Cuando aparece una nueva pista sobre Lope de Vega , hay una gran noticia. Y ahora la novedad llega desde Ecuador, ni más ni menos. Como muy pocos, Lope de Vega lo fue todo en este mundo : poeta famosísimo conocido en la corte y la calle, dramaturgo revolucionario que se las tuvo tiesas con más de uno, el escritor más prolífico de la historia, amante pasional como pocos y tantas cosas más. Si hubiera escrito su autobiografía, este rockstar del Siglo de Oro le habría podido robar el título a Neruda : «Confieso que he vivido», vida que en su caso estaba muy unida a la creación («¿Qué no escriba, decís, o que no viva?»). A su funeral en 1635 acudieron miles de personas, según cuenta Pérez de Montalbán (en la ‘Fama poética’) y hasta en Italia le dedicaron homenajes (como unas ‘Essequie poetiche’ desde Venecia), pero no todo fueron rosas.Dicen que la muerte lo pone todo en su sitio, pero a veces también lo puede alterar («lo bazuca», escribe Quevedo), como ocurrió con los libros de Lope: se sabe que el poeta llegó a tener una biblioteca importante que –como parte de sus bienes– pasó a su hija Feliciana, única familia que le sobrevive, quien debió de venderla. Una pena, pero se podría recordar la frase atribuida a Felipe II al nuncio vaticano, cuando lo visita en su lecho de muerte: «Mirad en qué venimos los grandes de este mundo». Peor todavía les fue a sus restos, por cierto, que acabaron en el nicho de la iglesia de San Sebastián de Madrid.Noticia Relacionada Trujamanerías opinion Si Ultracontemporáneo a mi pesar Adrián J. Sáez «’Ultracontemporáneo’ es un pleonasmo tan vago como circunscrito, condenado a perder vigencia en un suspiro, porque el hoy -recuerda Quevedo- se va a la carrera»Sea como fuere, a partir de ahí se pierde, desgraciadamente, el rastro de la colección lopesca: sí, claro, hay libros que se sabe que manejó por esta cita o esa otra referencia, pero no se conoce casi nada sobre su biblioteca personal, esa que manejaba en el taller de comedias, novelas y poemas. Hasta ahora, gracias a uno de esos golpes de suerte propios de los mejores estudiosos, que permite rescatar un libro lopesco desde América Latina. O dos, ya veremos. Y es que en el convento de Santo Domingo de la ciudad de Quito (Ecuador), Antonio Sánchez Jiménez ha encontrado un autógrafo lopesco : se trata de un ‘exlibris’ (marca de propiedad) con la firma del poeta en el ‘Index amplissimus insignium sententiarum quae a divo Ioanne Chrysostomo, archiepiscopo constantinopolitano, in suis lucubrationibus praeclare dictae sunt’, editado por Claude Chevallon en París, en 1536. El título, kilométrico como era usual en la época, indica un índice de las sentencias que contienen las obras de san Juan Crisóstomo. Desde luego, puede parecer un libro tedioso, pero es un descubrimiento de lo más importante, pues permite tanto reconstruir un poco más la biblioteca de Lope como entender mejor su forma de trabajo . A falta de GoogleDe hecho, en el mundo sólo se conocían hasta ahora dos obras con el ‘exlibris’ lopesco: ‘Il gentilhuomo’ (1571) y los ‘Avvertimenti morali’ (1572) de Girolamo Muzio (o Muzio Giustinopolitano), recuperadas en su día por Alexandre Roquain (Más allá del ‘exlibris’: ‘Lope de Vega y Mateo Vázquez de Leca. Historia de un libro inédito’, París, Michel Houdiard Éditeur, 2014).Más interesante todavía es el aspecto creativo, ya que se trata de un libro de atajo (un índice de sentencias), que seguramente facilitaba la búsqueda de tal o cual cita, como otros textos de síntesis de la época, tales como las misceláneas (colecciones de anécdotas, historias, etc.) de Pero Mexía (‘Silva de varia lección’, 1547) o los repertorios de Ravisius Textor (los ‘Epitheta’, 1524, con