Tres noches al año en Triana son más largas que ninguna otra: la de los niños que han sido buenos antes de la Epifanía, la de las mujeres que escuchan Pureza y tiemblan porque llega su Esperanza, y aquella en la que la sexta filial rociera más antigua atraviesa el Vado de Quema , el punto que ofrece la estampa más fascinante del camino.Gorigoris iban al cielo en el descansadero del Quema. La misa de los romeros estaba llegando a su fin. Y en los alrededores del Simpecado, Triana entera reza sin que casi nadie la escuche. La salve que nos salva suena distinta por el eco de las arenas. Aquí hasta el polvo quiere parecerse al tiempo: nadie se mueve, ni el sacerdote, ni esa madre que le quita con la mirada las legañas a su chiquillo, ni los piteros que alumbran el alba con sus chiflidos, ni esa niña tan sevillana que embobada ya entiende a sus tres años lo que todavía alguno busca comprender con noventa. El Rocío no se explica , porque se vive en las almas de quienes ya sabían que el vado era cuestión de tiempo. Era hoy. Salían romeras con sus lunares, y ellos con sus sombreros, del mismo corte. La misma firma. Todos saben qué hacer en este punto en que la aldea es un sueño cada vez menos preso, acaso menos fugitivo que el propio amanecer que produce el relente. No hace frío en vano porque la Virgen calienta los corazones de quienes le piden que el año que viene vuelvan a salvarlos ahí: en ese repecho de fe y esperanza por el que la carreta de plata va surcando todas las distancias. Todos los confines. Triana y el sol, que a veces son la misma cosa, se entrelazan en el Simpecado, al que acompañan miles y miles de peregrinos.¿Qué será lo que les lleva a cruzar a lomos de un caballo, a pie pese lo que pese su historia, o a bordo de coches y tantas carriolas? ¿Qué será lo que les mueve cuando Triana hace del vado un puñal de dolorosa, una paloma desanillada y que abre costados y devociones? ¿Qué no pensarán con ese ritmo inefable del tamboril y la flauta, que son las melodías más rocieras del rito que siempre es triunfal? Un ejército de faldas se ha apostado a la vera del Guadiamar en este universo de albero que es Aznalcázar y caballos y caballistas andan esperando a la que manda en Evangelista. Porque decir Rocío en Triana es decir María Santísima .Noticias relacionadas vertical No Sale Villamanrique, la última filial en ponerse en camino hacia el Rocío S. R. estandar No Guía del Rocío 2025: estos son los cultos y las fechas clave de la romería Manuel Pérez CortésChapotean en tan majestuosa danza los animales mientras uno se percata de que aún hay reductos emocionales a los que aferrarse: en la romería no hay móviles, ni nada que se les acerque. Todo es sincero y natural como el agua que llegaba por los tobillos a quien cruzaba el Quema. Y algo todavía mejor: por no haber no hay ni cobertura . Qué maravilla. Y aquí la gente no sólo respira tranquila sino que es inmensamente feliz. El coro abría paso a un vendaval de fe en las marismas, el arrabal cincelado por la mañana. Flores, flores a ella. Y se sucedieron los vivas cuando Pepe Cárdenas terminó de empujar la rueda derecha de la carreta con la fuerza del orgullo del barrio. « Si algún día el camino olvidamos… guíanos, guíanos, guíanos». Sálvalos. El Quema bautizó a todos esos jóvenes o mayores que nacieron más allá del puente y quienes soñaron con el de barcas. «Yo quiero hacer el camino de la noche a la mañana», cantaban en la ribera. Y más palmas y oraciones bisbiseadas según las entiende Triana: «Y allí en el alba rayando el día qué guapa va Triana de romería ». Y qué verdad más grande la de que la luz que entra es otra radicalmente distinta a la que la despide. Triana es el sol que se pone y Sevilla el sol que se va.La estampa que se origina con el devenir de las carriolas era única. Sólo comparable a la ilusión a cuestas que traían los romeros de Villanueva del Ariscal , una localidad que demostró la misma humildad que María constató en su sí: «Llena eres de gracia, corazón mío. Bendita eres entre todas las que existen de las mujeres». Algún caballo también quería ir al compás, bautizando con alguna coz salvaje a quienes disfrutábamos del infinito paisaje. «Salve tú, Blanca Paloma, de Pentecostés señora, clemente flor mediadora», recitaban. Y sombreros a un cielo ya despejado para los vivas que antecedieron a la gran ovación final antes de que llegara la capital. Sálvalos, Virgencita nuestra. Porque todos ellos te quieren como nadie.A esa protestación concurrían desde el Salvador los bien hallados rocieros sevillanos, en una masa indescriptible, que