Llegó en enero, cedido por el Betis , y no ha podido marcar todavía en los 11 partidos jugados con el Getafe, pero ha vuelto a sentirse futbolista. Juan Miguel Jiménez López, Juanmi, (Coín, 20 de mayo de 1993), se sienta con ABC antes de un partido contra el Real Madrid decisivo para el título y la salvación.—Es un sitio estratégico Coín.—Sí, es interior, pero está a solo 30 minutos de Málaga, del aeropuerto, de Marbella y del resto de la costa. Yo tengo muy buen recuerdo de mi infancia allí. Jugando al fútbol todo el día en la calle, montando en bicicleta, jugando a las canicas… Hoy es impensable ver a algún chaval jugando a las canicas. Ellos prefieren sentarse en un banco y grabarse un vídeo de TikTok. La tecnología lo ha cambiado todo. —¿A qué se dedican sus padres?—Mi padre tiene una empresa de construcción y mi madre es ama de casa. Somos tres hijos, y yo soy el pequeño y el que me llevaba más collejas porque siempre le estaba buscando las cosquillas a mis hermanas (risas). —Imparable el cambio generacional.—Así es, y creo que se refleja en el fútbol. Tanto vídeo de TikTok y tanto baile de TikTok le quita picardía también a los futbolistas. Se va perdiendo la esencia del fútbol de toda la vida. Y, además, a eso contribuye también el VAR… —Continúe. —La tecnología bien utilizada es progreso, pero eso no puede chocar con perder la esencia de este deporte. A mí no me gusta el fútbol moderno. Prefiero el fútbol de siempre, en el que nos equivocábamos los jugadores y los árbitros. Eso es más fútbol que parar un partido cinco minutos, arbitrar según qué imagen te pone un monitor, normalmente a cámara lenta… El VAR es una herramienta buena, pero se debe utilizar en cosas puntuales. Muchas veces se pita a cámara lenta y eso desvirtúa una acción. Cuando no había VAR los árbitros no sufrían tantas quejas. Una acción gris no puede parar diez minutos un partido. Ni les gusta a los jugadores, ni a los aficionados, ni a los árbitros. —¿Cuándo entra en el Málaga?—En el segundo año de alevines, con nueve añitos. De esa cantera siempre salen jugadores diferentes, chavales que han jugado muchas horas en el barrio. Y se nota esa picardía, esa ‘poca vergüenza’, ese desparpajo que da la calle.—Allí llegó a Primera y luego, Real Sociedad (2016-2019) y Betis (2019-2023).—El último curso en el Málaga, con Javi Gracia, hago una campaña muy buena. Luego, en San Sebastián me sale un primer año muy bueno, pero los dos siguientes no tengo continuidad. En el Betis tuve la mala suerte de llegar y lesionarme. Y estuve año y medio parado. Cuando volví a arrancar y tuve la confianza del entrenador, es cuando demostré realmente el jugador que soy y por eso hice tantos goles.—De repente, verano de 2023, decide irse a Arabia. ¿Se fue por dinero?—Yo no me fui por dinero, porque no tenía esa necesidad. Ya tenía un bagaje amplio en Primera, en buenos equipos, y el dinero no era mi prioridad. Veía que grandes jugadores se iban y quería probar esa aventura. Vivir esa experiencia de ver cómo crece una liga como la árabe , pero desde el minuto uno me di cuenta que no tomé la decisión correcta.—¿Se fue solo o con su familia?—Con la familia. Tengo un hijo de 4 años, otro de 3, y ahora otro de nueve meses. En Riad vivimos en un ‘compound’, como todos los extranjeros. En una semana me di cuenta de que eso no iba a ser para mí. Me arrepiento de no haber indagado más antes de irme. Pero iba con tanta ilusión, conocer otra forma de vida y otra Liga… A veces lo que uno se imagina no es lo que pasa. No me arrepiento de haber estado allí, pero sí de no haberme informado mejor.—Arabia y España nada tienen que ver.—Arabia está muy lejos de la vida occidental, y con familia y niños pequeños todavía está más lejos. Es una vida totalmente contraria a lo que tenemos en España. Entrenas de noche, los niños van al cole por la mañana y apenas los ves durante el día. Nunca coincides con ellos. Tampoco puedes salir a dar un paseo o ir un parque, o tomarte una coca cola… La vida allí es ir a un centro comercial. No hay nada más. —¿Qué le decía su mujer?