Hemos superado ya el primer mes del pontificado de León XIV y se suceden los análisis, las previsiones y las «etiquetas» para definir al nuevo Papa. Es inevitable. El interés y el intento de comprender, también desde ámbitos que poco tienen que ver con la Iglesia, son saludables siempre que no se pretenda encajar al Papa en los esquemas y prejuicios de cada uno. En alguna ocasión he descrito mi impresión de estas semanas hablando de «la fuerza tranquila de León». Me ha llamado la atención, por ejemplo, el cuidado que ha puesto en citar a sus inmediatos predecesores, desde Pablo VI a Francisco, en sus ya numerosos discursos y homilías. No se trata de citar por citar, sino de enhebrar el hilo de una continuidad viva en la que nada queda arrumbado, sino que todo sirve para alumbrar el presente. Eso no significa que León XIV no vaya a abrir caminos nuevos para el anuncio del Evangelio; lo hará con el rico bagaje de toda la sabiduría recibida, y también con la libertad de un pastor que no está sujeto a ningún programa ni a ningún legado que no sea el del Evangelio y la entera Tradición de la Iglesia. Por ejemplo, me ha parecido muy hermoso y original su primer mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, una iniciativa de Francisco a la que quiere dar seguimiento, y lo hace con su propio sello. O la forma en que se ha dirigido en un video mensaje a los jóvenes católicos de Chicago, su ciudad natal, mostrando la correspondencia entre la inquieta búsqueda de su corazón y la presencia de Dios en la comunidad de los creyentes. En estos días comienza el run-run sobre los nombramientos que el Papa va a realizar (en algún momento lo hará, sin duda) para conformar su equipo de colaboradores más inmediato. Ningún escándalo con esta nueva edición de quinielas, a condición de que subrayemos la regla de la libertad total del Sucesor de Pedro. Por otro lado, en este asunto conviene no dramatizar, y menos aún dibujar trincheras, esas que León está desmontando cuidadosamente. Cuando llega un nuevo Papa no se trata de desalojar «al anterior gobierno», como sucede tras unas lecciones políticas. León puede confirmar a algunos prefectos que ya estaban con Francisco , lo mismo que este confirmó, durante tiempos más o menos largos, a muchos que estaban con Benedicto. Y puede, igualmente, llamar a su lado a personas que piense que son más adecuadas para acompañarle en algunas tareas. Hay una lógica expectativa por conocer el nombre y el perfil del futuro prefecto del Dicasterio de los Obispos, tarea que el cardenal Prevost desempeñaba. O por saber si prosiguen en sus puestos el prefecto de Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández y el secretario de Estado, Pietro Parolin. Esas decisiones ofrecerán pistas, pero tampoco saquemos de quicio el asunto. En su primer saludo al personal de la Santa Sede, León XIV dijo que la memoria es un elemento esencial de la vida de la Iglesia, porque nutre el presente y orienta al futuro. Y también que cualquier tarea debe estar marcada por la perspectiva de la misión. Es la «fuerza tranquila» de León , que contrasta con la «debilidad nerviosa» de algunos, que ya pretenden ponerle deberes. Hemos superado ya el primer mes del pontificado de León XIV y se suceden los análisis, las previsiones y las «etiquetas» para definir al nuevo Papa. Es inevitable. El interés y el intento de comprender, también desde ámbitos que poco tienen que ver con la Iglesia, son saludables siempre que no se pretenda encajar al Papa en los esquemas y prejuicios de cada uno. En alguna ocasión he descrito mi impresión de estas semanas hablando de «la fuerza tranquila de León». Me ha llamado la atención, por ejemplo, el cuidado que ha puesto en citar a sus inmediatos predecesores, desde Pablo VI a Francisco, en sus ya numerosos discursos y homilías. No se trata de citar por citar, sino de enhebrar el hilo de una continuidad viva en la que nada queda arrumbado, sino que todo sirve para alumbrar el presente. Eso no significa que León XIV no vaya a abrir caminos nuevos para el anuncio del Evangelio; lo hará con el rico bagaje de toda la sabiduría recibida, y también con la libertad de un pastor que no está sujeto a ningún programa ni a ningún legado que no sea el del Evangelio y la entera Tradición de la Iglesia. Por ejemplo, me ha parecido muy hermoso y original su primer mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, una iniciativa de Francisco a la que quiere dar seguimiento, y lo hace con su propio sello. O la forma en que se ha dirigido en un video mensaje a los jóvenes católicos de Chicago, su ciudad natal, mostrando la correspondencia entre la inquieta búsqueda de su corazón y la presencia de Dios en la comunidad de los creyentes. En estos días comienza el run-run sobre los nombramientos que el Papa va a