El episodio que acabó hoy en el Congreso con una nueva muestra de la enorme debilidad parlamentaria del Gobierno, se empezó a tejer con su absurda postura de prometer a un partido, Podemos, la prolongación, al menos durante un año y luego buscar un acuerdo para convertirlo en permanente, del gravamen temporal que soportan las empresas energéticas. El castigo se justificaba porque, al parecer, ganan mucho dinero. Por supuesto que nadie fuera del sector se tomó la molestia de explicar cuánto es mucho y cuánto es razonable en esto de los resultados empresariales. Ni nadie comparó los resultados con los activos involucrados para obtenerlos; ni recordó que una cosa son los ingresos facturados y otra bien distinta los beneficios resultantes . Ni nadie pensó en lo que sucede cuando los resultados extraordinarios se convierten en negativos o merman sensiblemente como les sucede habitualmente a quienes almacenan combustibles. ¿Para qué tanto matiz, para qué tanta digresión? Lo socios del Gobierno estaban seguros de que merecían un gravamen y… lo tuvieron. Pero, hete aquí que no a todos los partidos les gustaba la solución porque, en su opinión, ponía en peligro inversiones que generaban empleos y riqueza y que podían instalarse en otros lugares, como amenazaron algunas de las empresas afectadas. Así que el Gobierno ideó una solución genial. A quien deseaba el gravamen le prometió ampliar su vigencia en el tiempo y a quien quería eliminarlo, le prometió su eliminación inmediata. Tan brillante idea terminó ayer como cabía esperar.El PNV y Junts (conocidos en el ambiente como los ‘cachorrillos de Repsol’) unieron sus fuerzas con el PP y Vox –eso sí que es versatilidad y capacidad de adaptación–, y el impuesto decayó y convirtió en un imposible la voluntad gubernamental de prorrogarlo en un próximo Consejo de Ministros . Un decreto ley no puede crear un impuesto y como éste no estaba prorrogado, no existía y por lo tanto había que crearlo. ¡Un lío, no? Pues sí, un lío unido a un despropósito, colgado de una aberración y apoyado en un sin sentido.Vamos, el escenario ideal para planificar unas inversiones que, como las energéticas, son cuantiosas, tienen periodos de maduración dilatados y de recuperación mucho más dilatados aún.. Estamos en manos de genios. El episodio que acabó hoy en el Congreso con una nueva muestra de la enorme debilidad parlamentaria del Gobierno, se empezó a tejer con su absurda postura de prometer a un partido, Podemos, la prolongación, al menos durante un año y luego buscar un acuerdo para convertirlo en permanente, del gravamen temporal que soportan las empresas energéticas. El castigo se justificaba porque, al parecer, ganan mucho dinero. Por supuesto que nadie fuera del sector se tomó la molestia de explicar cuánto es mucho y cuánto es razonable en esto de los resultados empresariales. Ni nadie comparó los resultados con los activos involucrados para obtenerlos; ni recordó que una cosa son los ingresos facturados y otra bien distinta los beneficios resultantes . Ni nadie pensó en lo que sucede cuando los resultados extraordinarios se convierten en negativos o merman sensiblemente como les sucede habitualmente a quienes almacenan combustibles. ¿Para qué tanto matiz, para qué tanta digresión? Lo socios del Gobierno estaban seguros de que merecían un gravamen y… lo tuvieron. Pero, hete aquí que no a todos los partidos les gustaba la solución porque, en su opinión, ponía en peligro inversiones que generaban empleos y riqueza y que podían instalarse en otros lugares, como amenazaron algunas de las empresas afectadas. Así que el Gobierno ideó una solución genial. A quien deseaba el gravamen le prometió ampliar su vigencia en el tiempo y a quien quería eliminarlo, le prometió su eliminación inmediata. Tan brillante idea terminó ayer como cabía esperar.El PNV y Junts (conocidos en el ambiente como los ‘cachorrillos de Repsol’) unieron sus fuerzas con el PP y Vox –eso sí que es versatilidad y capacidad de adaptación–, y el impuesto decayó y convirtió en un imposible la voluntad gubernamental de prorrogarlo en un próximo Consejo de Ministros . Un decreto ley no puede crear un impuesto y como éste no estaba prorrogado, no existía y por lo tanto había que crearlo. ¡Un lío, no? Pues sí, un lío unido a un despropósito, colgado de una aberración y apoyado en un sin sentido.Vamos, el escenario ideal para planificar unas inversiones que, como las energéticas, son cuantiosas, tienen periodos de maduración dilatados y de recuperación mucho más dilatados aún.. Estamos en manos de genios. El episodio que acabó hoy en el Congreso con una nueva muestra de la enorme debilidad parlamentaria del Gobierno, se empezó a tejer con su absurda postura de prometer a un partido, Podemos, la prolongación, al menos durante un año y luego buscar un acuerdo para convertirlo en permanente, del gravamen temporal que soportan las empresas energéticas. El castigo se justificaba porque, al parecer, ganan mucho dinero. Por supuesto que nadie fuera del sector se tomó la molestia de explicar cuánto es mucho y cuánto es razonable en esto de los resultados empresariales. Ni nadie comparó los resultados con los activos involucrados para obtenerlos; ni recordó que una cosa son los ingresos facturados y otra bien distinta los beneficios resultantes . Ni nadie pensó en lo que sucede cuando los resultados extraordinarios se convierten en negativos o merman sensiblemente como les sucede habitualmente a quienes almacenan combustibles. ¿Para qué tanto matiz, para qué tanta digresión? Lo socios del Gobierno estaban seguros de que merecían un gravamen y… lo tuvieron. Pero, hete aquí que no a todos los partidos les gustaba la solución porque, en su opinión, ponía en peligro inversiones que generaban empleos y riqueza y que podían instalarse en otros lugares, como amenazaron algunas de las empresas afectadas. Así que el Gobierno ideó una solución genial. A quien deseaba el gravamen le prometió ampliar su vigencia en el tiempo y a quien quería eliminarlo, le prometió su eliminación inmediata. Tan brillante idea terminó ayer como cabía esperar.El PNV y Junts (conocidos en el ambiente como los ‘cachorrillos de Repsol’) unieron sus fuerzas con el PP y Vox –eso sí que es versatilidad y capacidad de adaptación–, y el impuesto decayó y convirtió en un imposible la voluntad gubernamental de prorrogarlo en un próximo Consejo de Ministros . Un decreto ley no puede crear un impuesto y como éste no estaba prorrogado, no existía y por lo tanto había que crearlo. ¡Un lío, no? Pues sí, un lío unido a un despropósito, colgado de una aberración y apoyado en un sin sentido.Vamos, el escenario ideal para planificar unas inversiones que, como las energéticas, son cuantiosas, tienen periodos de maduración dilatados y de recuperación mucho más dilatados aún.. Estamos en manos de genios. RSS de noticias de economia
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