—Ella es una bendita. Tengo mucha suerte. Lorena me acompaña a todos lados. No nos gusta estar a distancia. Ella iba también con ilusión, pero cuando llegas allí y ves todo aquello, te impacta y desde la primera semana sabía que tenía que volver. No estaba feliz y sabía que tampoco mi mujer y los niños.—¿Cómo lo pasaron sus hijos?—El mayor tenía tres años y medio e iba al colegio, y todos los días se quedaba llorando en el colegio, pero es que también lo recogía llorando. Eso es muy duro. Ya sabe que a los niños se les pasa el berrinche y luego los recoges con una sonrisa, pero a mi hijo mayor no. Yo veía que estaba sufriendo. De hecho, cuando volvimos a España ( abandonó en enero de 2024 Riad y se fue cedido al Cádiz ), le costó adaptarse al colegio. No es que se quedara con un trauma, pero tardó un tiempo en detectar que el colegio es diversión para él. —Como en España en ningún sitio…—Sí. Lo infravaloramos. No sabemos el país que tenemos hasta que te vas. Clima, gastronomía, vida social, mil cosas que hacer en el día a día que en muchos otros sitios no lo tienen… —Tras su cesión en Cádiz, volvió al Betis el verano y en enero ha acabado en el Getafe. Temporada algo loca la suya.—Todo en la vida tiene un principio y un final, y cuando empiezo la pretemporada con el Betis, en mi interior ya sabía que mi ciclo allí se había acabado. Ha sido la etapa más bonita de mi carrera, cinco años donde me he sentido querido y respetado, y mis tres hijos son sevillanos. Cuando en un sitio has sido tan feliz, no me parece correcto salir mal. Ni el club, ni la afición, ni yo mismo nos lo merecíamos. Así que lo mejor era buscar una salida en el mercado de invierno y dar las gracias por todo.—¿Y qué tal en el Getafe? —Los movimientos de invierno requieren una adaptación. Ahora ya estoy centrado, metido en el día a día y en la rutina. Estamos con 39 puntos, en el puesto 12, y aún necesitamos sumar para salvarnos. Jugar en Primera da prestigio y ese debe ser el objetivo, sumar los máximos puntos posibles en estas seis jornadas, empezando por el partido de esta noche contra el Madrid. —¿Le gustaría seguir aquí después?—El cuerpo me pide ir semana a semana, cumplir los objetivos del equipo y, a partir de ahí, hablar de mi situación. Yo estoy feliz y mi familia también. El Getafe es un sitio bueno, familiar y ojalá podamos llegar a un entendimiento. Llegó en enero, cedido por el Betis , y no ha podido marcar todavía en los 11 partidos jugados con el Getafe, pero ha vuelto a sentirse futbolista. Juan Miguel Jiménez López, Juanmi, (Coín, 20 de mayo de 1993), se sienta con ABC antes de un partido contra el Real Madrid decisivo para el título y la salvación.—Es un sitio estratégico Coín.—Sí, es interior, pero está a solo 30 minutos de Málaga, del aeropuerto, de Marbella y del resto de la costa. Yo tengo muy buen recuerdo de mi infancia allí. Jugando al fútbol todo el día en la calle, montando en bicicleta, jugando a las canicas… Hoy es impensable ver a algún chaval jugando a las canicas. Ellos prefieren sentarse en un banco y grabarse un vídeo de TikTok. La tecnología lo ha cambiado todo. —¿A qué se dedican sus padres?—Mi padre tiene una empresa de construcción y mi madre es ama de casa. Somos tres hijos, y yo soy el pequeño y el que me llevaba más collejas porque siempre le estaba buscando las cosquillas a mis hermanas (risas). —Imparable el cambio generacional.