nombres y epítetos de la tradición clásica). A falta de Google, buenos eran estos compendios. Gracias a este hallazgo ecuatoriano, se sabe de dónde tomaba Lope las muchas citas de san Juan Crisóstomo que se encuentran en sus obras: en cierto sentido, lo hacía de segunda mano mediante este libro de su biblioteca.Las marcas de lectura , como se ve, no son cosa de hoy: también en la época se hacían subrayados, anotaciones y hasta dibujitos, en los laterales (como marginalia) o donde se pudiera. Por lo que se ve, Lope no se prodigaba mucho, quizás temeroso de cómo estos signos podrían afectar al valor de sus libros. En todo caso, este ‘Index amplissimus’ de Quito sólo cuenta con dos marcas de lectura: aparte de la firma de la portada, hay dos cruces que señalan sendas sentencias sobre el alma y, aunque no es posible afirmar con absoluta certeza que sean de mano de Lope, parece la conclusión más lógica. Queda por ver por qué y para qué, claro está.Uno de los volúmenes que pertenecieron a Lope con su ‘ex libris’, que contiene también dos marcas de lecturaTampoco se sabe a ciencia cierta cómo llegó este libro a Quito, porque la actual biblioteca histórica Fray Ignacio de Quezada del convento de Santo Domingo se reunió en diversas etapas: entre 1541 y 1688 estos dominicos contaban con una colección de estudio, que crece en 1688 con 4.000 libros llevados desde Europa por fray Ignacio de Quezada, cuando funda el Real Colegio de San Fernando, cantidad que sigue creciendo durante los siglos XVIII y XIX hasta los 30.487 de hoy. Sin embargo, el ‘Index amplissimus’ que interesa no tiene entrada en el registro, por lo que no se puede decir si estuvo entre los libros que trajo Quezada o si fue una incorporación más tardía.Otro Indiana JonesPero no queda ahí la cosa, porque puede haber más. Entre los miles de volúmenes de este fondo antiguo se encuentra uno de los autores favoritos de Lope, el franciscano neerlandés Franz Titelmans : se trata de un comentario de los Salmos (‘Elucidatio in omnes psalmos’), editado por Johannes Steelsius en Amberes en 1567, cuyo ‘exlibris’ ha sido recortado, si bien resulta plausible postular que algún coleccionista avispado pudo haber localizado un autógrafo valioso (el de Lope) y haberlo recortado para hacer negocio. El Indiana Jones de esta aventura es –como digo– Antonio Sánchez Jiménez, profesor de literatura hispánica en la Universidad de Neuchâtel (Suiza), que es uno de los mayores expertos mundiales sobre Lope de Vega , autor de libros tan estupendos como ‘Leyenda negra: la batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega’ (Cátedra, 2016) y la biografía de las biografías del poeta (‘Lope: el verso y la vida’, Cátedra, 2018), entre otros muchos estudios. Es más, se le puede considerar –si me lo permiten– como una suerte de nuevo «monstruo de la naturaleza» de la crítica por calidad y prolificidad, por lo que es casi lógico que sea el responsable de este hallazgo: el buen trabajo siempre acaba pagando.La investigación humanista a veces parece cosa de ciencia ficción (o alienígenas), precisamente porque no se mueve entre cultivos y pipetas como los Panorámix 2.0 de nuestro tiempo: muy al contrario, es una vida hecha de libros, manuscritos y papeles de biblioteca en biblioteca que tiene mucho de arte. Y otro tanto de trabajo de hormiga, algo de riesgo de perder la vista y, de vez en cuando, una sorpresa que justifica todos los desvelos , como es el caso. Las letras españolas están de enhorabuena, gracias a un descubrimiento digno de una película de detectives protagonizada por Sánchez Jiménez: allá donde esté, seguro que Lope hoy es un poco más feliz por haber recuperado un libro que se había perdido. Cuando aparece