Manzanares , manchega por antonomasia, queda impregnada por las últimas huellas, mantenidas con fervor, de Ignacio Sánchez Mejías, sevillano por los cuatro costados. Uno imagina que, en parte por ello, los muros de su plaza de toros revisten la blancura andaluza y contrastan con el ocre del conjunto de la ciudad. Dentro de estos muros se hospeda la Peña Taurina Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares, unos devotos del maestro que han convertido su local en una capilla de recuerdos, acogiendo y enseñándolos a todo aquel que lo merece por su sincera y comprobada admiración. En las gradas de la plaza el reloj marca para siempre las cinco en punto de la tarde de este 11 de agosto de 1934, y no es raro que se deposite en la arena un ramo de flores, cerca del estribo del tendido 7, lugar de la fatídica cogida del torero. En el corazón de la ciudad, en la calle de Las Monjas, se alberga otra capilla ignaciana, el Archivo-Museo Sánchez Mejías, que presenta una colección valiosísima de documentos, obras de arte y objetos, que permiten adentrarse en la figura y persona del héroe del Llanto lorquiano. Recogen su trayectoria excepcional, convertida al final en destino, que desborda todos los marcos habituales. La antigua enfermería donde Ignacio fue atendido bajo la mirada de la gente por las ventanas ABCIgnacio fue torero por vocación, y a ésta entregó su vida, sin metáfora alguna. Pero es también muy claro que su genio, permanentemente inquieto, «tan rico de aventura», como reza el Llanto, no cabía en el toreo solo. Necesitó plasmarse en muchos otros derroteros: Sánchez Mejías se consagró como autor de teatro, periodista – reseñando sin indulgencia sus propias actuaciones-, mecenas y amigo de la más excelsa generación de poetas del siglo XX, conferenciante, piloto de aviones, presidente de la Cruz Roja y del Real Club Betis…Noticia Relacionada estandar Si Morante se ciñe al triunfo del valor y la torería y sale a hombros con Talavante en El Puerto Rosario Pérez El genio sevillano se reunió y asentó con su lote del Freixo como ninguno y salió a hombros con Talavante, que cortó dos orejas por aclamación popular con los pases mirando al tendidoSi, con su talento, pudo abrir tantas puertas, más allá del mundo de los toros, el destino, que cuidó de él, también le trató con alguna ironía, manifestada en las circunstancias de su última tarde en Manzanares, más bien propias de un novelón taurino tradicional, con duendes gafes, que de una figura universal, consagrada por el Llanto de Lorca. Sánchez Mejías estuvo en esa corrida sustituyendo a Domingo Ortega contratado en el cartel inicial (éste se ve en el local de la Peña), pero que no pudo llegar por sufrir un accidente de coche en un viaje a Madrid, al enterarse del fallecimiento de su hermano. Vino Ignacio sin el conjunto de los miembros de su cuadrilla, que se fueron a Pontevedra, donde debía torear al día siguiente. Tuvo que alojarse en la única habitación disponible del hotel, n°13. Al llegar a la plaza, la puerta del patio de cuadrillas fue abierta por un portero tuerto. Se negó a ser intervenido en la enfermería del coso, por miedo a perder la pierna en la operación. El viaje a Madrid fue interminable, por las condiciones de la carretera y por una avería de la ambulancia, dejando todo el tiempo para que la muerte pusiera «huevos en la herida». Todos estos detalles constan en los archivos y recuerdos conservados por la Peña Taurina Sánchez Mejías de Manzanares. Pero lo que transparece, particularmente en las reflexiones personales del torero, recogidas en dichos documentos, es su pasión por la vida y todas las formas de expresión artística; una pasión que se agudiza cuando acechan el tiempo y la muerte. Por eso, al fin y al cabo, el toreo, que en el principio hubiera podido ser para Ignacio circunstancial y anecdótico, terminó por determinar la cumbre de su trayectoria. En él, a pesar de la edad, asumió el desafío último y eterno de la existencia humana, encontrando la muerte para buscar más vida, como él mismo lo declaró al justificar su vuelta a los toros: «El torero no tiene más peligro que el de dejar de existir, y su muerte no está en la plaza, sino en su casa. Para alejarse de la muerte, un torero, es precise que se roce con ella. Es decir: torear.»En su cita con la muerte en Manzanares Ignacio recobró, con la ayuda del poema de Lorca, la universalidad de su figura.Plaza de toros de Manzanares ABC Manzanares , manchega por