En la puerta de la cárcel de Villabona (Asturias), a las nueve de la mañana, la madre de una de las integrantes del grupo de sindicalistas conocido como Las Seis de la Suiza (en realidad cinco mujeres y un hombre) mira a su hija y luego pregunta, con preocupación: “¿Y te harán una foto de esas que se ven con los números, de frente y de lado?”. La hija, que tiene unos 30 años y que habla poco, no lo sabe. Se encoge de hombros. Ni ella ni nadie en el grupo lo sabe. Tampoco lo saben los pocos familiares y acompañantes que se han acercado este jueves 10 de julio hasta la cárcel para despedir a los acusados, que entrarán en la cárcel en dos horas. Al final uno de los acompañantes que ha dado clases de teatro a reclusas durante un tiempo confirma por internet y asegura: “Sí que te hacen, pero no es como en las películas, te hacen una foto, te dan un número y ya está”. La respuesta no tranquiliza a la madre, que acaricia en silencio el hombro de su hija, que a su vez mira con aprensión a la puerta del penal.
La familia propietaria de la pastelería donde se originó el conflicto laboral asegura que si el Gobierno concede el indulto a los sindicalistas recurrirán la medida al Tribunal Supremo
En la puerta de la cárcel de Villabona (Asturias), a las nueve de la mañana, la madre de una de las integrantes del grupo de sindicalistas conocido como Las Seis de la Suiza (en realidad cinco mujeres y un hombre) mira a su hija y luego pregunta, con preocupación: “¿Y te harán una foto de esas que se ven con los números, de frente y de lado?”. La hija, que tiene unos 30 años y que habla poco, no lo sabe. Se encoge de hombros. Ni ella ni nadie en el grupo lo sabe. Tampoco lo saben los pocos familiares y acompañantes que se han acercado este jueves 10 de julio hasta la cárcel para despedir a los acusados, que entrarán en la cárcel en dos horas. Al final uno de los acompañantes que ha dado clases de teatro a reclusas durante un tiempo confirma por internet y asegura: “Sí que te hacen, pero no es como en las películas, te hacen una foto, te dan un número y ya está”. La respuesta no tranquiliza a la madre, que acaricia en silencio el hombro de su hija, que a su vez mira con aprensión a la puerta del penal.
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