Hace casi 21 años amadriné un deporte porque se parecía al mío. Era uno de esos veranos de los que me acabaría acordando más que de otros porque había Juegos Olímpicos. En la casa donde pasaba los meses más calurosos del año, si el pebetero estaba encendido en algún punto del mundo, la rutina familiar de playa, piscina, siestas, paseos y helados se adaptaba a las competiciones, no había otra, y la televisión pocas veces se desviaba del canal donde se emitiesen los Juegos.
El día que empecé a defender, seguir y aprender voley playa solo porque se parecía a mi deporte
Hace casi 21 años amadriné un deporte porque se parecía al mío. Era uno de esos veranos de los que me acabaría acordando más que de otros porque había Juegos Olímpicos. En la casa donde pasaba los meses más calurosos del año, si el pebetero estaba encendido en algún punto del mundo, la rutina familiar de playa, piscina, siestas, paseos y helados se adaptaba a las competiciones, no había otra, y la televisión pocas veces se desviaba del canal donde se emitiesen los Juegos.
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