Volvía El Cid a Cuatro Caminos después de inmortalizar a Vengativo, el excelso toro de Victorino. Y se encontró esta vez con el armónico Tamizado, un buen toro, con mucha clase. Apuesta segura era señalar en la quiniela el lote del sevillano, que mantiene un idilio con la fortuna en cada sorteo y un romance con Santander. ¡Cómo se le quiere! «¡Eres el resucitador de la feria!», le gritaron. El que más de verdad se ganó en el ruedo la sustitución de Cayetano, en una temporada de despedida sin apenas despedida (según el parte presentado, sufrió un percance en un tentadero). Por derecho propio su inclusión, aunque un torero tan puro como Morante se ofreciese a torear gratis y donar los honorarios. A tiempo está de donar los del mano a mano, como a tiempo estuvo de hacer doblete desde que se anunció la Feria de Santiago. Con todo el respeto al maestro –verlo torear es un privilegio–, se antojaba una postura ventajista, un poner a los pies de los caballos a empresa y toreros. El ‘No hay billetes’ ya estaba colgado. Por tercera vez en una feria de extraordinarias entradas –chapó por el trabajo de Lances de Futuro–, aunque el resultado artístico no haya sido el esperado, con desigualdad en el ganado. Se destapó un torero de 51 años como triunfador en la victorinada y a punto estuvo de sumar su segunda puerta grande consecutiva. Se marchó con una oreja y con el reconocimiento de Santander. Como Roca Rey, aunque al peruano le negaran el trofeo que le hubiese abierto la puerta grande por una petición parecial a la de Manuel Jesús. Y serio volvió a ponerse cuando pidieron las dos del sexto. Después de su triste cita con los de la A coronada, el Cóndor quería levantar el vuelo. No era una tarde cualquiera: venía de un silencio pesado en esta misma feria. Los antiRoca afilaban sus garras, buscando tambalear el trono del único que ha conseguido los dos llenos consecutivos. Y Roca Rey respondió con su raza de figura y valor frente a un geniudo tercero, que se acostaba y con el que había que tirar de mando. Así lo hizo en la muleta el limeño, que se pasó muy cerca a Ecuatorial con el capote, tanto que estuvo a punto de ser arrollado en el broche pendular tras las saltilleras. Como todo en la vida es superación –también en el toreo–, brindó a un ejemplo, Paul Montiel, el hombre de titanio, que viajó en el autobús del Santemar –donde Isidro, que se hace más kilómetros que una furgoneta de luces, hablaba a la vuelta de «la oreja que le debían»– para colocarse en una barrera. Con su gorra calada, con su entereza, pese a la pierna ausente. Aplomó Roca las zapatillas, aguantó miradas y dominó al colorado hasta pegarse un soberano arrimón, jugándose la voltereta, desplantándose, aunque sin notarse al cien por cien de su enorme potencial. La gente entró por momentos en ebullición, pero la pañolada no se cuajó luego totalmente, con muchas voces, tan típico ya. Como había sucedido con El Cid… No le quedó otra que concederle una del sexto tras abrumadora petición. Por un puyazo valió la divisa a este Prosisto, y otro más el volatín, además del bueno que agarró el piquero. Apretó en banderillas el de Domingo Hernández mientras las gaviotas revoloteaban buscando el refugio de la noche. Fue una faena disposición y de recursos a un toro de mermado motor, al que exprimió hasta la última gota. Y arrancó la oreja que lo empataba con El Cid.Cómo humilló Tamizado en el capote de Manuel Jesús, que se ralentizó en los medios a la verónica. Y más aún la acarició en el quite: qué torerazo. Sonreía en el brindis, sabedor de la calidad apuntada, que había que administrar por no andar sobrado de fortaleza. No admitía tirones y El Cid le concedió distancias y lo apretó poco a poco tras el primer derrape. Hasta arrastrar las telas con temple superior, oxigenándolo entre serie y serie. Pura magia el cambio de mano y unos naturales enseñoreados, con el adorno del farol y el de pecho. Todo con aire fresco dentro de su veteranía, con las ideas claras de quien sabe decir (y dice) el toreo. Tal y como estaba su público de cariñoso, solo el acero se interpuso en otra salida en volandas. En los medios planteó la labor al obediente Borracho. Se abrió mucho en los inicios , aunque fue acortándose, con más inercia que bravura. Resolutivo y profesional anduvo el de Salteras, ‘el resucitador de la feria’. Saludó con solemnidad, besando la arena canela del coso cántabro. Feria de Santiago de Santander Plaza de toros de Cuatro Caminos. Sábado, 26 de julio de 2025. Última corrida de la Feria de Santiago. Cartel de ‘No hay billetes’ (el