúa todo. ¿Por qué esta vuelta al cole?-Las redes sociales trabajan con necesidades reales, pero las falsifican. Esta clase de sociedad genera exceso o falta de trabajo, falta de espacios donde juntarnos sin tener que consumir, falta de tiempo para encontrarse, indefensión, angustia económica, largos trayectos que recorrer, falta de proyectos compartidos por la dificultad de sacarlos adelante. Crean la impresión de ser visto, escuchado, tenido en cuenta. Las más de las veces esa impresión es ilusoria. Los modelos, algoritmos y demás, dan preferencia a lo que es fácil medir, y la vida humana no se mide fácilmente. Por eso las puntuaciones, los números, lo individual, lo cuantificable, tiene prioridad sobre el momento inasible de cinco personas charlando porque quieren poner en marcha una idea y se cruzan miradas, se ríen, discuten, se exaltan, el tacto se mezcla con la idea, las figuras cambian, brillan, se recomponen.-En ‘El murmullo’ escribió: «El plan propuesto por la sociedad que conocemos consiste en competir. Si no se escoge con cuidado el objetivo, nos impondrán el de la competencia contra personas iguales o en peor situación».-Al principio nos llamaban la atención las películas venidas de EE.UU. donde se clasificaba a las personas en ganadoras y fracasadas, donde ‘perdedor’ era un insulto. La llamada sociedad del bienestar, pensábamos, era más solidaria, todo estaba mejor distribuido, y era menos cuadriculada, más contradictoria. Desde luego, no idealizo lo que había, digamos que al menos tenía atisbos de algo parecido a la búsqueda de la equidad. Ahora han empeorado las condiciones para buscarla, el salario social disminuye, lo privado se va comiendo a lo público, se enfrenta a las personas trabajadoras entre sí y con las que no trabajan. Al mismo tiempo, la necesidad de salir del infierno del ‘sálvese quien pueda’ es mayor y en cualquier momento algo puede suceder.-¿La literatura que le gusta podría no ser ‘útil’, ser pura estética?-Mientras escribía di muchas vueltas a unas palabras que leí sobre lo que puede experimentar el espectador de teatro o quien lee una novela: «La ilusión que conmueve durante unas horas para dejarle luego más agotado, lleno de vagos recuerdos y de una aún más vaga esperanza». A menudo se lee así, atravesamos la ficción como un paisaje que provoca ideas y sensaciones, luego queda un deje de ausencia extraño y nos metemos en otro libro, y en otro. Me pregunté por qué en lugar de escribir un libro paisaje, sigo pensando que la literatura puede ser puntal, hacer algo más que dejar ese vago recuerdo, convertirse en parte de un diálogo, revelar, afirmar, incluso apostar, de tal modo que su lectura dé lugar a un desplazamiento, aunque solo sea para rebatir lo leído o para distanciarse de ello, pero sabiendo que está ahí, no como una historia que se disolverá en la niebla. Aunque sé que los libros paisaje se buscan más, de algún modo, sigo otro camino.-¿Nos preocupamos menos por los países más pobres que antes? ¿Por qué podría ser?-Supongo que tiene que ver con la escasez creada y con esa pésima estructura de sentimiento según la cual el otro es una amenaza y no alguien que contribuye a mejorar lo común. Esto hay que decirlo sin idealismo, porque en determinadas circunstancias el otro o uno mismo puede comportarse como una amenaza, y lo común deja de ser lo común, o se impide que llegue a serlo, para ser lo nuestro frente a lo de ellos. Como decía Noelia Pena en un artículo excelente, «seguimos instalados en la crítica de las consecuencias, no de sus causas», y prevalece la confusión.-Nació en 1963. ¿Diría que se ha profundizado desde entonces en una estrategia de «generar individuos aislados que solo saben proteger lo propio»?-Esa frase la dice el llamado grupo inteligente de la AMX, la gran plataforma, y menciona otra estrategia: generar personas que entregan su desesperación más intransigente a líderes en los que no se puede confiar. Ambas opciones son consecuencia del aislamiento. Durante décadas se han producido formas de vida que exigen un consumo de recursos inusitado pero que no hacen justicia a las posibilidades humanas. Cuando, como está pasando, los recursos necesarios para ese consumo disminuyen, estallan las crisis. Lo que no es inexorable es necesitar ese consumo y asumir las formas que lo producen. Pero se sigue avanzando hacia ahí, se instila una estructura de sentimiento que nos convence de la propia impotencia y vamos dejando que las cosas que atentan contra vida se normalicen.-En varios libros suyos, hay colectivos que ‘confabulan’, comandos de resistencia. Y ,sin embargo, su labor de escritora es solitaria. ¿Se siente con un rol vital-político?-En esas novelas cuento la parte de quienes prefieren no unirse. He tratado siempre de entregar los mejores argumentos a cada personaje, para que defiendan sus posiciones de tal modo que el diálogo sea real y pueda aparecer lo no esperado, lo que falta. En la vida de quien escribe ocurren otras cosas además de la escritura. Miro lo que miro en parte porque a cada cual le toca una situación, unos intereses, y unas maneras de ver y de contar que no se eligen. Y porque encuentro en lo que miro algo que requiere ser contado. Poniéndonos estupendos, hace un siglo Rilke dijo que había sido necesario el poema de Baudelaire ‘La carroña’ para que el arte evolucionara y supiera ver y no desdeñar cualquier cosa existente. Hoy seguimos anclados en ese momento decimonónico, hay una voluntad de mirar de frente lo horrible. Y está bien. A mí me interesa mirar algo distinto que lo literario no suele ver. RSS de noticias de cultura
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