Fue un proceso definitorio para la justicia alemana. Tanto los juicios de Núremberg como el juicio contra Adolf Eichmann en Israel habían sido iniciativas de potencias extranjeras, pero los denominados Juicios de Auschwitz , que tuvieron lugar en Fráncfort entre 1963 y 1965, suponían el primer proceso íntegramente llevado a cabo por el sistema judicial de la República Federal de Alemania y fueron masivamente seguidos en el país.Los anteriores procesos se basaron en crímenes de lesa humanidad y en el derecho internacional, mientras que este conjunto de juicios sentó jurisprudencia sobre el hecho de que, bajo la ley alemana, cualquier involucrado en los crímenes nazis era también enjuiciable.Y en medio del proceso, en diciembre de 1964, hace ahora 60 años, buena parte del tribunal se desplazó hasta Polonia , para recabar allí material probatorio de primera mano. Polonia estaba entonces al otro lado del Telón de Acero, en un país con el que la Alemania occidental ni siquiera tenía relaciones diplomáticas, y buena parte del viaje hubo de realizarse de forma clandestina, en una espectacular aventura procesal plagada de peligros, contratiempos y conversiones.Noticia Relacionada estandar No La sorprendente conexión de los servicios secretos de Siria con los nazis y la Stasi Alexia Columba Jerez Algunos expertos señalan cómo el servicio de inteligencia del régimen caído de la familia Assad aprendió las técnicas de tortura de los agentes alemanes de la SS y de la RDALingotes de oroMuchos de los 359 testigos de 19 países que comparecieron ante el tribunal de Fráncfort hablaban por primera vez en público sobre Auschwitz. Uno de ellos fue Konrad Morgen, el hijo de un maquinista que trabajó en un banco para pagarse los estudios de Derecho y se hizo miembro del partido nazi en 1933. Tras absolver a un acusado en un caso de ‘desgracia racial’, relativo a las relaciones sexuales entre judíos y arios, fue degradado por Himmler y castigado a investigar los casos de corrupción en los campos de concentración. Así fue como llegó a Auschwitz por primera vez, para investigar un paquete con dos toscos lingotes de oro interceptado en la oficina de correos. Morguen relató ante el tribunal de Fráncfort su estupor, al comprobar sin gran dificultad que el oro procedía de dientes fundidos que les eran extraídos a los gaseados antes de incinerarlos y compartió sus cálculos sobre la cantidad de dientes necesarios para cubrir los envíos de oro al Bundesbank de los que un SS había sustraído ese lingote para enviárselo por correo postal a su mujer. «Lo francamente inconcebible de todo esto era que el perpetrador podía dejar a un lado cantidades tan grandes sin que nadie se diera cuenta. Concluí que no se había notado entre las 50.000 o 100.000 personas que habían desaparecido y habían sido incineradas», consta en su declaración, que, al igual que las de otros testigos, fue puesta en duda por los abogados defensores. Los acusados se declaraban inocentes y rechazaban de plano las acusaciones. Era la palabra de unos contra la de otros y el fiscal Fritz Bauer decidió que lo mejor era viajar a Polonia para hacer las comprobaciones pertinentes.ste conjunto de juicios (en la foto, uno celebrado en 1963) sentó jurisprudencia sobre el hecho de que, bajo la ley alemana, cualquier involucrado en los crímenes nazis era también enjuiciable AFPRegistros minuciososEn el viaje participaron los fiscales Gerhard Wiese y Fritz Vogel, así como los abogados defensores Eugen Gerhard y Gerhard Göllner y el juez en comisión de servicio Walter Hotz. El avión con el que iba a viajar la delegación no pudo aterrizar en Fráncfort a causa de una espesa niebla y el grupo tomó dos autobuses a Stuttgart y voló desde allí a Viena. Habían llegado tarde y perdieron la conexión, por lo que tuvieron que alquilar su propio avión. El lunes 14 de diciembre llegaron por fin a Auschwitz y comenzaron a comprobar documentos. La dirección del campo había dejado constancia minuciosa de su trabajo, se había registrado cada muerte, aunque bajo eufemismos. En las tarjetas en las que