La ponzoña en la que se ha convertido la política en nuestro país obliga a buscar contenidos más ligeros con los que escapar a tantas Jessicas y Leires. Esta semana el tema seleccionado para rellenar telediarios ha sido la Selectividad, la PAU o como se quiera llamar ahora. Chavales nerviosos, recomendaciones de perogrullo para las últimas horas de estudio que nadie cumplirá y psicólogos, muchos psicólogos que a modo de ejército de salvación son puestos a disposición de los examinandos. Una marea de asistentes para ayudar a los chavales a enfrentar un examen que el año pasado en Castilla y León aprobaron el 98,6 por ciento de los inscritos. Es paradójico que para un supuesto reto que todo el mundo supera se pongan en liza tantos medios y más cuando pretenden sustituir las clásicas preguntas de memorización por unas pretendidas «pruebas de competencia». Si el alumno y, sobre todo, la sociedad entiende que ante un examen que sólo suspenden el 1,4 por ciento de los alumnos hace falta tanto trampantojo sería mejor que se ahorraran el espectáculo o que el examen los hicieran directamente los psicólogos. Sería lógico que esos psicólogos atendieran a esos padres que, por naturaleza, sufren ante cada piedra en el camino de sus vástagos pero lo digo con la boca pequeña porque, siguiendo el mismo criterio, también deberían financiarse las velas que las abuelas depositan ante santos y beatos en estos días de desvelo para sus nietos. Está claro que la PAU, a tenor de los resultados, no deja ser un mero trámite pero nadie desde lo público renuncia a la oportunidad de dar solución a un problema ya resuelto y, además, hacerlo por tan poco dinero como disponer a la puerta del aula a unos señores con uniforme en el que ponga con letras grandes, «PSICÓLOGO». Poco falta para que comprar velas y cirios como ofrenda entre en el pack obligatorio y de financiación pública de ayuda al estudiante. Con un psicólogo avezado o un velón tamaño altar mayor consigues nota para entrar en Biomedicina y lo de estudiar se lo dejas a los pobres. Psicólogos hacen falta y muchos pero para entender hacia dónde vamos y no para asistir a unos chavales que van a hacer un examen abocado al aprobado. Otra cosa sería que en la próxima cumbre de la OTAN nuestro país contabilizara como gasto militar para llegar al 5 por ciento el regimiento de asistentes que debería acompañar a cada soldado a una prueba competencial tan dura como liarse a tiros con unos rusos en el campo de batalla. Lo de menos sería lo que costasen los obuses porque España en ese momento entraría en una crisis insalvable. Imaginen a un psicólogo tras cada uno de nuestros soldados financiado por Margarita Robles y otro para cada ruso al otro lado del frente, eso sí, pagado por Yolanda Díaz porque «todos tenemos derecho». La ponzoña en la que se ha convertido la política en nuestro país obliga a buscar contenidos más ligeros con los que escapar a tantas Jessicas y Leires. Esta semana el tema seleccionado para rellenar telediarios ha sido la Selectividad, la PAU o como se quiera llamar ahora. Chavales nerviosos, recomendaciones de perogrullo para las últimas horas de estudio que nadie cumplirá y psicólogos, muchos psicólogos que a modo de ejército de salvación son puestos a disposición de los examinandos. Una marea de asistentes para ayudar a los chavales a enfrentar un examen que el año pasado en Castilla y León aprobaron el 98,6 por ciento de los inscritos. Es paradójico que para un supuesto reto que todo el mundo supera se pongan en liza tantos medios y más cuando pretenden sustituir las clásicas preguntas de memorización por unas pretendidas «pruebas de competencia». Si el alumno y, sobre todo, la sociedad entiende que ante un examen que sólo suspenden el 1,4 por ciento de los alumnos hace falta tanto trampantojo sería mejor que se ahorraran el espectáculo o que el examen los hicieran directamente los psicólogos. Sería lógico que esos psicólogos atendieran a esos padres que, por naturaleza, sufren ante cada piedra en el camino de sus vástagos pero lo digo con la boca pequeña porque, siguiendo el mismo criterio, también deberían financiarse las velas que las abuelas depositan ante santos y beatos en estos días de desvelo para