Dicen los que le conocen y han tenido la suerte de hablar con él que su paso por Sevilla le marcó . Y, encima, siente que le debe algo al Sevilla FC . Matías Almeyda llegó a Nervión cuando todavía el fútbol no había sido invadido por la industria televisiva y poco se podía conocer de esos jugadores que brillaban a la otra orilla del charco. Sonaba con fuerza un mediocentro argentino, el clásico 5 (o eso decían) que González de Caldas le quitó al Real Madrid para jolgorio de nadie. No era un jugador sobre el que construir un proyecto y sí un proyecto interesante de jugador de equipo. El Makelele de aquel propio Madrid de los galácticos. Llegó como estrella y se marchó con el club camino de Segunda, sin nadie que hubiese pagado su fichaje a River y con la sensación personal de que había equivocado el destino en su salto a Europa. Su vida futbolística la pasó entre Italia y Argentina. Y la de entrenador la comenzó con el reto de rescatar al club de su corazón del infierno de la Serie B argentina. Casi 30 años después volverá a pisar el Sánchez-Pizjuán para que los peinadores de canas, con las supersticiones a flor de piel incluso cuando su club levanta copas por doquier, crucen los dedos para que la cuadratura del círculo no se convierta en realidad. Si sube el Oviedo , a más de uno le da un parraque antes de que la pelota comience a rodar.Dejando de lado miedos infundados por el mero hecho de acogerse a una superstición, la realidad muestra, sin paños calientes, que el Sevilla se la ha jugado con la elección para su banquillo . Apuesta fuerte y arriesgada, por decirlo suavemente. Porque si la única premisa a la hora de buscar entrenador era que fuese un hombre con conocimiento del campeonato nacional y experiencia en el mismo, el hecho de firmar a un técnico cuyo único bagaje en Europa es en la liga griega tiene cierta miga. Y para esos mismos supersticiosos, el mismo campeonato (en uno de sus clubes grandes) que acogió al iluminado que dejó una frase para la historia: «No se puede ganar siempre» . No existen paralelismos entre Diego Alonso y Almeyda en sus carreras profesionales, salvo por su inexperiencia en Europa y esa mochila que parecen llevar siempre los técnicos sudamericanos, acostumbrados a otro ritmo de juego y donde la garra acoge un grado de piedra filosofal. El Sevilla de Almeyda, al menos eso piensan en Nervión, será un equipo competitivo. Una base sólida. Por algo se empieza, aunque no sea mucho. Es un hombre que no se amilana y que podrá resistir ese ansia que todo lo devora por el Sánchez-Pizjuán. Al menos, plantará cara a ese ambiente que todo lo enrarece desde la planta noble .La única solución para que este Sevilla vaya abandonando paulatinamente la mediocridad es que los responsables deportivos, Cordón y Almeyda , con tres años cada uno firmados (sinónimo de pocas ganas de vender el juguete, por otra parte), lleven la voz cantante en sus respectivas parcelas. Que no reciban injerencias . Y que consigan que el vestuario sea capaz de aislarse de todo, que se convierta en un búnker de tales dimensiones que no permita a ningún personaje externo acercarse a más de 100 metros. Un perímetro de seguridad para que nadie tenga la idea peregrina, por no ser originales, de renovar a un entrenador tras su primera victoria en el vestuario, dejando a un lado al director deportivo antes de lanzarse al vacío. Que cada cual cumpla su papel en esta historia y que los profesionales puedan trabajar. Todo indica que será un año duro. Pero si te has puesto en las manos de Antonio Cordón , que sea con todas las consecuencias. El Sevilla FC afrontará otro año en el alambre después de un verano donde las noticias más positivas serán la de haber podido inscribir a algún jugador de los que ya tienes entrenando en la ciudad deportiva. Así están las cosas. Los supersticiosos se tapan con una sabana pese a este calor sofocante; los realistas pasan estos días por escépticos; mientras los optimistas rezan por evitar el descenso. Almeyda cogerá las riendas de un Sevilla no tan lejano a aquel que llegó en el 96 . La vida tiene curiosas vueltas y coincidencias. Ésta puede ser una de ellas. Los sevillistas rezan porque no se así. El destino no puede ser tan caprichoso. O sí. Dicen los que le conocen y