Ser un columnista de ABC en Cataluña va más allá de los artículos y tengo que saber lo que pasa y hablar con todo el mundo. Los que más se me resisten son los de extrema izquierda, Podemos, que aquí se llaman Comuns. Son muy sectarios . Hace un tiempo conocí a un periodista activista con muy buena entrada en la dirección del partido, le invité a comer y la verdad es que estuve bastante perdido durante la conversación, sin brechas, sin coincidencias, sin nada que celebrar, hasta que se hizo la luz en el gusto de su hijo por los delfines, que es también tan mío. Lamentablemente la izquierda ha ido prohibiendo los espectáculos con estos animales pero cerca de Tarragona, en la muy inquietante localidad de Palafolls, sobrevive Marineland , una delirante mezcla entre parque acuático y exhibición de delfines. Le propuse ir juntos tras constatar que a mi activista, más allá de estar a favor prohibir los toros por considerarlos fascistas, le daban igual los animales y el animalismo.No es fácil ser quien soy y tener que aceptar que al final lo mío está en Palafolls , y cuando vas a un parque acuático es muy importante que dejes en la taquilla, junto a la ropa y pertenencias, cualquier resto de tu dignidad . Has de asumir que elegiste no ser más, durante unas horas, que un trozo de carne mojada . Eso es lo que eres y hay más humillaciones y muy severas. El paisaje moral es aleccionador, y sobre todo tu espejo. El agua de las piscinas contiene tantas sustancias para paliar el orín y las enfermedades que cuando la tocas te das cuenta por su textura que de agua, lo que es agua, hay muy poca.Pero un columnista de provincias hace lo que convenga por su periódico y aquí estoy con mi nuevo confidente de la extrema izquierda , guiándolo por los accesos a los toboganes que me sé de memoria de cuando hace años iba con mi hija. He comprado unas pulseritas fast-pass que se ha puesto y también al crío sin hacer preguntas, y asiste con plena normalidad al hecho de saltarse colas de muchos metros y poder tirarse sin espera. Es hasta tierno ver cómo ante el más tonto privilegio, la más fiera hoz se vuelve junco.Ya convencido del éxito de mi reclutamiento, y de haberlo conseguido con más talento que dinero, los llevo a la zona de los delfines y vemos el espectáculo tan bonito de proezas y juegos. A la salida, una inesperada chica de shorts muy a ras y top escaso, y el datáfono en el cinto como una pistola, le dice al niño: «¿Y tú no quieres bañarte con los delfines?», y él, entusiasmado, grita que es el sueño de su vida, y qué voy a decir yo, si fue también el mío, y allí mismo y de pie, ante las lágrimas del hijo emocionado, y del padre tan y tan agradecido, «de verdad, Sostres, cómo eres», la chica desenfunda el cacharro y sin piedad y mirándome a la cara, marca la cifra de 490 euros , que incluye bañarse con los delfines, hacer un baile con ellos y tres fotografías para el recuerdo. Por este precio, en mis tiempos, habría podido hasta comérmelos . Pago con mi reloj como si fuera lo de cada día, pienso en lo que mi trabajo es y significa, en lo mejor que podré escribir a partir de ahora, e informar a mis superiores, pero muy al fondo no puedo evitar decirme: «Mírame, soy como Koldo pero con delfines».¿Corruptores? ¿Corrompidos? Tal vez tendría que hacerme estas preguntas ahora. El lujo se inventó para seducir y de mi abuela aprendí, hace mucho tiempo, que lo que no se puede comprar con dinero no has de intentar pagarlo nunca, que lo que hay que pagar es un grave error intentar ahorrártelo, y que los que más puros se creen son los que más baratos se venden porque ignoran su precio y la negociación les pilla por sorpresa.Esta mañana he sabido que mi nuevo amigo ha perdido la confianza de la cúpula del partido y le han cancelado las colaboraciones en los medios en los que le tenían de cuota. Y aunque el precio hay que pagarlo siempre y si no lo pagas te equivocas, inevitablemente recuerdo una viñeta de Forges en que un empresario lamenta: «Le mando un jamón y va y me lo cesan». Ser un columnista de ABC en