tercero del seria). Toros de Domingo Hernández, desiguales de presencia; destacó el notable 1º en un conjunto que no rompió. El Cid (sustituto de Cayetano), de tabaco y oro: estocada atravesada y descabello (oreja); tres pinchazos y estocada caída (saludos). Juan Ortega, de celeste y plata: media desprendida, dos pinchazos y bajonazo (pitos tras dos avisos); tres pinchazos, otro hondo, tres pinchazos y estocada (bronca tras dos avisos). Andrés Roca Rey, de catafalco y oro: media desprendida (petición tras aviso); estocada (oreja con petición de la segunda tras aviso).Mucho sufrió Juan Ortega con el segundo, acochinado y de amabilísima cara, aunque su comportamiento no lo fuera. Una joyita bien comida que no paraba de derrotar, muy incómoda para estar delante y difícil para darle matarile. Lo cazó de un bajonazo cuando el tercer pañuelo estaba a punto de asomar. Cero estilo tenía el manso quinto, que hacía cosas raras. De morucho, básicamente. Y así se comportó en la muleta, donde nunca lo vio claro. Infame fue su lote: ninguno se pareció al Bodeguero del famoso mano a mano. Las de Caín pasó para enviarlo al infierno entre el bullicio, cercano al de los días de clavel y copas de San Isidro. Subió decibelios el mosqueo de las señoras con pamela con el torero rebotado. Y estallaron los «¡fuera, fuera!» mientras se dilataba en la hora final. La bronca fue apoteósica; sobró la ovación a Mesonero –la corrida no rompió y se alargó infinito– en la feria que resucitaron El Cid y Vengativo. Volvía El Cid a Cuatro Caminos después de inmortalizar a Vengativo, el excelso toro de Victorino. Y se encontró esta vez con el armónico Tamizado, un buen toro, con mucha clase. Apuesta segura era señalar en la quiniela el lote del sevillano, que mantiene un idilio con la fortuna en cada sorteo y un romance con Santander. ¡Cómo se le quiere! «¡Eres el resucitador de la feria!», le gritaron. El que más de verdad se ganó en el ruedo la sustitución de Cayetano, en una temporada de despedida sin apenas despedida (según el parte presentado, sufrió un percance en un tentadero). Por derecho propio su inclusión, aunque un torero tan puro como Morante se ofreciese a torear gratis y donar los honorarios. A tiempo está de donar los del mano a mano, como a tiempo estuvo de hacer doblete desde que se anunció la Feria de Santiago. Con todo el respeto al maestro –verlo torear es un privilegio–, se antojaba una postura ventajista, un poner a los pies de los caballos a empresa y toreros. El ‘No hay billetes’ ya estaba colgado. Por tercera vez en una feria de extraordinarias entradas –chapó por el trabajo de Lances de Futuro–, aunque el resultado artístico no haya sido el esperado, con desigualdad en el ganado. Se destapó un torero de 51 años como triunfador en la victorinada y a punto estuvo de sumar su segunda puerta grande consecutiva. Se marchó con una oreja y con el reconocimiento de Santander. Como Roca Rey, aunque al peruano le negaran el trofeo que le hubiese abierto la puerta grande por una petición parecial a la de Manuel Jesús. Y serio volvió a ponerse cuando pidieron las dos del sexto. Después de su triste cita con los de la A coronada, el Cóndor quería levantar el vuelo. No era una tarde cualquiera: venía de un silencio pesado en esta misma feria. Los antiRoca afilaban sus garras, buscando tambalear el trono del único que ha conseguido los dos llenos consecutivos. Y Roca Rey respondió con su raza de figura y valor frente a un geniudo tercero, que se acostaba y con el que había que tirar de mando. Así lo hizo en la muleta el limeño, que se pasó muy cerca a Ecuatorial con el capote, tanto que estuvo a punto de ser arrollado en el broche pendular tras las saltilleras. Como todo en la vida es superación –también en el toreo–, brindó a un ejemplo, Paul Montiel, el hombre de titanio, que viajó en el autobús del Santemar –donde Isidro, que se hace más kilómetros que una furgoneta de luces, hablaba a la vuelta de «la oreja que le debían»– para colocarse en una barrera. Con su gorra calada, con su entereza, pese a la pierna ausente. Aplomó Roca las zapatillas, aguantó miradas y dominó al colorado hasta pegarse un soberano arrimón, jugándose la voltereta, desplantándose, aunque sin notarse al cien por cien de su enorme potencial. La gente entró por momentos en ebullición, pero la pañolada no se cuajó luego totalmente, con muchas voces, tan típico ya. Como había sucedido con El Cid… No le quedó otra que concederle una del sexto tras abrumadora petición. Por un puyazo valió la divisa a este Prosisto, y otro más el