aparecía la justificación ‘causas naturales’, se referían al hambre y las palizas. Los gaseados eran asociados a las siglas ‘CB’, correspondientes al gas venenoso ciclon b. Otro de los testimonios puestos en duda en Fráncfort había sido el de Yehuda Bacon, que perdió a todos sus familiares en Auschwitz. Fue asignado a la ‘División Infantil’ y «una de nuestras obligaciones era recoger las cenizas del crematorio 3 y esparcirlas en el campo helado. Algunas veces, cuando terminábamos el trabajo y el jefe estaba de buen humor, nos dejaban sentarnos en la cámara de gas, allí se estaba caliente, y yo me fijaba, grababa en la memoria esos espacios. Cuando terminó la guerra hice dibujos según lo que recordaba», que después fueron usados en el juicio. Los abogados de la Defensa tomaron medidas de las cámaras y fotografías que demostraron la veracidad de los dibujos de Yehuda, que con los años se había convertido en un reconocido artista en Israel. Las SS no pudieron destruir completamente los hornos crematorios en 1945, antes de abandonar el campo, y sus medidas sirvieron también para corroborar otros testimonios, números que, por el horror que suponían, podían parecer en la distancia grotescas exageraciones. Entre mayo y junio de 1944, unos 10.000 prisioneros al día fueron deportados y casi todos murieron en las cámaras de gas de Birkenau: 300.000 en seis semanas. «Yo estuve en cautiverio en Fürstenwalde. Allí vi una vez un diario que publicó fotos de prisioneros liberados de los campos de concentración. Me quedé perplejo. No podía concebir que los alemanes hubieran hecho tal cosa. En ese momento pensé que se trataba de propaganda rusa y así lo seguía pensando, de alguna manera, antes de llegar a Auschwitz», relata uno de los fiscales, Gerhard Wiese.Con sus propios ojosHabía sido reclutado por el fiscal jefe, Fritz Bauer, después de concluirse la investigación inicial. Fue seleccionado por su juventud, que descartaba que pudiese estar involucrado con el nazismo y hacía de él un abogado todavía manejable. Pero ver con sus propios ojos el campo cambió no sólo su opinión sobre los crímenes nazis, sino también su vida. «Yo estaba muy equivocado… el lugar me impresionó enormemente, desde la puerta con el lema nazi ‘Arbeit macht frei’ (El trabajo libera) hasta los barracones y las cámaras en donde tuvo lugar la tragedia», recuerda todavía, «algunos habían tomado ese viaje como ‘una excursión de empresa’, pero nadie pudo después ocultar la impresión que el lugar despierta, incluso sin prisioneros».Durante ese viaje, Wiese participó también en reconstrucciones de hechos en las plataformas de selección, donde las familias eran separadas, y se comprobó ‘in situ’ si desde las dependencias de oficiales y suboficiales se podía ver por la ventana el traslado de los prisioneros a las cámaras de gas y el humo de las chimeneas, porque algunos de los acusados negaban haber tenido conocimiento documental o visual de lo que ocurría en ellas. Además se realizaron ‘in situ’ entrevistas a testigos polacos que no habían podido trasladarse a Fráncfort. Hay que decir que los testigos se pagaban el viaje por su cuenta y, desde Polonia, no podían obtener el permiso estatal para salir del país. Se llevaron a cabo más de 20 entrevistas en Cracovia, Katowice, Lodge y Wroclaw, para lo que el grupo recorrió más de mil kilómetros en autobús, vigilado de cerca por la Inteligencia polaca, que no se terminaba de creer los objetivos declarados de aquel viaje, en el que además de fiscales y abogados participaban el comandante Kaul y periodistas de ‘Die Zeit’, ‘Die Welt’, ‘Der Spiegel’, ‘Frankfurter Allgemeine’ y ‘Stuttgarter Zeitung’. También iba con ellos uno de los condenados, el médico Franz Lucas, ayudante de Mengele, que inicialmente rechazó todos los cargos y fue sometido a careos con familiares de las víctimas. «Cuando llegó ante el muro, frente al bloque 10 de los barracones, se quitó el sombrero como los demás y bajó la cabeza», recuerda Wiese. En ese muro habían sido fusilados cerca de 20.000 prisioneros. Fue un proceso definitorio