una nueva pista sobre Lope de Vega , hay una gran noticia. Y ahora la novedad llega desde Ecuador, ni más ni menos. Como muy pocos, Lope de Vega lo fue todo en este mundo : poeta famosísimo conocido en la corte y la calle, dramaturgo revolucionario que se las tuvo tiesas con más de uno, el escritor más prolífico de la historia, amante pasional como pocos y tantas cosas más. Si hubiera escrito su autobiografía, este rockstar del Siglo de Oro le habría podido robar el título a Neruda : «Confieso que he vivido», vida que en su caso estaba muy unida a la creación («¿Qué no escriba, decís, o que no viva?»). A su funeral en 1635 acudieron miles de personas, según cuenta Pérez de Montalbán (en la ‘Fama poética’) y hasta en Italia le dedicaron homenajes (como unas ‘Essequie poetiche’ desde Venecia), pero no todo fueron rosas.Dicen que la muerte lo pone todo en su sitio, pero a veces también lo puede alterar («lo bazuca», escribe Quevedo), como ocurrió con los libros de Lope: se sabe que el poeta llegó a tener una biblioteca importante que –como parte de sus bienes– pasó a su hija Feliciana, única familia que le sobrevive, quien debió de venderla. Una pena, pero se podría recordar la frase atribuida a Felipe II al nuncio vaticano, cuando lo visita en su lecho de muerte: «Mirad en qué venimos los grandes de este mundo». Peor todavía les fue a sus restos, por cierto, que acabaron en el nicho de la iglesia de San Sebastián de Madrid.Noticia Relacionada Trujamanerías opinion Si Ultracontemporáneo a mi pesar Adrián J. Sáez «’Ultracontemporáneo’ es un pleonasmo tan vago como circunscrito, condenado a perder vigencia en un suspiro, porque el hoy -recuerda Quevedo- se va a la carrera»Sea como fuere, a partir de ahí se pierde, desgraciadamente, el rastro de la colección lopesca: sí, claro, hay libros que se sabe que manejó por esta cita o esa otra referencia, pero no se conoce casi nada sobre su biblioteca personal, esa que manejaba en el taller de comedias, novelas y poemas. Hasta ahora, gracias a uno de esos golpes de suerte propios de los mejores estudiosos, que permite rescatar un libro lopesco desde América Latina. O dos, ya veremos. Y es que en el convento de Santo Domingo de la ciudad de Quito (Ecuador), Antonio Sánchez Jiménez ha encontrado un autógrafo lopesco : se trata de un ‘exlibris’ (marca de propiedad) con la firma del poeta en el ‘Index amplissimus insignium sententiarum quae a divo Ioanne Chrysostomo, archiepiscopo constantinopolitano, in suis lucubrationibus praeclare dictae sunt’, editado por Claude Chevallon en París, en 1536. El título, kilométrico como era usual en la época, indica un índice de las sentencias que contienen las obras de san Juan Crisóstomo. Desde luego, puede parecer un libro tedioso, pero es un descubrimiento de lo más importante, pues permite tanto reconstruir un poco más la biblioteca de Lope como entender mejor su forma de trabajo . A falta de GoogleDe hecho, en el mundo sólo se conocían hasta ahora dos obras con el ‘exlibris’ lopesco: ‘Il gentilhuomo’ (1571) y los ‘Avvertimenti morali’ (1572) de Girolamo Muzio (o Muzio Giustinopolitano), recuperadas en su día por Alexandre Roquain (Más allá del ‘exlibris’: ‘Lope de Vega y Mateo Vázquez de Leca. Historia de un libro inédito’, París, Michel Houdiard Éditeur, 2014).Más interesante todavía es el aspecto creativo, ya que se trata de un libro de atajo (un índice de sentencias), que seguramente facilitaba la búsqueda de tal o cual cita, como otros textos de síntesis de la época, tales como las misceláneas (colecciones de anécdotas, historias, etc.) de Pero Mexía (‘Silva de varia lección’, 1547) o los repertorios de Ravisius Textor (los ‘Epitheta’, 1524, con nombres y epítetos