han tenido la suerte de hablar con él que su paso por Sevilla le marcó . Y, encima, siente que le debe algo al Sevilla FC . Matías Almeyda llegó a Nervión cuando todavía el fútbol no había sido invadido por la industria televisiva y poco se podía conocer de esos jugadores que brillaban a la otra orilla del charco. Sonaba con fuerza un mediocentro argentino, el clásico 5 (o eso decían) que González de Caldas le quitó al Real Madrid para jolgorio de nadie. No era un jugador sobre el que construir un proyecto y sí un proyecto interesante de jugador de equipo. El Makelele de aquel propio Madrid de los galácticos. Llegó como estrella y se marchó con el club camino de Segunda, sin nadie que hubiese pagado su fichaje a River y con la sensación personal de que había equivocado el destino en su salto a Europa. Su vida futbolística la pasó entre Italia y Argentina. Y la de entrenador la comenzó con el reto de rescatar al club de su corazón del infierno de la Serie B argentina. Casi 30 años después volverá a pisar el Sánchez-Pizjuán para que los peinadores de canas, con las supersticiones a flor de piel incluso cuando su club levanta copas por doquier, crucen los dedos para que la cuadratura del círculo no se convierta en realidad. Si sube el Oviedo , a más de uno le da un parraque antes de que la pelota comience a rodar.Dejando de lado miedos infundados por el mero hecho de acogerse a una superstición, la realidad muestra, sin paños calientes, que el Sevilla se la ha jugado con la elección para su banquillo . Apuesta fuerte y arriesgada, por decirlo suavemente. Porque si la única premisa a la hora de buscar entrenador era que fuese un hombre con conocimiento del campeonato nacional y experiencia en el mismo, el hecho de firmar a un técnico cuyo único bagaje en Europa es en la liga griega tiene cierta miga. Y para esos mismos supersticiosos, el mismo campeonato (en uno de sus clubes grandes) que acogió al iluminado que dejó una frase para la historia: «No se puede ganar siempre» . No existen paralelismos entre Diego Alonso y Almeyda en sus carreras profesionales, salvo por su inexperiencia en Europa y esa mochila que parecen llevar siempre los técnicos sudamericanos, acostumbrados a otro ritmo de juego y donde la garra acoge un grado de piedra filosofal. El Sevilla de Almeyda, al menos eso piensan en Nervión, será un equipo competitivo. Una base sólida. Por algo se empieza, aunque no sea mucho. Es un hombre que no se amilana y que podrá resistir ese ansia que todo lo devora por el Sánchez-Pizjuán. Al menos, plantará cara a ese ambiente que todo lo enrarece desde la planta noble .La única solución para que este Sevilla vaya abandonando paulatinamente la mediocridad es que los responsables deportivos, Cordón y Almeyda , con tres años cada uno firmados (sinónimo de pocas ganas de vender el juguete, por otra parte), lleven la voz cantante en sus respectivas parcelas. Que no reciban injerencias . Y que consigan que el vestuario sea capaz de aislarse de todo, que se convierta en un búnker de tales dimensiones que no permita a ningún personaje externo acercarse a más de 100 metros. Un perímetro de seguridad para que nadie tenga la idea peregrina, por no ser originales, de renovar a un entrenador tras su primera victoria en el vestuario, dejando a un lado al director deportivo antes de lanzarse al vacío. Que cada cual cumpla su papel en esta historia y que los profesionales puedan trabajar. Todo indica que será un año duro. Pero si te has puesto en las manos de Antonio Cordón , que sea con todas las consecuencias. El Sevilla FC afrontará otro año en el alambre después de un verano donde las noticias más positivas serán la de haber podido inscribir a algún jugador de los que ya tienes entrenando en la ciudad deportiva. Así están las cosas. Los supersticiosos se tapan con una sabana pese a este calor sofocante; los realistas pasan estos días por escépticos; mientras los optimistas rezan por evitar el descenso. Almeyda cogerá las riendas de un Sevilla no tan lejano a aquel que llegó en el 96 . La vida tiene curiosas vueltas y coincidencias. Ésta puede ser una de ellas. Los sevillistas rezan porque no se así. El destino no puede ser tan caprichoso. O sí. Dicen los que le conocen y han tenido la suerte de