para la justicia alemana. Tanto los juicios de Núremberg como el juicio contra Adolf Eichmann en Israel habían sido iniciativas de potencias extranjeras, pero los denominados Juicios de Auschwitz , que tuvieron lugar en Fráncfort entre 1963 y 1965, suponían el primer proceso íntegramente llevado a cabo por el sistema judicial de la República Federal de Alemania y fueron masivamente seguidos en el país.Los anteriores procesos se basaron en crímenes de lesa humanidad y en el derecho internacional, mientras que este conjunto de juicios sentó jurisprudencia sobre el hecho de que, bajo la ley alemana, cualquier involucrado en los crímenes nazis era también enjuiciable.Y en medio del proceso, en diciembre de 1964, hace ahora 60 años, buena parte del tribunal se desplazó hasta Polonia , para recabar allí material probatorio de primera mano. Polonia estaba entonces al otro lado del Telón de Acero, en un país con el que la Alemania occidental ni siquiera tenía relaciones diplomáticas, y buena parte del viaje hubo de realizarse de forma clandestina, en una espectacular aventura procesal plagada de peligros, contratiempos y conversiones.Noticia Relacionada estandar No La sorprendente conexión de los servicios secretos de Siria con los nazis y la Stasi Alexia Columba Jerez Algunos expertos señalan cómo el servicio de inteligencia del régimen caído de la familia Assad aprendió las técnicas de tortura de los agentes alemanes de la SS y de la RDALingotes de oroMuchos de los 359 testigos de 19 países que comparecieron ante el tribunal de Fráncfort hablaban por primera vez en público sobre Auschwitz. Uno de ellos fue Konrad Morgen, el hijo de un maquinista que trabajó en un banco para pagarse los estudios de Derecho y se hizo miembro del partido nazi en 1933. Tras absolver a un acusado en un caso de ‘desgracia racial’, relativo a las relaciones sexuales entre judíos y arios, fue degradado por Himmler y castigado a investigar los casos de corrupción en los campos de concentración. Así fue como llegó a Auschwitz por primera vez, para investigar un paquete con dos toscos lingotes de oro interceptado en la oficina de correos. Morguen relató ante el tribunal de Fráncfort su estupor, al comprobar sin gran dificultad que el oro procedía de dientes fundidos que les eran extraídos a los gaseados antes de incinerarlos y compartió sus cálculos sobre la cantidad de dientes necesarios para cubrir los envíos de oro al Bundesbank de los que un SS había sustraído ese lingote para enviárselo por correo postal a su mujer. «Lo francamente inconcebible de todo esto era que el perpetrador podía dejar a un lado cantidades tan grandes sin que nadie se diera cuenta. Concluí que no se había notado entre las 50.000 o 100.000 personas que habían desaparecido y habían sido incineradas», consta en su declaración, que, al igual que las de otros testigos, fue puesta en duda por los abogados defensores. Los acusados se declaraban inocentes y rechazaban de plano las acusaciones. Era la palabra de unos contra la de otros y el fiscal Fritz Bauer decidió que lo mejor era viajar a Polonia para hacer las comprobaciones pertinentes.ste conjunto de juicios (en la foto, uno celebrado en 1963) sentó jurisprudencia sobre el hecho de que, bajo la ley alemana, cualquier involucrado en los crímenes nazis era también enjuiciable AFPRegistros minuciososEn el viaje participaron los fiscales Gerhard Wiese y Fritz Vogel, así como los abogados defensores Eugen Gerhard y Gerhard Göllner y el juez en comisión de servicio Walter Hotz. El avión con el que iba a viajar la delegación no pudo aterrizar en Fráncfort a causa de una espesa niebla y el grupo tomó dos autobuses a Stuttgart y voló desde allí a Viena. Habían llegado tarde y perdieron la conexión, por lo que tuvieron que alquilar su propio avión. El lunes 14 de diciembre llegaron por fin a Auschwitz y comenzaron a comprobar documentos. La dirección del campo había dejado constancia minuciosa de su trabajo, se había registrado cada muerte, aunque bajo eufemismos. En las tarjetas en las que aparecía la justificación ‘causas naturales’, se referían al hambre y las palizas. Los gaseados eran asociados a las siglas ‘CB’, correspondientes al gas venenoso ciclon b. Otro de los testimonios puestos en duda en Fráncfort había sido el de Yehuda Bacon, que perdió a todos sus familiares en Auschwitz. Fue asignado a la ‘División Infantil’ y «una de nuestras obligaciones era recoger las cenizas del crematorio 3 y esparcirlas en el campo helado. Algunas veces, cuando terminábamos el trabajo y el jefe estaba de buen humor, nos dejaban sentarnos en la cámara de gas, allí se estaba caliente, y yo me fijaba, grababa en la memoria esos espacios. Cuando terminó la guerra hice dibujos según lo que recordaba», que después fueron usados en el juicio. Los abogados de la Defensa tomaron medidas de las cámaras y fotografías que demostraron la veracidad de los dibujos de Yehuda, que con los años se había convertido en un reconocido artista en Israel. Las SS no pudieron destruir completamente los hornos crematorios en 1945, antes de abandonar el campo, y sus medidas sirvieron también para corroborar otros testimonios, números que, por el horror que suponían, podían parecer en la distancia grotescas exageraciones. Entre mayo y junio de 1944, unos 10.000 prisioneros al día fueron deportados y casi todos murieron en las cámaras de gas de Birkenau: 300.000 en seis semanas. «Yo estuve en cautiverio en Fürstenwalde. Allí vi una vez un diario que publicó fotos de prisioneros liberados de los campos de concentración. Me quedé perplejo. No podía concebir que los alemanes hubieran hecho tal cosa. En ese momento pensé que se trataba de propaganda rusa y así lo seguía pensando, de alguna manera, antes de llegar a Auschwitz», relata uno de los fiscales, Gerhard Wiese.Con sus propios ojosHabía sido reclutado por el fiscal jefe, Fritz Bauer, después de concluirse la investigación inicial. Fue seleccionado por su juventud, que descartaba que pudiese estar involucrado con el nazismo y hacía de él un abogado todavía manejable. Pero ver con sus propios ojos el campo cambió no sólo su opinión sobre los crímenes nazis, sino también su vida. «Yo estaba muy equivocado… el lugar me impresionó enormemente, desde la puerta con el lema nazi ‘Arbeit macht frei’ (El trabajo libera) hasta los barracones y las cámaras en donde tuvo lugar la tragedia», recuerda todavía, «algunos habían tomado ese viaje como ‘una excursión de empresa’, pero nadie pudo después ocultar la impresión que el lugar despierta, incluso sin prisioneros».Durante ese viaje, Wiese participó también en reconstrucciones de hechos en las plataformas de selección, donde las familias eran separadas, y se comprobó ‘in situ’ si desde las dependencias de oficiales y suboficiales se podía ver por la ventana el traslado de los prisioneros a las cámaras de gas y el humo de las chimeneas, porque algunos de los acusados negaban haber tenido conocimiento documental o visual de lo que ocurría en ellas. Además se realizaron ‘in situ’ entrevistas a testigos polacos que no habían podido trasladarse a Fráncfort. Hay que decir que los testigos se pagaban el viaje por su cuenta y, desde Polonia, no podían obtener el permiso estatal para salir del país. Se llevaron a cabo más de 20 entrevistas en Cracovia, Katowice, Lodge y Wroclaw, para lo que el grupo recorrió más de mil kilómetros en autobús, vigilado de cerca por la Inteligencia polaca, que no se terminaba de creer los objetivos declarados de aquel viaje, en el que además de fiscales y abogados participaban el comandante Kaul y periodistas de ‘Die Zeit’, ‘Die Welt’, ‘Der Spiegel’, ‘Frankfurter Allgemeine’ y ‘Stuttgarter Zeitung’. También iba con ellos uno de los condenados, el médico Franz Lucas, ayudante de Mengele, que inicialmente rechazó todos los cargos y fue sometido a careos con familiares de las víctimas. «Cuando llegó ante el muro, frente al bloque 10 de los barracones, se quitó el sombrero como los demás y bajó la cabeza», recuerda Wiese. En ese muro habían sido fusilados cerca de 20.000 prisioneros. Fue un proceso definitorio para la justicia alemana. Tanto