Finalizada la edición número 84 de la feria del libro en Madrid, con su polémica por los cierres debidos al calor y la de la retirada de una revista cultural por no tener ISBN (y aquí podríamos discutir sobre si una revista encaja en una feria del libro, por muy cultural que sea, y si un libro sin ISBN es menos libro) llegan las cifras: más de siete millones y medio de euros han gastado los más de 600.000 visitantes en los más de 450.000 ejemplares vendidos. Más que en 2024. ¿Se lee más? Dice la demoscopia que así es: leen más las mujeres y leen más los jóvenes. La media de lectores habituales de libros se sitúa por encima del 50% de la población. ¿Se lee mejor? Y no me refiero a la comprensión lectora (la de los universitarios está hundida) o a los hábitos de lectura (la mayoría lee textos de dudosa calidad en plataformas online). Me refiero a los libros. A lo que leemos en ese formato (con o sin ISBN). Y no lo tengo muy claro. A lo Tezanos, universalizando el sentir (y ser y hacer) de mi entorno más cercano, concluyo que los más jóvenes leen, en su inmensa mayoría, a ‘influencers’ y ‘youtubers’. Obras superficiales, fácilmente digeribles y elegidas para ser editadas por la fama del autor y no por sus dotes para el oficio. Con su foto bien grande en la portada. En privado varias editoras (mujeres) me reconocen que sí tienen en cuenta el sexo del autor a la hora de publicarAsí, si los jóvenes son los que más leen y lo que suelen leer es a ‘influencers’ y a ‘youtubers’, la respuesta sería que no, que no leemos mejor. Así en general. ¿Y los no tan jóvenes? La novela de Silvia Intxaurrondo ‘Solas en el silencio’ va por su sexta edición. Saquen sus propias conclusiones. Parece que si los jóvenes leen más a los que ven en sus tablets y sus móviles, los adultos leen más a los que ven en sus teles. Las estanterías de novedades aparecen repletas de libros escritos por presentadoras (me pregunto, como Alberto Olmos, de dónde sacan el tiempo para escribir, con la de esfuerzo que hay que invertir en escribir uno), actrices, famosas y novias de famosos. Y no utilizo el femenino al azar o por denostar el masculino genérico. Lo hago porque, últimamente, parece que es determinante ser mujer a la hora de publicar. Retomo la demoscopia: indica que no, que las mujeres publican menos que los hombres. Y aunque se achaca a estereotipos de género, si las mujeres leen más y eligen leer más a hombres, no parece que tenga mucho que ver aquí el heteropatriarcado estructural e histórico (sea eso lo que demonios sea). En privado (y solo en privado), varias editoras (editoras mujeres) me reconocen que sí tienen en cuenta el sexo del autor a la hora de publicar. Pero, contra todo pronóstico y discurso victimista, para ventaja de las señoras: hay una gran demanda de escritoras (nada me dicen de demanda en cuanto a la calidad de sus obras). Admiten que su trabajo siempre ha consistido en determinar si un manuscrito es una buena inversión para su editorial. Si va a vender. Pero que en este momento, y desde hace unos años, vende un nombre en femenino en la portada. Ahora está de moda la crisis de los cuarenta y los matrimonios fallidos; antes lo estuvieron los abusos en la infancia o adolescencia. ‘Youtubers’ para los chavales y presentadoras para las adultas (estas últimas se decantan por historias de mujeres fuertes que superan adversidades, si puede ser en parajes rurales, mejor). Parece que leemos más, sí. Pero me da que leemos tirando a reguleras. Finalizada la edición número 84 de la feria del libro en Madrid, con su polémica por los cierres debidos al calor y la de la retirada de una revista cultural por no tener ISBN (y aquí podríamos discutir sobre si una revista encaja en una feria del libro, por muy cultural que sea, y si un libro sin ISBN es menos libro) llegan las cifras: más de siete millones y medio de euros han gastado los más de 600.000 visitantes en los más de 450.000 ejemplares vendidos. Más que en 2024. ¿Se lee más? Dice la demoscopia que así es: leen más las mujeres y leen más los jóvenes. La media de lectores habituales de libros se sitúa por encima del 50% de la población. ¿Se lee mejor? Y no me refiero a la comprensión lectora (la de los universitarios está hundida) o a los hábitos de lectura (la mayoría lee textos de dudosa calidad en plataformas online). Me refiero a los libros. A lo que leemos en ese formato (con o sin ISBN). Y no lo tengo muy claro. A lo Tezanos, universalizando el sentir (y ser y hacer) de mi entorno más cercano, concluyo que los más jóvenes leen, en su inmensa mayoría, a ‘influencers’ y ‘youtubers’. Obras superficiales, fácilmente digeribles y elegidas para ser editadas por la fama del autor y no por sus dotes para el oficio. Con su foto bien grande en la portada. En privado varias editoras (mujeres) me reconocen que sí tienen en cuenta el sexo del autor a la hora de publicarAsí, si los jóvenes son los que más leen y lo que suelen leer es a ‘influencers’ y a ‘youtubers’, la respuesta sería que no, que no leemos mejor. Así en general. ¿Y los no tan jóvenes? La novela de Silvia Intxaurrondo ‘Solas en el silencio’ va por su sexta edición. Saquen sus propias conclusiones. Parece que si los jóvenes leen más a los que ven en sus tablets y sus móviles, los