En el burgalés Valle de Mena es fácil viajar al Medievo. Basta con cruzar el arco de acceso al castillo de los Velasco. De la fortaleza destaca la majestuosidad de su torre del siglo XIV, una de las mejores conservadas de la provincia. Cuentan las crónicas que fue levantada por los Angulo, si bien cuando los descendientes de Pedro Gómez de Porras se repartieron los bienes familiares, el alcázar pasó a manos de los Velasco, que generación tras generación se ocuparon de su mantenimiento -también, de incorporar algún que otro añadido con más o menos acierto-. El inmueble estuvo habitado hasta la Guerra Civil. Tras ella, ya sólo se utilizó como cuadras para caballos hasta que el último heredero de esta familia nobiliaria, el ya fallecido Eduardo Gil Lang , impulsó su restauración, una intervención que mereció un reconocimiento por parte de la Asociación Española de Amigos de los Castillos en 2006. En 2014 lo puso a la venta.Esta decisión llevó a Lezana de Mena, localidad de un centenar de habitantes, a copar durante un tiempo titulares de medios internacionales. Empresarios americanos, multimillonarios asiáticos, magnates árabes, fondos de inversiones e incluso algún príncipe se interesaron por el fastuoso inmueble, que cuenta con una superficie construida de 600 metros cuadrados y cien más de terraza en un finca de 22.000 metros cuadrados con frutales, un bosque de roble y hasta un riachuelo. Sin embargo, pese a que el precio llegó a bajar de 3 millones a 1,6, durante una década no ha habido compradores, hasta que hace bien poco lo adquirió una pareja de neoyorquinos. Los nuevos moradores de la fortaleza, catalogada como Bien de Interés Cultural, son un médico jubilado y una artista que vieron en el castillo el lugar perfecto para pasar temporadas.En el pequeño municipio burgalés están encantados con sus nuevos vecinos. «Para el Valle de Mena siempre es importante que estos edificios tengan propietarios que se preocupen de su conservación y mantenimiento en el mejor estado posible. Son un reclamo turístico que suma un elemento más de interés para el visitante, junto a la naturaleza y al rico románico del Valle», apunta José Ranero , alcalde del municipio. Desconoce si los nuevos dueños terminarán por fijar su residencia en el municipio burgalés. Estancias interiores del castillo ICALLa fortaleza está ubicada en un marco privilegiado, muy cerquita del nacimiento del río Cadagua, al suroeste del Valle, protegido por los Montes de la Peña. En su interior, su anterior dueño acondicionó con todo tipo de comodidades las estancias de lujo: ascensor con cuatro paradas, calefacción, aire acondicionado… Entre los elementos de la fortificación destaca la chimenea, muy bien conservada. La piscina climatizada es otro de los atractivos de un fortín que suma un patio de armas y un puente levadizo. Es decir, rezuma historia y vive en el siglo XXI.Durante sus estancias en Lezana de Mena, la pareja de neoyorquinos se integra en la vida del municipio. «La relación con el ayuntamiento ha sido francamente buena», describe el alcalde. Tal es así que participaron en la entrega de premios en la terraza de la torre durante la Vuelta a Burgos de Féminas de Ciclismo celebrada el pasado mayo.Encantados también con la compra del inmueble está la delegación burgalesa de la Asociación Española de Amigos de los Castillos. «Siempre preferimos que esté en manos privadas porque la ayuda estatal del 1 por ciento cultural no llega a nada. Mantener un castillo es muy costoso», sostiene Isaac Rilova, su presidente, quien destaca el «fantástico» estado de conservación de la construcción. «En castillología lo tenemos claro. Un castillo que esté en ruinas es aprovechado por los vecinos del pueblo, que se van llevando las piedras y poco a poco desaparece. Lo mejor que le puede ocurrir a un castillo es que se pueda utilizar», concluye. En el burgalés Valle de Mena es fácil viajar al Medievo. Basta con cruzar el arco de acceso al castillo de los Velasco. De la fortaleza destaca la majestuosidad de su torre del siglo XIV, una de las mejores conservadas de la provincia. Cuentan las crónicas que fue levantada por los Angulo, si bien cuando los descendientes de Pedro Gómez de Porras se repartieron los bienes familiares, el alcázar pasó a manos de los Velasco, que generación tras generación se ocuparon de su mantenimiento -también, de incorporar algún que otro añadido con más o menos acierto-. El inmueble estuvo habitado hasta la Guerra Civil. Tras ella, ya sólo se utilizó como cuadras para caballos hasta que el último heredero de esta familia nobiliaria, el ya fallecido Eduardo Gil Lang , impulsó su restauración, una intervención que mereció un reconocimiento por parte de la Asociación Española de Amigos de los Castillos en 2006. En 2014 lo puso a la venta.Esta decisión llevó a Lezana de Mena, localidad de un centenar de habitantes, a copar durante un tiempo titulares de medios internacionales. Empresarios americanos, multimillonarios asiáticos, magnates árabes, fondos de inversiones e incluso algún príncipe se interesaron por el fastuoso inmueble, que cuenta con una superficie construida de 600 metros cuadrados y cien más de terraza en un finca de 22.000 metros cuadrados con frutales, un bosque de roble y hasta un riachuelo. Sin embargo, pese a que el precio llegó a bajar de 3 millones a 1,6, durante una década no ha habido compradores, hasta que hace bien poco lo adquirió una pareja de neoyorquinos. Los nuevos moradores de la fortaleza, catalogada como Bien de Interés Cultural, son un médico jubilado y una artista que vieron en el castillo el lugar perfecto para pasar temporadas.En el pequeño municipio burgalés están encantados con sus nuevos vecinos. «Para el Valle de Mena siempre es importante que estos edificios tengan propietarios que se preocupen de su conservación