El sonido del bandoneón inunda la imaginación al diseñar un recorrido por el Buenos Aires musiquero, protagonista de este segundo capítulo de ‘Ciudades y Música’ que ahora cruza el Atlántico para sumergirse en la escena cultural de la capital argentina.Cualquier porteño nos diría que no se podría arrancar con mejor pie que haciendo una primera parada en el Bar 12 de Octubre, conocido popularmente como El Boliche de Roberto, un establecimiento con más de 130 años de historia en el que se pueden disfrutar de espectáculos de música en vivo con entrada gratuita, en un ambiente genuino y arrabalero ideal para descubrir los secretos más indescifrables del tango. Estéticamente es también una joya ya desde la lindísima fachada, donde el pintor Crespi creó un mural con el retrato de Carlos Gardel junto a una pareja de milongueros, y una vez dentro, una barra de madera antigua recibe al visitante para que elija su bebida de entre los cientos de botellas de aspecto ancestral que llenan las estanterías de las paredes.Desde ahí, a unos quince minutos andando en dirección al puerto nos toparemos en primer lugar con el monumento al Rey del Tango, una estatua de bronce y casi dos metros y medio de altura obra del escultor sanjuanino Mariano Pagés, en la que Gardel, con los brazos cruzados pero sonriente, mira a las calles donde creció; y poco después, unos trescientos metros más adelante, se alza la Casa-Museo donde vivió el legendario cantante, que se puede visitar por unos diez euros y nos acerca a la vida del artista, detallando sus primeros pasos en el mundo de la música y haciendo un repaso visual y sonoro de su discografía y su filmografía, y reservando un apartado para su último viaje, en el que perdió la vida en un accidente de avión en medio de una gira por Latinoamérica.Un ‘tour’ musicalSiguiendo el camino hacia el mar surgen dos escalas clave en este recorrido, pegadas la una a la otra. Una es el Café Tortoni (el nombre rinde homenaje al de París), el más antiguo de la ciudad y uno de los más efervescentes, al acoge exposiciones y espectáculos musicales durante todo el año. Fundado en 1858, se convirtió en uno de los centros neurálgicos de la actividad cultural de Buenos Aires y sus paredes así lo reflejan, al ser escaparate de un centenar de cuadros y esculturas regaladas por los artistas que por allí han pasado durante todo este tiempo. Enfrente está el Museo Mundial del Tango, que abarca un amplio sector del Palacio Carlos Gardel y es la sede de la Academia Nacional del Tango. Allí se ofrece un inigualable repaso de la historia del tango desde 1850 hasta la actualidad, y tiene una tienda de discos y otros objetos tangueros y una muestra de fotos de Annemarie Heinrich de célebres figuras del género.La inmersión turístico-tanguera no estará completa sin una visita al Monumento a Osvaldo Pugliese, pianista, director y compositor clave del siglo XX que impulsó el Sindicato Argentino de Músicos en los años treinta. Él fue además el responsable de abrir al tango el Teatro Colón, otra escala de nuestro recorrido, que antes del debut de Pugliese estaba reservado casi exclusivamente para la música y lírica académicas. Considerado uno de los diez mejores teatros de ópera del mundo según National Geographic, fue el escenario de algunos de los conciertos más memorables de Astor Piazzolla y hoy en día acoge actuaciones de pop y rock que, sólo por la belleza del lugar, se convierten en experiencias inolvidables (y organiza visitas guiadas).En cuanto a garitos con música en vivo, en Chacarera está el Rodney Bar, un clásico para los amantes del rock nacional; y en el Paseo La Plaza tenemos The Cavern Club, bar que rinde obvio tributo a Los Beatles, pero también a otras leyendas como Queen y Janis Joplin. En Villa del Parque, Eter Club se alza como uno de los locales con música en directo más diversa, abarcando desde el jazz al blues pasando por el rock o incluso el soul. Uno de los grandes es El Emergente, en la zona del Abasto, con tres salas distintas y casi siempre con entrada gratuita. También hay un Café Berlín que emula el de Madrid, y un Strummer Bar fundado por músicos locales y dedicado al líder de The Clash, que reside como reducto rockero palermitano. Y si lo que se busca es jazz y nada más que jazz, hay para dar y tomar con el Thelonius Club, Bebo Club, Swing City, Jazz Voyeur o The Lift