Si hubo alguna vez alguien apasionado por la vida, ese fue sin duda mi querido amigo Tomás. Pasión por la vida y alegría de vivir que en él fue una gracia, un don ¿Cabe repasar todas las cosas del mundo de las que gozó y que nos empujó a otros a disfrutar? De las carreras de coches al motociclismo, del baloncesto al fútbol pasando por la vela, del flamenco a la gastronomía, de la caza a la tauromaquia, de la literatura al arte contemporáneo… Una cosa y otra, todo a la vez con la misma finura, semejante implicación y cultivo esmerado, también con descaro. Tomás March tuvo la inmensa fortuna y la mágica capacidad de convertir en conocimiento experto hasta sus caprichos. Las expresiones “animador cultural” o “impulsor de la escena cultural valenciana”, que he visto utilizadas en alguna necrológica, tienen un tinte de industria que creo no le convienen, que no captan quién y cómo fue. Dijo Pedro G. Romero, en la reciente presentación del catálogo de su exposición Popular del IVAM, que a él, sevillano, quien le había descubierto la Semana Santa de Sevilla era Tomás March. Porque lo que caracterizaba a Tomás era su capacidad de seducción y contagio, efecto de su entusiasmo perenne, algo nómada, es verdad. No impartía doctrina, se complacía meramente en compartir con sus muchos amigos el placer de sus descubrimientos. Un hombre de gustos refinados, con un estilo vital de otro tiempo y sin embargo modernísimo, inclasificable.
El galerista, fallecido en Valencia el viernes a los 73 años, no impartía doctrina, se complacía en compartir con sus muchos amigos el placer de sus descubrimientos
Si hubo alguna vez alguien apasionado por la vida, ese fue sin duda mi querido amigo Tomás. Pasión por la vida y alegría de vivir que en él fue una gracia, un don ¿Cabe repasar todas las cosas del mundo de las que gozó y que nos empujó a otros a disfrutar? De las carreras de coches al motociclismo, del baloncesto al fútbol pasando por la vela, del flamenco a la gastronomía, de la caza a la tauromaquia, de la literatura al arte contemporáneo… Una cosa y otra, todo a la vez con la misma finura, semejante implicación y cultivo esmerado, también con descaro. Tomás March tuvo la inmensa fortuna y la mágica capacidad de convertir en conocimiento experto hasta sus caprichos. Las expresiones “animador cultural” o “impulsor de la escena cultural valenciana”, que he visto utilizadas en alguna necrológica, tienen un tinte de industria que creo no le convienen, que no captan quién y cómo fue. Dijo Pedro G. Romero, en la reciente presentación del catálogo de su exposición Popular del IVAM, que a él, sevillano, quien le había descubierto la Semana Santa de Sevilla era Tomás March. Porque lo que caracterizaba a Tomás era su capacidad de seducción y contagio, efecto de su entusiasmo perenne, algo nómada, es verdad. No impartía doctrina, se complacía meramente en compartir con sus muchos amigos el placer de sus descubrimientos. Un hombre de gustos refinados, con un estilo vital de otro tiempo y sin embargo modernísimo, inclasificable.
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