—Así es, y creo que se refleja en el fútbol. Tanto vídeo de TikTok y tanto baile de TikTok le quita picardía también a los futbolistas. Se va perdiendo la esencia del fútbol de toda la vida. Y, además, a eso contribuye también el VAR… —Continúe. —La tecnología bien utilizada es progreso, pero eso no puede chocar con perder la esencia de este deporte. A mí no me gusta el fútbol moderno. Prefiero el fútbol de siempre, en el que nos equivocábamos los jugadores y los árbitros. Eso es más fútbol que parar un partido cinco minutos, arbitrar según qué imagen te pone un monitor, normalmente a cámara lenta… El VAR es una herramienta buena, pero se debe utilizar en cosas puntuales. Muchas veces se pita a cámara lenta y eso desvirtúa una acción. Cuando no había VAR los árbitros no sufrían tantas quejas. Una acción gris no puede parar diez minutos un partido. Ni les gusta a los jugadores, ni a los aficionados, ni a los árbitros. —¿Cuándo entra en el Málaga?—En el segundo año de alevines, con nueve añitos. De esa cantera siempre salen jugadores diferentes, chavales que han jugado muchas horas en el barrio. Y se nota esa picardía, esa ‘poca vergüenza’, ese desparpajo que da la calle.—Allí llegó a Primera y luego, Real Sociedad (2016-2019) y Betis (2019-2023).—El último curso en el Málaga, con Javi Gracia, hago una campaña muy buena. Luego, en San Sebastián me sale un primer año muy bueno, pero los dos siguientes no tengo continuidad. En el Betis tuve la mala suerte de llegar y lesionarme. Y estuve año y medio parado. Cuando volví a arrancar y tuve la confianza del entrenador, es cuando demostré realmente el jugador que soy y por eso hice tantos goles.—De repente, verano de 2023, decide irse a Arabia. ¿Se fue por dinero?—Yo no me fui por dinero, porque no tenía esa necesidad. Ya tenía un bagaje amplio en Primera, en buenos equipos, y el dinero no era mi prioridad. Veía que grandes jugadores se iban y quería probar esa aventura. Vivir esa experiencia de ver cómo crece una liga como la árabe , pero desde el minuto uno me di cuenta que no tomé la decisión correcta.—¿Se fue solo o con su familia?—Con la familia. Tengo un hijo de 4 años, otro de 3, y ahora otro de nueve meses. En Riad vivimos en un ‘compound’, como todos los extranjeros. En una semana me di cuenta de que eso no iba a ser para mí. Me arrepiento de no haber indagado más antes de irme. Pero iba con tanta ilusión, conocer otra forma de vida y otra Liga… A veces lo que uno se imagina no es lo que pasa. No me arrepiento de haber estado allí, pero sí de no haberme informado mejor.—Arabia y España nada tienen que ver.—Arabia está muy lejos de la vida occidental, y con familia y niños pequeños todavía está más lejos. Es una vida totalmente contraria a lo que tenemos en España. Entrenas de noche, los niños van al cole por la mañana y apenas los ves durante el día. Nunca coincides con ellos. Tampoco puedes salir a dar un paseo o ir un parque, o tomarte una coca cola… La vida allí es ir a un centro comercial. No hay nada más. —¿Qué le decía su mujer?—Ella es una bendita. Tengo mucha suerte. Lorena me acompaña a todos lados. No nos gusta estar a distancia. Ella iba también con ilusión, pero cuando llegas allí y ves todo aquello, te impacta y desde la primera semana sabía que tenía que volver. No estaba feliz y sabía que tampoco mi mujer y los niños.—¿Cómo lo pasaron sus hijos?—El mayor tenía tres años y medio e iba al colegio, y todos los días se quedaba llorando en el colegio, pero es que también lo recogía llorando. Eso es muy duro. Ya sabe que a los niños se les pasa el berrinche y luego los recoges con una sonrisa, pero a mi hijo mayor no. Yo veía que estaba sufriendo. De hecho, cuando volvimos a España ( abandonó en enero de 2024 Riad y se fue cedido al Cádiz ), le costó adaptarse al colegio. No es que se quedara con un trauma, pero tardó un tiempo en detectar que el colegio es diversión para él. —Como en España en ningún sitio…—Sí. Lo infravaloramos. No sabemos el país que tenemos hasta que te vas. Clima, gastronomía, vida social, mil cosas que hacer en el día a día que en muchos otros sitios no lo tienen… —Tras su cesión en Cádiz, volvió al Betis el verano y en enero ha acabado en el Getafe. Temporada algo loca la suya.