Una marea blanca y bulliciosa inundó los tendidos: era 7 de julio, el día grande, el de la procesión de San Fermín, el del culto en San Lorenzo, el del desfile de gigantes y cabezudos. En una terraza de Carlos III, una pandilla gritaba lo de «¡Camarero, una de mero!», hasta llegar a la fecha señalada en rojo, con panes kilométricos en las mesas y, luego, en el graderío. En las escaleras de acceso al 3 competían y discutían sobre quién la tenía más grande: la barra del bocata, digo. De atragantón la bronca (no torera) a Joseba Asiron. Tronaban los tendidos contra el alcalde de la chistera, que tuvo que aguantar el chaparrón del público antes de que el cielo descargara un solemne aguacero. A la par que estallaban los abucheos a Asiron, gritaban a coro «¡Pedro Sánchez, hijo de p..!», con las gargantas como una lija de tanto pronunciar su nombre. «¡Al calabozo!», exclamó en la grada un chaval del Osasuna que preguntaba a otro de su peña si preferiría ser rey o el mejor torero de la historia. Él lo tenía claro: «Yo quiero dignificar España». El debate político se colaba en las pancartas –repugnante alguna– y en los tendidos, que si Bildu, que si Cerdán, pero, por encima de todos, Sánchez. Al de La Moncloa tuvieron que picarle las orejas de tantas veces que se le mentó. Allá, en su palco, Joseba Asiron aguantaba el tipo con su hipocresía habitual: no quiero toros, pero presido la corrida del día grande… ¡Y vaya corrida! Decepcionantísima la de Fuente Ymbro. La cara del ganadero era un poema. Gallardo, que es un tipo apasionado y un loco del toro, lamentaba el comportamiento de sus animales: deslucidos, mansos, complicados, con guasa… El de Los Romerales, con un palmarés superior en la Monumental navarra, venía de recoger el quinto premio de la Feria del Toro. No podrá ser en esta edición: el encierro se quedó en la fachada, en su delantero armamento, que venía con la pólvora de la bravura mojada, sin apenas clase, con esos hachazos, con ese incierto juego. Y eso que el primero prometió una nobleza y una calidad que no se mantendrían durante el desagradable sexteto. Cuando apareció este Orgulloso, supimos que estábamos ante el toro pamplonica. Qué inmenso trapío. Miguel Ángel Perera se puso como el que se pone delante de una vaca en el campo, tocando las teclas de la técnica, con un temple superior y, qué lástima, una largura excesiva. Tanto fue su entendimiento que, frente a un animal tan obediente, aquello se vivió con frialdad, como si esa facilidad para estar delante de un tío imponente apenas transmitiera. No ayudó su forma de atacar la hora final, con los pinchazos a los bajos. Saludó una ovación tras escuchar un aviso. Otro se anotaría en el feote y oscuro cuarto, con el que se pasó de faena sin necesidad. No le gustó que el recado llegara cuando doblaba el enemigo: no era el momento, claro.Tampoco le agradó a Talavante (ni a nadie) el segundo: a gañafones se movía. El ‘indultador’ de la temporada, de triunfo en triunfo, no se confió con el malaje Sacacuartos. Más estrecho andaba el cinqueño quinto, en un digno tercio de banderillas de Lili –qué raro verlo en otras filas distintas a la de Morante– e Izquierdo (la corrida fue compleja para las cuadrillas). Primoroso permitió al extremeño algún muletazo con su aquel, aunque sin verdadera decisión. Tampoco había material para ello. Todo entrega fue Daniel Luque desde el ajustadísimo quite por chicuelinas. Había expectación por ver a Tramposo, el toro guerrista de los Corrales del Gas, y bien bautizado estaba: una prenda era. La meritísima estocada puso en alza su valor en una tarde de desconfiados aceros. Ay, si hubiese recetado ese espadazo al sexto, el torero de Gerena –que no ha tenido el principio de temporada esperado– tendría hoy en su vitrina una oreja cabal. Qué bien entendió al manso, agradecido a su magistral trato, aunque en una luquecina terminase rompiéndole la taleguilla. Con una ovación abandonó la plaza mientras estallaban los abucheos (para el presidente de la corrida y para el de España).Feria de San Fermín Monumental de Pamplona. Lunes, 7 de julio de 2025. Tercera corrida. Lleno. Toros de Fuente Ymbro, serios y armados en general, feotes algunos (parecían más cuando no embestíán, deslucidos, mansos y complicados; noble el 1º, algo respondieron 5º y 6º. Miguel Ángel Perera, de gris perla y azabache: pinchazo hondo atravesado y descabello (saludos tras aviso); dos pinchazos en los bajos y estocada caída (silencio tras aviso). Alejandro Talavante, de nazareno y oro: tres feos pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y estocada baja perpendicular (silencio). Daniel Luque, de rioja y oro: estocada trasera y tendida (ligera petición y saludos); dos pinchazos y estocada (ovación de despedida). Una marea blanca y bulliciosa