los juicios de Núremberg como el juicio contra Adolf Eichmann en Israel habían sido iniciativas de potencias extranjeras, pero los denominados Juicios de Auschwitz , que tuvieron lugar en Fráncfort entre 1963 y 1965, suponían el primer proceso íntegramente llevado a cabo por el sistema judicial de la República Federal de Alemania y fueron masivamente seguidos en el país.Los anteriores procesos se basaron en crímenes de lesa humanidad y en el derecho internacional, mientras que este conjunto de juicios sentó jurisprudencia sobre el hecho de que, bajo la ley alemana, cualquier involucrado en los crímenes nazis era también enjuiciable.Y en medio del proceso, en diciembre de 1964, hace ahora 60 años, buena parte del tribunal se desplazó hasta Polonia , para recabar allí material probatorio de primera mano. Polonia estaba entonces al otro lado del Telón de Acero, en un país con el que la Alemania occidental ni siquiera tenía relaciones diplomáticas, y buena parte del viaje hubo de realizarse de forma clandestina, en una espectacular aventura procesal plagada de peligros, contratiempos y conversiones.Noticia Relacionada estandar No La sorprendente conexión de los servicios secretos de Siria con los nazis y la Stasi Alexia Columba Jerez Algunos expertos señalan cómo el servicio de inteligencia del régimen caído de la familia Assad aprendió las técnicas de tortura de los agentes alemanes de la SS y de la RDALingotes de oroMuchos de los 359 testigos de 19 países que comparecieron ante el tribunal de Fráncfort hablaban por primera vez en público sobre Auschwitz. Uno de ellos fue Konrad Morgen, el hijo de un maquinista que trabajó en un banco para pagarse los estudios de Derecho y se hizo miembro del partido nazi en 1933. Tras absolver a un acusado en un caso de ‘desgracia racial’, relativo a las relaciones sexuales entre judíos y arios, fue degradado por Himmler y castigado a investigar los casos de corrupción en los campos de concentración. Así fue como llegó a Auschwitz por primera vez, para investigar un paquete con dos toscos lingotes de oro interceptado en la oficina de correos. Morguen relató ante el tribunal de Fráncfort su estupor, al comprobar sin gran dificultad que el oro procedía de dientes fundidos que les eran extraídos a los gaseados antes de incinerarlos y compartió sus cálculos sobre la cantidad de dientes necesarios para cubrir los envíos de oro al Bundesbank de los que un SS había sustraído ese lingote para enviárselo por correo postal a su mujer. «Lo francamente inconcebible de todo esto era que el perpetrador podía dejar a un lado cantidades tan grandes sin que nadie se diera cuenta. Concluí que no se había notado entre las 50.000 o 100.000 personas que habían desaparecido y habían sido incineradas», consta en su declaración, que, al igual que las de otros testigos, fue puesta en duda por los abogados defensores. Los acusados se declaraban inocentes y rechazaban de plano las acusaciones. Era la palabra de unos contra la de otros y el fiscal Fritz Bauer decidió que lo mejor era viajar a Polonia para hacer las comprobaciones pertinentes.ste conjunto de juicios (en la foto, uno celebrado en 1963) sentó jurisprudencia sobre el hecho de que, bajo la ley alemana, cualquier involucrado en los crímenes nazis era también enjuiciable AFPRegistros minuciososEn el viaje participaron los fiscales Gerhard Wiese y Fritz Vogel, así como los abogados defensores Eugen Gerhard y Gerhard Göllner y el juez en comisión de servicio Walter Hotz. El avión con el que iba a viajar la delegación no pudo aterrizar en Fráncfort a causa de una espesa niebla y el grupo tomó dos autobuses a Stuttgart y voló desde allí a Viena. Habían llegado tarde y perdieron la conexión, por lo que tuvieron que alquilar su propio avión. El lunes 14 de diciembre llegaron por fin a Auschwitz y comenzaron a comprobar documentos. La dirección del campo había dejado constancia minuciosa de su trabajo, se había registrado cada muerte, aunque bajo eufemismos. En las tarjetas en las que aparecía la justificación ‘causas naturales’, se referían