—Todo en la vida tiene un principio y un final, y cuando empiezo la pretemporada con el Betis, en mi interior ya sabía que mi ciclo allí se había acabado. Ha sido la etapa más bonita de mi carrera, cinco años donde me he sentido querido y respetado, y mis tres hijos son sevillanos. Cuando en un sitio has sido tan feliz, no me parece correcto salir mal. Ni el club, ni la afición, ni yo mismo nos lo merecíamos. Así que lo mejor era buscar una salida en el mercado de invierno y dar las gracias por todo.—¿Y qué tal en el Getafe? —Los movimientos de invierno requieren una adaptación. Ahora ya estoy centrado, metido en el día a día y en la rutina. Estamos con 39 puntos, en el puesto 12, y aún necesitamos sumar para salvarnos. Jugar en Primera da prestigio y ese debe ser el objetivo, sumar los máximos puntos posibles en estas seis jornadas, empezando por el partido de esta noche contra el Madrid. —¿Le gustaría seguir aquí después?—El cuerpo me pide ir semana a semana, cumplir los objetivos del equipo y, a partir de ahí, hablar de mi situación. Yo estoy feliz y mi familia también. El Getafe es un sitio bueno, familiar y ojalá podamos llegar a un entendimiento. Llegó en enero, cedido por el Betis , y no ha podido marcar todavía en los 11 partidos jugados con el Getafe, pero ha vuelto a sentirse futbolista. Juan Miguel Jiménez López, Juanmi, (Coín, 20 de mayo de 1993), se sienta con ABC antes de un partido contra el Real Madrid decisivo para el título y la salvación.—Es un sitio estratégico Coín.—Sí, es interior, pero está a solo 30 minutos de Málaga, del aeropuerto, de Marbella y del resto de la costa. Yo tengo muy buen recuerdo de mi infancia allí. Jugando al fútbol todo el día en la calle, montando en bicicleta, jugando a las canicas… Hoy es impensable ver a algún chaval jugando a las canicas. Ellos prefieren sentarse en un banco y grabarse un vídeo de TikTok. La tecnología lo ha cambiado todo. —¿A qué se dedican sus padres?—Mi padre tiene una empresa de construcción y mi madre es ama de casa. Somos tres hijos, y yo soy el pequeño y el que me llevaba más collejas porque siempre le estaba buscando las cosquillas a mis hermanas (risas). —Imparable el cambio generacional.—Así es, y creo que se refleja en el fútbol. Tanto vídeo de TikTok y tanto baile de TikTok le quita picardía también a los futbolistas. Se va perdiendo la esencia del fútbol de toda la vida. Y, además, a eso contribuye también el VAR… —Continúe. —La tecnología bien utilizada es progreso, pero eso no puede chocar con perder la esencia de este deporte. A mí no me gusta el fútbol moderno. Prefiero el fútbol de siempre, en el que nos equivocábamos los jugadores y los árbitros. Eso es más fútbol que parar un partido cinco minutos, arbitrar según qué imagen te pone un monitor, normalmente a cámara lenta… El VAR es una herramienta buena, pero se debe utilizar en cosas puntuales. Muchas veces se pita a cámara lenta y eso desvirtúa una acción. Cuando no había VAR los árbitros no sufrían tantas quejas. Una acción gris no puede parar diez minutos un partido. Ni les gusta a los jugadores, ni a los aficionados, ni a los árbitros. —¿Cuándo entra en el Málaga?—En el segundo año de alevines, con nueve añitos. De esa cantera siempre salen jugadores diferentes, chavales que han jugado muchas horas en el barrio. Y se nota esa picardía, esa ‘poca vergüenza’, ese desparpajo que da la calle.—Allí llegó a Primera y luego, Real Sociedad (2016-2019) y Betis (2019-2023).—El último curso en el Málaga, con Javi Gracia, hago una campaña muy buena. Luego, en San Sebastián me sale un primer año muy bueno, pero los dos siguientes no tengo continuidad. En el Betis tuve la mala suerte de llegar y lesionarme. Y estuve año y medio parado. Cuando volví a arrancar y tuve la confianza del entrenador, es cuando demostré realmente el jugador que soy y por eso hice tantos goles.