de la tradición clásica). A falta de Google, buenos eran estos compendios. Gracias a este hallazgo ecuatoriano, se sabe de dónde tomaba Lope las muchas citas de san Juan Crisóstomo que se encuentran en sus obras: en cierto sentido, lo hacía de segunda mano mediante este libro de su biblioteca.Las marcas de lectura , como se ve, no son cosa de hoy: también en la época se hacían subrayados, anotaciones y hasta dibujitos, en los laterales (como marginalia) o donde se pudiera. Por lo que se ve, Lope no se prodigaba mucho, quizás temeroso de cómo estos signos podrían afectar al valor de sus libros. En todo caso, este ‘Index amplissimus’ de Quito sólo cuenta con dos marcas de lectura: aparte de la firma de la portada, hay dos cruces que señalan sendas sentencias sobre el alma y, aunque no es posible afirmar con absoluta certeza que sean de mano de Lope, parece la conclusión más lógica. Queda por ver por qué y para qué, claro está.Uno de los volúmenes que pertenecieron a Lope con su ‘ex libris’, que contiene también dos marcas de lecturaTampoco se sabe a ciencia cierta cómo llegó este libro a Quito, porque la actual biblioteca histórica Fray Ignacio de Quezada del convento de Santo Domingo se reunió en diversas etapas: entre 1541 y 1688 estos dominicos contaban con una colección de estudio, que crece en 1688 con 4.000 libros llevados desde Europa por fray Ignacio de Quezada, cuando funda el Real Colegio de San Fernando, cantidad que sigue creciendo durante los siglos XVIII y XIX hasta los 30.487 de hoy. Sin embargo, el ‘Index amplissimus’ que interesa no tiene entrada en el registro, por lo que no se puede decir si estuvo entre los libros que trajo Quezada o si fue una incorporación más tardía.Otro Indiana JonesPero no queda ahí la cosa, porque puede haber más. Entre los miles de volúmenes de este fondo antiguo se encuentra uno de los autores favoritos de Lope, el franciscano neerlandés Franz Titelmans : se trata de un comentario de los Salmos (‘Elucidatio in omnes psalmos’), editado por Johannes Steelsius en Amberes en 1567, cuyo ‘exlibris’ ha sido recortado, si bien resulta plausible postular que algún coleccionista avispado pudo haber localizado un autógrafo valioso (el de Lope) y haberlo recortado para hacer negocio. El Indiana Jones de esta aventura es –como digo– Antonio Sánchez Jiménez, profesor de literatura hispánica en la Universidad de Neuchâtel (Suiza), que es uno de los mayores expertos mundiales sobre Lope de Vega , autor de libros tan estupendos como ‘Leyenda negra: la batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega’ (Cátedra, 2016) y la biografía de las biografías del poeta (‘Lope: el verso y la vida’, Cátedra, 2018), entre otros muchos estudios. Es más, se le puede considerar –si me lo permiten– como una suerte de nuevo «monstruo de la naturaleza» de la crítica por calidad y prolificidad, por lo que es casi lógico que sea el responsable de este hallazgo: el buen trabajo siempre acaba pagando.La investigación humanista a veces parece cosa de ciencia ficción (o alienígenas), precisamente porque no se mueve entre cultivos y pipetas como los Panorámix 2.0 de nuestro tiempo: muy al contrario, es una vida hecha de libros, manuscritos y papeles de biblioteca en biblioteca que tiene mucho de arte. Y otro tanto de trabajo de hormiga, algo de riesgo de perder la vista y, de vez en cuando, una sorpresa que justifica todos los desvelos , como es el caso. Las letras españolas están de enhorabuena, gracias a un descubrimiento digno de una película de detectives protagonizada por Sánchez Jiménez: allá donde esté, seguro que Lope hoy es un poco más feliz por haber recuperado un libro que se había perdido. Cuando aparece una nueva pista