volatín, además del bueno que agarró el piquero. Apretó en banderillas el de Domingo Hernández mientras las gaviotas revoloteaban buscando el refugio de la noche. Fue una faena disposición y de recursos a un toro de mermado motor, al que exprimió hasta la última gota. Y arrancó la oreja que lo empataba con El Cid.Cómo humilló Tamizado en el capote de Manuel Jesús, que se ralentizó en los medios a la verónica. Y más aún la acarició en el quite: qué torerazo. Sonreía en el brindis, sabedor de la calidad apuntada, que había que administrar por no andar sobrado de fortaleza. No admitía tirones y El Cid le concedió distancias y lo apretó poco a poco tras el primer derrape. Hasta arrastrar las telas con temple superior, oxigenándolo entre serie y serie. Pura magia el cambio de mano y unos naturales enseñoreados, con el adorno del farol y el de pecho. Todo con aire fresco dentro de su veteranía, con las ideas claras de quien sabe decir (y dice) el toreo. Tal y como estaba su público de cariñoso, solo el acero se interpuso en otra salida en volandas. En los medios planteó la labor al obediente Borracho. Se abrió mucho en los inicios , aunque fue acortándose, con más inercia que bravura. Resolutivo y profesional anduvo el de Salteras, ‘el resucitador de la feria’. Saludó con solemnidad, besando la arena canela del coso cántabro. Feria de Santiago de Santander Plaza de toros de Cuatro Caminos. Sábado, 26 de julio de 2025. Última corrida de la Feria de Santiago. Cartel de ‘No hay billetes’ (el tercero del seria). Toros de Domingo Hernández, desiguales de presencia; destacó el notable 1º en un conjunto que no rompió. El Cid (sustituto de Cayetano), de tabaco y oro: estocada atravesada y descabello (oreja); tres pinchazos y estocada caída (saludos). Juan Ortega, de celeste y plata: media desprendida, dos pinchazos y bajonazo (pitos tras dos avisos); tres pinchazos, otro hondo, tres pinchazos y estocada (bronca tras dos avisos). Andrés Roca Rey, de catafalco y oro: media desprendida (petición tras aviso); estocada (oreja con petición de la segunda tras aviso).Mucho sufrió Juan Ortega con el segundo, acochinado y de amabilísima cara, aunque su comportamiento no lo fuera. Una joyita bien comida que no paraba de derrotar, muy incómoda para estar delante y difícil para darle matarile. Lo cazó de un bajonazo cuando el tercer pañuelo estaba a punto de asomar. Cero estilo tenía el manso quinto, que hacía cosas raras. De morucho, básicamente. Y así se comportó en la muleta, donde nunca lo vio claro. Infame fue su lote: ninguno se pareció al Bodeguero del famoso mano a mano. Las de Caín pasó para enviarlo al infierno entre el bullicio, cercano al de los días de clavel y copas de San Isidro. Subió decibelios el mosqueo de las señoras con pamela con el torero rebotado. Y estallaron los «¡fuera, fuera!» mientras se dilataba en la hora final. La bronca fue apoteósica; sobró la ovación a Mesonero –la corrida no rompió y se alargó infinito– en la feria que resucitaron El Cid y Vengativo. Volvía El Cid a Cuatro Caminos después de inmortalizar a Vengativo, el excelso toro de Victorino. Y se encontró esta vez con el armónico Tamizado, un buen toro, con mucha clase. Apuesta segura era señalar en la quiniela el lote del sevillano, que mantiene un idilio con la fortuna en cada sorteo y un romance con Santander. ¡Cómo se le quiere! «¡Eres el resucitador de la feria!», le gritaron. El que más de verdad se ganó en el ruedo la sustitución de Cayetano, en una temporada de despedida sin apenas despedida (según el parte presentado, sufrió un percance en un tentadero). Por derecho propio su inclusión, aunque un torero tan puro como Morante se ofreciese a torear gratis y donar los honorarios. A tiempo está de donar los del mano a mano, como a tiempo estuvo de hacer doblete desde que se anunció la Feria de Santiago. Con todo el respeto al maestro –verlo torear es un privilegio–, se antojaba una postura ventajista, un poner a los pies de los caballos a empresa y toreros. El ‘No hay billetes’ ya estaba colgado. Por tercera vez en una feria de extraordinarias entradas –chapó por el trabajo de Lances de Futuro–, aunque el resultado artístico no haya sido el esperado, con desigualdad en el ganado. Se destapó un torero de 51 años como triunfador en la victorinada y a punto estuvo de sumar su segunda puerta grande consecutiva. Se marchó con una oreja y con el reconocimiento de Santander. Como Roca Rey, aunque al peruano le negaran el trofeo que le hubiese abierto la puerta grande por una petición parecial a la de Manuel Jesús. Y