al hambre y las palizas. Los gaseados eran asociados a las siglas ‘CB’, correspondientes al gas venenoso ciclon b. Otro de los testimonios puestos en duda en Fráncfort había sido el de Yehuda Bacon, que perdió a todos sus familiares en Auschwitz. Fue asignado a la ‘División Infantil’ y «una de nuestras obligaciones era recoger las cenizas del crematorio 3 y esparcirlas en el campo helado. Algunas veces, cuando terminábamos el trabajo y el jefe estaba de buen humor, nos dejaban sentarnos en la cámara de gas, allí se estaba caliente, y yo me fijaba, grababa en la memoria esos espacios. Cuando terminó la guerra hice dibujos según lo que recordaba», que después fueron usados en el juicio. Los abogados de la Defensa tomaron medidas de las cámaras y fotografías que demostraron la veracidad de los dibujos de Yehuda, que con los años se había convertido en un reconocido artista en Israel. Las SS no pudieron destruir completamente los hornos crematorios en 1945, antes de abandonar el campo, y sus medidas sirvieron también para corroborar otros testimonios, números que, por el horror que suponían, podían parecer en la distancia grotescas exageraciones. Entre mayo y junio de 1944, unos 10.000 prisioneros al día fueron deportados y casi todos murieron en las cámaras de gas de Birkenau: 300.000 en seis semanas. «Yo estuve en cautiverio en Fürstenwalde. Allí vi una vez un diario que publicó fotos de prisioneros liberados de los campos de concentración. Me quedé perplejo. No podía concebir que los alemanes hubieran hecho tal cosa. En ese momento pensé que se trataba de propaganda rusa y así lo seguía pensando, de alguna manera, antes de llegar a Auschwitz», relata uno de los fiscales, Gerhard Wiese.Con sus propios ojosHabía sido reclutado por el fiscal jefe, Fritz Bauer, después de concluirse la investigación inicial. Fue seleccionado por su juventud, que descartaba que pudiese estar involucrado con el nazismo y hacía de él un abogado todavía manejable. Pero ver con sus propios ojos el campo cambió no sólo su opinión sobre los crímenes nazis, sino también su vida. «Yo estaba muy equivocado… el lugar me impresionó enormemente, desde la puerta con el lema nazi ‘Arbeit macht frei’ (El trabajo libera) hasta los barracones y las cámaras en donde tuvo lugar la tragedia», recuerda todavía, «algunos habían tomado ese viaje como ‘una excursión de empresa’, pero nadie pudo después ocultar la impresión que el lugar despierta, incluso sin prisioneros».Durante ese viaje, Wiese participó también en reconstrucciones de hechos en las plataformas de selección, donde las familias eran separadas, y se comprobó ‘in situ’ si desde las dependencias de oficiales y suboficiales se podía ver por la ventana el traslado de los prisioneros a las cámaras de gas y el humo de las chimeneas, porque algunos de los acusados negaban haber tenido conocimiento documental o visual de lo que ocurría en ellas. Además se realizaron ‘in situ’ entrevistas a testigos polacos que no habían podido trasladarse a Fráncfort. Hay que decir que los testigos se pagaban el viaje por su cuenta y, desde Polonia, no podían obtener el permiso estatal para salir del país. Se llevaron a cabo más de 20 entrevistas en Cracovia, Katowice, Lodge y Wroclaw, para lo que el grupo recorrió más de mil kilómetros en autobús, vigilado de cerca por la Inteligencia polaca, que no se terminaba de creer los objetivos declarados de aquel viaje, en el que además de fiscales y abogados participaban el comandante Kaul y periodistas de ‘Die Zeit’, ‘Die Welt’, ‘Der Spiegel’, ‘Frankfurter Allgemeine’ y ‘Stuttgarter Zeitung’. También iba con ellos uno de los condenados, el médico Franz Lucas, ayudante de Mengele, que inicialmente rechazó todos los cargos y fue sometido a careos con familiares de las víctimas. «Cuando llegó ante el muro, frente al bloque 10 de los barracones, se quitó el sombrero como los demás y bajó la cabeza», recuerda Wiese. En ese muro habían sido fusilados cerca de 20.000 prisioneros. RSS de noticias de internacional
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