sus nietos. Está claro que la PAU, a tenor de los resultados, no deja ser un mero trámite pero nadie desde lo público renuncia a la oportunidad de dar solución a un problema ya resuelto y, además, hacerlo por tan poco dinero como disponer a la puerta del aula a unos señores con uniforme en el que ponga con letras grandes, «PSICÓLOGO». Poco falta para que comprar velas y cirios como ofrenda entre en el pack obligatorio y de financiación pública de ayuda al estudiante. Con un psicólogo avezado o un velón tamaño altar mayor consigues nota para entrar en Biomedicina y lo de estudiar se lo dejas a los pobres. Psicólogos hacen falta y muchos pero para entender hacia dónde vamos y no para asistir a unos chavales que van a hacer un examen abocado al aprobado. Otra cosa sería que en la próxima cumbre de la OTAN nuestro país contabilizara como gasto militar para llegar al 5 por ciento el regimiento de asistentes que debería acompañar a cada soldado a una prueba competencial tan dura como liarse a tiros con unos rusos en el campo de batalla. Lo de menos sería lo que costasen los obuses porque España en ese momento entraría en una crisis insalvable. Imaginen a un psicólogo tras cada uno de nuestros soldados financiado por Margarita Robles y otro para cada ruso al otro lado del frente, eso sí, pagado por Yolanda Díaz porque «todos tenemos derecho». La ponzoña en la que se ha convertido la política en nuestro país obliga a buscar contenidos más ligeros con los que escapar a tantas Jessicas y Leires. Esta semana el tema seleccionado para rellenar telediarios ha sido la Selectividad, la PAU o como se quiera llamar ahora. Chavales nerviosos, recomendaciones de perogrullo para las últimas horas de estudio que nadie cumplirá y psicólogos, muchos psicólogos que a modo de ejército de salvación son puestos a disposición de los examinandos. Una marea de asistentes para ayudar a los chavales a enfrentar un examen que el año pasado en Castilla y León aprobaron el 98,6 por ciento de los inscritos. Es paradójico que para un supuesto reto que todo el mundo supera se pongan en liza tantos medios y más cuando pretenden sustituir las clásicas preguntas de memorización por unas pretendidas «pruebas de competencia». Si el alumno y, sobre todo, la sociedad entiende que ante un examen que sólo suspenden el 1,4 por ciento de los alumnos hace falta tanto trampantojo sería mejor que se ahorraran el espectáculo o que el examen los hicieran directamente los psicólogos. Sería lógico que esos psicólogos atendieran a esos padres que, por naturaleza, sufren ante cada piedra en el camino de sus vástagos pero lo digo con la boca pequeña porque, siguiendo el mismo criterio, también deberían financiarse las velas que las abuelas depositan ante santos y beatos en estos días de desvelo para sus nietos. Está claro que la PAU, a tenor de los resultados, no deja ser un mero trámite pero nadie desde lo público renuncia a la oportunidad de dar solución a un problema ya resuelto y, además, hacerlo por tan poco dinero como disponer a la puerta del aula a unos señores con uniforme en el que ponga con letras grandes, «PSICÓLOGO». Poco falta para que comprar velas y cirios como ofrenda entre en el pack obligatorio y de financiación pública de ayuda al estudiante. Con un psicólogo avezado o un velón tamaño altar mayor consigues nota para entrar en Biomedicina y lo de estudiar se lo dejas a los pobres. Psicólogos hacen falta y muchos pero para entender hacia dónde vamos y no para asistir a unos chavales que van a hacer un examen abocado al aprobado. Otra cosa sería que en la próxima cumbre de la OTAN nuestro país contabilizara como gasto militar para llegar al 5 por ciento el regimiento de asistentes que debería acompañar a cada soldado a una prueba competencial tan dura como liarse a tiros con unos rusos en el campo de batalla. Lo de menos sería lo que costasen los obuses porque España en ese momento entraría en una crisis insalvable. Imaginen a un psicólogo tras cada uno de nuestros soldados financiado por Margarita Robles y otro para cada ruso al otro lado del frente, eso sí, pagado por Yolanda Díaz porque «todos tenemos derecho». RSS de noticias de espana
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