sobre Lope de Vega , hay una gran noticia. Y ahora la novedad llega desde Ecuador, ni más ni menos. Como muy pocos, Lope de Vega lo fue todo en este mundo : poeta famosísimo conocido en la corte y la calle, dramaturgo revolucionario que se las tuvo tiesas con más de uno, el escritor más prolífico de la historia, amante pasional como pocos y tantas cosas más. Si hubiera escrito su autobiografía, este rockstar del Siglo de Oro le habría podido robar el título a Neruda : «Confieso que he vivido», vida que en su caso estaba muy unida a la creación («¿Qué no escriba, decís, o que no viva?»). A su funeral en 1635 acudieron miles de personas, según cuenta Pérez de Montalbán (en la ‘Fama poética’) y hasta en Italia le dedicaron homenajes (como unas ‘Essequie poetiche’ desde Venecia), pero no todo fueron rosas.Dicen que la muerte lo pone todo en su sitio, pero a veces también lo puede alterar («lo bazuca», escribe Quevedo), como ocurrió con los libros de Lope: se sabe que el poeta llegó a tener una biblioteca importante que –como parte de sus bienes– pasó a su hija Feliciana, única familia que le sobrevive, quien debió de venderla. Una pena, pero se podría recordar la frase atribuida a Felipe II al nuncio vaticano, cuando lo visita en su lecho de muerte: «Mirad en qué venimos los grandes de este mundo». Peor todavía les fue a sus restos, por cierto, que acabaron en el nicho de la iglesia de San Sebastián de Madrid.Noticia Relacionada Trujamanerías opinion Si Ultracontemporáneo a mi pesar Adrián J. Sáez «’Ultracontemporáneo’ es un pleonasmo tan vago como circunscrito, condenado a perder vigencia en un suspiro, porque el hoy -recuerda Quevedo- se va a la carrera»Sea como fuere, a partir de ahí se pierde, desgraciadamente, el rastro de la colección lopesca: sí, claro, hay libros que se sabe que manejó por esta cita o esa otra referencia, pero no se conoce casi nada sobre su biblioteca personal, esa que manejaba en el taller de comedias, novelas y poemas. Hasta ahora, gracias a uno de esos golpes de suerte propios de los mejores estudiosos, que permite rescatar un libro lopesco desde América Latina. O dos, ya veremos. Y es que en el convento de Santo Domingo de la ciudad de Quito (Ecuador), Antonio Sánchez Jiménez ha encontrado un autógrafo lopesco : se trata de un ‘exlibris’ (marca de propiedad) con la firma del poeta en el ‘Index amplissimus insignium sententiarum quae a divo Ioanne Chrysostomo, archiepiscopo constantinopolitano, in suis lucubrationibus praeclare dictae sunt’, editado por Claude Chevallon en París, en 1536. El título, kilométrico como era usual en la época, indica un índice de las sentencias que contienen las obras de san Juan Crisóstomo. Desde luego, puede parecer un libro tedioso, pero es un descubrimiento de lo más importante, pues permite tanto reconstruir un poco más la biblioteca de Lope como entender mejor su forma de trabajo . A falta de GoogleDe hecho, en el mundo sólo se conocían hasta ahora dos obras con el ‘exlibris’ lopesco: ‘Il gentilhuomo’ (1571) y los ‘Avvertimenti morali’ (1572) de Girolamo Muzio (o Muzio Giustinopolitano), recuperadas en su día por Alexandre Roquain (Más allá del ‘exlibris’: ‘Lope de Vega y Mateo Vázquez de Leca. Historia de un libro inédito’, París, Michel Houdiard Éditeur, 2014).Más interesante todavía es el aspecto creativo, ya que se trata de un libro de atajo (un índice de sentencias), que seguramente facilitaba la búsqueda de tal o cual cita, como otros textos de síntesis de la época, tales como las misceláneas (colecciones de anécdotas, historias, etc.) de Pero Mexía (‘Silva de varia lección’, 1547) o los repertorios de Ravisius Textor (los ‘Epitheta’, 1524, con nombres y epítetos de la tradición