antonomasia, queda impregnada por las últimas huellas, mantenidas con fervor, de Ignacio Sánchez Mejías, sevillano por los cuatro costados. Uno imagina que, en parte por ello, los muros de su plaza de toros revisten la blancura andaluza y contrastan con el ocre del conjunto de la ciudad. Dentro de estos muros se hospeda la Peña Taurina Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares, unos devotos del maestro que han convertido su local en una capilla de recuerdos, acogiendo y enseñándolos a todo aquel que lo merece por su sincera y comprobada admiración. En las gradas de la plaza el reloj marca para siempre las cinco en punto de la tarde de este 11 de agosto de 1934, y no es raro que se deposite en la arena un ramo de flores, cerca del estribo del tendido 7, lugar de la fatídica cogida del torero. En el corazón de la ciudad, en la calle de Las Monjas, se alberga otra capilla ignaciana, el Archivo-Museo Sánchez Mejías, que presenta una colección valiosísima de documentos, obras de arte y objetos, que permiten adentrarse en la figura y persona del héroe del Llanto lorquiano. Recogen su trayectoria excepcional, convertida al final en destino, que desborda todos los marcos habituales. La antigua enfermería donde Ignacio fue atendido bajo la mirada de la gente por las ventanas ABCIgnacio fue torero por vocación, y a ésta entregó su vida, sin metáfora alguna. Pero es también muy claro que su genio, permanentemente inquieto, «tan rico de aventura», como reza el Llanto, no cabía en el toreo solo. Necesitó plasmarse en muchos otros derroteros: Sánchez Mejías se consagró como autor de teatro, periodista – reseñando sin indulgencia sus propias actuaciones-, mecenas y amigo de la más excelsa generación de poetas del siglo XX, conferenciante, piloto de aviones, presidente de la Cruz Roja y del Real Club Betis…Noticia Relacionada estandar Si Morante se ciñe al triunfo del valor y la torería y sale a hombros con Talavante en El Puerto Rosario Pérez El genio sevillano se reunió y asentó con su lote del Freixo como ninguno y salió a hombros con Talavante, que cortó dos orejas por aclamación popular con los pases mirando al tendidoSi, con su talento, pudo abrir tantas puertas, más allá del mundo de los toros, el destino, que cuidó de él, también le trató con alguna ironía, manifestada en las circunstancias de su última tarde en Manzanares, más bien propias de un novelón taurino tradicional, con duendes gafes, que de una figura universal, consagrada por el Llanto de Lorca. Sánchez Mejías estuvo en esa corrida sustituyendo a Domingo Ortega contratado en el cartel inicial (éste se ve en el local de la Peña), pero que no pudo llegar por sufrir un accidente de coche en un viaje a Madrid, al enterarse del fallecimiento de su hermano. Vino Ignacio sin el conjunto de los miembros de su cuadrilla, que se fueron a Pontevedra, donde debía torear al día siguiente. Tuvo que alojarse en la única habitación disponible del hotel, n°13. Al llegar a la plaza, la puerta del patio de cuadrillas fue abierta por un portero tuerto. Se negó a ser intervenido en la enfermería del coso, por miedo a perder la pierna en la operación. El viaje a Madrid fue interminable, por las condiciones de la carretera y por una avería de la ambulancia, dejando todo el tiempo para que la muerte pusiera «huevos en la herida». Todos estos detalles constan en los archivos y recuerdos conservados por la Peña Taurina Sánchez Mejías de Manzanares. Pero lo que transparece, particularmente en las reflexiones personales del torero, recogidas en dichos documentos, es su pasión por la vida y todas las formas de expresión artística; una pasión que se agudiza cuando acechan el tiempo y la muerte. Por eso, al fin y al cabo, el toreo, que en el principio hubiera podido ser para Ignacio circunstancial y anecdótico, terminó por determinar la cumbre de su trayectoria. En él, a pesar de la edad, asumió el desafío último y eterno de la existencia humana, encontrando la muerte para buscar más vida, como él mismo lo declaró al justificar su vuelta a los toros: «El torero no tiene más peligro que el de dejar de existir, y su muerte no está en la plaza, sino en su casa. Para alejarse de la muerte, un torero, es precise que se roce con ella. Es decir: torear.»En su cita con la muerte en Manzanares Ignacio recobró, con la ayuda del poema de Lorca, la universalidad de su figura.Plaza de toros de Manzanares ABC Manzanares , manchega por antonomasia, queda impregnada