Cataluña va más allá de los artículos y tengo que saber lo que pasa y hablar con todo el mundo. Los que más se me resisten son los de extrema izquierda, Podemos, que aquí se llaman Comuns. Son muy sectarios . Hace un tiempo conocí a un periodista activista con muy buena entrada en la dirección del partido, le invité a comer y la verdad es que estuve bastante perdido durante la conversación, sin brechas, sin coincidencias, sin nada que celebrar, hasta que se hizo la luz en el gusto de su hijo por los delfines, que es también tan mío. Lamentablemente la izquierda ha ido prohibiendo los espectáculos con estos animales pero cerca de Tarragona, en la muy inquietante localidad de Palafolls, sobrevive Marineland , una delirante mezcla entre parque acuático y exhibición de delfines. Le propuse ir juntos tras constatar que a mi activista, más allá de estar a favor prohibir los toros por considerarlos fascistas, le daban igual los animales y el animalismo.No es fácil ser quien soy y tener que aceptar que al final lo mío está en Palafolls , y cuando vas a un parque acuático es muy importante que dejes en la taquilla, junto a la ropa y pertenencias, cualquier resto de tu dignidad . Has de asumir que elegiste no ser más, durante unas horas, que un trozo de carne mojada . Eso es lo que eres y hay más humillaciones y muy severas. El paisaje moral es aleccionador, y sobre todo tu espejo. El agua de las piscinas contiene tantas sustancias para paliar el orín y las enfermedades que cuando la tocas te das cuenta por su textura que de agua, lo que es agua, hay muy poca.Pero un columnista de provincias hace lo que convenga por su periódico y aquí estoy con mi nuevo confidente de la extrema izquierda , guiándolo por los accesos a los toboganes que me sé de memoria de cuando hace años iba con mi hija. He comprado unas pulseritas fast-pass que se ha puesto y también al crío sin hacer preguntas, y asiste con plena normalidad al hecho de saltarse colas de muchos metros y poder tirarse sin espera. Es hasta tierno ver cómo ante el más tonto privilegio, la más fiera hoz se vuelve junco.Ya convencido del éxito de mi reclutamiento, y de haberlo conseguido con más talento que dinero, los llevo a la zona de los delfines y vemos el espectáculo tan bonito de proezas y juegos. A la salida, una inesperada chica de shorts muy a ras y top escaso, y el datáfono en el cinto como una pistola, le dice al niño: «¿Y tú no quieres bañarte con los delfines?», y él, entusiasmado, grita que es el sueño de su vida, y qué voy a decir yo, si fue también el mío, y allí mismo y de pie, ante las lágrimas del hijo emocionado, y del padre tan y tan agradecido, «de verdad, Sostres, cómo eres», la chica desenfunda el cacharro y sin piedad y mirándome a la cara, marca la cifra de 490 euros , que incluye bañarse con los delfines, hacer un baile con ellos y tres fotografías para el recuerdo. Por este precio, en mis tiempos, habría podido hasta comérmelos . Pago con mi reloj como si fuera lo de cada día, pienso en lo que mi trabajo es y significa, en lo mejor que podré escribir a partir de ahora, e informar a mis superiores, pero muy al fondo no puedo evitar decirme: «Mírame, soy como Koldo pero con delfines».¿Corruptores? ¿Corrompidos? Tal vez tendría que hacerme estas preguntas ahora. El lujo se inventó para seducir y de mi abuela aprendí, hace mucho tiempo, que lo que no se puede comprar con dinero no has de intentar pagarlo nunca, que lo que hay que pagar es un grave error intentar ahorrártelo, y que los que más puros se creen son los que más baratos se venden porque ignoran su precio y la negociación les pilla por sorpresa.Esta mañana he sabido que mi nuevo amigo ha perdido la confianza de la cúpula del partido y le han cancelado las colaboraciones en los medios en los que le tenían de cuota. Y aunque el precio hay que pagarlo siempre y si no lo pagas te equivocas, inevitablemente recuerdo una viñeta de Forges en que un empresario lamenta: «Le mando un jamón y va y me lo cesan». Ser un columnista de ABC en Cataluña va más allá de