Aureli Mª Escarré fue un polémico abad de Montserrat –entre 1946 y 1966– que prohibió a los monjes los chistes sobre Franco, a quien, por otra parte, recibió varias veces bajo palio. El abad era amigo de San Josemaría Escrivá de Balaguer –fundador del Opus Dei– y ostentaba la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X. Sin embargo, el 14 de noviembre de 1963, se despachó con unas declaraciones a Le Monde, en las que acusaba al régimen de ser escasamente cristiano y de no respetar los derechos humanos. La entrevista le sirvió a Escarré para pasar de amigo a víctima exiliada del franquismo. En realidad, el abad tuvo que dejar el cargo por una crisis interna motivada por sus excesos de poder hacia los monjes, que protestaron ante visitadores de la orden y jerarquía vaticana. De hecho, a Escarré, Franco nunca lo expulsó de España y tuvo funeral y fue enterrado en Cataluña, pero logró presentar como exilio los años en los que estuvo en Viboldone, cerca de Milán, apartado de Montserrat. La historia a menudo se construye a medida y tanto la comunidad benedictina como el propio Escarré decidieron que la realidad no debía estropear un buen titular. De esta manera construyó un personaje antifranquista, hijo del aggiornamento conciliar. Y todo gracias a unas declaraciones que pusieron en orden y aliñaron debidamente el historiador Josep Benet y el escritor Albert Manent.
La comunidad de Montserrat es inteligentemente ambigua: visita a líderes independentistas en la cárcel y abre las puertas del monasterio a Felipe VI
Aureli Mª Escarré fue un polémico abad de Montserrat –entre 1946 y 1966– que prohibió a los monjes los chistes sobre Franco, a quien, por otra parte, recibió varias veces bajo palio. El abad era amigo de San Josemaría Escrivá de Balaguer –fundador del Opus Dei– y ostentaba la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X. Sin embargo, el 14 de noviembre de 1963, se despachó con unas declaraciones a Le Monde, en las que acusaba al régimen de ser escasamente cristiano y de no respetar los derechos humanos. La entrevista le sirvió a Escarré para pasar de amigo a víctima exiliada del franquismo. En realidad, el abad tuvo que dejar el cargo por una crisis interna motivada por sus excesos de poder hacia los monjes, que protestaron ante visitadores de la orden y jerarquía vaticana. De hecho, a Escarré, Franco nunca lo expulsó de España y tuvo funeral y fue enterrado en Cataluña, pero logró presentar como exilio los años en los que estuvo en Viboldone, cerca de Milán, apartado de Montserrat. La historia a menudo se construye a medida y tanto la comunidad benedictina como el propio Escarré decidieron que la realidad no debía estropear un buen titular. De esta manera construyó un personaje antifranquista, hijo del aggiornamento conciliar. Y todo gracias a unas declaraciones que pusieron en orden y aliñaron debidamente el historiador Josep Benet y el escritor Albert Manent.
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