por las últimas huellas, mantenidas con fervor, de Ignacio Sánchez Mejías, sevillano por los cuatro costados. Uno imagina que, en parte por ello, los muros de su plaza de toros revisten la blancura andaluza y contrastan con el ocre del conjunto de la ciudad. Dentro de estos muros se hospeda la Peña Taurina Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares, unos devotos del maestro que han convertido su local en una capilla de recuerdos, acogiendo y enseñándolos a todo aquel que lo merece por su sincera y comprobada admiración. En las gradas de la plaza el reloj marca para siempre las cinco en punto de la tarde de este 11 de agosto de 1934, y no es raro que se deposite en la arena un ramo de flores, cerca del estribo del tendido 7, lugar de la fatídica cogida del torero. En el corazón de la ciudad, en la calle de Las Monjas, se alberga otra capilla ignaciana, el Archivo-Museo Sánchez Mejías, que presenta una colección valiosísima de documentos, obras de arte y objetos, que permiten adentrarse en la figura y persona del héroe del Llanto lorquiano. Recogen su trayectoria excepcional, convertida al final en destino, que desborda todos los marcos habituales. La antigua enfermería donde Ignacio fue atendido bajo la mirada de la gente por las ventanas ABCIgnacio fue torero por vocación, y a ésta entregó su vida, sin metáfora alguna. Pero es también muy claro que su genio, permanentemente inquieto, «tan rico de aventura», como reza el Llanto, no cabía en el toreo solo. Necesitó plasmarse en muchos otros derroteros: Sánchez Mejías se consagró como autor de teatro, periodista – reseñando sin indulgencia sus propias actuaciones-, mecenas y amigo de la más excelsa generación de poetas del siglo XX, conferenciante, piloto de aviones, presidente de la Cruz Roja y del Real Club Betis…Noticia Relacionada estandar Si Morante se ciñe al triunfo del valor y la torería y sale a hombros con Talavante en El Puerto Rosario Pérez El genio sevillano se reunió y asentó con su lote del Freixo como ninguno y salió a hombros con Talavante, que cortó dos orejas por aclamación popular con los pases mirando al tendidoSi, con su talento, pudo abrir tantas puertas, más allá del mundo de los toros, el destino, que cuidó de él, también le trató con alguna ironía, manifestada en las circunstancias de su última tarde en Manzanares, más bien propias de un novelón taurino tradicional, con duendes gafes, que de una figura universal, consagrada por el Llanto de Lorca. Sánchez Mejías estuvo en esa corrida sustituyendo a Domingo Ortega contratado en el cartel inicial (éste se ve en el local de la Peña), pero que no pudo llegar por sufrir un accidente de coche en un viaje a Madrid, al enterarse del fallecimiento de su hermano. Vino Ignacio sin el conjunto de los miembros de su cuadrilla, que se fueron a Pontevedra, donde debía torear al día siguiente. Tuvo que alojarse en la única habitación disponible del hotel, n°13. Al llegar a la plaza, la puerta del patio de cuadrillas fue abierta por un portero tuerto. Se negó a ser intervenido en la enfermería del coso, por miedo a perder la pierna en la operación. El viaje a Madrid fue interminable, por las condiciones de la carretera y por una avería de la ambulancia, dejando todo el tiempo para que la muerte pusiera «huevos en la herida». Todos estos detalles constan en los archivos y recuerdos conservados por la Peña Taurina Sánchez Mejías de Manzanares. Pero lo que transparece, particularmente en las reflexiones personales del torero, recogidas en dichos documentos, es su pasión por la vida y todas las formas de expresión artística; una pasión que se agudiza cuando acechan el tiempo y la muerte. Por eso, al fin y al cabo, el toreo, que en el principio hubiera podido ser para Ignacio circunstancial y anecdótico, terminó por determinar la cumbre de su trayectoria. En él, a pesar de la edad, asumió el desafío último y eterno de la existencia humana, encontrando la muerte para buscar más vida, como él mismo lo declaró al justificar su vuelta a los toros: «El torero no tiene más peligro que el de dejar de existir, y su muerte no está en la plaza, sino en su casa. Para alejarse de la muerte, un torero, es precise que se roce con ella. Es decir: torear.»En su cita con la muerte en Manzanares Ignacio recobró, con la ayuda del poema de Lorca, la universalidad de su figura.Plaza de toros de Manzanares ABC RSS de noticias de cultura
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