Había que tener mucha imaginación para imaginar que un intelectual de la talla de Luis Alberto de Cuenca no entrase en la RAE. En fin. Si el mundo se rige por la Ley de Murphy, la RAE lo hace por la Ley de Romanones . Ya saben: «joder, qué tropa» y todo eso. Así pues, usando esa misma imaginación se me ha ocurrido que, ya que nos han arrebatado el placer del discurso de ingreso de D. Luis Alberto , al menos tengamos, en consolación, un discurso de Egreso (o de «no ingreso» para los puristas del concepto):Señoras, señores, académicos:Sé que muchos votaron en blanco. Y no me lo tomo a mal. Me halaga, de hecho, que algunos prefirieran esa pureza impoluta a mancharse con mi nombre. Eso es amor platónico —o mejor aún, académico—: quererme sin admitirlo.Porque sí, estimados guardianes del canon, votar en blanco es como si el capitán Haddock dudara entre un whisky o una infusión; es una mala versión académica del «no eres tú, soy yo»; es esa sensación de Leia cuando le dice a Han Solo «te amo» y él responde «lo sé». Yo también lo sabía, queridos. Sabía que no encajaba del todo: demasiado pop para el púlpito, demasiado «Hola, mi amor, yo soy tu lobo» para un coro de filólogos que nunca han aullado en la pista de baile. No seré académico de la lengua, pero ya soy leyenda, como el Joker cuando todavía era un simple bromista y no una tesis doctoral.Gracias por recordarme que a veces el mayor honor no es el reconocimiento, sino la omisiónYa lo dijo Horacio, o lo habría dicho si hubiera pasado por la RAE: ‘non omnis moriar’, no moriré del todo. Me quedan Nausicaa, Drácula, Catulo, Marvel. Y, sobre todo, me queda el consuelo de saber que uno puede no entrar en la Academia y sin embargo no salir jamás del canon. Así que gracias, oh filólogos del voto cándido, guardianes del adjetivo neutro. Gracias por recordarme que a veces el mayor honor no es el reconocimiento, sino la omisión.Por mi parte seguiré escribiendo con una espada láser en una mano y un cómic de Tintín en la otra. Y con la certeza de que, si alguna vez alguien dice «Luis Alberto, ¿por qué no está usted en la RAE?», podré responder, como buen lobo: «Porque preferí la luna». Había que tener mucha imaginación para imaginar que un intelectual de la talla de Luis Alberto de Cuenca no entrase en la RAE. En fin. Si el mundo se rige por la Ley de Murphy, la RAE lo hace por la Ley de Romanones . Ya saben: «joder, qué tropa» y todo eso. Así pues, usando esa misma imaginación se me ha ocurrido que, ya que nos han arrebatado el placer del discurso de ingreso de D. Luis Alberto , al menos tengamos, en consolación, un discurso de Egreso (o de «no ingreso» para los puristas del concepto):Señoras, señores, académicos:Sé que muchos votaron en blanco. Y no me lo tomo a mal. Me halaga, de hecho, que algunos prefirieran esa pureza impoluta a mancharse con mi nombre. Eso es amor platónico —o mejor aún, académico—: quererme sin admitirlo.Porque sí, estimados guardianes del canon, votar en blanco es como si el capitán Haddock dudara entre un whisky o una infusión; es una mala versión académica del «no eres tú, soy yo»; es esa sensación de Leia cuando le dice a Han Solo «te amo» y él responde «lo sé». Yo también lo sabía, queridos. Sabía que no encajaba del todo: demasiado pop para el púlpito, demasiado «Hola, mi amor, yo soy tu lobo» para un coro de filólogos que nunca han aullado en la pista de baile. No seré académico de la lengua, pero ya soy leyenda, como el Joker cuando todavía era un simple bromista y no una tesis doctoral.Gracias por recordarme que a veces el mayor honor no es el reconocimiento, sino la omisiónYa lo dijo Horacio, o lo habría dicho si hubiera pasado por la RAE: ‘non omnis moriar’, no moriré del todo. Me quedan Nausicaa, Drácula, Catulo, Marvel. Y, sobre todo, me queda el consuelo de saber que uno puede no entrar en la Academia y sin embargo no salir jamás del canon. Así que gracias, oh filólogos del voto cándido, guardianes del adjetivo neutro. Gracias por recordarme que a veces el mayor honor no es el reconocimiento, sino la omisión.Por mi parte seguiré escribiendo con una espada láser en una mano y un cómic de Tintín en la otra. Y con la certeza de que, si alguna vez alguien dice «Luis Alberto, ¿por qué no está usted en la RAE?», podré responder, como buen lobo: «Porque preferí la luna». Había que tener mucha imaginación para imaginar que un intelectual de la talla de Luis Alberto de Cuenca no entrase en la RAE. En fin. Si el mundo se rige por la Ley de Murphy, la RAE lo hace por la Ley de Romanones . Ya saben: «joder, qué tropa» y todo eso. Así pues, usando esa misma imaginación se me ha ocurrido que, ya que nos han arrebatado el placer del discurso de ingreso de D. Luis Alberto , al menos tengamos, en consolación, un discurso de Egreso (o de «no ingreso» para los puristas del concepto):Señoras, señores, académicos:Sé que muchos votaron en blanco. Y no me lo tomo a mal. Me halaga, de hecho, que algunos prefirieran esa pureza impoluta a mancharse con mi nombre. Eso es amor platónico —o mejor aún, académico—: quererme sin admitirlo.Porque sí, estimados guardianes del canon, votar en blanco es como si el capitán Haddock dudara entre un whisky o una infusión; es una mala versión académica del «no eres tú, soy yo»; es esa sensación de Leia cuando le dice a Han Solo «te amo» y él responde «lo sé». Yo también lo sabía, queridos. Sabía que no encajaba del todo: demasiado pop para el púlpito, demasiado «Hola, mi amor, yo soy tu lobo» para un coro de filólogos que nunca han aullado en la pista de baile. No seré académico de la lengua, pero ya soy leyenda, como el Joker cuando todavía era un simple bromista y no una tesis doctoral.Gracias por recordarme que a veces el mayor honor no es el reconocimiento, sino la omisiónYa lo dijo Horacio, o lo habría dicho si hubiera pasado por la RAE: ‘non omnis moriar’, no moriré del todo. Me quedan Nausicaa, Drácula, Catulo, Marvel. Y, sobre todo, me queda el consuelo de saber que uno puede no entrar en la Academia y sin embargo no salir jamás del canon. Así que gracias, oh filólogos del voto cándido, guardianes del adjetivo neutro. Gracias por recordarme que a veces el mayor honor no es el reconocimiento, sino la omisión.Por mi parte seguiré escribiendo con una espada láser en una mano y un cómic de Tintín en la otra. Y con la certeza de que, si alguna vez alguien dice «Luis Alberto, ¿por qué no está usted en la RAE?», podré responder, como buen lobo: «Porque preferí la luna». RSS de noticias de cultura
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