hablar con él que su paso por Sevilla le marcó . Y, encima, siente que le debe algo al Sevilla FC . Matías Almeyda llegó a Nervión cuando todavía el fútbol no había sido invadido por la industria televisiva y poco se podía conocer de esos jugadores que brillaban a la otra orilla del charco. Sonaba con fuerza un mediocentro argentino, el clásico 5 (o eso decían) que González de Caldas le quitó al Real Madrid para jolgorio de nadie. No era un jugador sobre el que construir un proyecto y sí un proyecto interesante de jugador de equipo. El Makelele de aquel propio Madrid de los galácticos. Llegó como estrella y se marchó con el club camino de Segunda, sin nadie que hubiese pagado su fichaje a River y con la sensación personal de que había equivocado el destino en su salto a Europa. Su vida futbolística la pasó entre Italia y Argentina. Y la de entrenador la comenzó con el reto de rescatar al club de su corazón del infierno de la Serie B argentina. Casi 30 años después volverá a pisar el Sánchez-Pizjuán para que los peinadores de canas, con las supersticiones a flor de piel incluso cuando su club levanta copas por doquier, crucen los dedos para que la cuadratura del círculo no se convierta en realidad. Si sube el Oviedo , a más de uno le da un parraque antes de que la pelota comience a rodar.Dejando de lado miedos infundados por el mero hecho de acogerse a una superstición, la realidad muestra, sin paños calientes, que el Sevilla se la ha jugado con la elección para su banquillo . Apuesta fuerte y arriesgada, por decirlo suavemente. Porque si la única premisa a la hora de buscar entrenador era que fuese un hombre con conocimiento del campeonato nacional y experiencia en el mismo, el hecho de firmar a un técnico cuyo único bagaje en Europa es en la liga griega tiene cierta miga. Y para esos mismos supersticiosos, el mismo campeonato (en uno de sus clubes grandes) que acogió al iluminado que dejó una frase para la historia: «No se puede ganar siempre» . No existen paralelismos entre Diego Alonso y Almeyda en sus carreras profesionales, salvo por su inexperiencia en Europa y esa mochila que parecen llevar siempre los técnicos sudamericanos, acostumbrados a otro ritmo de juego y donde la garra acoge un grado de piedra filosofal. El Sevilla de Almeyda, al menos eso piensan en Nervión, será un equipo competitivo. Una base sólida. Por algo se empieza, aunque no sea mucho. Es un hombre que no se amilana y que podrá resistir ese ansia que todo lo devora por el Sánchez-Pizjuán. Al menos, plantará cara a ese ambiente que todo lo enrarece desde la planta noble .La única solución para que este Sevilla vaya abandonando paulatinamente la mediocridad es que los responsables deportivos, Cordón y Almeyda , con tres años cada uno firmados (sinónimo de pocas ganas de vender el juguete, por otra parte), lleven la voz cantante en sus respectivas parcelas. Que no reciban injerencias . Y que consigan que el vestuario sea capaz de aislarse de todo, que se convierta en un búnker de tales dimensiones que no permita a ningún personaje externo acercarse a más de 100 metros. Un perímetro de seguridad para que nadie tenga la idea peregrina, por no ser originales, de renovar a un entrenador tras su primera victoria en el vestuario, dejando a un lado al director deportivo antes de lanzarse al vacío. Que cada cual cumpla su papel en esta historia y que los profesionales puedan trabajar. Todo indica que será un año duro. Pero si te has puesto en las manos de Antonio Cordón , que sea con todas las consecuencias. El Sevilla FC afrontará otro año en el alambre después de un verano donde las noticias más positivas serán la de haber podido inscribir a algún jugador de los que ya tienes entrenando en la ciudad deportiva. Así están las cosas. Los supersticiosos se tapan con una sabana pese a este calor sofocante; los realistas pasan estos días por escépticos; mientras los optimistas rezan por evitar el descenso. Almeyda cogerá las riendas de un Sevilla no tan lejano a aquel que llegó en el 96 . La vida tiene curiosas vueltas y coincidencias. Ésta puede ser una de ellas. Los sevillistas rezan porque no se así. El destino no puede ser tan caprichoso. O sí. RSS de noticias de deportes
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