Con su poco más de un millar de habitantes, la vida social en Piñor (Ourense), capital gallega del féretro de calidad frente a las importaciones chinas, agonizaba sin remedio. Los bares y restaurantes, incluso las tiendas que sobrevivían hace tan solo una década, fueron echando el cierre, y realmente ya no queda mucho lugar de encuentro cotidiano más allá del Bar Restaurante Ateneo, en la Nacional 525. La gente de las distintas parroquias se ve cuando va a arreglar papeles al Ayuntamiento, o en los funerales, en la Festa dos Callos o en alguna de las romerías patronales, como A Peregrina de Arenteiro. Si no, el ambiente más trepidante y concurrido son las nueve fábricas de ataúdes, el sector por el que era célebre (y muy reputado) el pueblo hasta que, hace un mes, corrió como la pólvora la noticia de que Julio Iglesias, el auténtico Julio Iglesias, había comprado una de las mejores casas en la aldea de Vilariño.
Piñor, capital gallega del féretro, vislumbra una puerta al turismo en la llegada de su nuevo vecino, el hombre que cantaba a Galicia con “morriña” y “saudade”
Con su poco más de un millar de habitantes, la vida social en Piñor (Ourense), capital gallega del féretro de calidad frente a las importaciones chinas, agonizaba sin remedio. Los bares y restaurantes, incluso las tiendas que sobrevivían hace tan solo una década, fueron echando el cierre, y realmente ya no queda mucho lugar de encuentro cotidiano más allá del Bar Restaurante Ateneo, en la Nacional 525. La gente de las distintas parroquias se ve cuando va a arreglar papeles al Ayuntamiento, o en los funerales, en la Festa dos Callos o en alguna de las romerías patronales, como A Peregrina de Arenteiro. Si no, el ambiente más trepidante y concurrido son las nueve fábricas de ataúdes, el sector por el que era célebre (y muy reputado) el pueblo hasta que, hace un mes, corrió como la pólvora la noticia de que Julio Iglesias, el auténtico Julio Iglesias, había comprado una de las mejores casas en la aldea de Vilariño.
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