Cuando los ex consejeros de CiU Macià Alavedra y Lluís Prenafeta entraron en 2009 en Soto del Real por el caso Pretoria —soborno, corrupción urbanística y blanqueo de dinero—, expresaron su sorpresa por dos circunstancias: las camas de su celda estaban sin hacer y con las comidas no se servía vino. Hicieron notar ambos hechos a los funcionarios, quienes les comunicaron que era cosa de los presos hacerse la cama y que, desgraciadamente, no se servía vino a las horas de almorzar y cenar. La sorpresa expresada por los dos políticos retrotrae a la frase atribuida a la decapitada María Antonieta ante una protesta por una hambruna en el siglo XVIII: “¿No hay pan? ¡Pues que les den brioches!” El caso es que ambas situaciones —la de la reina y esposa de Luis XVI y la de los convergentes— han trascendido, en el segundo caso, por una interpretación alambicada de Jean-Jacques Rousseau, y, en el primero, gracias a fuentes de la prisión. O sea que algún poso de ajuste de cuentas social puede contenerse en ambos relatos.
El roce del exalcalde con conciudadanos de ingresos saneados imprime carácter a la hora de considerar que los políticos están mal pagados y por eso existe corrupción
Cuando los ex consejeros de CiU Macià Alavedra y Lluís Prenafeta entraron en 2009 en Soto del Real por el caso Pretoria —soborno, corrupción urbanística y blanqueo de dinero—, expresaron su sorpresa por dos circunstancias: las camas de su celda estaban sin hacer y con las comidas no se servía vino. Hicieron notar ambos hechos a los funcionarios, quienes les comunicaron que era cosa de los presos hacerse la cama y que, desgraciadamente, no se servía vino a las horas de almorzar y cenar. La sorpresa expresada por los dos políticos retrotrae a la frase atribuida a la decapitada María Antonieta ante una protesta por una hambruna en el siglo XVIII: “¿No hay pan? ¡Pues que les den brioches!” El caso es que ambas situaciones —la de la reina y esposa de Luis XVI y la de los convergentes— han trascendido, en el segundo caso, por una interpretación alambicada de Jean-Jacques Rousseau, y, en el primero, gracias a fuentes de la prisión. O sea que algún poso de ajuste de cuentas social puede contenerse en ambos relatos.
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