Monseñor Denys Antoine Shahda estaba viendo la final del Mundial de Brasil de 2014 cuando un proyectil de obús atravesó la residencia arzobispal de Alepo. Echado en el suelo, comenzó a gritar, pero nadie escuchaba. El barrio de Aziziye estaba sumido en la oscuridad por los combates que enfrentaban a diversas milicias rebeldes y al régimen de Bashar el Asad, las calles obstruidas por bloques de hormigón para ralentizar los ataques. “No vino ninguna ambulancia. Pasamos mucho miedo”, recuerda.
Frente al cauto optimismo entre las comunidades de Alepo, que han convivido más tiempo con HTS, en la región de Damasco observan con recelo la llegada al poder de un grupo islamista heredero del yihadismo que atacó iglesias hace una década
Monseñor Denys Antoine Shahda estaba viendo la final del Mundial de Brasil de 2014 cuando un proyectil de obús atravesó la residencia arzobispal de Alepo. Echado en el suelo, comenzó a gritar, pero nadie escuchaba. El barrio de Aziziye estaba sumido en la oscuridad por los combates que enfrentaban a diversas milicias rebeldes y al régimen de Bashar el Asad, las calles obstruidas por bloques de hormigón para ralentizar los ataques. “No vino ninguna ambulancia. Pasamos mucho miedo”, recuerda.
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