clásica). A falta de Google, buenos eran estos compendios. Gracias a este hallazgo ecuatoriano, se sabe de dónde tomaba Lope las muchas citas de san Juan Crisóstomo que se encuentran en sus obras: en cierto sentido, lo hacía de segunda mano mediante este libro de su biblioteca.Las marcas de lectura , como se ve, no son cosa de hoy: también en la época se hacían subrayados, anotaciones y hasta dibujitos, en los laterales (como marginalia) o donde se pudiera. Por lo que se ve, Lope no se prodigaba mucho, quizás temeroso de cómo estos signos podrían afectar al valor de sus libros. En todo caso, este ‘Index amplissimus’ de Quito sólo cuenta con dos marcas de lectura: aparte de la firma de la portada, hay dos cruces que señalan sendas sentencias sobre el alma y, aunque no es posible afirmar con absoluta certeza que sean de mano de Lope, parece la conclusión más lógica. Queda por ver por qué y para qué, claro está.Uno de los volúmenes que pertenecieron a Lope con su ‘ex libris’, que contiene también dos marcas de lecturaTampoco se sabe a ciencia cierta cómo llegó este libro a Quito, porque la actual biblioteca histórica Fray Ignacio de Quezada del convento de Santo Domingo se reunió en diversas etapas: entre 1541 y 1688 estos dominicos contaban con una colección de estudio, que crece en 1688 con 4.000 libros llevados desde Europa por fray Ignacio de Quezada, cuando funda el Real Colegio de San Fernando, cantidad que sigue creciendo durante los siglos XVIII y XIX hasta los 30.487 de hoy. Sin embargo, el ‘Index amplissimus’ que interesa no tiene entrada en el registro, por lo que no se puede decir si estuvo entre los libros que trajo Quezada o si fue una incorporación más tardía.Otro Indiana JonesPero no queda ahí la cosa, porque puede haber más. Entre los miles de volúmenes de este fondo antiguo se encuentra uno de los autores favoritos de Lope, el franciscano neerlandés Franz Titelmans : se trata de un comentario de los Salmos (‘Elucidatio in omnes psalmos’), editado por Johannes Steelsius en Amberes en 1567, cuyo ‘exlibris’ ha sido recortado, si bien resulta plausible postular que algún coleccionista avispado pudo haber localizado un autógrafo valioso (el de Lope) y haberlo recortado para hacer negocio. El Indiana Jones de esta aventura es –como digo– Antonio Sánchez Jiménez, profesor de literatura hispánica en la Universidad de Neuchâtel (Suiza), que es uno de los mayores expertos mundiales sobre Lope de Vega , autor de libros tan estupendos como ‘Leyenda negra: la batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega’ (Cátedra, 2016) y la biografía de las biografías del poeta (‘Lope: el verso y la vida’, Cátedra, 2018), entre otros muchos estudios. Es más, se le puede considerar –si me lo permiten– como una suerte de nuevo «monstruo de la naturaleza» de la crítica por calidad y prolificidad, por lo que es casi lógico que sea el responsable de este hallazgo: el buen trabajo siempre acaba pagando.La investigación humanista a veces parece cosa de ciencia ficción (o alienígenas), precisamente porque no se mueve entre cultivos y pipetas como los Panorámix 2.0 de nuestro tiempo: muy al contrario, es una vida hecha de libros, manuscritos y papeles de biblioteca en biblioteca que tiene mucho de arte. Y otro tanto de trabajo de hormiga, algo de riesgo de perder la vista y, de vez en cuando, una sorpresa que justifica todos los desvelos , como es el caso. Las letras españolas están de enhorabuena, gracias a un descubrimiento digno de una película de detectives protagonizada por Sánchez Jiménez: allá donde esté, seguro que Lope hoy es un poco más feliz por haber recuperado un libro que se había perdido. RSS de noticias de cultura
Noticias Similares