fueron llenando cada mota de las arenas hasta alcanzar el Quema. El Simpecado de Sevilla lo traían sus dos mejores costaleras: Santa Justa y Santa Rufina, dos aprendices de boyeras a las que no les da nada mal guiar el camino más mariano, más popular, que arranca por cierto en la plaza donde tanta emoción se fragua. Eco ahogado del tamboril y cientos de romeros completaban cada cuadra del lugar. Aires del Guadalquivir para un Guadiamar que ya no es la puerta, sino la gloria misma. Bulla en las aguas porque nadie quería dejar solo a ese Simpecado. Caminar con el río a la altura de los tobillos mirando con la cabeza alta hacia la aldea debería quedar constituido como un sacramento más. Una penitencia gloriosa, que es si lo permiten, todo un oxímoron en la mariología de nuestras costumbres. «Yo voy a volver a cruzar el río con mi Sevilla, yo voy a volver». Sombreros al brazo para entonar la salve que nos salva y mirada a la Virgen de su coro, que son ellos y ya somos todos: « Eres tú dulce Pastora por quien mi corazón llora implorándote en mi salve. Sálvame. Eres tú consoladora de mi alma pecadora y refugio de mis males». Cántela, cántela con ellos, que yo me voy a la aldea: «Sálvame, sálvame, Esperanza mediadora, y bendícenos Señora. Sálvame, Rocío sálvame…». Y déjalos que beban, esos bueyes mientras están en el Quema, prosiguieron. Y en gloria, fe y refugio de su hermandad, entonaron ya marchándose. Que hasta el agua del río quiere fijarse en Ella. Sálvalos, Rocío, sálvalos . Tres noches al año en Triana son más largas que ninguna otra: la de los niños que han sido buenos antes de la Epifanía, la de las mujeres que escuchan Pureza y tiemblan porque llega su Esperanza, y aquella en la que la sexta filial rociera más antigua atraviesa el Vado de Quema , el punto que ofrece la estampa más fascinante del camino.Gorigoris iban al cielo en el descansadero del Quema. La misa de los romeros estaba llegando a su fin. Y en los alrededores del Simpecado, Triana entera reza sin que casi nadie la escuche. La salve que nos salva suena distinta por el eco de las arenas. Aquí hasta el polvo quiere parecerse al tiempo: nadie se mueve, ni el sacerdote, ni esa madre que le quita con la mirada las legañas a su chiquillo, ni los piteros que alumbran el alba con sus chiflidos, ni esa niña tan sevillana que embobada ya entiende a sus tres años lo que todavía alguno busca comprender con noventa. El Rocío no se explica , porque se vive en las almas de quienes ya sabían que el vado era cuestión de tiempo. Era hoy. Salían romeras con sus lunares, y ellos con sus sombreros, del mismo corte. La misma firma. Todos saben qué hacer en este punto en que la aldea es un sueño cada vez menos preso, acaso menos fugitivo que el propio amanecer que produce el relente. No hace frío en vano porque la Virgen calienta los corazones de quienes le piden que el año que viene vuelvan a salvarlos ahí: en ese repecho de fe y esperanza por el que la carreta de plata va surcando todas las distancias. Todos los confines. Triana y el sol, que a veces son la misma cosa, se entrelazan en el Simpecado, al que acompañan miles y miles de peregrinos.¿Qué será lo que les lleva a cruzar a lomos de un caballo, a pie pese lo que pese su historia, o a bordo de coches y tantas carriolas? ¿Qué será lo que les mueve cuando Triana hace del vado un puñal de dolorosa, una paloma desanillada y que abre costados y devociones? ¿Qué no pensarán con ese ritmo inefable del tamboril y la flauta, que son las melodías más rocieras del rito que siempre es triunfal? Un ejército de faldas se ha apostado a la vera del Guadiamar en este universo de albero que es Aznalcázar y caballos y caballistas andan esperando a la que manda en Evangelista. Porque decir Rocío en Triana es decir María Santísima .Noticias relacionadas vertical No Sale Villamanrique, la última filial en ponerse en camino hacia el Rocío S. R. estandar No Guía del Rocío 2025: estos son los cultos y las fechas clave de la romería Manuel Pérez CortésChapotean en tan majestuosa danza los animales mientras uno se percata de que aún hay reductos emocionales a los que aferrarse: en la romería no hay móviles, ni nada que se les acerque. Todo es sincero y natural como el agua que llegaba por los tobillos a quien cruzaba el Quema. Y algo todavía mejor: por no haber no hay ni cobertura . Qué maravilla. Y aquí la gente no sólo respira tranquila sino que es inmensamente feliz. El coro abría paso a un vendaval de fe en las marismas, el arrabal cincelado por la mañana. Flores, flores a ella. Y se sucedieron los vivas cuando Pepe Cárdenas