inundó los tendidos: era 7 de julio, el día grande, el de la procesión de San Fermín, el del culto en San Lorenzo, el del desfile de gigantes y cabezudos. En una terraza de Carlos III, una pandilla gritaba lo de «¡Camarero, una de mero!», hasta llegar a la fecha señalada en rojo, con panes kilométricos en las mesas y, luego, en el graderío. En las escaleras de acceso al 3 competían y discutían sobre quién la tenía más grande: la barra del bocata, digo. De atragantón la bronca (no torera) a Joseba Asiron. Tronaban los tendidos contra el alcalde de la chistera, que tuvo que aguantar el chaparrón del público antes de que el cielo descargara un solemne aguacero. A la par que estallaban los abucheos a Asiron, gritaban a coro «¡Pedro Sánchez, hijo de p..!», con las gargantas como una lija de tanto pronunciar su nombre. «¡Al calabozo!», exclamó en la grada un chaval del Osasuna que preguntaba a otro de su peña si preferiría ser rey o el mejor torero de la historia. Él lo tenía claro: «Yo quiero dignificar España». El debate político se colaba en las pancartas –repugnante alguna– y en los tendidos, que si Bildu, que si Cerdán, pero, por encima de todos, Sánchez. Al de La Moncloa tuvieron que picarle las orejas de tantas veces que se le mentó. Allá, en su palco, Joseba Asiron aguantaba el tipo con su hipocresía habitual: no quiero toros, pero presido la corrida del día grande… ¡Y vaya corrida! Decepcionantísima la de Fuente Ymbro. La cara del ganadero era un poema. Gallardo, que es un tipo apasionado y un loco del toro, lamentaba el comportamiento de sus animales: deslucidos, mansos, complicados, con guasa… El de Los Romerales, con un palmarés superior en la Monumental navarra, venía de recoger el quinto premio de la Feria del Toro. No podrá ser en esta edición: el encierro se quedó en la fachada, en su delantero armamento, que venía con la pólvora de la bravura mojada, sin apenas clase, con esos hachazos, con ese incierto juego. Y eso que el primero prometió una nobleza y una calidad que no se mantendrían durante el desagradable sexteto. Cuando apareció este Orgulloso, supimos que estábamos ante el toro pamplonica. Qué inmenso trapío. Miguel Ángel Perera se puso como el que se pone delante de una vaca en el campo, tocando las teclas de la técnica, con un temple superior y, qué lástima, una largura excesiva. Tanto fue su entendimiento que, frente a un animal tan obediente, aquello se vivió con frialdad, como si esa facilidad para estar delante de un tío imponente apenas transmitiera. No ayudó su forma de atacar la hora final, con los pinchazos a los bajos. Saludó una ovación tras escuchar un aviso. Otro se anotaría en el feote y oscuro cuarto, con el que se pasó de faena sin necesidad. No le gustó que el recado llegara cuando doblaba el enemigo: no era el momento, claro.Tampoco le agradó a Talavante (ni a nadie) el segundo: a gañafones se movía. El ‘indultador’ de la temporada, de triunfo en triunfo, no se confió con el malaje Sacacuartos. Más estrecho andaba el cinqueño quinto, en un digno tercio de banderillas de Lili –qué raro verlo en otras filas distintas a la de Morante– e Izquierdo (la corrida fue compleja para las cuadrillas). Primoroso permitió al extremeño algún muletazo con su aquel, aunque sin verdadera decisión. Tampoco había material para ello. Todo entrega fue Daniel Luque desde el ajustadísimo quite por chicuelinas. Había expectación por ver a Tramposo, el toro guerrista de los Corrales del Gas, y bien bautizado estaba: una prenda era. La meritísima estocada puso en alza su valor en una tarde de desconfiados aceros. Ay, si hubiese recetado ese espadazo al sexto, el torero de Gerena –que no ha tenido el principio de temporada esperado– tendría hoy en su vitrina una oreja cabal. Qué bien entendió al manso, agradecido a su magistral trato, aunque en una luquecina terminase rompiéndole la taleguilla. Con una ovación abandonó la plaza mientras estallaban los abucheos (para el presidente de la corrida y para el de España).Feria de San Fermín Monumental de Pamplona. Lunes, 7 de julio de 2025. Tercera corrida. Lleno. Toros de Fuente Ymbro, serios y armados en general, feotes algunos (parecían más cuando no embestíán, deslucidos, mansos y complicados; noble el 1º, algo respondieron 5º y 6º. Miguel Ángel Perera, de gris perla y azabache: pinchazo hondo atravesado y descabello (saludos tras aviso); dos pinchazos en los bajos y estocada caída (silencio tras aviso). Alejandro Talavante, de nazareno y oro: tres feos pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y estocada baja perpendicular (silencio). Daniel Luque, de rioja y oro: estocada trasera y tendida (ligera petición y saludos); dos pinchazos y estocada (ovación de despedida). Una marea blanca y bulliciosa inundó los tendidos: era 