Las cosas no marchaban bien. Los alemanes avanzaban en todos los frentes y Gran Bretaña, tenazmente agazapada en su isla y su flota, no podía hacer más que esperar el cambio de marea de la guerra, que habría de llegar. Entretanto, se abrió una ventana de oportunidad para dar a la nación la sensación de que se hacía algo, algo valeroso. Vuelos de reconocimiento sobre la costa francesa del canal descubrieron una instalación de radar nazi en la Francia ocupada, en un acantilado junto al pequeño pueblo pesquero de Bruneval. Fue identificado como un avanzado aparato Würzburg (de la compañía Telefunken, que siempre es una garantía), parte de la vital red de detección alemana de cazas y bombarderos británicos. Y surgió la idea de un osado golpe de mano de fuerzas especiales para capturar ese radar de Hitler y desvelar su moderna tecnología, humillando de paso al enemigo.
Max Hastings narra en ‘Operación Biting’, una osada acción de fuerzas especiales británicas que parece salida de la pluma de Alistar MacLean, el autor de ‘El desafío de las águilas’
Las cosas no marchaban bien. Los alemanes avanzaban en todos los frentes y Gran Bretaña, tenazmente agazapada en su isla y su flota, no podía hacer más que esperar el cambio de marea de la guerra, que habría de llegar. Entretanto, se abrió una ventana de oportunidad para dar a la nación la sensación de que se hacía algo, algo valeroso. Vuelos de reconocimiento sobre la costa francesa del canal descubrieron una instalación de radar nazi en la Francia ocupada, en un acantilado junto al pequeño pueblo pesquero de Bruneval. Fue identificado como un avanzado aparato Würzburg (de la compañía Telefunken, que siempre es una garantía), parte de la vital red de detección alemana de cazas y bombarderos británicos. Y surgió la idea de un osado golpe de mano de fuerzas especiales para capturar ese radar de Hitler y desvelar su moderna tecnología, humillando de paso al enemigo.
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