terminó de empujar la rueda derecha de la carreta con la fuerza del orgullo del barrio. « Si algún día el camino olvidamos… guíanos, guíanos, guíanos». Sálvalos. El Quema bautizó a todos esos jóvenes o mayores que nacieron más allá del puente y quienes soñaron con el de barcas. «Yo quiero hacer el camino de la noche a la mañana», cantaban en la ribera. Y más palmas y oraciones bisbiseadas según las entiende Triana: «Y allí en el alba rayando el día qué guapa va Triana de romería ». Y qué verdad más grande la de que la luz que entra es otra radicalmente distinta a la que la despide. Triana es el sol que se pone y Sevilla el sol que se va.La estampa que se origina con el devenir de las carriolas era única. Sólo comparable a la ilusión a cuestas que traían los romeros de Villanueva del Ariscal , una localidad que demostró la misma humildad que María constató en su sí: «Llena eres de gracia, corazón mío. Bendita eres entre todas las que existen de las mujeres». Algún caballo también quería ir al compás, bautizando con alguna coz salvaje a quienes disfrutábamos del infinito paisaje. «Salve tú, Blanca Paloma, de Pentecostés señora, clemente flor mediadora», recitaban. Y sombreros a un cielo ya despejado para los vivas que antecedieron a la gran ovación final antes de que llegara la capital. Sálvalos, Virgencita nuestra. Porque todos ellos te quieren como nadie.A esa protestación concurrían desde el Salvador los bien hallados rocieros sevillanos, en una masa indescriptible, que fueron llenando cada mota de las arenas hasta alcanzar el Quema. El Simpecado de Sevilla lo traían sus dos mejores costaleras: Santa Justa y Santa Rufina, dos aprendices de boyeras a las que no les da nada mal guiar el camino más mariano, más popular, que arranca por cierto en la plaza donde tanta emoción se fragua. Eco ahogado del tamboril y cientos de romeros completaban cada cuadra del lugar. Aires del Guadalquivir para un Guadiamar que ya no es la puerta, sino la gloria misma. Bulla en las aguas porque nadie quería dejar solo a ese Simpecado. Caminar con el río a la altura de los tobillos mirando con la cabeza alta hacia la aldea debería quedar constituido como un sacramento más. Una penitencia gloriosa, que es si lo permiten, todo un oxímoron en la mariología de nuestras costumbres. «Yo voy a volver a cruzar el río con mi Sevilla, yo voy a volver». Sombreros al brazo para entonar la salve que nos salva y mirada a la Virgen de su coro, que son ellos y ya somos todos: « Eres tú dulce Pastora por quien mi corazón llora implorándote en mi salve. Sálvame. Eres tú consoladora de mi alma pecadora y refugio de mis males». Cántela, cántela con ellos, que yo me voy a la aldea: «Sálvame, sálvame, Esperanza mediadora, y bendícenos Señora. Sálvame, Rocío sálvame…». Y déjalos que beban, esos bueyes mientras están en el Quema, prosiguieron. Y en gloria, fe y refugio de su hermandad, entonaron ya marchándose. Que hasta el agua del río quiere fijarse en Ella. Sálvalos, Rocío, sálvalos . Tres noches al año en Triana son más largas que ninguna otra: la de los niños que han sido buenos antes de la Epifanía, la de las mujeres que escuchan Pureza y tiemblan porque llega su Esperanza, y aquella en la que la sexta filial rociera más antigua atraviesa el Vado de Quema , el punto que ofrece la estampa más fascinante del camino.Gorigoris iban al cielo en el descansadero del Quema. La misa de los romeros estaba llegando a su fin. Y en los alrededores del Simpecado, Triana entera reza sin que casi nadie la escuche. La salve que nos salva suena distinta por el eco de las arenas. Aquí hasta el polvo quiere parecerse al tiempo: nadie se mueve, ni el sacerdote, ni esa madre que le quita con la mirada las legañas a su chiquillo, ni los piteros que alumbran el alba con sus chiflidos, ni esa niña tan sevillana que embobada ya entiende a sus tres años lo que todavía alguno busca comprender con noventa. El Rocío no se explica , porque se vive en las almas de quienes ya sabían que el vado era cuestión de tiempo. Era hoy. Salían romeras con sus lunares, y ellos con sus sombreros, del mismo corte. La misma firma. Todos saben qué hacer en este punto en que la aldea es un sueño cada vez menos preso, acaso menos fugitivo que el propio amanecer que produce el relente. No hace frío en vano porque la Virgen calienta los corazones de quienes le piden que el año que viene vuelvan a salvarlos ahí: en ese repecho de fe y esperanza por el que la carreta de plata va surcando todas las distancias. Todos los confines. Triana y el sol, que a veces son la misma cosa, se entrelazan en el Simpecado, al que acompañan miles y miles de peregrinos.