Jazz Club.La música en Buenos Aires también suena, cómo no, al aire libre. Cada día, docenas de bandas y cantantes llenan el Barrio de San Telmo con conciertos callejeros, especialmente en la bohemia Plaza Dorrego y en la peatonal Calle Florida, y también en la Plaza Francia, un poco más al norte.Un rincón especialPero si hay algo único relacionado con la música en la capital argentina, es la abundancia de murales dedicados a sus grandes héroes del pop y el rock. En la avenida Francisco Beiró del barrio de Agronomía hay un viaducto de más de 300 metros de largo que se ha convertido en una verdadera galería de arte urbano, donde cada pared cuenta una parte de la historia de Gustavo Cerati, líder de Soda Stereo. Otro túnel repleto de graffitis rockeros es el que une los barrios de Villa Urquiza y Coghlan, dedicado a Luis Alberto Spinetta, donde se pueden ver hasta cuarenta murales con fotos y portadas de sus discos. Al mítico Norberto ‘Pappo’ Napolitano no le falta el suyo, en la calle Remedios de Escalada del barrio de La Paternal. Charly García también es protagonista de otro de los más espectaculares, entre los túneles bajo los puentes de Avenida Bullrich y Avenida Libertador. Y para los amantes de la música urbana más rabiosamente actual, es imperdible la visita a la cuna del trap argentino: la mansión de la calle Antezana 247 donde vivió y grabó discos Duki , cuyo rostro ilustra el mural de la fachada. El sonido del bandoneón inunda la imaginación al diseñar un recorrido por el Buenos Aires musiquero, protagonista de este segundo capítulo de ‘Ciudades y Música’ que ahora cruza el Atlántico para sumergirse en la escena cultural de la capital argentina.Cualquier porteño nos diría que no se podría arrancar con mejor pie que haciendo una primera parada en el Bar 12 de Octubre, conocido popularmente como El Boliche de Roberto, un establecimiento con más de 130 años de historia en el que se pueden disfrutar de espectáculos de música en vivo con entrada gratuita, en un ambiente genuino y arrabalero ideal para descubrir los secretos más indescifrables del tango. Estéticamente es también una joya ya desde la lindísima fachada, donde el pintor Crespi creó un mural con el retrato de Carlos Gardel junto a una pareja de milongueros, y una vez dentro, una barra de madera antigua recibe al visitante para que elija su bebida de entre los cientos de botellas de aspecto ancestral que llenan las estanterías de las paredes.Desde ahí, a unos quince minutos andando en dirección al puerto nos toparemos en primer lugar con el monumento al Rey del Tango, una estatua de bronce y casi dos metros y medio de altura obra del escultor sanjuanino Mariano Pagés, en la que Gardel, con los brazos cruzados pero sonriente, mira a las calles donde creció; y poco después, unos trescientos metros más adelante, se alza la Casa-Museo donde vivió el legendario cantante, que se puede visitar por unos diez euros y nos acerca a la vida del artista, detallando sus primeros pasos en el mundo de la música y haciendo un repaso visual y sonoro de su discografía y su filmografía, y reservando un apartado para su último viaje, en el que perdió la vida en un accidente de avión en medio de una gira por Latinoamérica.Un ‘tour’ musicalSiguiendo el camino hacia el mar surgen dos escalas clave en este recorrido, pegadas la una a la otra. Una es el Café Tortoni (el nombre rinde homenaje al de París), el más antiguo de la ciudad y uno de los más efervescentes, al acoge exposiciones y espectáculos musicales durante todo el año. Fundado en 1858, se convirtió en uno de los centros neurálgicos de la actividad cultural de Buenos Aires y sus paredes así lo reflejan, al ser escaparate de un centenar de cuadros y esculturas regaladas por los artistas que por allí han pasado durante todo este tiempo. Enfrente está el Museo Mundial del Tango, que abarca un amplio sector del Palacio Carlos Gardel y es la sede de la Academia Nacional del Tango. Allí se ofrece un inigualable repaso de la historia del tango desde 1850 hasta la actualidad, y tiene una tienda de discos y otros objetos tangueros y una muestra de fotos de Annemarie Heinrich de célebres figuras del género.La inmersión turístico-tanguera no estará completa sin una visita al Monumento a Osvaldo Pugliese, pianista, director y compositor clave del siglo XX que impulsó el Sindicato Argentino de