7 de julio, el día grande, el de la procesión de San Fermín, el del culto en San Lorenzo, el del desfile de gigantes y cabezudos. En una terraza de Carlos III, una pandilla gritaba lo de «¡Camarero, una de mero!», hasta llegar a la fecha señalada en rojo, con panes kilométricos en las mesas y, luego, en el graderío. En las escaleras de acceso al 3 competían y discutían sobre quién la tenía más grande: la barra del bocata, digo. De atragantón la bronca (no torera) a Joseba Asiron. Tronaban los tendidos contra el alcalde de la chistera, que tuvo que aguantar el chaparrón del público antes de que el cielo descargara un solemne aguacero. A la par que estallaban los abucheos a Asiron, gritaban a coro «¡Pedro Sánchez, hijo de p..!», con las gargantas como una lija de tanto pronunciar su nombre. «¡Al calabozo!», exclamó en la grada un chaval del Osasuna que preguntaba a otro de su peña si preferiría ser rey o el mejor torero de la historia. Él lo tenía claro: «Yo quiero dignificar España». El debate político se colaba en las pancartas –repugnante alguna– y en los tendidos, que si Bildu, que si Cerdán, pero, por encima de todos, Sánchez. Al de La Moncloa tuvieron que picarle las orejas de tantas veces que se le mentó. Allá, en su palco, Joseba Asiron aguantaba el tipo con su hipocresía habitual: no quiero toros, pero presido la corrida del día grande… ¡Y vaya corrida! Decepcionantísima la de Fuente Ymbro. La cara del ganadero era un poema. Gallardo, que es un tipo apasionado y un loco del toro, lamentaba el comportamiento de sus animales: deslucidos, mansos, complicados, con guasa… El de Los Romerales, con un palmarés superior en la Monumental navarra, venía de recoger el quinto premio de la Feria del Toro. No podrá ser en esta edición: el encierro se quedó en la fachada, en su delantero armamento, que venía con la pólvora de la bravura mojada, sin apenas clase, con esos hachazos, con ese incierto juego. Y eso que el primero prometió una nobleza y una calidad que no se mantendrían durante el desagradable sexteto. Cuando apareció este Orgulloso, supimos que estábamos ante el toro pamplonica. Qué inmenso trapío. Miguel Ángel Perera se puso como el que se pone delante de una vaca en el campo, tocando las teclas de la técnica, con un temple superior y, qué lástima, una largura excesiva. Tanto fue su entendimiento que, frente a un animal tan obediente, aquello se vivió con frialdad, como si esa facilidad para estar delante de un tío imponente apenas transmitiera. No ayudó su forma de atacar la hora final, con los pinchazos a los bajos. Saludó una ovación tras escuchar un aviso. Otro se anotaría en el feote y oscuro cuarto, con el que se pasó de faena sin necesidad. No le gustó que el recado llegara cuando doblaba el enemigo: no era el momento, claro.Tampoco le agradó a Talavante (ni a nadie) el segundo: a gañafones se movía. El ‘indultador’ de la temporada, de triunfo en triunfo, no se confió con el malaje Sacacuartos. Más estrecho andaba el cinqueño quinto, en un digno tercio de banderillas de Lili –qué raro verlo en otras filas distintas a la de Morante– e Izquierdo (la corrida fue compleja para las cuadrillas). Primoroso permitió al extremeño algún muletazo con su aquel, aunque sin verdadera decisión. Tampoco había material para ello. Todo entrega fue Daniel Luque desde el ajustadísimo quite por chicuelinas. Había expectación por ver a Tramposo, el toro guerrista de los Corrales del Gas, y bien bautizado estaba: una prenda era. La meritísima estocada puso en alza su valor en una tarde de desconfiados aceros. Ay, si hubiese recetado ese espadazo al sexto, el torero de Gerena –que no ha tenido el principio de temporada esperado– tendría hoy en su vitrina una oreja cabal. Qué bien entendió al manso, agradecido a su magistral trato, aunque en una luquecina terminase rompiéndole la taleguilla. Con una ovación abandonó la plaza mientras estallaban los abucheos (para el presidente de la corrida y para el de España).Feria de San Fermín Monumental de Pamplona. Lunes, 7 de julio de 2025. Tercera corrida. Lleno. Toros de Fuente Ymbro, serios y armados en general, feotes algunos (parecían más cuando no embestíán, deslucidos, mansos y complicados; noble el 1º, algo respondieron 5º y 6º. Miguel Ángel Perera, de gris perla y azabache: pinchazo hondo atravesado y descabello (saludos tras aviso); dos pinchazos en los bajos y estocada caída (silencio tras aviso). Alejandro Talavante, de nazareno y oro: tres feos pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y estocada baja perpendicular (silencio). Daniel Luque, de rioja y oro: estocada trasera y tendida (ligera petición y saludos); dos pinchazos y estocada (ovación de despedida). RSS de noticias de cultura
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