¿Qué será lo que les lleva a cruzar a lomos de un caballo, a pie pese lo que pese su historia, o a bordo de coches y tantas carriolas? ¿Qué será lo que les mueve cuando Triana hace del vado un puñal de dolorosa, una paloma desanillada y que abre costados y devociones? ¿Qué no pensarán con ese ritmo inefable del tamboril y la flauta, que son las melodías más rocieras del rito que siempre es triunfal? Un ejército de faldas se ha apostado a la vera del Guadiamar en este universo de albero que es Aznalcázar y caballos y caballistas andan esperando a la que manda en Evangelista. Porque decir Rocío en Triana es decir María Santísima .Noticias relacionadas vertical No Sale Villamanrique, la última filial en ponerse en camino hacia el Rocío S. R. estandar No Guía del Rocío 2025: estos son los cultos y las fechas clave de la romería Manuel Pérez CortésChapotean en tan majestuosa danza los animales mientras uno se percata de que aún hay reductos emocionales a los que aferrarse: en la romería no hay móviles, ni nada que se les acerque. Todo es sincero y natural como el agua que llegaba por los tobillos a quien cruzaba el Quema. Y algo todavía mejor: por no haber no hay ni cobertura . Qué maravilla. Y aquí la gente no sólo respira tranquila sino que es inmensamente feliz. El coro abría paso a un vendaval de fe en las marismas, el arrabal cincelado por la mañana. Flores, flores a ella. Y se sucedieron los vivas cuando Pepe Cárdenas terminó de empujar la rueda derecha de la carreta con la fuerza del orgullo del barrio. « Si algún día el camino olvidamos… guíanos, guíanos, guíanos». Sálvalos. El Quema bautizó a todos esos jóvenes o mayores que nacieron más allá del puente y quienes soñaron con el de barcas. «Yo quiero hacer el camino de la noche a la mañana», cantaban en la ribera. Y más palmas y oraciones bisbiseadas según las entiende Triana: «Y allí en el alba rayando el día qué guapa va Triana de romería ». Y qué verdad más grande la de que la luz que entra es otra radicalmente distinta a la que la despide. Triana es el sol que se pone y Sevilla el sol que se va.La estampa que se origina con el devenir de las carriolas era única. Sólo comparable a la ilusión a cuestas que traían los romeros de Villanueva del Ariscal , una localidad que demostró la misma humildad que María constató en su sí: «Llena eres de gracia, corazón mío. Bendita eres entre todas las que existen de las mujeres». Algún caballo también quería ir al compás, bautizando con alguna coz salvaje a quienes disfrutábamos del infinito paisaje. «Salve tú, Blanca Paloma, de Pentecostés señora, clemente flor mediadora», recitaban. Y sombreros a un cielo ya despejado para los vivas que antecedieron a la gran ovación final antes de que llegara la capital. Sálvalos, Virgencita nuestra. Porque todos ellos te quieren como nadie.A esa protestación concurrían desde el Salvador los bien hallados rocieros sevillanos, en una masa indescriptible, que fueron llenando cada mota de las arenas hasta alcanzar el Quema. El Simpecado de Sevilla lo traían sus dos mejores costaleras: Santa Justa y Santa Rufina, dos aprendices de boyeras a las que no les da nada mal guiar el camino más mariano, más popular, que arranca por cierto en la plaza donde tanta emoción se fragua. Eco ahogado del tamboril y cientos de romeros completaban cada cuadra del lugar. Aires del Guadalquivir para un Guadiamar que ya no es la puerta, sino la gloria misma. Bulla en las aguas porque nadie quería dejar solo a ese Simpecado. Caminar con el río a la altura de los tobillos mirando con la cabeza alta hacia la aldea debería quedar constituido como un sacramento más. Una penitencia gloriosa, que es si lo permiten, todo un oxímoron en la mariología de nuestras costumbres. «Yo voy a volver a cruzar el río con mi Sevilla, yo voy a volver». Sombreros al brazo para entonar la salve que nos salva y mirada a la Virgen de su coro, que son ellos y ya somos todos: « Eres tú dulce Pastora por quien mi corazón llora implorándote en mi salve. Sálvame. Eres tú consoladora de mi alma pecadora y refugio de mis males». Cántela, cántela con ellos, que yo me voy a la aldea: «Sálvame, sálvame, Esperanza mediadora, y bendícenos Señora. Sálvame, Rocío sálvame…». Y déjalos que beban, esos bueyes mientras están en el Quema, prosiguieron. Y en gloria, fe y refugio de su hermandad, entonaron ya marchándose. Que hasta el agua del río quiere fijarse en Ella. Sálvalos, Rocío, sálvalos . RSS de noticias de espana/andalucia
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