Músicos en los años treinta. Él fue además el responsable de abrir al tango el Teatro Colón, otra escala de nuestro recorrido, que antes del debut de Pugliese estaba reservado casi exclusivamente para la música y lírica académicas. Considerado uno de los diez mejores teatros de ópera del mundo según National Geographic, fue el escenario de algunos de los conciertos más memorables de Astor Piazzolla y hoy en día acoge actuaciones de pop y rock que, sólo por la belleza del lugar, se convierten en experiencias inolvidables (y organiza visitas guiadas).En cuanto a garitos con música en vivo, en Chacarera está el Rodney Bar, un clásico para los amantes del rock nacional; y en el Paseo La Plaza tenemos The Cavern Club, bar que rinde obvio tributo a Los Beatles, pero también a otras leyendas como Queen y Janis Joplin. En Villa del Parque, Eter Club se alza como uno de los locales con música en directo más diversa, abarcando desde el jazz al blues pasando por el rock o incluso el soul. Uno de los grandes es El Emergente, en la zona del Abasto, con tres salas distintas y casi siempre con entrada gratuita. También hay un Café Berlín que emula el de Madrid, y un Strummer Bar fundado por músicos locales y dedicado al líder de The Clash, que reside como reducto rockero palermitano. Y si lo que se busca es jazz y nada más que jazz, hay para dar y tomar con el Thelonius Club, Bebo Club, Swing City, Jazz Voyeur o The Lift Jazz Club.La música en Buenos Aires también suena, cómo no, al aire libre. Cada día, docenas de bandas y cantantes llenan el Barrio de San Telmo con conciertos callejeros, especialmente en la bohemia Plaza Dorrego y en la peatonal Calle Florida, y también en la Plaza Francia, un poco más al norte.Un rincón especialPero si hay algo único relacionado con la música en la capital argentina, es la abundancia de murales dedicados a sus grandes héroes del pop y el rock. En la avenida Francisco Beiró del barrio de Agronomía hay un viaducto de más de 300 metros de largo que se ha convertido en una verdadera galería de arte urbano, donde cada pared cuenta una parte de la historia de Gustavo Cerati, líder de Soda Stereo. Otro túnel repleto de graffitis rockeros es el que une los barrios de Villa Urquiza y Coghlan, dedicado a Luis Alberto Spinetta, donde se pueden ver hasta cuarenta murales con fotos y portadas de sus discos. Al mítico Norberto ‘Pappo’ Napolitano no le falta el suyo, en la calle Remedios de Escalada del barrio de La Paternal. Charly García también es protagonista de otro de los más espectaculares, entre los túneles bajo los puentes de Avenida Bullrich y Avenida Libertador. Y para los amantes de la música urbana más rabiosamente actual, es imperdible la visita a la cuna del trap argentino: la mansión de la calle Antezana 247 donde vivió y grabó discos Duki , cuyo rostro ilustra el mural de la fachada. El sonido del bandoneón inunda la imaginación al diseñar un recorrido por el Buenos Aires musiquero, protagonista de este segundo capítulo de ‘Ciudades y Música’ que ahora cruza el Atlántico para sumergirse en la escena cultural de la capital argentina.Cualquier porteño nos diría que no se podría arrancar con mejor pie que haciendo una primera parada en el Bar 12 de Octubre, conocido popularmente como El Boliche de Roberto, un establecimiento con más de 130 años de historia en el que se pueden disfrutar de espectáculos de música en vivo con entrada gratuita, en un ambiente genuino y arrabalero ideal para descubrir los secretos más indescifrables del tango. Estéticamente es también una joya ya desde la lindísima fachada, donde el pintor Crespi creó un mural con el retrato de Carlos Gardel junto a una pareja de milongueros, y una vez dentro, una barra de madera antigua recibe al visitante para que elija su bebida de entre los cientos de botellas de aspecto ancestral que llenan las estanterías de las paredes.Desde ahí, a unos quince minutos andando en dirección al puerto nos toparemos en primer lugar con el monumento al Rey del Tango, una estatua de bronce y casi dos metros y medio de altura obra del escultor sanjuanino Mariano Pagés, en la que Gardel, con los brazos cruzados pero sonriente, mira a las calles donde creció; y poco después, unos trescientos metros más adelante, se alza la Casa-Museo donde vivió el legendario cantante, que se puede visitar por unos diez euros y nos acerca