serio volvió a ponerse cuando pidieron las dos del sexto. Después de su triste cita con los de la A coronada, el Cóndor quería levantar el vuelo. No era una tarde cualquiera: venía de un silencio pesado en esta misma feria. Los antiRoca afilaban sus garras, buscando tambalear el trono del único que ha conseguido los dos llenos consecutivos. Y Roca Rey respondió con su raza de figura y valor frente a un geniudo tercero, que se acostaba y con el que había que tirar de mando. Así lo hizo en la muleta el limeño, que se pasó muy cerca a Ecuatorial con el capote, tanto que estuvo a punto de ser arrollado en el broche pendular tras las saltilleras. Como todo en la vida es superación –también en el toreo–, brindó a un ejemplo, Paul Montiel, el hombre de titanio, que viajó en el autobús del Santemar –donde Isidro, que se hace más kilómetros que una furgoneta de luces, hablaba a la vuelta de «la oreja que le debían»– para colocarse en una barrera. Con su gorra calada, con su entereza, pese a la pierna ausente. Aplomó Roca las zapatillas, aguantó miradas y dominó al colorado hasta pegarse un soberano arrimón, jugándose la voltereta, desplantándose, aunque sin notarse al cien por cien de su enorme potencial. La gente entró por momentos en ebullición, pero la pañolada no se cuajó luego totalmente, con muchas voces, tan típico ya. Como había sucedido con El Cid… No le quedó otra que concederle una del sexto tras abrumadora petición. Por un puyazo valió la divisa a este Prosisto, y otro más el volatín, además del bueno que agarró el piquero. Apretó en banderillas el de Domingo Hernández mientras las gaviotas revoloteaban buscando el refugio de la noche. Fue una faena disposición y de recursos a un toro de mermado motor, al que exprimió hasta la última gota. Y arrancó la oreja que lo empataba con El Cid.Cómo humilló Tamizado en el capote de Manuel Jesús, que se ralentizó en los medios a la verónica. Y más aún la acarició en el quite: qué torerazo. Sonreía en el brindis, sabedor de la calidad apuntada, que había que administrar por no andar sobrado de fortaleza. No admitía tirones y El Cid le concedió distancias y lo apretó poco a poco tras el primer derrape. Hasta arrastrar las telas con temple superior, oxigenándolo entre serie y serie. Pura magia el cambio de mano y unos naturales enseñoreados, con el adorno del farol y el de pecho. Todo con aire fresco dentro de su veteranía, con las ideas claras de quien sabe decir (y dice) el toreo. Tal y como estaba su público de cariñoso, solo el acero se interpuso en otra salida en volandas. En los medios planteó la labor al obediente Borracho. Se abrió mucho en los inicios , aunque fue acortándose, con más inercia que bravura. Resolutivo y profesional anduvo el de Salteras, ‘el resucitador de la feria’. Saludó con solemnidad, besando la arena canela del coso cántabro. Feria de Santiago de Santander Plaza de toros de Cuatro Caminos. Sábado, 26 de julio de 2025. Última corrida de la Feria de Santiago. Cartel de ‘No hay billetes’ (el tercero del seria). Toros de Domingo Hernández, desiguales de presencia; destacó el notable 1º en un conjunto que no rompió. El Cid (sustituto de Cayetano), de tabaco y oro: estocada atravesada y descabello (oreja); tres pinchazos y estocada caída (saludos). Juan Ortega, de celeste y plata: media desprendida, dos pinchazos y bajonazo (pitos tras dos avisos); tres pinchazos, otro hondo, tres pinchazos y estocada (bronca tras dos avisos). Andrés Roca Rey, de catafalco y oro: media desprendida (petición tras aviso); estocada (oreja con petición de la segunda tras aviso).Mucho sufrió Juan Ortega con el segundo, acochinado y de amabilísima cara, aunque su comportamiento no lo fuera. Una joyita bien comida que no paraba de derrotar, muy incómoda para estar delante y difícil para darle matarile. Lo cazó de un bajonazo cuando el tercer pañuelo estaba a punto de asomar. Cero estilo tenía el manso quinto, que hacía cosas raras. De morucho, básicamente. Y así se comportó en la muleta, donde nunca lo vio claro. Infame fue su lote: ninguno se pareció al Bodeguero del famoso mano a mano. Las de Caín pasó para enviarlo al infierno entre el bullicio, cercano al de los días de clavel y copas de San Isidro. Subió decibelios el mosqueo de las señoras con pamela con el torero rebotado. Y estallaron los «¡fuera, fuera!» mientras se dilataba en la hora final. La bronca fue apoteósica; sobró la ovación a Mesonero –la corrida no rompió y se alargó infinito– en la feria que resucitaron El Cid y Vengativo. RSS de noticias de cultura
Noticias Similares