los artículos y tengo que saber lo que pasa y hablar con todo el mundo. Los que más se me resisten son los de extrema izquierda, Podemos, que aquí se llaman Comuns. Son muy sectarios . Hace un tiempo conocí a un periodista activista con muy buena entrada en la dirección del partido, le invité a comer y la verdad es que estuve bastante perdido durante la conversación, sin brechas, sin coincidencias, sin nada que celebrar, hasta que se hizo la luz en el gusto de su hijo por los delfines, que es también tan mío. Lamentablemente la izquierda ha ido prohibiendo los espectáculos con estos animales pero cerca de Tarragona, en la muy inquietante localidad de Palafolls, sobrevive Marineland , una delirante mezcla entre parque acuático y exhibición de delfines. Le propuse ir juntos tras constatar que a mi activista, más allá de estar a favor prohibir los toros por considerarlos fascistas, le daban igual los animales y el animalismo.No es fácil ser quien soy y tener que aceptar que al final lo mío está en Palafolls , y cuando vas a un parque acuático es muy importante que dejes en la taquilla, junto a la ropa y pertenencias, cualquier resto de tu dignidad . Has de asumir que elegiste no ser más, durante unas horas, que un trozo de carne mojada . Eso es lo que eres y hay más humillaciones y muy severas. El paisaje moral es aleccionador, y sobre todo tu espejo. El agua de las piscinas contiene tantas sustancias para paliar el orín y las enfermedades que cuando la tocas te das cuenta por su textura que de agua, lo que es agua, hay muy poca.Pero un columnista de provincias hace lo que convenga por su periódico y aquí estoy con mi nuevo confidente de la extrema izquierda , guiándolo por los accesos a los toboganes que me sé de memoria de cuando hace años iba con mi hija. He comprado unas pulseritas fast-pass que se ha puesto y también al crío sin hacer preguntas, y asiste con plena normalidad al hecho de saltarse colas de muchos metros y poder tirarse sin espera. Es hasta tierno ver cómo ante el más tonto privilegio, la más fiera hoz se vuelve junco.Ya convencido del éxito de mi reclutamiento, y de haberlo conseguido con más talento que dinero, los llevo a la zona de los delfines y vemos el espectáculo tan bonito de proezas y juegos. A la salida, una inesperada chica de shorts muy a ras y top escaso, y el datáfono en el cinto como una pistola, le dice al niño: «¿Y tú no quieres bañarte con los delfines?», y él, entusiasmado, grita que es el sueño de su vida, y qué voy a decir yo, si fue también el mío, y allí mismo y de pie, ante las lágrimas del hijo emocionado, y del padre tan y tan agradecido, «de verdad, Sostres, cómo eres», la chica desenfunda el cacharro y sin piedad y mirándome a la cara, marca la cifra de 490 euros , que incluye bañarse con los delfines, hacer un baile con ellos y tres fotografías para el recuerdo. Por este precio, en mis tiempos, habría podido hasta comérmelos . Pago con mi reloj como si fuera lo de cada día, pienso en lo que mi trabajo es y significa, en lo mejor que podré escribir a partir de ahora, e informar a mis superiores, pero muy al fondo no puedo evitar decirme: «Mírame, soy como Koldo pero con delfines».¿Corruptores? ¿Corrompidos? Tal vez tendría que hacerme estas preguntas ahora. El lujo se inventó para seducir y de mi abuela aprendí, hace mucho tiempo, que lo que no se puede comprar con dinero no has de intentar pagarlo nunca, que lo que hay que pagar es un grave error intentar ahorrártelo, y que los que más puros se creen son los que más baratos se venden porque ignoran su precio y la negociación les pilla por sorpresa.Esta mañana he sabido que mi nuevo amigo ha perdido la confianza de la cúpula del partido y le han cancelado las colaboraciones en los medios en los que le tenían de cuota. Y aunque el precio hay que pagarlo siempre y si no lo pagas te equivocas, inevitablemente recuerdo una viñeta de Forges en que un empresario lamenta: «Le mando un jamón y va y me lo cesan». RSS de noticias de cultura
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