a la vida del artista, detallando sus primeros pasos en el mundo de la música y haciendo un repaso visual y sonoro de su discografía y su filmografía, y reservando un apartado para su último viaje, en el que perdió la vida en un accidente de avión en medio de una gira por Latinoamérica.Un ‘tour’ musicalSiguiendo el camino hacia el mar surgen dos escalas clave en este recorrido, pegadas la una a la otra. Una es el Café Tortoni (el nombre rinde homenaje al de París), el más antiguo de la ciudad y uno de los más efervescentes, al acoge exposiciones y espectáculos musicales durante todo el año. Fundado en 1858, se convirtió en uno de los centros neurálgicos de la actividad cultural de Buenos Aires y sus paredes así lo reflejan, al ser escaparate de un centenar de cuadros y esculturas regaladas por los artistas que por allí han pasado durante todo este tiempo. Enfrente está el Museo Mundial del Tango, que abarca un amplio sector del Palacio Carlos Gardel y es la sede de la Academia Nacional del Tango. Allí se ofrece un inigualable repaso de la historia del tango desde 1850 hasta la actualidad, y tiene una tienda de discos y otros objetos tangueros y una muestra de fotos de Annemarie Heinrich de célebres figuras del género.La inmersión turístico-tanguera no estará completa sin una visita al Monumento a Osvaldo Pugliese, pianista, director y compositor clave del siglo XX que impulsó el Sindicato Argentino de Músicos en los años treinta. Él fue además el responsable de abrir al tango el Teatro Colón, otra escala de nuestro recorrido, que antes del debut de Pugliese estaba reservado casi exclusivamente para la música y lírica académicas. Considerado uno de los diez mejores teatros de ópera del mundo según National Geographic, fue el escenario de algunos de los conciertos más memorables de Astor Piazzolla y hoy en día acoge actuaciones de pop y rock que, sólo por la belleza del lugar, se convierten en experiencias inolvidables (y organiza visitas guiadas).En cuanto a garitos con música en vivo, en Chacarera está el Rodney Bar, un clásico para los amantes del rock nacional; y en el Paseo La Plaza tenemos The Cavern Club, bar que rinde obvio tributo a Los Beatles, pero también a otras leyendas como Queen y Janis Joplin. En Villa del Parque, Eter Club se alza como uno de los locales con música en directo más diversa, abarcando desde el jazz al blues pasando por el rock o incluso el soul. Uno de los grandes es El Emergente, en la zona del Abasto, con tres salas distintas y casi siempre con entrada gratuita. También hay un Café Berlín que emula el de Madrid, y un Strummer Bar fundado por músicos locales y dedicado al líder de The Clash, que reside como reducto rockero palermitano. Y si lo que se busca es jazz y nada más que jazz, hay para dar y tomar con el Thelonius Club, Bebo Club, Swing City, Jazz Voyeur o The Lift Jazz Club.La música en Buenos Aires también suena, cómo no, al aire libre. Cada día, docenas de bandas y cantantes llenan el Barrio de San Telmo con conciertos callejeros, especialmente en la bohemia Plaza Dorrego y en la peatonal Calle Florida, y también en la Plaza Francia, un poco más al norte.Un rincón especialPero si hay algo único relacionado con la música en la capital argentina, es la abundancia de murales dedicados a sus grandes héroes del pop y el rock. En la avenida Francisco Beiró del barrio de Agronomía hay un viaducto de más de 300 metros de largo que se ha convertido en una verdadera galería de arte urbano, donde cada pared cuenta una parte de la historia de Gustavo Cerati, líder de Soda Stereo. Otro túnel repleto de graffitis rockeros es el que une los barrios de Villa Urquiza y Coghlan, dedicado a Luis Alberto Spinetta, donde se pueden ver hasta cuarenta murales con fotos y portadas de sus discos. Al mítico Norberto ‘Pappo’ Napolitano no le falta el suyo, en la calle Remedios de Escalada del barrio de La Paternal. Charly García también es protagonista de otro de los más espectaculares, entre los túneles bajo los puentes de Avenida Bullrich y Avenida Libertador. Y para los amantes de la música urbana más rabiosamente actual, es imperdible la visita a la cuna del trap argentino: la mansión de la calle Antezana 247 donde vivió y grabó discos Duki , cuyo rostro ilustra el mural de la fachada. RSS de noticias de cultura
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