En un circuito cada vez más marcado por la inmediatez —donde las parejas se forman y se rompen a velocidad de vértigo—, el proyecto de Alejandro Galán y Fede Chingotto destaca como un ejemplo de convicción, paciencia y trabajo a largo plazo. En tiempos donde se exige el éxito inmediato, ellos han apostado por construir, entenderse y crecer como equipo, incluso cuando los resultados a principios de esta temporada no acompañaban. Hoy, esa apuesta empieza a dar frutos visibles, como se vio con claridad en Roma .La compenetración entre Galán y Chingotto es total. Representan dos perfiles distintos, pero perfectamente complementarios. Fede es ese jugador de derecha «de toda la vida», que entiende el pádel desde la construcción, la estrategia y el esfuerzo invisible. Es el que prepara el terreno, el que madura el punto con inteligencia y consistencia. A su lado, Galán vive uno de los mejores momentos de forma de su carrera: rápido, potente, agresivo y letal cuando encuentra el momento. Lo que Chingotto construye, Galán lo define.El equilibrio entre ambos no es fruto del azar. Detrás hay un trabajo silencioso y valioso, liderado por Jorge Martínez . El entrenador ha sido clave no solo por su lectura táctica, sino también por su capacidad de gestión emocional. En un circuito donde la presión pesa, Jorge ha sabido dar confianza a sus jugadores, mantener la calma en los momentos duros y, sobre todo, encontrar soluciones ante los grandes desafíos. Prueba de ello, la evolución del equipo frente a Tapia y Coello , una pareja que parecía inabordable y ante la que Galán y Chingotto han sabido crecer, aprender y ajustar hasta lograr una victoria clave en un escenario único que les hace reforzar un proyecto más vivo que nunca. Y precisamente es esa competencia directa con Tapia y Coello la que les obliga a no conformarse, a seguir puliendo detalles, a exigirse aún más. La rivalidad, lejos de intimidarlos, los motiva. Saben que el camino hacia el número uno no permite treguas, y esa presión, bien gestionada, los está transformando en una pareja cada vez más completa. Porque competir contra los mejores no solo es un reto: es una oportunidad para superarse.Lo que estamos viendo con esta dupla no es solo una cuestión de nivel deportivo: es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando hay convicción en el proceso. En un pádel moderno que muchas veces premia lo inmediato y castiga cualquier bache, ellos reivindican la importancia de creer en el proyecto, de construir con tiempo y de confiar en el equipo. Y eso, hoy más que nunca, es digno de elogio. En un circuito cada vez más marcado por la inmediatez —donde las parejas se forman y se rompen a velocidad de vértigo—, el proyecto de Alejandro Galán y Fede Chingotto destaca como un ejemplo de convicción, paciencia y trabajo a largo plazo. En tiempos donde se exige el éxito inmediato, ellos han apostado por construir, entenderse y crecer como equipo, incluso cuando los resultados a principios de esta temporada no acompañaban. Hoy, esa apuesta empieza a dar frutos visibles, como se vio con claridad en Roma .La compenetración entre Galán y Chingotto es total. Representan dos perfiles distintos, pero perfectamente complementarios. Fede es ese jugador de derecha «de toda la vida», que entiende el pádel desde la construcción, la estrategia y el esfuerzo invisible. Es el que prepara el terreno, el que madura el punto con inteligencia y consistencia. A su lado, Galán vive uno de los mejores momentos de forma de su carrera: rápido, potente, agresivo y letal cuando encuentra el momento. Lo que Chingotto construye, Galán lo define.El equilibrio entre ambos no es fruto del azar. Detrás hay un trabajo silencioso y valioso, liderado por Jorge Martínez . El entrenador ha sido clave no solo por su lectura táctica, sino también por su capacidad de gestión emocional. En un circuito donde la presión pesa, Jorge ha sabido dar confianza a sus jugadores, mantener la calma en los momentos duros y, sobre todo, encontrar soluciones ante los grandes desafíos. Prueba de ello, la evolución del equipo frente a Tapia y Coello , una pareja que parecía inabordable y ante la que Galán y Chingotto han sabido crecer, aprender y ajustar hasta lograr una victoria clave en un escenario único que les hace reforzar un proyecto más vivo que nunca. Y precisamente es esa competencia directa con Tapia y Coello la que les obliga a no conformarse, a seguir puliendo detalles, a exigirse aún más. La rivalidad, lejos de intimidarlos, los motiva. Saben que el camino hacia el número uno no permite treguas, y esa presión, bien gestionada, los está transformando en una pareja cada vez más completa. Porque competir contra los mejores no solo es un reto: es una oportunidad para superarse.Lo que estamos viendo con esta dupla no es solo una cuestión de nivel deportivo: es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando hay convicción en el proceso. En un pádel moderno que muchas veces premia lo inmediato y castiga cualquier bache, ellos reivindican la importancia de creer en el proyecto, de construir con tiempo y de confiar en el equipo. Y eso, hoy más que nunca, es digno de elogio. En un circuito cada vez más marcado por la inmediatez —donde las parejas se forman y se rompen a velocidad de vértigo—, el proyecto de Alejandro Galán y Fede Chingotto destaca como un ejemplo de convicción, paciencia y trabajo a largo plazo. En tiempos donde se exige el éxito inmediato, ellos han apostado por construir, entenderse y crecer como equipo, incluso cuando los resultados a principios de esta temporada no acompañaban. Hoy, esa apuesta empieza a dar frutos visibles, como se vio con claridad en Roma .La compenetración entre Galán y Chingotto es total. Representan dos perfiles distintos, pero perfectamente complementarios. Fede es ese jugador de derecha «de toda la vida», que entiende el pádel desde la construcción, la estrategia y el esfuerzo invisible. Es el que prepara el terreno, el que madura el punto con inteligencia y consistencia. A su lado, Galán vive uno de los mejores momentos de forma de su carrera: rápido, potente, agresivo y letal cuando encuentra el momento. Lo que Chingotto construye, Galán lo define.El equilibrio entre ambos no es fruto del azar. Detrás hay un trabajo silencioso y valioso, liderado por Jorge Martínez . El entrenador ha sido clave no solo por su lectura táctica, sino también por su capacidad de gestión emocional. En un circuito donde la presión pesa, Jorge ha sabido dar confianza a sus jugadores, mantener la calma en los momentos duros y, sobre todo, encontrar soluciones ante los grandes desafíos. Prueba de ello, la evolución del equipo frente a Tapia y Coello , una pareja que parecía inabordable y ante la que Galán y Chingotto han sabido crecer, aprender y ajustar hasta lograr una victoria clave en un escenario único que les hace reforzar un proyecto más vivo que nunca. Y precisamente es esa competencia directa con Tapia y Coello la que les obliga a no conformarse, a seguir puliendo detalles, a exigirse aún más. La rivalidad, lejos de intimidarlos, los motiva. Saben que el camino hacia el número uno no permite treguas, y esa presión, bien gestionada, los está transformando en una pareja cada vez más completa. Porque competir contra los mejores no solo es un reto: es una oportunidad para superarse.Lo que estamos viendo con esta dupla no es solo una cuestión de nivel deportivo: es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando hay convicción en el proceso. En un pádel moderno que muchas veces premia lo inmediato y castiga cualquier bache, ellos reivindican la importancia de creer en el proyecto, de construir con tiempo y de confiar en el equipo. Y eso, hoy más que nunca, es digno de elogio. RSS de noticias de deportes
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