—De repente, verano de 2023, decide irse a Arabia. ¿Se fue por dinero?—Yo no me fui por dinero, porque no tenía esa necesidad. Ya tenía un bagaje amplio en Primera, en buenos equipos, y el dinero no era mi prioridad. Veía que grandes jugadores se iban y quería probar esa aventura. Vivir esa experiencia de ver cómo crece una liga como la árabe , pero desde el minuto uno me di cuenta que no tomé la decisión correcta.—¿Se fue solo o con su familia?—Con la familia. Tengo un hijo de 4 años, otro de 3, y ahora otro de nueve meses. En Riad vivimos en un ‘compound’, como todos los extranjeros. En una semana me di cuenta de que eso no iba a ser para mí. Me arrepiento de no haber indagado más antes de irme. Pero iba con tanta ilusión, conocer otra forma de vida y otra Liga… A veces lo que uno se imagina no es lo que pasa. No me arrepiento de haber estado allí, pero sí de no haberme informado mejor.—Arabia y España nada tienen que ver.—Arabia está muy lejos de la vida occidental, y con familia y niños pequeños todavía está más lejos. Es una vida totalmente contraria a lo que tenemos en España. Entrenas de noche, los niños van al cole por la mañana y apenas los ves durante el día. Nunca coincides con ellos. Tampoco puedes salir a dar un paseo o ir un parque, o tomarte una coca cola… La vida allí es ir a un centro comercial. No hay nada más. —¿Qué le decía su mujer?—Ella es una bendita. Tengo mucha suerte. Lorena me acompaña a todos lados. No nos gusta estar a distancia. Ella iba también con ilusión, pero cuando llegas allí y ves todo aquello, te impacta y desde la primera semana sabía que tenía que volver. No estaba feliz y sabía que tampoco mi mujer y los niños.—¿Cómo lo pasaron sus hijos?—El mayor tenía tres años y medio e iba al colegio, y todos los días se quedaba llorando en el colegio, pero es que también lo recogía llorando. Eso es muy duro. Ya sabe que a los niños se les pasa el berrinche y luego los recoges con una sonrisa, pero a mi hijo mayor no. Yo veía que estaba sufriendo. De hecho, cuando volvimos a España ( abandonó en enero de 2024 Riad y se fue cedido al Cádiz ), le costó adaptarse al colegio. No es que se quedara con un trauma, pero tardó un tiempo en detectar que el colegio es diversión para él. —Como en España en ningún sitio…—Sí. Lo infravaloramos. No sabemos el país que tenemos hasta que te vas. Clima, gastronomía, vida social, mil cosas que hacer en el día a día que en muchos otros sitios no lo tienen… —Tras su cesión en Cádiz, volvió al Betis el verano y en enero ha acabado en el Getafe. Temporada algo loca la suya.—Todo en la vida tiene un principio y un final, y cuando empiezo la pretemporada con el Betis, en mi interior ya sabía que mi ciclo allí se había acabado. Ha sido la etapa más bonita de mi carrera, cinco años donde me he sentido querido y respetado, y mis tres hijos son sevillanos. Cuando en un sitio has sido tan feliz, no me parece correcto salir mal. Ni el club, ni la afición, ni yo mismo nos lo merecíamos. Así que lo mejor era buscar una salida en el mercado de invierno y dar las gracias por todo.—¿Y qué tal en el Getafe? —Los movimientos de invierno requieren una adaptación. Ahora ya estoy centrado, metido en el día a día y en la rutina. Estamos con 39 puntos, en el puesto 12, y aún necesitamos sumar para salvarnos. Jugar en Primera da prestigio y ese debe ser el objetivo, sumar los máximos puntos posibles en estas seis jornadas, empezando por el partido de esta noche contra el Madrid. —¿Le gustaría seguir aquí después?—El cuerpo me pide ir semana a semana, cumplir los objetivos del equipo y, a partir de ahí, hablar de mi situación. Yo estoy feliz y mi familia también. El Getafe es un sitio bueno, familiar y ojalá podamos llegar a un entendimiento. RSS de noticias de deportes
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