adultos leen más a los que ven en sus teles. Las estanterías de novedades aparecen repletas de libros escritos por presentadoras (me pregunto, como Alberto Olmos, de dónde sacan el tiempo para escribir, con la de esfuerzo que hay que invertir en escribir uno), actrices, famosas y novias de famosos. Y no utilizo el femenino al azar o por denostar el masculino genérico. Lo hago porque, últimamente, parece que es determinante ser mujer a la hora de publicar. Retomo la demoscopia: indica que no, que las mujeres publican menos que los hombres. Y aunque se achaca a estereotipos de género, si las mujeres leen más y eligen leer más a hombres, no parece que tenga mucho que ver aquí el heteropatriarcado estructural e histórico (sea eso lo que demonios sea). En privado (y solo en privado), varias editoras (editoras mujeres) me reconocen que sí tienen en cuenta el sexo del autor a la hora de publicar. Pero, contra todo pronóstico y discurso victimista, para ventaja de las señoras: hay una gran demanda de escritoras (nada me dicen de demanda en cuanto a la calidad de sus obras). Admiten que su trabajo siempre ha consistido en determinar si un manuscrito es una buena inversión para su editorial. Si va a vender. Pero que en este momento, y desde hace unos años, vende un nombre en femenino en la portada. Ahora está de moda la crisis de los cuarenta y los matrimonios fallidos; antes lo estuvieron los abusos en la infancia o adolescencia. ‘Youtubers’ para los chavales y presentadoras para las adultas (estas últimas se decantan por historias de mujeres fuertes que superan adversidades, si puede ser en parajes rurales, mejor). Parece que leemos más, sí. Pero me da que leemos tirando a reguleras. Finalizada la edición número 84 de la feria del libro en Madrid, con su polémica por los cierres debidos al calor y la de la retirada de una revista cultural por no tener ISBN (y aquí podríamos discutir sobre si una revista encaja en una feria del libro, por muy cultural que sea, y si un libro sin ISBN es menos libro) llegan las cifras: más de siete millones y medio de euros han gastado los más de 600.000 visitantes en los más de 450.000 ejemplares vendidos. Más que en 2024. ¿Se lee más? Dice la demoscopia que así es: leen más las mujeres y leen más los jóvenes. La media de lectores habituales de libros se sitúa por encima del 50% de la población. ¿Se lee mejor? Y no me refiero a la comprensión lectora (la de los universitarios está hundida) o a los hábitos de lectura (la mayoría lee textos de dudosa calidad en plataformas online). Me refiero a los libros. A lo que leemos en ese formato (con o sin ISBN). Y no lo tengo muy claro. A lo Tezanos, universalizando el sentir (y ser y hacer) de mi entorno más cercano, concluyo que los más jóvenes leen, en su inmensa mayoría, a ‘influencers’ y ‘youtubers’. Obras superficiales, fácilmente digeribles y elegidas para ser editadas por la fama del autor y no por sus dotes para el oficio. Con su foto bien grande en la portada. En privado varias editoras (mujeres) me reconocen que sí tienen en cuenta el sexo del autor a la hora de publicarAsí, si los jóvenes son los que más leen y lo que suelen leer es a ‘influencers’ y a ‘youtubers’, la respuesta sería que no, que no leemos mejor. Así en general. ¿Y los no tan jóvenes? La novela de Silvia Intxaurrondo ‘Solas en el silencio’ va por su sexta edición. Saquen sus propias conclusiones. Parece que si los jóvenes leen más a los que ven en sus tablets y sus móviles, los adultos leen más a los que ven en sus teles. Las estanterías de novedades aparecen repletas de libros escritos por presentadoras (me pregunto, como Alberto Olmos, de dónde sacan el tiempo para escribir, con la de esfuerzo que hay que invertir en escribir uno), actrices, famosas y novias de famosos. Y no utilizo el femenino al azar o por denostar el masculino genérico. Lo hago porque, últimamente, parece que es determinante ser mujer a la hora de publicar. Retomo la demoscopia: indica que no, que las mujeres publican menos que los hombres. Y aunque se achaca a estereotipos de género, si las mujeres leen más y eligen leer más a hombres, no parece que tenga mucho que ver aquí el heteropatriarcado estructural e histórico (sea eso lo que demonios sea). En privado (y solo en privado), varias editoras (editoras mujeres) me reconocen que sí tienen en cuenta el sexo del autor a la hora de publicar. Pero, contra todo pronóstico y discurso victimista, para ventaja de las señoras: hay una gran demanda de escritoras (nada me dicen de demanda en cuanto a la calidad de sus obras). Admiten que su trabajo siempre ha consistido en determinar si un manuscrito es una buena inversión para su editorial. Si va a vender. Pero que en este momento, y desde hace unos años, vende un nombre en femenino en la portada. Ahora está de moda la crisis de los cuarenta y los matrimonios fallidos; antes lo estuvieron los abusos en la infancia o adolescencia. ‘Youtubers’ para los chavales y presentadoras para las adultas (estas últimas se decantan por historias de mujeres fuertes que superan adversidades, si puede ser en parajes rurales, mejor). Parece que leemos más, sí. Pero me da que leemos tirando a reguleras. RSS de noticias de cultura
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