realizar (en algún momento lo hará, sin duda) para conformar su equipo de colaboradores más inmediato. Ningún escándalo con esta nueva edición de quinielas, a condición de que subrayemos la regla de la libertad total del Sucesor de Pedro. Por otro lado, en este asunto conviene no dramatizar, y menos aún dibujar trincheras, esas que León está desmontando cuidadosamente. Cuando llega un nuevo Papa no se trata de desalojar «al anterior gobierno», como sucede tras unas lecciones políticas. León puede confirmar a algunos prefectos que ya estaban con Francisco , lo mismo que este confirmó, durante tiempos más o menos largos, a muchos que estaban con Benedicto. Y puede, igualmente, llamar a su lado a personas que piense que son más adecuadas para acompañarle en algunas tareas. Hay una lógica expectativa por conocer el nombre y el perfil del futuro prefecto del Dicasterio de los Obispos, tarea que el cardenal Prevost desempeñaba. O por saber si prosiguen en sus puestos el prefecto de Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández y el secretario de Estado, Pietro Parolin. Esas decisiones ofrecerán pistas, pero tampoco saquemos de quicio el asunto. En su primer saludo al personal de la Santa Sede, León XIV dijo que la memoria es un elemento esencial de la vida de la Iglesia, porque nutre el presente y orienta al futuro. Y también que cualquier tarea debe estar marcada por la perspectiva de la misión. Es la «fuerza tranquila» de León , que contrasta con la «debilidad nerviosa» de algunos, que ya pretenden ponerle deberes. Hemos superado ya el primer mes del pontificado de León XIV y se suceden los análisis, las previsiones y las «etiquetas» para definir al nuevo Papa. Es inevitable. El interés y el intento de comprender, también desde ámbitos que poco tienen que ver con la Iglesia, son saludables siempre que no se pretenda encajar al Papa en los esquemas y prejuicios de cada uno. En alguna ocasión he descrito mi impresión de estas semanas hablando de «la fuerza tranquila de León». Me ha llamado la atención, por ejemplo, el cuidado que ha puesto en citar a sus inmediatos predecesores, desde Pablo VI a Francisco, en sus ya numerosos discursos y homilías. No se trata de citar por citar, sino de enhebrar el hilo de una continuidad viva en la que nada queda arrumbado, sino que todo sirve para alumbrar el presente. Eso no significa que León XIV no vaya a abrir caminos nuevos para el anuncio del Evangelio; lo hará con el rico bagaje de toda la sabiduría recibida, y también con la libertad de un pastor que no está sujeto a ningún programa ni a ningún legado que no sea el del Evangelio y la entera Tradición de la Iglesia. Por ejemplo, me ha parecido muy hermoso y original su primer mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, una iniciativa de Francisco a la que quiere dar seguimiento, y lo hace con su propio sello. O la forma en que se ha dirigido en un video mensaje a los jóvenes católicos de Chicago, su ciudad natal, mostrando la correspondencia entre la inquieta búsqueda de su corazón y la presencia de Dios en la comunidad de los creyentes. En estos días comienza el run-run sobre los nombramientos que el Papa va a realizar (en algún momento lo hará, sin duda) para conformar su equipo de colaboradores más inmediato. Ningún escándalo con esta nueva edición de quinielas, a condición de que subrayemos la regla de la libertad total del Sucesor de Pedro. Por otro lado, en este asunto conviene no dramatizar, y menos aún dibujar trincheras, esas que León está desmontando cuidadosamente. Cuando llega un nuevo Papa no se trata de desalojar «al anterior gobierno», como sucede tras unas lecciones políticas. León puede confirmar a algunos prefectos que ya estaban con Francisco , lo mismo que este confirmó, durante tiempos más o menos largos, a muchos que estaban con Benedicto. Y puede, igualmente, llamar a su lado a personas que piense que son más adecuadas para acompañarle en algunas tareas. Hay una lógica expectativa por conocer el nombre y el perfil del futuro prefecto del Dicasterio de los Obispos, tarea que el cardenal Prevost desempeñaba. O por saber si prosiguen en sus puestos el prefecto de Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández y el secretario de Estado, Pietro Parolin. Esas decisiones ofrecerán pistas, pero tampoco saquemos de quicio el asunto. En su primer saludo al personal de la Santa Sede, León XIV dijo que la memoria es un elemento esencial de la vida de la Iglesia, porque nutre el presente y orienta al futuro. Y también que cualquier tarea debe estar marcada por la perspectiva de la misión. Es la «fuerza tranquila» de León , que contrasta con la «debilidad nerviosa» de algunos, que ya pretenden ponerle deberes. RSS de noticias de sociedad
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