Me siento un lobo alfa . Me encuentro en Gredos con un puñado de chiquillos a los que intento enseñar a cazar. Vamos ataviados con la ropa de camuflaje, hemos mirado el viento e inspeccionado los alrededores de la torada de machos monteses que rumian en un piornal. Me rodea una prole de veinte chavales de los que desconozco la edad. Sé que la mayoría ha hecho la primera comunión este año. Eso es un grado, para ellos porque se sienten mayores y para mí porque más o menos ya tienen edad de morder la caza. A mí me regaló mi tío Luis Higuero una escopetilla del 12mm que guardo como oro en paño. Hay que cruzar el riachuelo y subir hasta un berrocal desde donde los tendremos a pocos metros. Vamos armados hasta los dientes porque tenemos afición, energía y ganas de meternos encima. No hay arma más mortífera que esa para no perder la juventud. Les pido opinión para que se sientan partícipes. ¿Vamos? Todos asienten.Anduvimos los quinientos metros, cruzamos el caudaloso arroyo en grupo, como una manada de lobos . Avanzamos despacio por la subida. Cuerpo a tierra que están cerca. Los machos están acostumbrados a los turistas, pero es lo mismo que poner a los lobeznos ante una borrega modorra para que le den caza. El caso es que despierten su instinto…Nos metimos a diez metros asomados a un balcón y desde allí contamos docena y media de machos de imponente nivel. Algunos acostados, otros nos miraban curiosos. Los niños -esos lobeznos – estaban emocionados. Aguardamos un buen rato allí apostados. Era hora de regresar sin espantarlos: ¿qué hora es? Nadie tenía reloj. Una de las niñas -ellas muestran más afición que los chicos- dijo: «¡Mejor no tener reloj, así el tiempo pasa más despacio!». No pude menos que darle un beso en la frente. Cándida juventud . Lástima que algunos hombres la pierdan desde que nacen. Me siento un lobo alfa . Me encuentro en Gredos con un puñado de chiquillos a los que intento enseñar a cazar. Vamos ataviados con la ropa de camuflaje, hemos mirado el viento e inspeccionado los alrededores de la torada de machos monteses que rumian en un piornal. Me rodea una prole de veinte chavales de los que desconozco la edad. Sé que la mayoría ha hecho la primera comunión este año. Eso es un grado, para ellos porque se sienten mayores y para mí porque más o menos ya tienen edad de morder la caza. A mí me regaló mi tío Luis Higuero una escopetilla del 12mm que guardo como oro en paño. Hay que cruzar el riachuelo y subir hasta un berrocal desde donde los tendremos a pocos metros. Vamos armados hasta los dientes porque tenemos afición, energía y ganas de meternos encima. No hay arma más mortífera que esa para no perder la juventud. Les pido opinión para que se sientan partícipes. ¿Vamos? Todos asienten.Anduvimos los quinientos metros, cruzamos el caudaloso arroyo en grupo, como una manada de lobos . Avanzamos despacio por la subida. Cuerpo a tierra que están cerca. Los machos están acostumbrados a los turistas, pero es lo mismo que poner a los lobeznos ante una borrega modorra para que le den caza. El caso es que despierten su instinto…Nos metimos a diez metros asomados a un balcón y desde allí contamos docena y media de machos de imponente nivel. Algunos acostados, otros nos miraban curiosos. Los niños -esos lobeznos – estaban emocionados. Aguardamos un buen rato allí apostados. Era hora de regresar sin espantarlos: ¿qué hora es? Nadie tenía reloj. Una de las niñas -ellas muestran más afición que los chicos- dijo: «¡Mejor no tener reloj, así el tiempo pasa más despacio!». No pude menos que darle un beso en la frente. Cándida juventud . Lástima que algunos hombres la pierdan desde que nacen. Me siento un lobo alfa . Me encuentro en Gredos con un puñado de chiquillos a los que intento enseñar a cazar. Vamos ataviados con la ropa de camuflaje, hemos mirado el viento e inspeccionado los alrededores de la torada de machos monteses que rumian en un piornal. Me rodea una prole de veinte chavales de los que desconozco la edad. Sé que la mayoría ha hecho la primera comunión este año. Eso es un grado, para ellos porque se sienten mayores y para mí porque más o menos ya tienen edad de morder la caza. A mí me regaló mi tío Luis Higuero una escopetilla del 12mm que guardo como oro en paño. Hay que cruzar el riachuelo y subir hasta un berrocal desde donde los tendremos a pocos metros. Vamos armados hasta los dientes porque tenemos afición, energía y ganas de meternos encima. No hay arma más mortífera que esa para no perder la juventud. Les pido opinión para que se sientan partícipes. ¿Vamos? Todos asienten.Anduvimos los quinientos metros, cruzamos el caudaloso arroyo en grupo, como una manada de lobos . Avanzamos despacio por la subida. Cuerpo a tierra que están cerca. Los machos están acostumbrados a los turistas, pero es lo mismo que poner a los lobeznos ante una borrega modorra para que le den caza. El caso es que despierten su instinto…Nos metimos a diez metros asomados a un balcón y desde allí contamos docena y media de machos de imponente nivel. Algunos acostados, otros nos miraban curiosos. Los niños -esos lobeznos – estaban emocionados. Aguardamos un buen rato allí apostados. Era hora de regresar sin espantarlos: ¿qué hora es? Nadie tenía reloj. Una de las niñas -ellas muestran más afición que los chicos- dijo: «¡Mejor no tener reloj, así el tiempo pasa más despacio!». No pude menos que darle un beso en la frente. Cándida juventud . Lástima que algunos hombres la pierdan desde que nacen. RSS de noticias de deportes
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julio 10, 2025
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