y mantenimiento en el mejor estado posible. Son un reclamo turístico que suma un elemento más de interés para el visitante, junto a la naturaleza y al rico románico del Valle», apunta José Ranero , alcalde del municipio. Desconoce si los nuevos dueños terminarán por fijar su residencia en el municipio burgalés. Estancias interiores del castillo ICALLa fortaleza está ubicada en un marco privilegiado, muy cerquita del nacimiento del río Cadagua, al suroeste del Valle, protegido por los Montes de la Peña. En su interior, su anterior dueño acondicionó con todo tipo de comodidades las estancias de lujo: ascensor con cuatro paradas, calefacción, aire acondicionado… Entre los elementos de la fortificación destaca la chimenea, muy bien conservada. La piscina climatizada es otro de los atractivos de un fortín que suma un patio de armas y un puente levadizo. Es decir, rezuma historia y vive en el siglo XXI.Durante sus estancias en Lezana de Mena, la pareja de neoyorquinos se integra en la vida del municipio. «La relación con el ayuntamiento ha sido francamente buena», describe el alcalde. Tal es así que participaron en la entrega de premios en la terraza de la torre durante la Vuelta a Burgos de Féminas de Ciclismo celebrada el pasado mayo.Encantados también con la compra del inmueble está la delegación burgalesa de la Asociación Española de Amigos de los Castillos. «Siempre preferimos que esté en manos privadas porque la ayuda estatal del 1 por ciento cultural no llega a nada. Mantener un castillo es muy costoso», sostiene Isaac Rilova, su presidente, quien destaca el «fantástico» estado de conservación de la construcción. «En castillología lo tenemos claro. Un castillo que esté en ruinas es aprovechado por los vecinos del pueblo, que se van llevando las piedras y poco a poco desaparece. Lo mejor que le puede ocurrir a un castillo es que se pueda utilizar», concluye. En el burgalés Valle de Mena es fácil viajar al Medievo. Basta con cruzar el arco de acceso al castillo de los Velasco. De la fortaleza destaca la majestuosidad de su torre del siglo XIV, una de las mejores conservadas de la provincia. Cuentan las crónicas que fue levantada por los Angulo, si bien cuando los descendientes de Pedro Gómez de Porras se repartieron los bienes familiares, el alcázar pasó a manos de los Velasco, que generación tras generación se ocuparon de su mantenimiento -también, de incorporar algún que otro añadido con más o menos acierto-. El inmueble estuvo habitado hasta la Guerra Civil. Tras ella, ya sólo se utilizó como cuadras para caballos hasta que el último heredero de esta familia nobiliaria, el ya fallecido Eduardo Gil Lang , impulsó su restauración, una intervención que mereció un reconocimiento por parte de la Asociación Española de Amigos de los Castillos en 2006. En 2014 lo puso a la venta.Esta decisión llevó a Lezana de Mena, localidad de un centenar de habitantes, a copar durante un tiempo titulares de medios internacionales. Empresarios americanos, multimillonarios asiáticos, magnates árabes, fondos de inversiones e incluso algún príncipe se interesaron por el fastuoso inmueble, que cuenta con una superficie construida de 600 metros cuadrados y cien más de terraza en un finca de 22.000 metros cuadrados con frutales, un bosque de roble y hasta un riachuelo. Sin embargo, pese a que el precio llegó a bajar de 3 millones a 1,6, durante una década no ha habido compradores, hasta que hace bien poco lo adquirió una pareja de neoyorquinos. Los nuevos moradores de la fortaleza, catalogada como Bien de Interés Cultural, son un médico jubilado y una artista que vieron en el castillo el lugar perfecto para pasar temporadas.En el pequeño municipio burgalés están encantados con sus nuevos vecinos. «Para el Valle de Mena siempre es importante que estos edificios tengan propietarios que se preocupen de su conservación y mantenimiento en el mejor estado posible. Son un reclamo turístico que suma un elemento más de interés para el visitante, junto a la naturaleza y al rico románico del Valle», apunta José Ranero , alcalde del municipio. Desconoce si los nuevos dueños terminarán por fijar su residencia en el municipio burgalés. Estancias interiores del castillo ICALLa fortaleza está ubicada en un marco privilegiado, muy cerquita del nacimiento del río Cadagua, al suroeste del Valle, protegido por los Montes de la Peña. En su interior, su anterior dueño acondicionó con todo tipo de comodidades las estancias de lujo: ascensor con cuatro paradas, calefacción, aire acondicionado… Entre los elementos de la fortificación destaca la chimenea, muy bien conservada. La piscina climatizada es otro de los atractivos de un fortín que suma un patio de armas y un puente levadizo. Es decir, rezuma historia y vive en el siglo XXI.Durante sus estancias en Lezana de Mena, la pareja de neoyorquinos se integra en la vida del municipio. «La relación con el ayuntamiento ha sido francamente buena», describe el alcalde. Tal es así que participaron en la entrega de premios en la terraza de la torre durante la Vuelta a Burgos de Féminas de Ciclismo celebrada el pasado mayo.Encantados también con la compra del inmueble está la delegación burgalesa de la Asociación Española de Amigos de los Castillos. «Siempre preferimos que esté en manos privadas porque la ayuda estatal del 1 por ciento cultural no llega a nada. Mantener un castillo es muy costoso», sostiene Isaac Rilova, su presidente, quien destaca el «fantástico» estado de conservación de la construcción. «En castillología lo tenemos claro. Un castillo que esté en ruinas es aprovechado por los vecinos del pueblo, que se van llevando las piedras y poco a poco desaparece. Lo mejor que le puede ocurrir a un castillo es que se pueda utilizar», concluye. RSS de noticias de espana
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